“La
corrupción es un mal de gobiernos no controlados”
En el recién pasado ENADE, uno de los disertantes
propuso depurar el Congreso. Las reacciones, por parte de algunos congresistas,
no se hicieron esperar y mostraron, evidentemente, desacuerdo. Lleva razón y
tuvo mas eco, sin embargo, el empresario que lanzó tal reto, tal y como se advirtió
en redes.
El sistema de partidos políticos y la
no modificada ley electoral, impiden elegir diputados de otra forma que no sea
como ellos mismos deciden, entrándose en una espiral sin solución que no sea
externa. Los diputados dispusieron de muchos años para modificar la citada ley
pero no es de su interés porque perderían la ventaja que ostentan en orden a conservar
la propiedad del escaño que adquieren y administran con impertinente, voraz y delictivo
modo.
Es cierto que hay diputados nobles,
correctos y honestos. Tengo conocidos y amigos entre ellos. No obstante, tal y
como también agregó el señor Bosch en el citado evento, hay que evidenciar la extrema
corruptela en la que se desenvuelve el Poder Legislativo.
Gastos millonarios en personal
contratado como asesor o consejero que no asiste a su trabajo. Sumas
exorbitantes dilapidadas, producto de un sindicato voraz de empleados
consentidos con salarios superiores a grandes directivos de empresas
internacionales. “Ahorros” y fondos privativos que son gastados a discreción
cuando no en comilonas y finos licores. Viajes en teóricas comisiones al
exterior que engrosan la deuda nacional sin productividad alguna. Seguros de
vida, médicos (a pesar de existir el IGSS) y otras prebendas como computadoras,
tabletas, teléfonos, carros, combustible, etc.
Los partidos elaboran a su discreción
los listados nacionales y departamentales y lejos de poder elegir al diputado
que cada quien desee, hay que conformarse con votar por el partido postulador,
quien coloca a sus candidatos en función de lo que aportan en metálico,
votantes o favores. Por si fuera poco, un porcentaje cercano al 80% es la
cantidad de diputados que son elegidos por una formación política y terminan en
otra diferente (tránsfugas), traicionando sin piedad la confianza del votante y
jugando con la representatividad del sistema democrático.
Los listados geográficos de obras,
elaborados por ellos mismos, son un botín que se reparte en negociaciones
internas para luego adjudicar la construcción a empresas fantasma o con
representantes de cartón y recaudar el dinero que termina en las cuentas de
algunos de esos “honorables padres de la patria”. La infraestructura a construir
queda ausente o es de tal calidad que apenas dura un invierno o los primeros
aguaceros de la temporada de lluvias. En definitiva, compiten por saquear las
finanzas públicas.
El diputado ha terminado asimilándose
al ladrón políticamente correcto. Ha deshonrado la política, la gestión pública
y traicionado la confianza del ciudadano. Seguir por más tiempo con un sistema como
el que arrastramos no tiene sentido. Prueba de lo anterior es la cantidad de
diputados señalados por CICIG/MP y sujetos a procedimiento, pendiente de que el
juez aconseje retirar esa otra figura anacrónica y esperpéntica del antejuicio
que protege y camufla esa serie de abusos y otros muy diversos que no caben en
una página.
Procede, mas que nunca, la solicitud de
depurar y es hora de señalar a los fuleros y de procesar a quienes cometieron
delitos. No vale una revolución a medias y ese grupo de facinerosos, esa casta
deleznable, tiene que aprender a jugar con limpieza, un reto, también, para los
diputados honestos que deben ser parte de la solución con su denuncia.
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