lunes, 26 de agosto de 2024

La extrema izquierda no existe

La dictadura cubana, la nicaragüense y la venezolana, son de izquierdas -de extrema izquierda- por más que se silencien lo términos dictadura y extrema izquierda

El reciente proceso electoral en Venezuela ha puesto de manifiesto lo que la mayoría de los medios, periodistas y analistas se niegan en reconocer: la postura extremista de Lula, Petro y López Obrador, con relación al fraude electoral venezolano, que evidencia cómo el Grupo de Puebla y el Foro de Sao Paulo son parte del apoyo y sustento a esa extrema izquierda que hiere y deja morir periódicamente a millones de ciudadanos de ciertos países latinoamericanos.

La dictadura cubana, la nicaragüense y la venezolana, son de izquierdas -de extrema izquierda- por más que se silencie los términos dictadura y extrema izquierda. Es vergonzoso como algunos medios de comunicación tachan abiertamente de extrema derecha a Milei o Trump, pero son incapaces de hablar de dictaduras, autoritarismos o extremismos radicales de izquierda, que es exactamente lo que representan aquellos gobiernos.

El neolenguaje y lo políticamente correcto, terminan por imponer un discurso amañado, ideologizado y manipulador que normaliza las dictaduras del continente -como la cubana, después de 65 años- y permiten que tiranos asesinos, como Maduro y su grupo de delincuentes, continúen consolidando el poder por medio de la violencia y la imposición más descarada.

Es realmente vergonzoso que presidentes como el colombiano, el brasileño o el mexicano no se hayan expresado con la contundencia y claridad con la que lo hizo el chileno Boric, y exijan claramente, sin modelos forzados de negociación, que se respeten los resultados electorales que el régimen se niega a mostrar para evitar reconocer el fraude.

Las dictaduras únicamente pueden existir porque hay países que las consienten y no las condenan, como ha sido el caso de la criminal cubana, la no menos delirante nicaragüense y la más reciente venezolana. Las “sanciones” de medias tintas, como son esas insulsas de la UE o de los USA y la “búsqueda de soluciones alternativas” que proponen quienes no tienen el coraje de condenar al dictador, aunque se vendan como defensores de derechos humanos, hacen posible que esos criminales de la política permanezcan en el cargo por décadas y asesinen o lleven a la pobreza a millones de ciudadanos.

Vivimos en un mundo hipócrita en el que ciertos políticos de extrema izquierda son igualmente culpables de los crímenes que comenten los autoritarios. Hay que dejar de ser “prudentes” y señalar -como lo han hecho varios Presidentes- al criminal de Maduro, pero también al binomio Ortega-Murillo y a Diaz Canel. Sin embargo, y lejos de eso, los USA liberaron a un personaje del régimen venezolano sin juicio ni condena y conceden visa a un dirigente comunista cubano -Manuel Menéndez Castellanos- que por años participó de matanzas y ejecuciones en Cuba. Es imposible, con esa forma de actuar, que quienes se perciben inmunes no crean también ser impunes.

Además, esas medias tintas que utilizan ciertos medios de comunicación asociados a la izquierda, generan una opinión publicada en la que el ciudadano, poco acucioso en la búsqueda de la verdad, termina por aceptar y normalizar que la extrema izquierda no es la que hace daño a este continente a pesar de sostener a varios dictadores. 

Es mentira que pretenden el bien del pueblo, la lucha por los derechos humanos o el progreso y el desarrollo, al menos mientras muestren su apoyo esos regímenes y no condenen las actuaciones que se hacen en aquellos tres países, y ahora particularmente en Venezuela. Lula, Petro y López Obrador son unos auténticos hipócritas, pero además cómplices de la violencia y las desapariciones en esos lugares, y representan una extrema izquierda asesina de la que hay que comenzar a hablar sin miedo.

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