Servir es un honor. Hacerlo bien un deber. Reconocerlo una obligación
Llevo tiempo queriendo escribir algunas
reflexiones sobre la PMT. Diariamente, desde muy temprano, se posicionan para
regular la circulación. Sin importar que llueva, diluvie, truene o relampaguee,
se pueden ver con sus uniformes reflectantes intentando -y a menudo consiguiendo- que el denso tráfico
-del que no tienen la culpa- sea más fluido. Tengo una excelente percepción de
la PMT capitalina y de la de Santa Catarina Pinula, algo que seguramente a
muchos les pueda extrañar. Para quienes ya se les paró el pelo, añadiré que
hasta creo que están a la altura de muchas policías de países que visitamos y
envidiamos, por lo que parece oportuno destacar y reconocer el esfuerzo y el
trabajo que realizan. Admito que me han parado, sancionado y hasta he discutido
en algún momento, lo que no autoriza a tachar a todos despectivamente sino mas
bien alienta a pensar que muchas veces -quizá todas- sea culpa de nuestra
actitud chapino-indómita y de la fea maña de no cumplir muchas normas.
En dos ocasiones telefoneé a sendas
municipalidades para transmitir mi agradecimiento a unos agentes que observe
como ayudaban, sin embargo quien tomó el teléfono insistía en conocer el motivo
de mi queja. No están acostumbrados a que se les felicite ni a recibir llamadas
de satisfacción por el servicio. He visto a agentes enfrentar y perseguir con
la moto a carros -buenos carros- por circular por carril prohibido poniendo en
peligro la vida de quienes venían en sentido contrario y detener a vehículos
que pretendían evadir la fila que el resto guardaba. Agentes con criterio que
resuelven conflictos y enfrentan a conductores abusivos de bus que creen poder cargar
pasajeros en cualquier lugar. Policías que empujan el carro detenido por
desperfecto mecánico o que ayudan a cambiar llantas a personas que no pueden o
no saben. Otros que amablemente indican la dirección que se busca o que ofrecen
opciones para el parqueo en eventos multitudinarios. Como nada es perfecto, se
podrá encontrar algún abusivo, despistado o que elude cumplir con su deber
porque no desea tener problemas. No obstante, mi percepción es positiva en proporción
tan elevada que desecho los escasos recuerdos que tengo sobre malas experiencias.
En vista de la bondad del modelo,
considero que ha llegado el momento de dar un paso cualitativo y participar en
seguridad ciudadana. Es hora, con apoyo del ministerio de Gobernación, de que la
PMT asuma misiones de policía de barrio o comunitaria y descargue -o alivie- de
ciertas funciones a la PNC. Estoy consciente del reto, del riesgo, de la
responsabilidad y del desgaste que puede representar, pero si han sido capaces
de hacer funcionar exitosamente el actual modelo, no hay porque dudar de que puedan
con este otro y con ello mejorar sensiblemente las condiciones de vida,
demostrando que es posible tener una policía que funcione. Es, además, un deber
del gobernante -de los alcaldes en este caso- aceptar el desafío del que seguro
saldrán exitosos, tal y como lo han hecho con el modelo de PMT vigente. Es obligación
ciudadana apoyar estos aciertos que repercuten en nuestro diario convivir y que
ignoramos en demasiadas ocasiones. Hay que telefonear más frecuentemente para
felicitar a los agentes, incluso saludarlos por las mañanas o invitarlos a un
café, ¿por qué no? La vida en sociedad pasa por implicarse en los temas comunes
y la seguridad, además de uno de ellos, es el más importante. Reconozcamos la
labor de aquellos que hacen bien su trabajo y no desaprovechemos oportunidad
alguna para expresarlo.
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