La cultura “diferente” no es excusa para incumplir el
Derecho natural
A raíz de los sucesos en Totonicapán,
leí en algún lugar cierta reflexión sobre si el derecho a la libre locomoción está
por encima del derecho a la vida. Me parece trascendente la pregunta porque encaja
en una discusión pendiente y es extensiva a otros derechos como la libertad de
expresión o la propiedad privada. Considero una gravísima confusión plantearse
siquiera la cuestión. Los derechos individuales son todos iguales y pensar que
unos pueden estar por sobre otros significa admitir que hay que clasificarlos y
que alguien lo debe de hacer. Si así fuera, encontraríamos miles de ordenamientos
-o uno artificialmente elaborado por alguien- y la imposibilidad de seguir un
único método, lo que invalida el planteamiento inicial. Los derechos individuales
están todos al mismo nivel y deben de respetarse con la misma intensidad,
fuerza y decisión. Esa es la esencia de cualquier actuar político o personal. Rand
nos ilustra: aquellos que niegan los
derechos individuales no pueden llamarse defensores de las minorías.
Cuando se viola el derecho a la libre
locomoción de cientos de personas o se ocupa una propiedad privada, automáticamente
se pierde la razón porque se está delinquiendo. La autoridad -precisamente la
que falta en este país- está para velar por la observancia de los derechos personales,
algo que no han entendido muchos de quienes debaten el tema. Cuando se vulnera
alguno de ellos -cortar el tráfico, ocupar una finca, etc.- no debe de mediar
diálogo alguno. Para conversar sobre cualquier problemática tiene que haber
ausencia de presión y de coacción y respetar el marco jurídico vigente que, en
teoría, protege justamente esos derechos. Es posible -y necesario- dialogar,
pactar, hablar o debatir, pero jamás bajo la imposición y la conculcación de
los derechos de otros. En Totonicapán el primer error -y eso no justifica
absolutamente nada, pero es preciso analizarlo- fue dedicar más de seis horas, bajo
amenazas, a mantener un forzado “diálogo” con delincuentes que violaban la ley
sin que el Estado -la autoridad- cumpliera con su obligación de romper el
circulo de la delincuencia. Algunos se han acostumbrado a las medidas de hecho
y partiendo de esa errada fundamentación, tienden trampas y fabrican
condiciones artificiales de negociación donde todo es posible. Luego, el
discurso fácil y disonante hace el resto sustituyendo: ocupadores pacíficos por
invasores; matanza por incidente confuso o cortadores de carreteras por
delincuentes. Todo dentro de un orquestado plan que utiliza a las víctimas que son
rentabilizadas por los vividores habituales del conflicto. A esa podredumbre
mediáticamente manoseada, se le suma la ausencia de justicia que nunca suele
ser ejemplificante. Aquellos criminales que, entre otras cosas, secuestraron,
maltrataron, intentaron asesinar y generaron terror (terroristas) golpeando a
militares en Barillas, el MP los procesará únicamente por lesiones, como si de
una discusión de tráfico se tratase; a estos otros tratarán de endilgarles
ejecución extrajudicial. El mensaje es claro: hagan lo que quieran que aquí les
protegemos y no menos claro para la otra parte: no se dejen abusar porque nadie
les ayudará. Perversa ecuación a la que hay que agregar que de Barillas nadie
habló, mientras que de este caso -lamentable como aquel- los habituales manipuladores
que transforman los desechos en derechos, se han hecho inmediatamente eco o
fueron a recoger cascabillos del suelo, recordando el manoseo de la escena del
crimen del obispo Gerardi que hicieran otros de similar ideología y fines. El
país sigue repleto de tramoyistas, aunque tengan premio Nobel pero también de “políticos”
bamboleantes sin ideas claras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario