domingo, 20 de septiembre de 2009

Canchinflines

Meses tardaron en liberar a quien supuestamente agredió a la esposa de un nombrado funcionario público. Cuando “el asalto” ocurrió, muchos, y entre ellos un montón de eminentes feministas, se levantaron disparados de sus asientos para señalar la persecución y el maltrato de que son objeto las mujeres, lo que les sirvió para captar atención -y fondos- y exhibirse profusamente en los medios.
Brindaron ruedas de prensa acentuando el ataque y se apiñaron en torno a una causa que elaboraron, juzgaron y condenaron rápidamente y al unísono. ¡Hasta embajadores/as se apuntaron al evento!. El tal funcionario brindó entrevistas difundidas en radio, prensa y TV, donde se proyectó lacerado, gemebundo y compungido. Días más tarde, presentaban una elaborada teoría que perseguía, condenada y terminaba por encerrar al malvado hombre que meses después quedó en libertad porque parece que la cosa no fue como todos -y todas- dieron por hecho, antes, por supuesto, de que la versión cambiara sustancialmente. ¡Y lo dijo la CICIG!, a la que quisieron separar de las pesquisas.
Para toda esa parafernalia, se gastaron fondos públicos, se privó de libertad a una persona y se “resolvió” el caso, antes de investigarlo. La declaración expedita de la agredida y la presión de todos esos -y esas- miembros de la “mafia de los de la buena voluntad” sirvió para que el aparato mediático y corporativo, con contribución de algunos/as articulistas, se pusiera en marcha y elaborara la correspondiente teoría, independientemente de que fuera la correcta. ¿Acaso eso era importante?.
Ocurre así a diario. Un grupo de “damas y caballeros”, únicos integrantes de sus propias ONG,s, dan declaraciones en los medios y crean opinión pública en nombre de una sociedad civil que para nada representan. Sobreviven en un mundo donde parece que casi todo vale, incluidos sus mezquinos intereses. ¿Cuántas historias interesadas, como esta, se habrán fabricado y conducido a la hoguera a otras tantas personas?. Posiblemente más de las debidas.
Sin embargo, no he leído una sola nota de disculpa, admisión de error ni cambio de postura inicial. La soberbia -o el olvido, que estoy benévolo- es también compañera de viaje de ellos -y ellas-, insignes militantes de ONG,s, que únicamente conciben el fin último para el que existen. Ni siquiera se retractó aquel burócrata que teóricamente vela por nuestros derechos y que, cuando se equivoca, debería salir a la palestra y gimotear nuevamente, pero esta vez sonrojado.
Todo forma parte del poder difuso, mitad oenegista y mitad oficial, cargado de ponzoña que termina por invadir nuestra vida, generar opinión interesada y endilgarla como si fuera nuestra. Revelémonoslo contra esos fabricantes de conjeturas antes que nos incluyan en algún prefabricado caso y acabemos señalados, en prisión o en algún otro sitio peor.
¿Quién pedirá perdón ahora?: ¡nadie, por supuesto!. Ni siquiera la noticia ha tenido trascendencia en prensa, al menos equiparable a la que tuvo el escándalo. Somos una sociedad hipócrita, porque mojigato es nuestro comportamiento o al menos el de algunos -y algunas- que creen pueden seguir diciendo sandeces, comprometiendo a muchos y echándoles la culpa “a los de siempre”. Si los contamos (intente hacerlo), no son más de treinta pero presionan y se manifiestan continuamente, vetan a quienes no les gustan, imponen sus particulares intereses y promueven arbitrariamente lo que luego venden como opinión mayoritaria. Lo peor de todo: quienes apuntalan esos argumentos interesados y amañados porque son incapaces de alzar su propia voz. ¿Cobardes o conformistas?. Da igual, promueven idéntico efecto y permiten que todo esto ocurra impunemente.

3 comentarios:

  1. Soy Gladys Monterroso, y quisiera tener un acercamiento con el connotado columnista, ya que creo es necesario aclarle algunos puntos, ya que solamente quien ha vivido las situaciones puede aclarar ciertos puntos por demas importantes que los diferentes medios no han hecho publico mi correo electronico es licgla@yahoo.es

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  2. Estuardo G. Sánchez M.22 de septiembre de 2009, 18:11

    Don Pedro: Este artículo me ha parecido uno de los más brillantes y mas atinados de cuantos he leído recientemente. Francamente me da gusto que alguien señale a todos esos hipócritas que viven de ONG's, pues al final, no es afán de justicia lo que los mueve, más bién, parece odio. Usted puede imaginar: si así fue la investigación que realizó el funcionario en cuestión, con lo relacionado a su ex - conyuge,¿cómo habrán sido otras investigaciones donde este personaje actuó como averiguador especial delegado por la CSJ?

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  3. Señor Trujillo, me uno al comentario del señor Estuardo G. Sanchez, su artículo es brillante, genial! De una manera elegante, pone usted en evidencia a este funcionario público, y a esos -3 o 4 gatos/as-, como dice el dicho, que algunos llaman "formadores de opinión", pero más bien habría que denominarles deformadores de opinión.

    José Joaquín Rojas Diéguez

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