martes, 26 de noviembre de 2013

Asesinos de Montesquieu


“Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella”
La división de poderes es un principio observado meticulosamente en regímenes democráticos. De hecho, es uno de los pilares sustentadores de la democracia liberal y se contrapone con los absolutismos monárquicos europeos de pasados siglos. Sin embargo, ese engendro denominado “socialismo del siglo XXI” conserva el viejo y rancio hedor que caracterizó al del siglo pasado: autoritarismo y  criminalidad estatizada. Aquellos comunistas-socialistas que querían repartir el mundo entre “todos”, demostraron que  realmente ambicionaban quedárselo para ellos. Ejemplos sobran: Unión Soviética, Cuba, Corea del Norte y otros. Estos de ahora -modernos y sofisticados- siguen idénticos pasos, aunque cambiaron algunas cosas que no eran vendibles. El presidente Maduro se eroga todos los poderes bajo una ley habilitante (el primero que la empleó fue Hitler) para ejercer de facto como dictadorzuelo bananero, siguiendo los principios comunistas-socialistas tradicionales. Son maestros en señalar a otros como dictadores, relacionando militarismo con derecha y endosando cualquier movimiento de fusiles a determinada ideología. No obstante, ellos, los socialistas, lucen uniformes, les encantan ser llamados comandantes -cinco estrellas, por el lujo de que gustan- y hasta son dirigidos por militares profesionales, como lo fue Chávez. Cuando llegan al poder (Castro, Stalin, Lenin, -el nacionalsocialista- Hitler, Chávez, Ortega y otros) se perpetúan -o lo pretenden- y asesinan a Montesquieu, cooptando todos los poderes y gobernando ad eternum sobre premisas prefabricadas de principios revolucionarios, clamor popular o majaderías similares que disimulan la vocación autoritaria que poseen. La cobarde “comunidad internacional”, clubes de vividores de ciertos organismos internacionales e incluso iglesias, se asocian con ellos o silencian vilmente robos y crímenes que difunden medios de comunicación y a lo sumo hacen encriptadas declaraciones mientras esconden la cabeza cual avestruces, huyendo del compromiso y del deber moral de confrontar las dictaduras. Evidencian la parte dura de la realpolitic y confirman aquello de que en política no hay amigos sino intereses. Mientras tanto, miles o millones de personas son perseguidas, asesinadas, robadas, expoliadas, maltratadas y siempre desposeídas de los más elementales derechos que dicen defender en foros sobre Derechos Humanos, con ONG,s sufragadas y vendidas como “organizaciones” aunque realmente integradas por una sola persona. Son asesinos  evolucionados en la medida que las armas no pueden sustentar más su actuar.
Columnistas, escritores o “intelectuales” defensores (as) de ese chiquero, adaptan su discurso al momento, aunque siempre emergen las tradicionales referencias al imperialismo, a la oligarquía o al necesario papel del Estado frente al mercado y otras estupideces ¡No han cambiado mucho!, y no lo harán porque carecen de argumentos y la historia constata el palmario fracaso que supuso el deseo de planificar a los demás y tomar decisiones anulando a individuos libre. Desconocemos  o ignoramos, por dejadez, el fiasco que supuso la Unión Soviética y los millones de rusos asesinados; aceptamos pasivamente que los criminales Castro opriman a millones de nobles cubanos; poco sabemos de Corea del Norte; comentamos en redes sociales las majaderías del caprichoso y lelo de Maduro; leemos pacientemente como el violador Ortega pretende perpetuarse o asistimos al agonizante final del binomio Xiomara-Maduro en Honduras. Pareciera que este mundo no es con nosotros, hasta que llegue otro majadero (y sus secuaces) que nos hagan lamentar por años no habernos preocupado por ello. El silencio es siempre el primer paso a la esclavitud.

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