“Cuando
alguien te ha decepcionado una vez, pierde toda credibilidad”
En la corta historia democrática del país no ha
habido un Presidente que llegara al poder con mayor capital político que el
señor Morales. Su lema: “Ni corrupto ni ladrón”, coincidió con una sociedad
crispada que enviaba a prisión al anterior binomio presidencial y dejaba fuera
a Manuel Antonio y a otros/as, contraviniendo el manual clásico: “Cómo ganar
elecciones en Guatemala”. La inexperiencia política del elegido se compensó con
la esperanza de cambiar paradigmas que por años habían asolado al país,
descapitalizado las arcas públicas y esquivado el sistema judicial.
Sin embargo, dos meses después, el Ejecutivo está en
números rojos. El crecimiento adulterado del partido oficial -con aquiescente
silencio presidencial- “gracias” a cuestionados diputados tránsfugas, la designación
de gobernadores con tachas de amiguismo y pago de favores y la opacidad en el
nombramiento de la magistrada de la CC, son algunas actuaciones que socavaron
la credibilidad. Y lo peor, no hay indicios de que exista la menor intención de
hacer eficiente el gasto público y aclarar, de una vez por todas, cuántos funcionarios
hay, qué hacen y los puestos que ocupan. Mientras tanto, las redes sociales muestran
a un Presidente más preocupado por generar mensajes virales -un tanto pueriles
y mal elaborados, por cierto- que de los importantes problemas nacionales como
los asesinatos, las bombas en los buses o la paralización de las aduanas. Para
contribuir, el Vicepresidente emite una norma sobre vestuario e higiene
(derogada al día siguiente) que cambia el pititanga
por la censura de presencia ¡Pareciera que tampoco no hay mucho que hacer en
la vicepresidencia!
Coincide esa descapitalización con una sociedad
hastiada, producto de pervertidos personajes de la política y de la
continuación de los corruptos tradicionales que siguen, con chulescas
actuaciones, manejando los hilos del poder. Debería el mandatario prestar más
atención al tema, algo que le ha sido suficientemente advertido, de lo
contrario, esa actitud será su perdición porque parece ignorar, en ese artificial
olimpo de autoridad, que si se sacó a una cúpula el pasado año se podría
expulsar a otra que para nada sirve los fines de aquella “revolución
primaveral”. Procurar “gobernabilidad” no es casarse con la vieja política ni
plegarse a mafias sindicales, sociales u otras. Su reunión (¿o fue pacto?) con
Joviel ya dijo algo de su talante “conciliador”.
Su legitimidad está sustentada únicamente en las
protestas de la plaza y haría bien en prestarle atención porque fue su vehículo
de llegada al poder. No fue su carisma, su programa de gobierno ni su equipo de
trabajo lo que le hizo conseguir votos y a la fecha, no hay más indicios que cierta
esperanza de buena voluntad. En otros lugares -Argentina- a la semana de tomar
posesión, su presidente adoptó decisiones que tuvieron un impacto directo en la
opinión pública. Más cerca -en Mixco- lo comprendió perfectamente Neto Bran quien
llegó al poder en la misma ola.
No es únicamente lo que se dice que se hace, sino lo
que se percibe que se está haciendo. Los problemas están sobrediagnosticados
pero la solución requiere de firmeza, decisión, desarrollo neuronal y un empuje
testicular para sacar que de una vez por todas a los chantajistas. La merma del
capital político debería de preocupar al mandatario. Nada tiene fuera de eso y
perdida la confianza, no se recupera jamás ¡Despierte, o el dinosauro terminará
comiéndoselo! No basta con ser, también hay que estar.
Otra importante preocupación es quién ocupa el
espacio que usted está dejando, y con qué intenciones.
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