lunes, 1 de octubre de 2012

Goebbels sigue vivo



Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible (Talleyrand)

Continúan escuchándose insistentes y singulares reflexiones sobre violencia extrema, crímenes, masacres y su paralelismo con el genocidio. Algunos defensores de esas similitudes acuden a definiciones en el diccionario de la lengua española y a subjetivos informes pretendiendo, a sabiendas, desfigurar el preciso concepto que la Convención sobre Genocidio recoge en su texto y sobre el que no cabe -en el caso guatemalteco- más que descabelladas, obligadas e interesadas elucubraciones. Se esfuerzan por amañar y difundir que matanza es sinónimo de genocidio, olvidando que todo genocidio es una matanza pero no es cierta la inversa. Interesadamente omiten o desprecian ejemplos históricos que ilustran lo anterior: los millones de asesinados por Stalin en la Rusia posrevolucionaria; los muertos de Hirosima y Nagasaki; el bombardeo de la ciudad de Dresde o más cercano: Camboya, Vietnam, Sabra y Chatila, Irak, Afganistán o los linchamientos del Ku Klux Klan en USA. No existe la menor intención de tratar el tema seriamente porque se ha pasado del análisis jurídico al político -dominado por el poder y el dinero- y en ese interesado foro cabe cualquier argumento -generalmente emotivo- que retuerce la interpretación y bloquea el análisis comparado. Pocos son realmente los puntos de interés que preocupan y la justicia no está entre ellos. El posicionamiento de fracasadas ideas que por años han servido para acceder al poder y no dejarlo; la venganza por "medios legales" de quienes fueron enemigos de armas (y políticos) en un tiempo y el dinero prometido por algunos países y asociaciones de conseguir una sentencia favorable que permita seguir "peleando" en ese terreno al margen de la democracia, de las reglas y del derecho, son suficientes incentivos perversos. Como botón de muestra los anuncios que el reino de los Países Bajos y la sueca Diakonia -miren a quien financia en Guatemala- han costeado con absoluto descaro y publicidad subliminal ausente de toda ética o el denunciado uso de fondos de ciertos gobiernos que promueven y sustentan actividades delictivas y extremistas no toleradas en países con un mínimo de dignidad. Activistas fracasados -algunos sutilmente expulsados de otros lugares- que abusan del pasaporte diplomático, promueven acciones que ignoran sus conciudadanos y seguro no permitirían esos espectáculos dirigidos en sus "superdemocracias". Como dijera Montesquieu "no hay peor tiranía que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia.
El ciudadano responsable debe alejarse de cantos de sirena que contaminan el ambiente e ignoran casos como los antes referidos. Y es que el interés de sus promotores -algunos asesinos señalados- no estriba en modificar el espectro de delitos de la Convención sino en satisfacer sus particulares intereses para poder seguir presionando fuera de las instancias democráticas a las que no acceden por carecer de suficientes votantes mientras perpetúan un modus operandi de vida uno de cuyos pilares es, precisamente, la violencia que dicen querer erradicar. Haga un listado de activistas, lea su historial de vida, observe los movimientos que representan y a cuántos incluyen, compruebe de dónde reciben dinero, mire si trabajan en algo productivo y después, tome su propia decisión sobre sus intenciones y el discurso que utilizan. Bienvenidos al mundo descrito por Verstrynge sobre la guerra asimétrica (manual en el ejercito venezolano) donde se pretende "legalizar" el terrorismo -terror como forma de acción- al que frecuentemente acuden estos malvados que linchan, secuestran, ocupan, presionan, asesinan, mientras otros les amparan dándole un barniz legal y reivindicativo al asunto.

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