Toda
acción tiene consecuencias. Los derechos conllevan responsabilidades
Hay
que analizar si la actuación de los normalistas -y quienes les apoyan- es
realmente normal. No recuerdo ningún caso de impúberes que en Europa o USA
tomaran escuelas y tuvieran al país en jaque mientras autoridades y adultos
discutían pueriles planteamientos. Aquí, sin embargo, el gobierno, ¡bien
gracias!; los sindicatos magisteriales interesadamente callados mientras
reelegían -una vez más- a Joviel Acevedo
-¡tanto discutir sobre la reelección presidencial!- y la sociedad en general
perdida en otros planteamientos porque la verdad es que nos pela lo que pase,
de ahí el futuro que nos espera. En resumen: un montón de niños y niñas menores
de edad, financiados por inescrupulosos anónimos y becados los estudios con
dinero publico, toman escuelas, impiden que sus compañeros asistan y para colmo
ni siquiera serán afectados por las reformas que "combaten". Con ello
se consiente, como es habitual, que grupos de presión terminen decidiendo -por
encima del derecho individual y del interés colectivo- qué hacer en el país. Lo
sustancial -el respeto a los derechos-
no se garantiza porque nos acostumbramos a que todo es dialogable y
negociable, sin importar si es justo o legal. En este mimado conflicto medió,
entre otros, la oficina de derechos humanos del arzobispado, suerte de ONG que
desconozco lo que pinta en todo esto, cuando más bien aunque debería dar
algunas explicaciones por conductas ahora denunciadas ante el MP, como otras
ONG similares. Vividores y farsantes -defensores de "derechos
humanos" de unos pocos- se dejan ver en situaciones que les generan
publicidad y quizá recursos financieros, aunque huyen de los problemas reales
que deberían afrontar. Promueven y potencian a gallitos peleones que luego
veremos, seguramente, "estudiando" en la USAC y cometiendo similares
desmanes tal y como la realidad de cada día demuestra; estarán al frente de
ocupadores de fincas, de opositores a la minería, a las hidroeléctricas o serán
vividores en ONG,s justificadoras de bochinches.
Tenemos
lo que nos merecemos por cobardes y por permitir que esas cosas ocurran. No se
trata de enviar a la PNC a que los saquen a cachiporrazos, pero si de responsabilizar
a los progenitores de las conductas inapropiadas de sus hijos, que es lo que la
ley hace con quienes son menores y, consecuentemente, irresponsables de sus
actuaciones. Se ha ignorado la responsabilidad de los padres, permitido violentar los derechos de otros
estudiantes, despreciado lo que la mayoría del país quiere: una reforma
educativa y pisoteado toda la lógica de actuación en un estado democrático
donde los derechos individuales deben de ser inviolables. Contentos con la
“negociación” tenida, como si de una victoria se tratase -cuando es un fracaso
más- asistimos a otro triste capítulo de la historia de este país. Tardaremos
en evolucionar porque nuestra forma de ser y de pensar no está por la labor y
contra esa concepción mental se requiere de un desafío personal al que
pareciera no estamos dispuestos. ¡Pues nada!, a seguir cohibidos, coartados y
acobardados, como gallinas, y que los pollitos nos pongan en fuga, mientras nos
quejamos en privado de lo que no tenemos pantalones de decir o exigir en público.
Estoicamente consentimos a todos esos vividores del conflicto que nacen
precisamente ahí, porque no se les educa y se les hacer aprender que jamás se debe de violar, bajo
ningún concepto, el derecho de nadie y que quienes quieran ejercer los suyos,
deben de respetar los de los demás ¡Luego tenemos mareros de 9 años y no
sabemos el porqué!