No se debería seguir postergando el debate
sobre qué hacer en Guatemala en
el corto plazo
Creo
que usted, como yo, percibe hartazgo de este ambiente tan espesamente cargado. Todo es negatividad, malas noticias, descrédito, falta de gobernanza,
acusaciones -reales o
falsas-, dimes y diretes y
un sin fin de cosas que terminan debilitando, cuando
no envenenando,
el espíritu y las buenas intenciones. Es imposible continuar así y aunque no hay mal que cien años dure, tampoco cuerpo -y
alma- que lo resista ¡Ya basta!, hay que poner un
alto.
Tantas
descalificaciones y descalificados que cuando se piensa en alguien que pueda
generar consensos, extender puentes o convocar a un
diálogo nacional, no se
encuentra a nadie. Al
parecer no quedan interlocutores con capacidad de convocatoria que permitan alcanzar consensos básicos.
El Presidente que debería ser quien lo hiciera y condujera, está secuestrado y con evidente síndrome de
Estocolmo, y acepta complacientemente cualquier propuesta del entorno oscuro que le rodea.
Habría que preguntarse dónde está la alternativa
vicepresidencial, pero su silencio,
“discreción” y ausencia, tampoco lo convierte en alguien
que lidere tal empresa. Mientras la economía se hunde, emergen grupos espurios y la conflictividad y la agitación
se manifiestan de forma interesada, en un país con partidos políticos sin planes, inteligencia
sin inteligentes, justicia con caprichos, presos sin condena, honorables congresistas sin decoro,
sindicatos depredadores y súbditos
autoarraigados en su propio
país.
No
se debería seguir postergando el debate sobre
qué hacer en Guatemala en el
corto plazo. El Congreso se ha enrocado y únicamente
se oyen voces retadoras que piden la destitución del PDH -sobre la base de sentimientos y emociones pero sin razón legal alguna- o
animan a aprobar grotesca e
incompresible legislación. En el medio están “voluntariamente” atrapados demasiados congresistas grises, mediocres y apocadamente
callados que apenas hacen algún sucinto comentario porque “no quiere señalarse” ni asumir el protagonismo que el momento les reclama. Un inútil conglomerado que pagamos caro y que no sirve a una ciudadanía hastía y demandante -cada vez más- de
acciones simples como sería la modificación
de la ley electoral y de partidos políticos, la normativa sobre el servicio
civil y cambios a la ley de contrataciones del estado, entre otras.
Muchos no entienden -o no quieren entender-, aunque
la historia lo muestra, que en estas situaciones se suelen tomar dos rumbos. Uno, desviado hacia el
autoritarismo y el golpe técnico, en la medida que se emiten normas que terminan destruyendo
la división de poderes y legalizando situaciones inaceptables, Venezuela es un buen ejemplo. Otro, la superación de los obstáculos y la marcha hacia el republicanismo real, en el que la corrupción es fuertemente castigada, las
leyes generales son pilares del Estado de Derecho, la seguridad es el
factor trascendente para el desarrollo y las
garantías jurídicas motor de atracción de inversión.
No
se si CICIG se irá
-como se ha pedido a los embajadores de Suecia y
Venezuela- y tampoco cual
será la incidencia en el futuro
de la política exterior norteamericana, pero si
tengo claro que la polarización nos puede terminar destruyendo a los ciudadanos honrados que son mayoría.
En breve comenzaremos un nuevo ciclo con fiscal general y PGN recién nombrados, así como el inicio del proceso de cambio del Contralor, y si no nos reorientamos de inmediato creo que no habrá otra
oportunidad, y no visualizo
nada mínimamente esperanzador.
En
las próximas elecciones, hay que desembocar en un gobierno de transición, algo
que no hemos logrado todavía ¡Dejemos de ser tan
indolentes!, salgamos de la polarización y sobrepongámonos a la corrupción; lo primero es ideológico,
lo segundo de principios fundamentales.
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