martes, 10 de septiembre de 2013

Ética y periodismo


 “La ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”
La ética -relaciona con una profesión- se refiere al comportamiento humano y a las normas morales que la rigen. Es decir, qué tan ajustadas a la moral son las conductas que se observan. La moral, por su parte, aborda lo acomodadas a “lo bueno” o “lo malo” que están dichas actuaciones profesionales. De esa cuenta actuar éticamente puede resumir en hacer las cosas “bien” y conforme a lo que se espera de una conducta correcta.
El derecho a la libre expresión o de libre emisión del pensamiento, es algo que cada quien ejerce individualmente como estima más conveniente. No se debe de regular y el limite de su ejercicio está antes de aquella línea donde se lesiona los derechos de otros. Se puede hablar, escribir, opinar, siempre que no se ofenda, lesione o agreda a los demás. La libertad de expresión -como cualquier otra manifestación de aquella- conlleva necesariamente la responsabilidad de su ejercicio. Es importante comprender la trascendencia de esta inseparable relación. Si se carece de responsabilidad no es posible ejercer rectamente ningún derecho, y el de libre emisión del pensamiento no es una excepción. Cuando quien ejerce el periodismo hace públicos informes, reportajes, noticias u opiniones, debe de asumir la responsabilidad de lo que transmite. Difundir mensajes falsos, información no veraz, datos no contrastados o insultar como medio de atraer la atención, son comportamientos censurables para quien actúe de esa forma. Como comunicadores o informadores no hay que eludir la fiscalización del gremio, lo que supondría que se prefiere la inmunidad que justamente se evidencia como preocupante o ilegal en otros colectivos. El periodista debe de someterse también a la crítica sobre su quehacer y cuando actúe incorrectamente asumir la correspondiente responsabilidad. La prensa, no es (no debe de ser) el cuarto poder. De entenderlo así, se comportará como lo hacen otros poderes, con el riesgo de tornarse despótica y buscar la justificación de cualquier conducta con la consecuente impunidad. Por el contrario, los  medios deben de ser el contrapoder, fiscalizar, investigar y colaborar para que sean precisamente valores éticos los que presidan actuaciones políticas, empresarias, personales y también profesionales. Si se tiene claro el horizonte, es relativamente fácil actuar correctamente, pero si lo que se desea es contar con portadas llamativas sin importar la verdad, se pone como excusa la prisa para publicar sin comprobar o se acude a la cobardía del anonimato, del chisme, del insulto, de la descalificación -o al “me han dicho”- se podrá justificar fácilmente todo cuanto se haga, pero sin observar necesariamente los parámetros exigibles. La ética periodística es el sustento del buen hacer profesional.
Es preciso tener presente el consejo del filosofo Savater quien dijo en alguna ocasión: “no hay que esperar a que otro sea ético para serlo uno mismo”. La ambición, la prisa, el descuido, presumir que se cuenta con la verdad absoluta, creerse superior a los demás, publicar sin confrontar o vender la pluma, la voz o incluso el medio, ensoberbecen las actuaciones, anulan la responsabilidad y prostituyen el concepto del derecho a la libre expresión, generando un actuar cuestionable que desdice de la profesión y sustenta argumentos para que oeneges de vividores, columnistas parcializadas o ideologizadas o políticos inescrupulosos -todos ellos carentes de esa ética que se pretende- sustenten discursos falaces, mientan ante organismos nacionales e internacionales, se victimicen falsamente o promuevan leyes que permitan la censura y limiten el libre ejercicio de la expresión ¡Seamos mucho mejores que todos ellos!

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