Una sociedad que justifica
demasiadas cosas, permite muchas más y es indolente con la mayoría
De
regreso a Guatemala el
Presidente tiene asuntos con los qué
“distraerse”. Independientemente del análisis político del cambio de la embajada a Jerusalén, el viaje arroja un salgo negativo en transparencia. Siguen sin entender
-a pesar de que hay
suficiente literatura- que el
actuar de cualquier funcionario debe fiscalizarse, se pague con dinero público o privado. Un
ejemplo ilustrativo, para comprenderlo rápida y fácilmente, es el de un empleado que va de comisión con fondos de la empresa o que viaja unos días, también de comisión, pagado por la empresa vecina. En ambos casos, es de incumbencia de su jefe porque va a tratar temas del negocio; en el primer supuesto lo hace con su dinero y,
en el segundo, deja de trabajar y puede estar sirviendo a quien le cubre los gastos. Cualquiera que sea el enfoque, las explicaciones son
necesarias y hay que dejar
de excusarse en que es “cortesía”, “regalo”
o cualquier otro calificativo. No hay almuerzo gratis, menos un avión y hotel
de $500/día.
El propio gobierno se ha contradicho al intentar aclarar quiénes viajaron, cuantos acompañaron y
cómo se pagó el viaje y la estancia en Israel. Lo malo no es ocultarlo sino creer que no hay que explicarlo, lo que refleja una importante y preocupante deficiencia de ética que debe hacernos reflexionar sobre los valores a exigir a quienes ocupen puestos de responsabilidad. El funcionario está al servicio
de los ciudadanos y su
actuar, sufragado con dinero público o privado, requiere de rendición de cuentas.
Otro de los pendientes -aprovechado por agitadores para sus fines- es el caso de los Bitkovs. La
jueza cumplió el mandato de la Corte de Constitucionalidad pero volvió a enjuiciar al señor Bitkov por lo que resulta evidente: uso de
identidad falsa y continuado actuar doloso, al
ignorar el procedimiento
normado para formalizar a cualquier migrante que entra
legalmente al país. Poco a
poco -el tiempo es el mejor
juez- se disipan los
argumentos iniciales y visualiza el uso interesado de ciertos grupos y personas y
la orquestada presión a senadores norteamericanos -incluso pidiendo
a gritos que les envíen cartas- para volver esto un tema
ideológico, aunque el fondo no sea otro que atacar la justicia ¿Les otorgarán asilo presidencial?
La
tercera preocupación se deduce tras las primeras declaraciones de la
nueva Fiscal Genera y debió
de generar pánico entre quienes pensaban que las cosas iban a cambiar
drásticamente de rumbo, algo similar a lo que ocurrió
con el último relevo de embajador norteamericano. En aquel entonces la salida de Robinson generó en algunos “muchas esperanzas”, sin embargo el tiempo ha dejado claro que estamos igual, aunque con otras formas, y eso es precisamente lo que
creo que hará la próxima fiscal: cambiar de estilo
pero no de esencia, rompiendo el corazón de muchos extremistas.
El problema estriba en que la
clase política y demasiados ciudadanos, siguen pensando que lo pueden hacer todo a su particular capricho, al margen de la ley, del respeto y de la transparencia. Somos una sociedad que justifica
demasiadas cosas, permite muchas más y es indolente
con la mayoría. Aquello de tolerancia cero no debe ser una frase ni una
aspiración, sino una realidad y un objetivo permanente.
La ética
sigue siendo asignatura pendiente en este país y exigírsela a otros -paracundismo ético- cantaleta
para justificar nuestra propia conducta alejada de principios
de bien. Este país no será
diferente hasta que no cambiemos, comenzando por nosotros mismos,
algo que no terminamos de entender o peor, no estamos dispuestos a asumir.
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