“Si
utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar”
La peligrosa espiral en la que hemos incursionado con
esa suerte de juicios -ora al Ejército, luego a la guerrilla- conduce a un
abismo de profundidad incierta. Un artículo aparecido en prensa escrita pocos
días después de la sentencia del caso Sepur Zarco, en el que se pedía actuar
contra empresarios y sus propiedades alarma sobre la estrategia venidera. Tras
condenar a militares, se procederá próximamente contra la guerrilla -una suerte
de actuación políticamente correcta y equilibradora- luego con los dueños de
tierras, después vendrán los reclamos y expropiaciones, y así continuará el proceso
hasta la destrucción de todos.
Con la firma de la paz se acordó el fin de las hostilidades.
No había prevista persecución posterior alguna, razón por la que se firmó y el
tema no figuró en ningún informe de MINUGUA ni fue objeto de discusión social. A
partir de entonces, se inició una dinámica de reconstrucción que progresaba lentamente
y que opacó a la izquierda tradicional y a la élite indigenista. De aquella
cuenta, la URNG apenas ha sobrevivido con uno o dos diputados en el Congreso y
la señora Menchú no logró más del 3% de votos en las dos veces que se presentó
como candidata.
Quienes fueron ensombrecidos decidieron cambiar de
estrategia y optaron por una que se incrustara entre las posiciones ideológicas:
“izquierda revolucionaria” y “derecha conservadora” (y los grupos asociados a ambas),
impidiendo continuar con el acercamiento al promover la persecución penal de
unos y otros. La resistencia cultural,
el racismo, la lucha de clases y la discriminación, son algunos ejes de esa
batalla; cierta cooperación internacional, alentada por una incompresible y
fuera de lugar ofensiva diplomática USA, soporte y sostenimiento; fracasos como
los crímenes de Los Pajoques -en los que un diputado apareció en las investigaciones-
o el caso de la Cumbre de Alaska, muestras de que era preciso actuar de otra
forma o en el futuro no mantendrían siquiera las bajas cuotas de poder con que
contaban. Todo ello, alentado por personajes y organizaciones de la rancia
izquierda que nunca combatieron (aunque suman sus simpatías a la guerrilla) y
que viven de capturar el poder, confundir/engañar a la opinión pública y manejarse
con el dinero de cooperación internacional.
¡Nada nuevo! Adaptan el modelo de la Conquista, en
el que un puñado de españoles contaron con la colaboración de ciertos grupos indígenas
para exterminar a otros a quienes habían combatido por años o de los que
deseaban sus tierras. Algo que se repitió durante el conflicto armado,
especialmente en el área ixil y que documenta extensamente Gustavo Porras en su
libro “Las Huellas de Guatemala”, cuando, según explica, Principales indígenas
utilizaron al ejército para deshacerse de grupos locales que amenazaban su
posición. Ahora, más sofísticamente, el apoyo es de la espuria ayuda
internacional, pretendiendo ignorar la igualdad y seguridad jurídica a través
de promover privilegios legales para ciertos grupos. Olvidan lo injusto de leyes
a la carta sostenidas en derechos colectivos y no en principios básicos
establecidos sobre derechos individuales. La propiedad es uno; la igualdad ante
la ley, otro.
Aquello de “la memoria histórica” se ha prostituido
por quienes, ciegos de poder, utilizan relatos prefabricados para engañar,
sostener determinadas estrategias y mantener encendido un conflicto destructor.
No han entendido, como ocurrió en otras latitudes, que o se pone punto final al
tema, por muy drástico que parezca, o la dinámica perversa acabará con todos,
sin excepción.
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