Lo que no
puede ser, no puede ser y además es imposible (Talleyrand)
Continúan escuchándose insistentes y singulares reflexiones sobre violencia
extrema, crímenes, masacres y su paralelismo con el genocidio. Algunos
defensores de esas similitudes acuden a definiciones en el diccionario de la
lengua española y a subjetivos informes pretendiendo, a sabiendas, desfigurar
el preciso concepto que la Convención sobre Genocidio recoge en su texto y
sobre el que no cabe -en el caso guatemalteco- más que descabelladas, obligadas
e interesadas elucubraciones. Se esfuerzan por amañar y difundir que matanza es
sinónimo de genocidio, olvidando que todo genocidio es una matanza pero no es
cierta la inversa. Interesadamente omiten o desprecian ejemplos históricos que
ilustran lo anterior: los millones de asesinados por Stalin en la Rusia
posrevolucionaria; los muertos de Hirosima y Nagasaki; el bombardeo de la
ciudad de Dresde o más cercano: Camboya, Vietnam, Sabra y Chatila, Irak,
Afganistán o los linchamientos del Ku Klux Klan en USA. No existe la menor intención
de tratar el tema seriamente porque se ha pasado del análisis jurídico al
político -dominado por el poder y el dinero- y en ese interesado foro cabe
cualquier argumento -generalmente emotivo- que retuerce la interpretación y
bloquea el análisis comparado. Pocos son realmente los puntos de interés que
preocupan y la justicia no está entre ellos. El posicionamiento de fracasadas
ideas que por años han servido para acceder al poder y no dejarlo; la venganza
por "medios legales" de quienes fueron enemigos de armas (y
políticos) en un tiempo y el dinero prometido por algunos países y asociaciones
de conseguir una sentencia favorable que permita seguir "peleando" en
ese terreno al margen de la democracia, de las reglas y del derecho, son
suficientes incentivos perversos. Como botón de muestra los anuncios que el
reino de los Países Bajos y la sueca Diakonia -miren a quien financia en
Guatemala- han costeado con absoluto descaro y publicidad subliminal ausente de
toda ética o el denunciado uso de fondos de ciertos gobiernos que promueven y
sustentan actividades delictivas y extremistas no toleradas en países con un
mínimo de dignidad. Activistas fracasados -algunos sutilmente expulsados de
otros lugares- que abusan del pasaporte diplomático, promueven acciones que
ignoran sus conciudadanos y seguro no permitirían esos espectáculos dirigidos
en sus "superdemocracias". Como dijera Montesquieu "no hay peor
tiranía que la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia.
El ciudadano responsable debe alejarse de cantos de sirena que
contaminan el ambiente e ignoran casos como los antes referidos. Y es que el
interés de sus promotores -algunos asesinos señalados- no estriba en modificar
el espectro de delitos de la Convención sino en satisfacer sus particulares
intereses para poder seguir presionando fuera de las instancias democráticas a
las que no acceden por carecer de suficientes votantes mientras perpetúan un
modus operandi de vida uno de cuyos pilares es, precisamente, la violencia que dicen
querer erradicar. Haga un listado de activistas, lea su historial de vida, observe
los movimientos que representan y a cuántos incluyen, compruebe de dónde
reciben dinero, mire si trabajan en algo productivo y después, tome su propia
decisión sobre sus intenciones y el discurso que utilizan. Bienvenidos al mundo
descrito por Verstrynge sobre la guerra asimétrica (manual en el ejercito
venezolano) donde se pretende "legalizar" el terrorismo -terror como
forma de acción- al que frecuentemente acuden estos malvados que linchan,
secuestran, ocupan, presionan, asesinan, mientras otros les amparan dándole un
barniz legal y reivindicativo al asunto.
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