lunes, 3 de noviembre de 2014

Virtudes y vicios

Al comienzo fueron vicios, hoy son costumbre (Seneca)

El fuero es un privilegio otorgado a determinadas personas o colectivos. En casi todos los países los congresistas, jueces, militares, policías, etc., tienen ciertas prerrogativas al momento de ser detenidos, juzgados o encarcelados y, por el contrario, exigencias mayores que se suelen reflejar en el recorte de determinados derechos civiles: no ejercer el voto, no afiliarse a partidos políticos, no sindicarse o no manifestarse públicamente, entre otros. En Guatemala, el gremio periodístico también está aforado. La constitución concede ciertas prebendas a quienes publiquen sus opiniones, criticas o imputaciones y traslada a los tribunales de honor o de imprenta las imputaciones que pudieran hacerse contra los autores de aquellas.
La ley de emisión del pensamiento recoge algunas de las obligaciones inherentes a quienes, contrapuestamente, cuentan con la ventaja del aforamiento. Obliga a que los impresos lleven el nombre del responsable, los escritos firma de su autor, se transmitan las aclaraciones pertinentes, no se hiera la moral, no se falte al respeto a la vida privada y no se calumnie o injurie gravemente, entre otros. Lo mismo que un policía no puede utilizar su arma o un militar un tanque para salir a la calle a manifestarse por lo que reclama como persona o colectivo, el periodista no debe de utilizar su pluma para conformar bandera de un tema personal o de grupo. No es éticamente aceptable, bajo ningún punto de vista, utilizar continuadamente medios tradicionales de comunicación o redes sociales para posicionar ideas personales o reivindicativas ¡Mucho menos si son anónimas y ofensivas! Tampoco es de recibo la difusión de información no veraz o sesgada y asociada a un determinado personaje o partido político, por cuanto de falaz, tendencioso y manipulador tiene el contenido que se vierte en algo que se supone correcto e informativo y, por el contrario, carece de todo o parte de la forma indicada en las normas vigentes: editor, redactor, autor.., o todos los anteriores.
La prensa, los periodistas, quienes hacen o hacemos periodismo, no estamos exentos de tener en el gremio corruptos, vendidos, manipuladores y algunos que se han acostumbrado, bajo el paraguas de la libertad de expresión -hecho a su medida-, a hacer o decir lo que les viene en gana, de forma chabacana, insultante, sin pruebas, con investigaciones deficientes o mentiras fabricas conscientemente para sostener sus teorías, cuando no previo pago de su importe. De la avenida de la flores se ha pasado al callejón de la prostitución más baja, sin haber pestañeado muchos propietarios, redactores y “periodistas” de este país ¡No es oro todo lo que reluce!, y sin pedir que se promueva una feroz persecución, es de honestidad solicitar el ejercicio ético a quienes se han subido a la moto de la moda y de los adeptos en redes y ponen cualquier imbecilidad o irreflexión con tal de que otros no menos majaderos, le den un “like” a la publicación o lo sigan, y así unirse el grupo de buseros de la desfachatez que cuentan con unos tantos miles de “followers”.

Hay que recuperar el trabajo bien hecho y la confianza del público y condenar desde el propio oficio a quienes han optado por el camino de la irresponsabilidad sin reparar el daño que hacen a esa libertad de expresión de la que gustan hablar, pero que frecuentemente convierten en libertinaje y opresión para con otros. No se trata siquiera de pedir imparcialidad, pero si objetividad. Perdida la vergüenza y el horizonte ¿qué se puede esperar del contrapoder distinto al propio poder?

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