lunes, 23 de octubre de 2017

Algunos pendientes

El Congreso trabaja para evitar reformas clave y profundas de ciertas leyes

De un mes para acá, un ambiente enrarecido y un silencio sepulcral son los pilares que sostienen la impasible política nacional. Desde aquella encerrona forzada de los diputados como escarmiento a la mayor güichazada legislativa de la historia nacional -quizá también continental- no hay voz de congresista que se escuche más allá de las paredes de su domicilio, si es que ahí hablan. Tampoco el Ejecutivo ha dicho mucho -lo que dadas las circunstancias puede ser lo mejor- salvo fotos presidenciales inaugurando el eterno bacheo de alguna carretera o el discurso con ocasión del ascenso de dos generales. El silencio o la prudencia de “nuestros gobernantes” -producto de las continuas metidas de pata- es lo más destacable de la política nacional.
Desde afuera, sin embargo, nos han recordado lo mal que estamos. De una parte, congresistas norteamericanos solicitaron que se apliquen medidas más duras contra ciertos personajes de la farándula delictiva nacional. Concretamente que se les retiren las visas pero también que se pueda actuar, si así lo consideran las autoridades USA, contra su patrimonio, propiedades fuera de plaza y hasta negocios. Una advertencia que más de uno ha escuchado mientras le retumbaban los oídos. Por su parte, Standard and Poor´s redujo -no por placer- la calificación de la deuda soberana a BB-, lo que implica que las cosas se perciben peor que hace unos años y consecuentemente incidirá de forma negativa en la atracción de inversiones y subirá el interés de la deuda, entre otras muchas cosas. La dinámica económica y el desarrollo se reducirán o estancarán y en el corto y mediano plazo nos ira peor.
Hay una parálisis nacional. Hasta los tuiteros díscolos y expertos, esos que alentaban un golpe de estado blando para que siguiéramos igual que estamos -es decir jodidos- han desaparecido de las redes. Nadie quiere hablar porque la situación es compleja y las soluciones difíciles, y pocos toman un postura clara, racional y contundente. Son momentos en los que la mayoría prefiere callar para no hacerse notar, lo que no deja de ser una mediocridad incluso bíblicamente condenada, con aquello de: a los tibios los vomito.
Los antejuicios contra Orlando Blanco y Villate avanzan lentos. El de Arzú va al ritmo de la canción de moda -“despacito”- y no digamos los pendientes de hace casi un año contra otros podridos honorables. Se ha dejado de hablar del presupuesto 2018, porque, como siempre ha sido, es probable que se esté repartiendo -¡negociando dicen!- con lo antes mencionado y la elección de la próxima junta directiva del Congreso. Es decir, un fiambre de cosas pendientes -en consonancia con las fechas y la tradición- que nos comeremos como todos los años sin rechistar ni darnos cuenta, aprovechando el enfermizo optimismo nacional que ciega la asunción de una penosa situación de la que decimos querer escapar solamente entre dientes.
Sin embargo, como suele ser, las apariencias engañan, y el Congreso trabaja para evitar reformas clave y profundas de ciertas leyes. Por ahora discuten la LEPP y ya han desechado la creación de subdistritos y el voto nominal, con alegaciones justificativas que pretenden discutir cambios para no modificar nada y que el poder siga en esos vehículos electorales disfrazados de manipuladores partidos políticos.
Aquello de que la estupidez es querer que las cosas cambien haciendo lo mismo, parece ser la frase que resumen más adecuadamente la triste, paralizada, sin liderazgo y tortrix realidad nacional.

¡Hala, a disfrutar el pan de muerto y luego la Navidad, que en mi bella Guatemala nunca pasa nada, compadre!

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