Dentro de
una gran mentira siempre hay una pequeña verdad
Hace poco, la
cineasta Pamela Yates, reconoció haberse “equivocado” al atribuir la
masacre de Batzul al ejército de Guatemala, en su película “Cuando las montañas tiemblan”, aunque fue cometida
por guerrilleros disfrazados de soldados, algo relativamente habitual. Lo hizo ¡31 años después!. Hay que reconocer la sinceridad de la realizadora, aunque
a estas alturas se mezcla con la imposibilidad de ocultar por más tiempo el
“error”,
especialmente tras aclararse en 1991, ¡quince años atrás! , por la Comisión de
Esclarecimiento Histórico. Pamela -callada
desde entonces- ha realizado diversos cortometrajes evidenciando
situaciones similares. Quizá deba rectificar
otros, como el documental, también relacionado
con Guatemala, “Granito
de arena” (2011) al incurrir en similares deslices.
Sin embargo,
por más de treinta años, “la confusión” ha penetrado muchas mentes y cándidos -o interesados- relatos se pueden leer en páginas
electrónicas. La película tuvo al menos tres premios y su directora es
reconocida como cineasta de documentales relacionados con el activismo por los
derechos humanos. En una publicación afirma que “El único genocidio que ocurrió en América en el siglo XX
fue en Guatemala y nadie lo sabe, por esta razón hice la película”. Agrega el artículo que: “Gracias a la reveladora obra
de Pamela Yates se logró condenar al General Efraín Ríos Montt..”, y termina aseverando
que su trabajo “desenmascaró a un genocida, lo llevó a prisión y
demostró al mundo entero que el cine documental también es una herramienta de
lucha”.
Más falso que el film, pero igualmente permanecerá
en la web muchos años más, junto con florituras similares, que desinforman a quienes
las leen.
El
errado documental elevó el
perfil de la futura premio Nobel de la paz. Se puede leer que “tiene como hilo conductor la historia
de Rigoberta Menchú”, y que se utilizó “como evidencia forense en el juicio del genocidio”
¿Cuántos embustes
más sostuvo? El
escritor David Stoll
desenmascaró varias imprecisiones y otras tantas mentiras en su libro “Rigoberta Menchu y la historia de
todos los guatemaltecos pobres”.
Lo anterior, unido
a otros acontecimientos de la época como los sucesos en la embajada de España (1980),
son ejemplo de eventos históricos escritos
sin recoger la verdad -o toda
la verdad- pero que
han servido para mantener por años
falsificadas ideas al servicio de
intereses que requerían desdibujar la historia del país. Ya
pasó con anterioridad. El millón de muertos de la guerra civil española, se redujo,
más tarde, a
la tercera o cuarta parte. Aquí ya han sido
cifrados -en publicaciones más
recientes- en 37,000,
muy lejos, también, de aquellos
números difundidos junto con
noticias que hoy se revelan equivocas o manipuladas.
El
vencedor intenta escribir su historia; el vencido no hace algo diferente. Las
prisas, el oportunismo, el dinero, la fama o el pulitzer -entre otros muchos
galardones, soberbias y tentaciones- terminan mostrando
muchas veces falsedades que permean
la mente de estudiosos, incrédulos, mercenarios o ciudadanos en general.
Películas laureadas
que contienen mentiras; Nobeles que posiblemente
nunca hubiesen sido galardonadas de
haberse dicho la verdad;
juicios sin sentencia que son posicionados como verdades
absolutas y personas que padecen por historias mal contadas, manipuladas o
calladas. La verdad se impone con el
tiempo, el problema es que ha pasado tanto que a nadie le interesa
ahora, y esa puede ser la razón
de no haberse difundido
nada de esto. Los habituales -tradicional y
marcadamente goebbelianos-
saben que cambiar la versión
oficial a estas alturas supone luchar contra demasiadas falacias
endemoniadas.
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