lunes, 24 de abril de 2017

“Securitizar” colegios

No haya que ser hipócritas y asumir los deberes que cada quien tiene

Se viene un debate social en relación con la necesidad -o no- de inspeccionar las mochilas al accesar a los colegios, para impedir el ingreso de armas. La iniciativa surge tras los hechos acaecidos en México y en territorio nacional. Las opiniones están divididas por diversas razones y habrá que esperar a ver como evolucionan los acontecimientos.
La seguridad, por definición, nunca es total, siempre habrá que asumir riesgos. Es necesario minimizarlos y ello requiere invertir recursos y tiempo. Se pueden instalar detectores de metales en las entradas de los colegios, lo que seguramente derivará en que sus hijos tengan que ingresar una hora antes para evitar colas, además elevará el precio del servicio. También surgirán, por experiencias vividas en situaciones similares, quejas de las personas que registren a los menores. Será, en definitiva una ecuación costo-beneficio que habrá que resolver tanto en establecimientos públicos como privados.
Dos reflexiones al respecto para agregar al debate. La primera, se refiere a la relación libertad y seguridad. La frase de Benjamín Franklin ilustra el pensamiento: Los que pueden renunciar a la libertad para obtener una pequeña seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad. En el norteamericano primaba más la libertad del individuo que el intervencionismo justificable ¡Sobran comentarios! La segunda, medita sobre cómo se habla sistemática y únicamente qué deben hacer los colegios pero se obvia que en los sucesos acaecidos los menores tomaron las armas de sus casas y, por tanto, lo que falló fue la custodia paterna. La sociedad simplista y cínicamente centra la atención en los centro educativos y, al igual que con la educación de los hijos, pareciera pretender que sean otros quienes asuman la responsabilidad -y las consecuencias- que como padres parecen evitar. Los menores, no compraron armas fuera de sus domicilios sino que las obtuvieron en ellos porque sus progenitores no tomaron las medidas de precaución necesarias. El origen del problema, consecuentemente, no está en el colegio, sino en el domicilio familiar y eso no están dispuestos a aceptarlo muchos de quienes proponen normas coercitivas diferidas.
No hay que ser hipócritas y asumir los deberes propios. Si se implementa una medida así en colegios ¿por qué no hacerlo en universidades, campos de futbol, lugares de ocio, restaurantes y otros en los que concurran masivamente personas, incluyendo el transporte colectivo y hasta las iglesias? No se puede, ni se debe, matar moscas a cañonazos.
Fue muy triste lo que ocurrió en el Hogar Seguro, pero igualmente penoso fue ver cómo acudían al lugar progenitores -que tenían internados allí a sus hijos- llorando y pidiendo explicaciones cuando ellos deberían haber aclarado por qué aquellos muchachos no estaban en sus hogares o el señalamiento de abuso sexual de un padre que hizo un medio escrito, razón por la cual la hija estaba internada en aquel lugar.

Poco o nada se habla de responsabilidad en una sociedad irresponsable con los hijos, pretendiendo que “otros” sean quienes eduquen, salvaguarden, instruyan, sanen o velen por ellos. Hay que aprender a ser padres y madres de tiempo completo y asumir que nadie más que nosotros tenemos el deber de velar por su bienestar. Lo demás es socializar los problemas para diluir la responsabilidad y crear políticas asistencialistas, lo que no es correcto ni mucho menos útil. Pensemos en ello antes de tomar una decisión y, sobre todo, de quejarnos.

lunes, 17 de abril de 2017

¿Líderes, ideas, proyectos?

El panorama no se avizora mucho mejor de lo vivido en el primer trimestre

El país adolece de un proyecto nacional, de un rumbo. Varios intentos en el pasado generaron documentos, planes e ideas que conforman un referente diverso y difuso en el que no coinciden la mayoría de grupos del país. Los partidos políticos presentan -el que lo hace- ideas deslavazadas que no atraen la atención del votante ni sirven de referente para discusión seria. Estamos en mantillas, sin norte, y es válida aquella respuesta del gato a Alicia: cuando no sabes a dónde vas, cualquier camino te llevará.
Es presumible que el TSE actúe contra los partidos que investiga por financiación irregular. A partir de ahí, el Congreso será una amalgama de diputados “independientes”. A la fecha, no hay indicios de alternativas en formación más allá de intenciones, rumores y movimientos que no terminan de germinar. El liderazgo es invisible -quizá inexistente- tanto en el ámbito rural como en el urbano; entre indígenas y ladinos; derecha o izquierda, y el ciudadano lejos de agarrar sus propias riendas, sigue a la espera de un “libertador” del siglo XXI mientras justifica su inacción quejándose de años de conquista. La pasividad cunde y el descontento es el sentimiento más visibles; la irresponsabilidad y la falta de autoestima, también.
Ni siquiera la justicia -en debate con el proyecto de reforma constitucional- responde a un consenso. Hay grupos que desean que el estatus quo se mantenga. Otros, que abogan por la reforma, lo hacen para mantener vivos temas del conflicto, especialmente los relacionados con el genocidio. A ambos les viene del norte la mejora del sistema y lo que promueven realmente es “su reforma” para hacer el juego que desean. Los terceros en discordia quieren incluir -aunque de momento desistieron- la “justicia indígena” sin haber sido capaces de explicar qué es, cómo funciona y en qué ámbito se aplicaría, amén del divisionismo entre los diversos grupos indígenas, quienes tampoco cuentan con un liderazgo unificado.
Con ese escenario avanzar es imposible. Somos buenos para tumbar presidentes, criticar instituciones, derribar barricadas y otras cuestiones necesarias y válidas en cierto momento, pero incapaces de construir futuro. En otros países -los pactos de la Moncloa me vienen a la mente- fue necesario ponerse de acuerdo en temas fundamentales: terrorismo -seguridad sería aquí- competitividad, economía, diseño del modelo de Estado y otras cuestiones, fueron puntos de concurrencia en los que estuvieron de acuerdo los partidos políticos del momento. Entendieron, y ahí está la clave, que se pierde menos cediendo en beneficio del conjunto que manteniendo la posición personal. Aquí, por el contrario, cada yunta tira a su establo y la necedad, cuando no marcados intereses propios, priman sobre el interés colectivo o invaden alegremente los derechos individuales. No hay concepción clara de la ventaja de la planificación estratégica, de proyectos a medio y largo plazo, y de que un marco con ciertas bases -que hay que diseñar y acordar- es mucho más ventajosos para los intereses de todos. Empecinarse en lo propio como único bastión de negociación válido, ciega e impide la búsqueda de una solución de beneficio mutuo.

El panorama no se avizora mucho mejor de lo vivido en el primer trimestre y la cuenta regresiva al fracaso cada vez tiene menos dígitos. Nos seguimos quejando de los quinientos y picos de años, mientras políticos, mafiosos, delincuentes y sindicalistas, entre otros, continúan depredando. Lo de la “mano iracunda” se quedó en el himno; lo de asumir la responsabilidad aún está por desarrollarse; la oportunidad, una vez más se pierde.

lunes, 10 de abril de 2017

Peludos peleados

La UNE es el ejemplo visible de lo que ocurría (ocurre) en todos los partidos

Hace poco, se llevó a cabo la Asamblea Nacional de la Unidad Nacional de la Esperanza en la que Sandra Torres fue reelegida secretaria general de dicho partido político. Dos días antes, Carlos Menocal (exministro de Gobernación) y Ronaldo Robles (exsecretario de Comunicación del Gobierno de Colom) abandonaron la UNE por disconformidades, precisamente, con la gestión de Torres. El lunes siguiente, Mario Taracena comentaba en radio que habían advertido a Sandra Torres sobre la necesidad de tomarse un corto tiempo para organizar el partido y dejar la secretaría, y así dar paso a nuevas generaciones.
La crisis en la UNE es un claro indicador de la situación política nacional. El “partido de oposición” no despega y, en opinión de muchos, la reelección de la exprimera dama -dos veces candidata presidencial sin éxito- lo ancla al pasado, a la “veja política”. La militancia con voz -quizá la silenciosa opine otra cosa- estima que es tiempo de cambiar la forma de hacer las cosas y sobre todo, el liderazgo.
Los disconformes comentaron en radio y TV que había que aclarar las finanzas del partido, especialmente los gastos en campaña así como otras cuestiones no menores, lo que evidencia una falta de transparencia también detectada por el TSE que puede costarle la clausura. A la pregunta de cuál era entonces la razón de la reelección de la señora Torres, comentaron que la UNE capitalina sigue el modelo de lo que ocurre en el interior: Departamentos bajo control de caciques políticos al servicio del partido emergente o de turno y cuyo fin no es otro que permanecer en el poder la mayor cantidad de tiempo posible. Fue lo que ocurrió con LIDER, escisión de UNE. La ideología, los intereses ciudadanos y otras cuestiones que deberían conformar la esencia del partido, no importan nada. Traducido y condensado: ciertos caudillos reeligieron a Torres y así todos continúan por más tiempo. El resultado: descontento de una generación que ve pasar su tiempo sin contar con espacios de poder.
La UNE es el ejemplo visible de lo que ocurría (ocurre) en todos los partidos y eso explica la migración de ciertos diputados que pasaban alegremente de uno a otro partido aportando su haber político-económico que ponían al servicio del designado para Presidente, con el único fin de permanecer todos ellos en el poder. Un sistema clientelar de doble sentido, porque luego se lo cobraban en obras, donaciones, concesiones, plazas fantasmas o asignaciones directas, tal y como ahora lo evidencia la justicia. Esa manifiesta debacle hubiese sido un detonante importante en cualquier momento político, pero ahora que la justicia persigue a diputados como Rabbe, Ovalle, Barquín, Fajardo y otros, la interpretación de lo sucedido en la UNE muestra una más amplia radiografía de lo que acontece en el país, especialmente en el Congreso.
A la fecha, la UNE en el Facebook apenas recoge comentarios, en el Twitter no pasa de 6,500 seguidores y la página web, dedicada en exclusividad a Sandra Torres, está paralizada desde 2015, salvo la historia del partido cuyo última referencia es de 2012. La estructura de la “vieja política” también se muestra en redes y el réquiem comienza a escucharse como canción de fondo. Culpa del liderazgo perpetuo de la dama o por acción del TSE, a la UNE le queda poca vida y con ella debería desaparecer el viejo estilo mercantilista de hacer política en este país.

¡Quien lo hubiese dicho hace unos años!

lunes, 3 de abril de 2017

¡A las barricadas!

Cualquier acto delictivo de un funcionario público debe representarle un altísimo costo

Se ha desatado, no sin razón, un movimiento que solicita “la depuración del Congreso”, sin dejar claro de qué trata tal cosa ni mucho menos las acciones a tomar. Esperemos que no sea como aquello de “cooptar el Estado” que ya es un eslogan útil para casi todo.
Los diputados -antes se hablaba de honorables diputados- se han situado en el punto de mira de la ciudadanía por motivos diversos. Unos están huidos como vulgares criminales; otros perseguidos por la justicia y encarcelados; algunos más pendientes de que se les levante el antejuicio para ser procesados o a punto de que ocurra y, la mayoría, absolutamente desacreditados. El que se salva es por eso de que la esperanza es lo último que se pierde, pero poca cosa más.
Depurar para sustituir a uno por otro -igual de corrupto o inepto- no es solución. Los suplentes adolecen de idénticos defectos que los titulares, por la sencilla razón que fueron propuestos -en las mismas condiciones nefastas- por partidos políticos mayoritariamente suspendidos por el Tribunal Supremo Electoral. No debería tomar ese rumbo la idea de cambio que se pretende, más bien se tendría que implementar un sistema de normas claras que promoviese una institucionalidad inmune a las personas que lleguen y no facilite la corrupción, el mangoneo, el trapicheo o el uso de la función pública para cuestiones personales. Si eso llegara a ocurrir, la norma debe castigar al infractor tan gravemente que quede civil y políticamente marcado de por vida. Cualquier acto delictivo de un funcionario público debe representarle un altísimo costo.
Como no se puede -ni se debe- limpiar el Congreso “a la brava”, es preciso tomar nota del margen legal existente para ello, y actuar en consecuencia. El artículo 174 de la Constitución permite que promuevan iniciativas de ley los diputados, la USAC y el Organismo Ejecutivo, entre otros.  El artículo 277 del mismo texto faculta al Presidente, a diez o más diputados y a cinco mil ciudadanos a promover reformas constitucionales. Es decir, hay diversas vías para dejar de echarle la culpa “a todos o a otros” y plantear respuestas inmediatas a desvaríos de ciertos diputados que se duermen en la curul, no tienen el carácter para dar un golpe en la mesa y denunciar a sus pares o son incapaces de movilizar a su bancada y promover cambios. También hay que señalar al Ejecutivo de no tomar acción, a la universidad estatal que reclama privilegios y no honra sus obligaciones, pero sobre todo a cada uno de los ciudadanos empadronados que, en número de cinco mil, podrían proponer soluciones.
Seguimos mirándonos al espejo y advirtiendo que el sistema, en cierta medida, refleja nuestra pasividad, complacencia, dejadez, falta de preocupación por los asuntos públicos, incapacidad para tener una ley de servicio civil que seleccione por méritos y no por dedo, burocracia profesional que aleje los jugosos puestos de la administración del capricho de amigos contaminados y los deje a los más capaces, y otras cuestiones de costumbre que no son más que defectos de una sociedad permisiva, acobardada, conformista y tolerante. La nuestra.

Debemos crear un hashtag que abarque realmente el problema de fondo que no queremos aceptar: #DepuremosElCongresoYNosotrosTambien. El sistema colapsó hace tiempo pero a algunos le sigue yendo bien. Cuando no hay voluntad de cambio, nada cambia y el gatopardismo hace de las suyas ¿De verdad queremos #DepurarElCongreso? ¡Anda ya!