O como andar del tingo al tango
Comenzó la fiebre de las
reformas. Han llegado masivamente, como los zompopos de mayo y pareciera que es
preciso transformar todo: la constitución, la enseñanza, la ley electoral, el
sistema…. No hay nada que se resista a la avalancha del cambio. Reformar es
modificar algo, pero con el agregado -que incluye el diccionario- de que exista
la intención de mejorarlo, de lo contrario quedaría excluido de ese concepto. En
relación con una de ellas: la reforma educativa, algunos chicos -todavía en
kínder- pretenden boicotear un cambio imprescindible en el país para mejorar la
calidad de la enseñanza. Para tal logro, son apoyados por enmascarados
terroristas que dicen estudiar en la USAC y lanzan cobardemente cocteles
incendiarios contra quien se le ponga delante (¿a qué hora estudiarán?) ¡Normal
que se opongan! Conforman un grupo de vividores analfabetas que no desean
mejorar sino dedicarse a la delincuencia estudiantil organizada y, consecuentemente,
luchan por el estatus quo. Sin embargo, es necesario que haya un cambio
sustancial en el país y el magisterio evolucione hacia una carrera media con
visos de ser superior en el corto plazo. Argumentos a favor sobran y, en
contra, parece que no se sustentan más que en el seno de eso colectivos de facinerosos
que pretenden, al igual que “sus hermanos mayores” -activistas bochincheros
profesionales-, arrodillar al país.
La reforma
constitucional, por su parte, puede requerir una lectura más pausada. A favor:
los grupos minoritarios que carecen de suficiente representatividad y que no
tienen nada que perder. La Asamblea Constituyente -que apoyan- les daría el poder
del que escasean por falta de votos y consiguientemente favorecería su posicionamiento
político. Además, podrían incluir todas las carajadas propias de los discursos vacíos
que proclaman o de “modernismos” extremos. Baste pensar que haría un Orlando
Blanco constituyente, quien se despachó con aquello de que “la moral en la
política hay que apartarla”; los vividores de ayuda internacional que van
creando opinión a medida que reciben el cheque del mes o los antiminas, anti
hidroeléctricas, anti sembrados y anti todo, aunque abiertamente practican la
anti ética, la anti honestidad y nunca dan la cara. Hay que acometer precisos
cambios en la constitución ¡por supuesto que si!, pero únicamente aquellos que
ya fueron evidenciados -le duela a quien le duela- en el proyecto ProReforma y
que posteriormente han sido copiados, adaptados o interpretados por grupos que
ahora pretende “liderar” el cambio. No importa, lo sustancial es que se
produzcan las modificaciones que se requieren y que deben focalizarse en
aspectos sustanciales: número de diputados, elecciones de magistrados,
reducción del poder de ciertos colectivos: colegio de abogados y USAC,
revocación del mandato presidencial, entre otros, de lo contrario las
instituciones desvían su misión y terminan por no funcionar para lo que fueron
constituidas, sino para ganar privilegios a costa de crearse parcelas de poder.
Tardamos en alejarnos de
los próceres, de aquellos caudillos que todopoderosamente hacían y deshacían -aunque
todavía quedan resabios de malos aprendices en ciertas municipalidades- y es
momento de promover un marco de normas generales, sin excepción ni privilegios.
Distanciados de los próceres es momento de reformar las cuestiones que impiden
el progreso. No hay excusa para seguir malviviendo por más años ni razón para
que unos pocos -encapuchados, pagados desde afuera, inútiles o prepotentes- sigan
jodiendo la vida de honestos ciudadanos. Hay que apoyar el cambio razonado dentro
de parámetros que impidan que por debajo de la mesa -como suele ser habitual- se
manosee la ley.
De acuerdo en tu comentario, pero la idea de PRO-REFORMA definitivamente no.
ResponderEliminarEn un país como el nuestro, donde la subsidiariedad del Estado es de vida o muerte, hay cosas que de plano no pasan, menos la bicameralidad política.
Ahora, la Constitución tiene que ser modificada, la Asamblea Nacional Constituyente debe ser formada por gente buena, políticos, pensadores, académicos, honorables dignos, no esa partida de zorros cuya ética la manejan debajo del tacón del zapato, como molesto chicle. Salud