lunes, 25 de abril de 2016

Juicio, silencio y Derecho

¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio (Einstein)
  
Con inusual y preocupante silencio se desarrolla el juicio por genocidio contra dos inculpados. El tribunal decidió inicialmente no permitir la entrada de medios de comunicación y llevarlo a cabo “a puerta cerrada”, aunque la dejó entreabierta y permitió el ingreso de “observadores internacionales” a varias sesiones. Tras un recurso de la defensa -y también de la acusación- la vista dejó de ser semipública. El tribunal cometió dos faltas. La primera, ser parcialmente benevolente con “observadores extranjeros” y limitar el derecho a informar de los medios. La segunda, condenar el derecho de uno de los acusados (Rodríguez Sánchez) a que se conozca el proceso sobre la base de guardar la privacidad de otro (Ríos Mont).
Llama la atención que el general Ríos Montt fue declarado incapaz mentalmente y a pesar de ello, está siendo juzgado sin que pueda siquiera argumentar, dirigir a sus abogados o contradecir cuanto de él o su conducta se pudiera decir. Es como si alguien implicado en una colisión vehicular se le enjuicia mientras se encuentra en estado de coma ¡Inaudito!, pero sobre todo preocupante en lo que concierne a observar el Estado de Derecho que, paradójicamente, se argumenta defender.
Reitero mi rechazo -ya manifestado- a la tesis de que hubo genocidio durante el conflicto armado interno. Sin embargo, esa no es ahora la discusión ni el motivo de debate. El fondo del problema es si se puede proseguir con un juicio absoluta y absurdamente desviado del marco referencial de principios generales de Derecho. Seamos empáticos por un momento y presupongamos que la defensa del general Ríos fuese ineficiente, incapaz o renunciara. Sencillamente sería imposible que el “defendido” prescindiera de ellos o designara a otros porque está mentalmente imposibilitado. Es decir, no es consciente de lo que está ocurriendo ni tiene la capacidad de comprender lo que se hace, mucho menos evaluar si está acorde con sus intereses.
Con malabarismos legales, indican a la tutora que tome decisiones que corresponderían a su progenitor o que se siente en el banquillo por él. Un absurdo mayor, porque la responsabilidad penal no puede trasladarse a terceros, como pareciera interpretarse en un ejercicio fantasioso por comprender esas decisiones judiciales.

No existe la voluntad de buscar la verdad, algo respetable y aceptable, sino la intención de politizarla con planteamientos que generan grandes réditos a algunas organizaciones y personas. Este juicio adoptó un rumbo extraño desde el inicio. Se reveló cuando se promovió con prisas; continuó con la farsa del anterior tribunal y las salidas de tono y aspavientos de una particular jueza al leer la sentencia y finalizó con la decisión de la CC -no aceptada por los manipuladores de la historia- de invalidar las actuaciones por no observarse el debido proceso. Ahora, nuevamente, se producen actuaciones -calladas y sin fotografías- que puedan desenmascarar algo ya antes visto y cuyas formas serían cuestionadas en cualquier marco jurídico nacional o internacional. Una pantomima caribeña para justificar lo que ya está cocinado: la necesidad de obtener una sentencia condenatoria, al precio que sea. No será extraño que todo se invalide por procesar a alguien judicialmente declarado incapaz. Me parece que es primera vez que ocurre y en nada se enmarca en principios universales de Derecho. Lo que hace el dinero, la maldad, la ideología y, sobre todo, la venganza. Luego, si todo vuelve a ser nulo, no nos lamentemos ni rasguemos las vestiduras cuando el dinero no venga porque no hay sentencia válida.

lunes, 18 de abril de 2016

Cifras y números

 “Las matemáticas son una gimnasia del espíritu y una preparación para la filósofia”

No hay día que no escuche o lea múltiples comentarios sobre la necesidad de emprender tales o cuales reformas políticas. No importa el tema. Hay propuestas para modificar cuestiones relacionadas con el Legislativo, cambiar aspectos del Ejecutivo y entrarle, ¡cómo no, al poder Judicial. Cada poco tiempo, se retoman esos buenos deseos y se repite el guión o surge alguna idea nueva que se incluye en un listado creciente y que, de vez en cuando, pierde alguna que otra añeja o caducada sugerencia. Esa continua y dinámica intención de cambio es el alma de muchos tanques de pensamiento, organizaciones de la sociedad civil y personajes tradicionales -o de moda- que proponen emprender el difícil camino del cambio político, porque no funciona lo que hay.
No hace mucho, en una reunión académica, un profesor universitario expuso un trabajo sobre América Latina y su tesis principal (en la forma) era que los números que tenía no coincidían con la percepción sobre el continente que transmitían medios de comunicación y analistas. No voy a entrar a presentar aquella charla -no es mi terreno- pero me quedo con la idea de las cifras a las que aludió con especial e inusual énfasis. De esa cuenta, yo también hice algunos números.
Si observa los quince primeros lugares en la clasificación que hace el Índice del Desarrollo Humano (2015), verá que (sin contar a Hong Kong) ocho son monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas parlamentarias, uno monarquía constitucional y otro presidencialista. Idéntico ejercicio se puede hacer con el Índice de Libertad Económica (2015), y aparecen cinco monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas parlamentarias y cinco regímenes presidencialistas. El Doing Bussines (2015) tiene, en esa reducida élite, siete monarquías parlamentarias, cuatro repúblicas y tres presidencialismos. Finalmente, el Índice de Democracia de The Economist (2015), posiciona en esa limitada cúspide a ocho monarquías parlamentarias y siete repúblicas parlamentarias. Los resultados acumulados de los cuatro indicadores seleccionados muestran que de todas las opciones posibles el 49,12% son monarquías, el 35,09% repúblicas parlamentarias y el 15,79% regímenes presidencialistas. Más simplificado aún: el 84.21% sistemas parlamentarios y el resto presidencialistas.
El debate sobre qué sistema de gobierno es más adecuado, no es nuevo. Linz ya generó discusiones al respecto y, posteriormente, en la década de los noventa, politólogos como Amorim Neto, Adam Przeworski, y aún mas cercanos Sebastián Linares o Gabriel Negretto, continuaron con la discusión. Quizá nos perdemos entre las ramas de las reformas y deberíamos analizar el fondo de la cuestión ¿Qué tienen esos países, la mayoría europeos (62%, ¡de nuevo los números!), que los hacen “más exitosos” que otros? Sería simplista querer resumirlo pero posiblemente analizar al tema de “el tiempo y la política”, como sustento de un sistema monárquico, la necesidad de una burocracia profesional, como elemento intermedio entre el ciudadano y el político (Max Weber), el estado de derecho y su trascendencia en la estabilidad, amén de otras cuestiones no menos importantes, podría iluminar esas interminables discusiones nacionales que, aunque alentadoras, no llevan a ningún puerto y los años así lo demuestran.

No creo que el parlamentarismo sea determinante, porque las excepciones así lo indican, pero cuando los cantidades y las cifras marcan un determinado rumbo, podemos ignorarlos o, de una vez por todas, tomar en serio la estadística y abrir otro espacio de debate que genere mejores resultados.

lunes, 11 de abril de 2016

Sartori y Umberto Eco

“¿Puede carecer una persona por completo de raciocinio? La respuesta es afirmativa”

A finales de los 90, el profesor Sartori publicó un libro: “Homo videns: la sociedad teledirigida”, en el que reflexiona sobre la “evolución” del ser racional a emotivo, debido al consumo de televisión. Los seres humanos habían dejado de lado, según él, la reflexión como forma de arribar a conclusiones y aceptado “la imagen” -y la consecuente emotividad- para tomar decisiones. Eso se reflejó sobre todo en la política y desde entonces la mercadotecnia ha sido rama de especialización y eje medular en muchos procesos electorales. Se vota lo que tiene buena imagen, sin preocupación por el fondo, el proyecto o el programa. En muchas ocasiones, ni siquiera existe tal propósito. No imaginaba Sartori que las redes sociales vendrían a mutar su hipótesis: de lo racional a lo emotivo, y ahora a lo insensato.
Antes, era preciso leer, comprender, reflexionar y concluir. Más tarde, el sentimentalismo televisivo generaba reacciones sin necesidad de profundizar, lo que resultaba más fácil de percibir y estaba al alcance de más personas, pero también era más manipulador, aunque eso se obvió. Hoy, las redes sociales, algunas con pocos caracteres para expresarse, otras únicamente con imágenes, permiten posicionar mensajes y promocionarlos a través de colaboradores o mediante pago. Está al alcance de cualquiera generar opinión, no siempre veraz ni elaborada.
Los denominados “Papeles de Panamá” es el ejemplo más reciente. Un grupo de periodistas decide revelar un descubrimiento sobre empresas fuera de plaza (offshore) y se traslada como delictivo y ocultador de buenas intenciones por masas en redes. Muchos críticos nacionales, del 70% que evade el pago del ISR, replican desquiciadamente la noticia y en pocas horas se posiciona el mensaje del descubrimiento de un “fraude de empresas a nivel mundial”, aunque quienes aparecen señalados son políticos, personajes de la farándula y delincuentes conocidos; ninguno norteamericano, por cierto.
Los “paraísos fiscales” existen en contraposición a los “infiernos fiscales” (Luis Figueroa) y al igual que en una tienda de armas, la intención del comprador (el fin) es la que determina el empleo del medio,  no a la inversa. Wyoming, Delaware y Nevada acogen sociedades anónimas, porque es mejor inscribirlas allí, aunque operan por toda la Unión. En Europa lo hacen Suiza, Luxemburgo y Andorra ¿A dónde y cómo blanquean el dinero de los mayores consumidores de droga: UE y USA? En esta guerra de poder ”alguien” parece interesado en sustituir la geopolítica por la geoeconomía.
El caso guatemalteco se complica por la existencia de un Código de Comercio de los setenta que no ha sido adaptado a los requisitos modernos de prácticas de gobierno corporativo y que obliga a buscar jurisdicciones que permitan dichas prácticas legítimas. Inscribir una sociedad en Panamá, o en lugares cuyo ordenamiento legal sea más moderno, permite solucionar ese y otros obstáculos al desarrollo competitivo de las empresas, en especial a las que han crecido fuera de las fronteras. Todo ello no significa, ni remotamente, la intención de evadir el pago de las obligaciones fiscales en Guatemala.

Se ha superado el muro que Sartori estableció. Dejar de pensar y subirse a esa ola “informativa”, generada muchas veces por anónimos, supone en ocasiones formar parte de un club de analfabetas. Otro italiano, Umberto Eco lo sintetizó así: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. Las empresas inscritas en Panamá pueden realizar actividades lícitas o ilegítimas, pero no deben de satanizarse todas ni el modelo “offshore”.

lunes, 4 de abril de 2016

El Estado y usted

“Somos esclavos de nuestra irresponsabilidad y víctimas de nuestra responsabilidad”
  
La muerte en la calle y en brazos de su mamá del bebé Maycol, saturó las redes de críticas al sistema nacional de salud, y con razón. Sin embargo, muchos/as, todavía con la túnica farisea de la Semana Santa, centraron sus ataques en el sistema estatal, obviando un aparente resumen del historial clínico en el que la responsabilidad no está concentrada.
Producto de mala gestión, robos descarados, más de 4,000 plazas fantasma que nadie quiere depurar y un voraz y depredador sindicato que devora los recursos, entre otras cuestiones, el sistema de salud es nefasto y está en crisis. Sin embargo, la responsabilidad individual, también lo está. Además, nos hemos acostumbrado a que apenas el 30% de la población -que paga impuestos directos, el resto no lo hace- cargue con la exigencia de los “derechos universales” (de todos), y eso tampoco es soportable ni ética ni financieramente. Así las cosas, es frecuente que el antisistema se excuse y se refugie en el único discurso colectivista de “la obligación del Estado” para criticar y promover nuevos mecanismos recaudatorios que permitan “construir un estado benefactor eficiente”.
Desde que el estado del bienestar se instituyera, los estatistas aprendieron cómo manipular echando la culpa de casi todo a ese ente ficticio y aliviando sus propias conciencias y las de sus seguidores. Pude leer a una tuitera culpar “al Estado por no haber enseñado a la mamá [de Maycol] a serlo”, como si cientos de años de ausencia estatal hubiese impedimento que la humanidad progresara.
La Declaración Universal de Derechos Humanos, fue elaborada por comisiones. Es interesante estudiar, a modo de ejemplo, el proceso del artículo 26 que trata el derecho a la educación y cómo, casualmente, se otorgó al final el derecho preferente a los padres. No hubo, por más de un año, ninguna intención de que fueran los progenitores; el Estado se encargaría de educar a los niños. Un mundo socialista que algunos pretenden perpetuar, a costa de otros, cuando a fin de cuentas parece que “Solamente hay un derecho humano básico: el derecho a hacer lo que a uno le plazca. Y con él viene el único deber humano: cargar con las consecuencias” (O´Rourke).
Comencemos por asumir responsabilidades. En el caso de Maycol, si se quiere ver desde un punto de vista estatista, habría que preguntarse la razón de no haberle quitarle la custodia a una madre señalada (según el resumen clínico) de negligencia. Yendo más allá, incluso, proponer si hay qué prohibir tener mas hijos a quienes no “pueden o deben” por diferentes causas, o entrar en ese debate infinito y enredado de que gustan los estatistas para limitar la libertad.
La responsabilidad individual es la que debe de primar, aunque eso es políticamente incorrecto formularlo -y menos exigirlo- cuando hay una generaliza e irreflexiva aceptación de lo público como solución única y obligatoria. La salud, la educación, el desarrollo personal, etc., no pueden dejarse en manos de otros o de entes acéfalos o corruptos. Incluso el mejor Estado posible no solucionaría la dejadez de sus ciudadanos. Maycol tuvo la “mala suerte” de que confluyeran demasiadas cosas, y le costó la vida. El sistema de salud fue una, pero no la única, y quizá ni la más importante.

Dejemos de hablar de estado fallido o sistemas en crisis y analicemos el fracaso de todos ¿Realmente asumimos nuestras obligaciones personales, familiares y sociales? Gritar, despotricar y rasgarnos las vestiduras, es la acción posterior a la desgracia y la máscara ferial para no ver, pero sobre todo no aceptar, nuestras propias debilidades.