lunes, 1 de julio de 2013

Más frente, Presidente

Perfecto para televisión, es todo lo que un presidente tiene que ser estos días (Gore Vidal)

Desde que se anunciara el programa televisivo “De frente con el Presidente”, dos cosas me llamaron la atención. Una, el título. Un tanto castrense, pero no deja de ser apreciación personal y subjetiva. Otra, mucho más trascendente: el fondo. Un gobierno -cualquier gobierno- no tiene ningún derecho a utilizar dinero público para promocionar su imagen o promover las labores que ejecutan. No recuerdo que hubieran ofrecido durante la campaña que parte de nuestros impuestos -que dicen “no alcanzan”- se destinarían a ese menester. No es de recibo que un país que mendiga dinero de ayuda internacional, no le “alcanza” el presupuesto y tiene enormes deudas y carencias, dedique siquiera una ínfima cantidad de recursos a promocionar la labor de gobierno. Muchos calificativos cabrían, pero infame es el más apropiado que se me ocurre.
El dizque programa de TV no es más que pura fachada publicitaria. Se trata de promover, desde la visión gubernamental, aquellas actividades que realizan o presentar entrevistas de personas con favorable opinión y omisión de las que no gustan o generan anticuerpos. Así, la información exhibida no es mas que un insulto a la más elemental sagacidad humana. Nos saturan realmente, con imágenes o mensajes que quieren vender y para colmo de males, esas mentiras o verdades a medias, las pagamos nosotros mismos. Más pecaminoso aún es que hacen competencia desleal con los medios que libremente informan al ciudadano. Producen el programa -no importa el precio- no requieren de venta y te imponen el formato. Luego vendrán, como ya ocurre, la devolución de favores mediante privilegios impositivos o prórroga del tiempo de concesión de frecuencias a ciertos dueños de canales con señal abierta, lo que se traduce en un doble robo que nuevamente pagamos. Podemos intentar parecernos a países desarrollados o asumir la “mística del subdesarrollo” y actuar como tercermundistas o con visión populista (o ambas que también los hay): Venezuela, Cuba, Ecuador, Argentina y otros. No me imagino un programa de estas características en países del primer mundo, sencillamente porque los ciudadanos los evitarían y obligarían a que sus impuestos se trasladadasen a evitar muertes, mejorar la justicia, promover infraestructura o generar ayudas, especialmente conociendo la cantidad de personas que mueren de hambre cada año. Siempre es inadmisible el gasto de un centavo -por muy solo que esté- para financiar este tipo de actividades, pero mucho más cuando existen tantas carencias en el país.
El presidente y su equipo de asesores (naciones e internacionales) -que tienen medios de comunicación suficientes a su disposición- deberían de cuidar estos alegrones que no generan reacciones positivas en el ciudadano. La trasparencia, la gestión eficiente y la ética en el gasto público (objetivos para el año que nos ocupa según el gobierno), debería ser el norte, de lo contrario no pretendan convencernos de la necesidad de endeudarnos más. Si fuera donante internacional me preguntaría que sentido tiene financiar actividades en este país cuando se dilapida el dinero produciendo y emitiendo esa clase de programas. Se votó a un Presidente para que trabajara, gestionara, administrara, no para que presentara, entrevistara o promoviera una opinión “publica” desde lo público. Hay mucho que hacer, pero sin entender lo elemental, los principios esenciales del comportamiento político, las bases primarias del actuar prudente, ético y correcto, no saldremos de lo que ahora tenemos metido en la cabeza hasta el bulbo raquídeo: el subdesarrollo.

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