¡No haga una
cosa inmoral por razones morales! (Hardy)
Leo durante la
semana -sin asombro pero turbado- como las/los habituales reclamaron de
diferentes maneras la supresión del estado de prevención en San Juan Sacatepequez.
Estaría bien, y sobre todo ligado a una lógica de honestidad y coherencia, si
las/los solicitantes hubiesen condenado con similar intensidad y frenesí la
masacre en la aldea Los Pajoques. Sin embargo, no fue así. Complice y/o
cobardemente, callaron aquellos crímenes -igual que otros en Barillas- y
"olvidaron" condenarlos, alentando, en el mejor de los casos y con la
sutileza tradicional, un apoyo implícito a tales barbaridades.
En el fondo,
esas/os inmorales, lo que dejan muy claro cada vez que callan crímenes como los
indicados, es la génesis del problema y cómo debe enfrentarse. De un lado,
tienen declarada una "guerra" contra todo lo que pueda representar
desarrollo o progreso, siempre que no sean ellas/os o sus amigas/os quienes
estén detrás de la gestión rentista de los proyectos, generalmente a través de
organizaciones u ONG,s suficientemente conocidas, al igual que los actores y
financistas ¡No hay duda de ello! De otro, sustentan la violencia extrema que
aparentemente repudian, rechazan y censuran solamente contra ciertos sectores o
cuando afecta a sus intereses, contradicción discursiva ejemplificada en casos
como los de Los Pajoques y Barillas en contraposición al de Totonicapan, por
ejemplo. Hábil y profusamente condenan en el segundo, pero ocultan y terminan
culpando a las víctimas o a entidades externas privadas en los otros. Un
espectacular montaje de desinformación e ingeniería mediática goebbeliana
-acordada y pactada entre los actores- que proyectan en artículos de opinión,
informes de situación, comunicados o por medio de redes sociales, en las que
todas/os ellas/os convergen en el mensaje, el lenguaje y la forma.
La reacción
visceral y hepática de ese gallinero altoparlante no se hace esperar cuando son
descubiertos y expuestos, cacareando al unísono acusaciones de racismo,
machismo, fobias diversas o extranjerismo, telón de fondo, en definitiva, del
espectáculo deplorable de su actuar que necesitan maquillar u ocultar. Todo
ello son acciones que constituyen salidas necesarias y extremas para escapar
cuando son desenmascarados públicamente, sobre todo por el costo económico que
les representa en futuras donaciones y en el mantenimiento del modelo que perpetúan.
La democracia es
el sistema que más autoridad requiere, decía un secretario general del partido
comunista de España, y cuando las urnas no otorgan el triunfo -ni siquiera
significativo- hay quienes lo aceptan, aunque sea resignadamente, -demócratas-
y otros que, inconformes, promueven la ilegalidad y la violencia mas o menos
extrema -autoritarios-. Ellas y ellos, pertenecen a este último grupo de
enmascarados con careta superpuesta al verdadero rostro, luchan por cualquier
medio y repiten mensajes de paz, concordia, integración y reconciliación
mientras en túneles, reales o imaginarios, almacenan y activan el odio mas vil
y justifican o ignoran -según el caso- la violencia mas cruel e indiscriminada.
Son maquiavélicos practicantes que se dejan ver cada vez con mayor claridad y
cuya evidenciación incide negativamente en sus bolsillos. Su principal activo
en el curriculum vitae es la inmoralidad mas consolidada, aunque la
pretendan esconder tras una falsa y roída sombrilla de "años de lucha por
los derechos humanos" o como militantes de grupos de la "sociedad
civil" por mejorar la democracia. Si al menos fueran consecuentes con su
actuar, podrían contar con un mínimo respeto del que carecen por su puritana inmoralidad,
tal cual sepulcros blanqueados.
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