Lo
importante es dar siempre un paso más hacia adelante
El nombre de Javier Pitillas seguramente no suene a
quienes lean estas líneas. Tampoco me era conocido hace meses cuando con mi
familia decidimos hacer el Camino de Santiago y buscamos en Google a alguien que pudiera
aconsejarnos/ayudarnos con Marcela, nuestra hija con lesión cerebral.
Javier es policía local en Vigo (España) y por
motivos desconocidos (no indagué la razón) destina parte sustancial de su
tiempo y esfuerzo en ayudar a personas con limitaciones a hacer el Camino, sea en
sillas de ruedas, bicicletas adaptadas o ingenios especialmente diseñados que
permiten, con apoyo de otros, que la inmovilidad no sea un hándicap para “caminar”
o alcanzar metas. Se preguntará qué le puede interesar un desconocido y sus
gestas, y quizá lleve razón con ese apresurado juicio. Sin embargo, vivimos momentos
históricos en que se juzgan a deshumanizados personajes cuya codicia y falta de
escrúpulos superaron limites imaginables, y ese es el sugestivo contraste con
este ilustre gallego.
Javier trabaja de policía local y percibe
decentemente un salario con el que paga la gasolina, el desgaste de su vehículo
y “privilegios” como los bananos que consume -y comparte- durante las travesías.
Su ambición, que seguramente la tiene, parece limitarse a que la sonrisa de las
personas que apoya y las de sus familias tenga sentido durante las duras jornadas
de caminata o pedaleo ¿Pensó que existía alguien así en medio de la vorágine?
¡Pues haberlos haylos!
Cuenta, además, con imán natural para atraer a otros
aventureros como él. En nuestro caso apoyaron, según crónica suya “algo modificada”
por mi: Estela (su esposa) y Vero, dos conversadoras sin limites y consumadas
atletas que no descansaban un minuto; Yago, un joven alegre y noble que desea
ser policía, entrena duramente para ello y será, seguramente, un excelente
profesional; Isabel, una prominente y risueña jueza que desde su silla-bici -por
culpa de una de esas raras enfermedades progresivamente destructoras- escudriñaba
el entorno y demostraba, con voluntad firme, que la mente abierta y el corazón grande
son los mejores sanadores; Paula, hermana de Isabel y poliglota, quien, en
silencio, sorprendía siempre repartiendo golosinas y estaba dispuesta a relevar
a quien percibía cansado, y Katya que fotografiaba varias veces todo lo que
veía y tenía “la solución” para cualquier eventualidad. Al grupo se unió un día
Fernando: “era domingo, tenía libre y supo de la caminata por Facebook”, y
otros dos, Kirian, un animado deportista dieciochoañero
pendiente de comenzar la universidad y descubrir su futuro ¿Habrá algo más
desprendido que la acción de ellos?
¿Que queda de esto? ¡Muchas cosas! A nosotros, una
experiencia inolvidable y la amistad de personas admirables. A ustedes, la
posibilidad de conocerlas, colaborar con ellas o imaginar un porvenir mas
esperanzador para el país. Destaco, por necesidad de espacio, tres más: las
crónicas del viaje, ilustradas en Facebook por el propio Javier; el reto
“inhumano” de comenzar en bicicleta -con personas con capacidades diferentes-
otros 100 km,s. en tres días, al siguiente de terminar con nosotros y un
resumen encadenado de frases que nuestra hija Marcela -9 años- escribió desde
su silla-bici mientras caminábamos: “No tienes que tener miedo, debes tener
confianza en ti mismo; sigue tu camino”
Y es que, cuando ciertos valores parecen
difuminarse, aparecen personas que hacen repensar la vida y muestran cómo los
héroes no están exclusivamente en comics sino que fuera de allí actúan
silenciosos y dispersos por el mundo. Nuestra
gratitud a todos ellos.
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