El tiempo que queda hasta el 11 de agosto es crítico y representa la mejor oportunidad para cualquier plan infame
En ambiente de incertidumbre y zozobra -como el que vivimos permanentemente- las hipótesis de estudio que se elaboran se basan en probabilidades. Sobre la base de lo más factible, se proyectan supuestos que se convierten en teorías de trabajo o análisis. En ese penoso y enrevesado escenario nacional encontramos a un vicepresidente mentiroso, un ministro de la defensa manipulador y mendaz, un ministro de finanzas incapaz de explicar una burda e ilegal maniobra financiera, ministros que han dilapidado fondos públicos, contratado a las madres de sus hijos -en plural- o un viceministro de gobernación huido y otro detenido por asesinato, sin que su superior -el ministro- haya dimitido o explicado tal situación aunque solo sea por vergüenza. El jefe de todos ellos -el presidente- incapaz, inoperante, contumaz y atolondrado.
Y es que el principal problema de este país es justamente su gobierno. Promotor del fraude electoral -a través de sus afines o por achichincles contratados para tal efecto- es capaz de muchas más barbaridades y seguramente están pensando en medidas al margen del orden legal. Cualquiera que quede como presidente en la siguiente vuelta no condenará a la actual administración pero tampoco hará ningún esfuerzo para protegerla, así que ciertos diputados, señalados de cometer graves delitos, se unen a ese proyecto perverso para ampliar el margen de impunidad más allá de mitad de Enero próximo en qué quedarán desprotegidos y detenidos o imputados, juzgados y condenados. El tiempo que resta hasta el 11 de agosto es crítico y representa la mejor oportunidad para cualquier plan infame que justificarían de forma peculiar -como el intento de adquisición de los Pampa III- y así cambiar situaciones que le son desfavorables a quienes están en esa cuerda floja y necesitan urgentemente encontrar una salida -¿Nicaragua o Panamá?- a su difícil situación.
Algunos escenarios son posibles y merecen considerarse: Escenario 1, peligroso y poco probable. El gobierno actual buscará impedir el recambio democrático producto de las elecciones en curso a través de reformas constitucionales urgentes, declaración de estados especiales, anulación electoral, cese de magistrados molestos o cualquier otro imposible -que intentarían hacer viable- para perpetuar la situación actual y ralentizar la acción de la justicia. Escenario 2, probable y de alto impacto. La iniciada elección de jueces y magistrados -por un Congreso absolutamente desacreditado- puede conformar un Organismo Judicial ad hoc para salvarles la cara -en Salas de Apelaciones o en la CSJ- a quienes sean juzgados o condenados. De esa cuenta, la magistratura entrante devolverá el favor a sus electores. De hecho y por primera vez, los magistrados de las Salas de Apelaciones eligieron casi unánimemente a sus representantes -planilla única sin competencia- que integrarán la comisión de postulación para la CSJ, lo que causó sorpresa y preocupación en ciertos sectores que ven una maniobra pactada. Escenario 3, improbable y soñador. Se hace una transición ordenada y se eligen los jueces apropiados. Este escenario, además de producirme hilaridad, me cuesta trabajo desarrollarlo aún en teoría de probabilidades.
¿Qué ocurrirá? Es difícil saberlo, pero aceptando que las probabilidades son el principal sustento de estas elucubraciones, todo es posible. El ciudadano, atónito e impávido, debate sobre si quedará Torres o Giammattei -como si importara- y se preocupa más por el tráfico o las lluvias que por el futuro del país. Mientras, aviones con droga aterrizan impunemente, narco alcaldes retoman el poder que nunca dejaron y el presidente “desiste” de firma en Washington eso de “tercer país seguro”, tras las mentiras y la torpeza del intento de compra -perdón adquisición- de aviones en Argentina.
¡Elige a un payaso y tendrás un circo!
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