lunes, 4 de julio de 2016

Javier Pitillas et al.

Lo importante es dar siempre un paso más hacia adelante

El nombre de Javier Pitillas seguramente no suene a quienes lean estas líneas. Tampoco me era conocido hace meses cuando con mi familia decidimos hacer el Camino de Santiago y buscamos en Google a alguien que pudiera aconsejarnos/ayudarnos con Marcela, nuestra hija con lesión cerebral.
Javier es policía local en Vigo (España) y por motivos desconocidos (no indagué la razón) destina parte sustancial de su tiempo y esfuerzo en ayudar a personas con limitaciones a hacer el Camino, sea en sillas de ruedas, bicicletas adaptadas o ingenios especialmente diseñados que permiten, con apoyo de otros, que la inmovilidad no sea un hándicap para “caminar” o alcanzar metas. Se preguntará qué le puede interesar un desconocido y sus gestas, y quizá lleve razón con ese apresurado juicio. Sin embargo, vivimos momentos históricos en que se juzgan a deshumanizados personajes cuya codicia y falta de escrúpulos superaron limites imaginables, y ese es el sugestivo contraste con este ilustre gallego.
Javier trabaja de policía local y percibe decentemente un salario con el que paga la gasolina, el desgaste de su vehículo y “privilegios” como los bananos que consume -y comparte- durante las travesías. Su ambición, que seguramente la tiene, parece limitarse a que la sonrisa de las personas que apoya y las de sus familias tenga sentido durante las duras jornadas de caminata o pedaleo ¿Pensó que existía alguien así en medio de la vorágine? ¡Pues haberlos haylos!
Cuenta, además, con imán natural para atraer a otros aventureros como él. En nuestro caso apoyaron, según crónica suya “algo modificada” por mi: Estela (su esposa) y Vero, dos conversadoras sin limites y consumadas atletas que no descansaban un minuto; Yago, un joven alegre y noble que desea ser policía, entrena duramente para ello y será, seguramente, un excelente profesional; Isabel, una prominente y risueña jueza que desde su silla-bici -por culpa de una de esas raras enfermedades progresivamente destructoras- escudriñaba el entorno y demostraba, con voluntad firme, que la mente abierta y el corazón grande son los mejores sanadores; Paula, hermana de Isabel y poliglota, quien, en silencio, sorprendía siempre repartiendo golosinas y estaba dispuesta a relevar a quien percibía cansado, y Katya que fotografiaba varias veces todo lo que veía y tenía “la solución” para cualquier eventualidad. Al grupo se unió un día Fernando: “era domingo, tenía libre y supo de la caminata por Facebook”, y otros dos, Kirian, un animado deportista dieciochoañero pendiente de comenzar la universidad y descubrir su futuro ¿Habrá algo más desprendido que la acción de ellos?
¿Que queda de esto? ¡Muchas cosas! A nosotros, una experiencia inolvidable y la amistad de personas admirables. A ustedes, la posibilidad de conocerlas, colaborar con ellas o imaginar un porvenir mas esperanzador para el país. Destaco, por necesidad de espacio, tres más: las crónicas del viaje, ilustradas en Facebook por el propio Javier; el reto “inhumano” de comenzar en bicicleta -con personas con capacidades diferentes- otros 100 km,s. en tres días, al siguiente de terminar con nosotros y un resumen encadenado de frases que nuestra hija Marcela -9 años- escribió desde su silla-bici mientras caminábamos: “No tienes que tener miedo, debes tener confianza en ti mismo; sigue tu camino”

Y es que, cuando ciertos valores parecen difuminarse, aparecen personas que hacen repensar la vida y muestran cómo los héroes no están exclusivamente en comics sino que fuera de allí actúan silenciosos y dispersos por el mundo. Nuestra gratitud a todos ellos.

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