lunes, 27 de septiembre de 2021

Migración, política y libertad

Quizá, y solo quizá, el fenómeno de la migración, en su más amplia dimensión, no tiene una solución suficientemente aceptable

En la frontera mexicano-norteamericana hay varados unos 20 mil haitianos. Más al sur, en la frontera mexicano-guatemalteca, alrededor de 40 mil migrantes esperan qué hacer y parece que el futuro será parecido al de miles que fueron enviados a sus países de origen a través de Guatemala. Analistas y escritores han abordado el tema de la migración bajo diferentes puntos de vista: Walzer, Miller, Huntington, Cole, Nozick, Schwatz, Pogge, etc., y casi todos ellos han coincido en algo, aunque también tienen discrepancias considerables.

Suelen estar de acuerdo en que no existen razones morales para impedir la migración y que cualquier refugiado -aquel que es perseguido en su país- debe de ser acogido. Sin embargo, no todos concuerdan cuando, desde diversos ángulos, abordan el derecho del migrante voluntario y no perseguido: aquel que en la búsqueda de un mejor futuro cambia libremente de país por diversas razones. En ese caso, se generan distintas reflexiones y se posicionan diferentes soluciones, todas ellas razonables y justificadas. Hay quienes aceptan la migración temporal sin ciudadanía plena, para evitar que puedan transformar el país que los recibe a través de la política; otros, estiman que hay peligro de aculturización desde varios enfoques: religioso, idiomático o étnico, y que el cambio de valores pone en peligro a la comunidad; un tercer grupo plantea la seguridad como tema central, por el riesgo a recibir criminales o incluso terroristas y, finalmente, también hay debates sobre los costos económicos que deben de asumir las sociedades receptoras de migrantes -especialmente en salud, educación y ayuda social- y cómo repercuten negativamente en el Estado de bienestar construido y pagado -por años- por los ciudadanos del lugar.

Muchos de los autores son norteamericanos y es evidente que su pensamiento y concepción filosófico-moral del asunto ha permeado el actuar de esa sociedad y de sus gobernantes, así como el accionar político en sus fronteras, a través de la fuerza de ideas que muchos no advierten. Quizá, y solo quizá, el fenómeno de la migración, en su más amplia dimensión, no tiene una solución suficientemente aceptable, porque abarca un extenso y complejo abanico de aspectos, muchos de ellos mutuamente excluyentes: derechos individuales y grupales, protección/seguridad y libertad, costos a absorber por contribuyentes y solidaridad, y otras cuestiones que llevan a la conclusión de que sencillamente no hay una única solución convincente. De esa cuenta, mientras se debate y “se busca la misma”, se tiende a mantener la protección en nombre de la seguridad nacional, y reducir el riesgo percibido para evitar incidir negativamente en la calidad de vida que se disfruta en el país al que desean llegar los migrantes, especialmente en “tiempos de terror”. A lo sumo, se establece un sistema de cuotas de ingreso bajo estricto control del gobierno.

“Las sociedades liberales, en general, ofrecen a sus miembros suficiente libertad de movimiento”  que es lo que David Miller considera puede ser una especie de solución o resumen del análisis del tema. Es decir: sólo parece haber soluciones puntuales, momentáneas o coyunturales, y eso es lo que refleja la actual situación descrita al inicio.

Educados desde pequeños en modelos nacionalistas y patrióticos, promovidos desde el estatismo del que algunos tanto gustan, es complicado ser empáticos con extranjeros migrantes. Y mientras Kukathas apuesta por “repensar el Estado de bienestar” y Rawls, con su teoría del “velo de la ignorancia”, hace una buena aproximación al tema, aunque sin ofrecer la solución definitiva, el resto aceptamos condescendientemente que vengan, mientras sean otros quienes los atiendan y se hagan cargo de ellos ¡Esa corrección política, tan liberadora, de la doble moral!

lunes, 20 de septiembre de 2021

Un poco de su propia medicina

Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla

El dictador Díaz-Canel, cachorro y heredero de los también dictadores Castro, y perpetuador del régimen criminal cubano, recibió varios tirones de orejas en lo que, pensaba, era feudo propio consolidado: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC.

El presidente de Uruguay, primero, y posteriormente los de Ecuador y Paraguay, le dijeron verdades silenciadas por esa corrección política que envuelve las reuniones de alto nivel. En resumidas cuentas recordaron al opresor cubano que en la isla no hay democracia y que lo que se debería de hacer en esas cumbres -lejos de comunicados superficiales vacías de contenido- es promover el espíritu democrático y no permitir la censura, consentir el encarcelamiento de la oposición o callar el silenciamiento de quienes cuestionan a los mandatarios. Lecciones de democracia ausentes en esas reuniones desde…, siempre.

El presidente Lacalle, extendió su contundente comentario a Nicaragua y Venezuela, otras dos dictaduras sostenidas y defendidas por algunos -y algunas- que se dicen defensores de derechos humanos, actitud hipócrita suficientemente conocida en la región y que tiene nombres y apellidos. Pero no sólo se confrontó a la dictadura más antigua de la región -Cuba- y a su “comandante en jefe”, sino que también dejó en ridículo al régimen del veleidoso y anfitrión del cubano, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que enmudeció y desinfló las esperanzas puestas en una convocatoria purificadora de su nefasto actuar político en México, algo que medio salvo su canciller.

Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla, dejando siempre de lado -no puede ser de otra forma- lo que le recordó el presidente Lacalle al lacayo Díaz-Canel: “…, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos…”. Es cierto que en las democracias imperfectas -que tenemos o que construimos- hay gravísimos problemas, pero las dictaduras -Cuba, Venezuela o Nicaragua- anulan la libertad y asesinan y torturan directamente, y eso no tiene justificación alguna, salvo para desalmados o hipócritas ¡Ojo con Bukele!

El problema de esa tolerancia -política y ciudadana- es que por falta de permanente condena se intenta reproducir en otras partes, como ocurrió en Bolivia, Ecuador, Argentina y ahora Perú ¡Qué bueno que esos presidentes tuvieran el coraje de poner a los dictadores en su sitio que es lo que nos falta a la mayoría de los ciudadanos! Becas de estudios en Cuba o médicos esclavizados en muchos países del mundo, silencian voces de quienes se autodenominan “defensores de derechos humanos” y de muchas de sus organizaciones, a quienes les importa un soberano carajo los doctores que son enviados a la fuerza por el mundo bajo amenazas de castigos o presión a sus familias, mientras los gobiernos pagan a Cuba una cantidad que nunca verán reflejada en sus cuentas.

El hecho de que lo anterior haya ocurrido en este mes de la independencia de América Latina, dice mucho más de lo que se pueda apreciar. Algunos han optado por el discurso de que “no hay nada que celebrar” mientras silencian esas dictaduras criminales que por años presionan a sus ciudadanos y promueven idéntica ideología en la región. Aquí, ciertos grupos y personas son afines a esos regímenes y desearían se implementara en Guatemala, pero con ellos en el poder, razón por la que no migran a esos “paraísos socialistas”. De hacerlo, formarían parte de los dominados y ellos -deseosos del autoritarismo- también añoran el poder, porque sin él entienden perfectamente eso de la dictadura y sus consecuencias.


lunes, 13 de septiembre de 2021

El laberinto del Ministerio Público

En dicha institución se manejaban dos registros independientes y desconectados: el de cierta fiscalía y el general, además de otro “en la nube”

Sucesos recién pasados en el MP invitan a reflexionar sobre la justicia, particularmente sobre el proceso de investigación y los derechos ciudadanos. Se supo que en dicha institución se manejaban dos registros independientes y desconectados: el de cierta fiscalía y el general, además de otro “en la nube”: declaraciones recibidas y no registradas en ninguno de ellos ni conocidas por auxiliares o agentes fiscales. Por tanto, cualquier persona que estuviese siendo investigada y quisiera conocer ese extremo, no podría saberlo posiblemente porque dentro del MP la información disponible no estaba interconectada. Eso vulnera derechos al impedir acceder a información pública sobre el interesado y lo que la administración de justicia pudiera estar haciendo, aunque el detalle sea reservado. Agregar que esas investigaciones pueden estar activas por años -o indefinidamente- estableciéndose un amarre permanente a las veleidades fiscales.

Además, hasta que el caso no es judicializado -primera declaración- el sujeto investigado no conoce su causa, las actuaciones que sobre él se hacen ni mucho menos si se le vulneró algún derecho, porque la información simplemente no estaba totalmente disponible, no aparecía en el sistema, producto de esos particulares registros, y no me refiero al detalle de la investigación -eso es confidencial- sino al hecho de tener abierta una. Sumemos a lo anterior que si el sujeto no está disponible a la acción de la justicia -porque está huido- no puede acceder al expediente, procedimiento implementado con la finalidad de que se allane, y que supone una interpretación extensiva de la norma, puesta en práctica en la época de CICIG con la aquiescencia y el visto bueno de la CC anterior, aunque ahora parece resultar incómodo.

Algo más sobre lo que reflexionar es cómo se enviaban y constituían casos en algunos juzgados de mayor riesgo. La ley determina que la fiscal general es la única que puede solicitarlo, y la CSJ concederlo. Pero como eso resultaba engorroso y restaba poder, se encontró una forma de vulnerar los filtros, y consecuentemente los derechos. De esa cuenta, autorizado un caso como de mayor riesgo -siguiendo el procedimiento legal descrito- se enlazaban otras investigaciones con el mismo y se “adjuntaban” a aquel, generando un expediente encadenado artificial o interesadamente, y con múltiples casos enlazados al inicial aunque algunos supuestos delitos no tuviesen nada que ver con mayor riesgo, pero aseguraban direccionarlo al juzgado “amigo”. Otro fraude de ley para eludir la necesidad de solicitar el oportuno permiso a otras instancias en beneficio de la observancia de derechos individuales.

En nombre de la justicia, no se pueden cometer injusticias; en nombre de la verdad no se debe andar mintiendo, y en nombre de la seguridad no hay que permitir el secretismo. Si por conveniencia lo hacemos, promoveremos un gobierno de personas y no de principios, leyes e instituciones. El riesgo, como no escapa al entendimiento, es que según sea la persona, la justicia, la verdad o la seguridad tendrán una dimensión diferente y un efecto muy distinto, y esa es la razón por la que -por siglos- filósofos políticos y jurídicos han apostado por construir instituciones de justicia sobre sólidos principios universales, generales e iguales para todos, y no para los amigos o los enemigos, según el momento o la situación. En contraposición, algunos crearon -y otros sostuvieron- aquello de: “ a los amigos todo, a los enemigos palo y a los indiferentes la ley”. Seguro que cualquier atrevido estudiante de Derecho decide apelar esos desmadres y termina por ganar en la corte.

¡Al tanto si no!

lunes, 6 de septiembre de 2021

Dos más dos siempre son cuatro

No hay ayudas “gratuitas”, transporte “gratuito”, escuelas “gratuitas” o salud “gratuita” porque sencillamente todo tiene un alto costo

La situación que vive Venezuela, Nicaragua, Honduras, Perú o El Salvador, por citar algunos ejemplos de muchos, no es producto del azar sino de las condiciones políticas, sociales, jurídicas y económicas creadas por gobiernos y políticos que generan un ambiente de rechazo, confusión e ineficacia. Descontentos que hartan al votante y lo hacen tomar decisiones promovidas por pasión más que en razón; electores que prefieren optar por quienes les prometen solucionar problemas que otros crearon, sin advertir que pueden caer en un agujero mucho más profundo, algo que se oculta en discursos emocionales y se acepta por el hastío y el cansancio de años de frustración.

Desde 2010, aproximadamente, el poder adquisitivo de los ciudadanos latinoamericanos ha ido en disminución. La pandemia ha venido a reducir el número de personas de clase media y ha hecho crecer -en todos los países- la brecha entre ricos y pobres, generando además, un incremento de la desigualdad y deteniendo la reducción de la pobreza, o incluso incrementándola, en ciertos países. El cierre de pequeñas y medianas empresas (PYMES), consecuencia del COVID, refuerza el escenario y lo sustenta.

Motivado por lo anterior, la población exige a los gobiernos soluciones a sus innumerables problemas: desempleo, poder adquisitivo, precios, educación, salud, y un sinfín de cuestiones, sin advertir que eso no es posible y que únicamente complica la labor de la administración, incrementa los impuestos y facilita el nivel de corruptela, que es lo que se ha visto en muchos lugares. No hay ayudas “gratuitas”, transporte “gratuito”, escuelas “gratuitas” o salud “gratuita” porque sencillamente todo tiene un alto costo. Sólo con impuestos pueden los gobiernos cubrir los desorbitados costos de esas exigencias, así que el reclamo, por quienes consideran tener derechos sin responder a obligaciones es, además de irreflexivo, inútil.

Entre gobiernos que no sirven y ciudadanos que exigen lo imposible, surge un espacio de crecimiento para el discurso radical, en sus versiones extremista o populista. Es la razón de la aparición y sostenibilidad de radicalismos -de derecha o de izquierda- en prácticamente todo el mundo, pero también de populistas de diferente corte. Los extremos, históricamente hablando, han tenido éxito justamente en momento difíciles: crisis económicas, fin de guerras, revoluciones, etc., y los resultados que la historia nos refleja, han sido catastróficos: revolución rusa, fascismo, nacionalsocialismo, franquismo, castrismo, chavismo, orteguismo, etc. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, por tanto es sencillo comprender la razón de caer una vez tras otra en esos crueles paréntesis históricos, pero cuando no se lee ni se toma tiempo para razonar, es muy simple la explicación.

Estamos en ese límite en el que un paso más nos puede llevar, en pocos años, a que algún personajes de esas características termine gobernando el país, y luego vean a Bukele y su reelección. Puede ser un extremista o un populista, no es tan importante a fin de cuentas, porque el desastre para los años venideros será similar. Siempre existe la posibilidad, en la mente de algunos, de que no será así y tal persona o cual revolución harán cambiar las cosas para bien, aunque no es lo que dice la experiencia histórica. Quienes votarán dentro de dos años, y especialmente los jóvenes, deben de recordar que pueden destruir a su generación, porque esas cosas vienen a quedarse por años, así que mejor meditar sobre el futuro. A los que ya no veremos muchos de esos desastres, solicitarles idéntica responsabilidad, porque dos más dos siempre son cuatro y luego de nada vale quejarse.