La
UNE es el ejemplo visible de lo que ocurría (ocurre) en todos los partidos
Hace poco,
se llevó a cabo la Asamblea Nacional de la Unidad Nacional de la Esperanza en
la que Sandra Torres fue reelegida secretaria general de dicho partido
político. Dos días antes, Carlos Menocal (exministro de Gobernación) y Ronaldo
Robles (exsecretario de Comunicación del Gobierno de Colom) abandonaron la UNE
por disconformidades, precisamente, con la gestión de Torres. El lunes
siguiente, Mario Taracena comentaba en radio que habían advertido a Sandra
Torres sobre la necesidad de tomarse un corto tiempo para organizar el partido
y dejar la secretaría, y así dar paso a nuevas generaciones.
La crisis
en la UNE es un claro indicador de la situación política nacional. El “partido
de oposición” no despega y, en opinión de muchos, la reelección de la exprimera
dama -dos veces candidata presidencial sin éxito- lo ancla al pasado, a la
“veja política”. La militancia con voz -quizá la silenciosa opine otra cosa-
estima que es tiempo de cambiar la forma de hacer las cosas y sobre todo, el liderazgo.
Los
disconformes comentaron en radio y TV que había que aclarar las finanzas del
partido, especialmente los gastos en campaña así como otras cuestiones no
menores, lo que evidencia una falta de transparencia también detectada por el
TSE que puede costarle la clausura. A la pregunta de cuál era entonces la razón
de la reelección de la señora Torres, comentaron que la UNE capitalina sigue el
modelo de lo que ocurre en el interior: Departamentos bajo control de caciques
políticos al servicio del partido emergente o de turno y cuyo fin no es otro
que permanecer en el poder la mayor cantidad de tiempo posible. Fue lo que
ocurrió con LIDER, escisión de UNE. La ideología, los intereses ciudadanos y
otras cuestiones que deberían conformar la esencia del partido, no importan nada.
Traducido y condensado: ciertos caudillos reeligieron a Torres y así todos
continúan por más tiempo. El resultado: descontento de una generación que ve
pasar su tiempo sin contar con espacios de poder.
La UNE es
el ejemplo visible de lo que ocurría (ocurre) en todos los partidos y eso
explica la migración de ciertos diputados que pasaban alegremente de uno a otro
partido aportando su haber político-económico que ponían al servicio del
designado para Presidente, con el único fin de permanecer todos ellos en el
poder. Un sistema clientelar de doble sentido, porque luego se lo cobraban en
obras, donaciones, concesiones, plazas fantasmas o asignaciones directas, tal y
como ahora lo evidencia la justicia. Esa manifiesta debacle hubiese sido un
detonante importante en cualquier momento político, pero ahora que la justicia
persigue a diputados como Rabbe, Ovalle, Barquín, Fajardo y otros, la
interpretación de lo sucedido en la UNE muestra una más amplia radiografía de
lo que acontece en el país, especialmente en el Congreso.
A la
fecha, la UNE en el Facebook apenas recoge comentarios, en el Twitter no pasa
de 6,500 seguidores y la página web, dedicada en exclusividad a Sandra Torres,
está paralizada desde 2015, salvo la historia del partido cuyo última
referencia es de 2012. La estructura de la “vieja política” también se muestra
en redes y el réquiem comienza a escucharse como canción de fondo. Culpa del
liderazgo perpetuo de la dama o por acción del TSE, a la UNE le queda poca vida
y con ella debería desaparecer el viejo estilo mercantilista de hacer política
en este país.
¡Quien lo
hubiese dicho hace unos años!
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