Somos una sociedad
muy poco ética, una especie de club de inmorales
Razones como: “ya devolvió el dinero” y
por tanto no hay motivo para seguir con el tema, “es mejor olvidarlo” o “pasemos página”, escuchadas en relación con los Q50,000
mensuales extras que el Presidente de la República estuvo recibiendo del
Ministerio de la Defensa Nacional, denota la gravísima y preocupante indolencia moral nacional. Al igual que en otras cosas, consentimos y permitimos -está en
el ambiente- que ciertas
reglas pueden vulnerarse un poquito. Algunos que así piensan, enarbolan el optimismo enfermizo
tradicional y agregan que lo importante es seguir construyendo el futuro, empujar el país y seguir para adelante, y enjabonan su conciencia con el olvido. Desconozco cuantos admitirían que un
empleado le pusiese a uno mismo un complemento salarial
o que habiendo recibido dinero de forma incorrecta
-aunque lo devolviese- le respetaría su puesto de trabajo, pero intuyo las
respuestas.
Con
parsimonia y justificaciones diversas, elevamos diariamente el nivel
de tolerancia moral. Se comienza con eludir las filas
porque llevamos prisa, se sigue haciendo el triple carril porque todos lo
hacen, se continúa aceptando o pagando mordidas porque así ha sido siempre, nos
pasamos la luz roja de los semáforos por “seguridad” y, finalmente, aceptamos que “nuestros amigos”
o simpatizante puedan robar, extorsionar, engañar o corromper, porque ¿quién no lo ha hecho alguna vez?,
además ¡ya lo devolvió! Y con esas simplezas cerramos los ojos y la discusión sobre valores ¡Somos una sociedad poco ética, una especie de club
de inmorales con numerosos socios!
La teoría
de las ventanas rotas -tolerancia cero- es muy antigua pero no ha calado
todavía. Se comienza aceptando algo pequeño para terminar justificando cualquier aberración posterior, mientras se desdeña lo esencial. Observe alrededor suyo
y note cómo
vemos con naturalidad que los buses paren en
cualquier lugar, que muchos vehículos vayan sin
luces, otros estén sobrecargados o admitimos que nuestros amigos “nos pueden dar cola” aunque haya quienes lleven horas esperando. Lo anterior se convierte en cotidiano y
no nos alerta de que algo está mal. También sabemos que si tenemos un amigo que tiene otro amigo se
puede acceder a tal o cual lugar con ventaja y buscamos precisamente hacerlo
así. Igualmente, muchas
gasolineras son utilizadas
para acortar el tráfico, como lugares de paso antes
de llegar, pocos metros después, al cruce real que es el que se debería de
tomar. Y así, con esas
reglas que se vulneran cotidianamente sobrevivimos sin advertir -salvo cuando salimos al exterior- que son violaciones constantes que tienen que ver con la legalidad y con la
ética. El tiempo aumenta el nivel de tolerancia y
para que algo parezca mal hecho cada vez tiene que ser más escandaloso.
El
momento actual presenta ese debate: ética y legalidad, de ahí que con la
ligereza propia de quienes no están dispuestos a
cambiar lo más mínimo, se soslaye con un “déjalo que ya devolvió el
dinero” sin asumir que lo
grave -lo profundamente intolerable- es
precisamente la falta de
ética al haberlo recibido, y se llama corrupción. El resto, sin carecer de
importancia, pasa incluso a segundo plano.
Me da la
triste sensación de que en lugar de servir como aprendizaje y punto de partida de cambio, seguiremos aceptando ese tipo de posturas
pero como ya dijera
Savater: la ética comienza por uno mismo. No quiero ser cómplice, y nada ni nadie me
hará cambiar de valores correctos ¡Allá cada quien cómo educa y cómo se comporta! Yo prefiero mirar a mis hijos correctamente a los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario