lunes, 12 de marzo de 2018

¡Esto es irreversible!


La juventud no quiere más basura heredada de quienes no supimos dejarles la mesa limpia

La creación del Frente Ciudadano contra la Corrupción (FCCC) -primera gran manifestación multisectorial contra aquel flagelo- se vio engrandecida y coronada con la celebración exitosa del III Encuentro ciudadano. Ambos eventos aglutinaron a personas diversas y a diferentes organizaciones que se manifestaron contundentemente contra la corrupción, dejaron claro que es el problema que nos tiene sumidos en la pobreza y en la falta de desarrollo, y que mientras no se erradique cualquier otro intento es inútil, improductivo y estéril.
Lo trascendente, al margen de opiniones puntuales, es que dichos eventos son un punto de inflexión y marcan un antes y un después. Si hace tres semanas los esfuerzos estaban dispersos y no concretado el objetivo -al menos de forma explicita y pública-, ahora está claro y no hay marcha atrás. Esto es un proceso irreversible y quienes no tome conciencia de ello quedarán detenidos en el tiempo, juzgados por la historia y señalados por las próximas generaciones.
El principal corolario de esas reuniones es el reconocimiento de un problema del que todos somos parte. Unos, porque prefirieron mirar hacia otro lado; otros porque se implicaron en procesos incorrectos o ilegales; muchos más por omisión de denuncia, pasividad o consentimiento silencioso; el resto porque aceptaron, seguramente, que así se hacían las cosas o era inútil proceder de otra forma. El miedo y la presión no estuvieron ausentes cualquiera que fuese la postura adoptada.
Lo bueno es que somos parte también de la solución. De esa cuenta, una vez aceptada la situación -o la implicación si fuera el caso- es preciso hacer la necesaria enmienda y tomar el rumbo correcto, diferente, por supuesto, al que se llevaba. Hay que cambiar leyes, normas y procedimientos para evitar repetir lo ocurrido y sacar del escenario público a quienes consideran que estar en un cargo político implica ser propietario del mismo y hacer lo que le venga en gana, sin entender que es la ciudadanía quien lo delega y exige resultados ¡No es fácil lo logrado a la fecha ni mucho menos lo pendiente!
El Congreso sigue enroscado entre mafias que se erogan el poder de decidir a quienes juzgar, con esa monstruosa propuesta de ley de antejuicio y perlas similares; el Ejecutivo da palos de ciego y ora protege a un general deliberante señalado de graves delitos, ora destituye y/o cambia el destino de cerca de 200 mandos militares; el Judicial queda gravemente dañado y en entredicho con los señalamientos de cómo operaron en el pasado las diferentes comisiones seleccionadoras de jueces y magistrados. Un triste panorama del poder -en sus tres manifestaciones- que contrasta con la actitud firme de una ciudadanía que desea, lucha y apuesta por el cambio ético.
La juventud no quiere más basura heredada de quienes no supimos limpiarles la mesa y apuesta por los cambios necesarios para ser ciudadanos del primer mundo y no perpetuar miserias, errores y disfunciones que les dejamos enquistados en las instituciones del país. Esto no tiene marcha atrás y hay que repetirlo hasta la saciedad, porque las lecciones de los procesos de cambios enseñan que quienes se mantienen en posturas vetustas o prefieren desde su tibieza ver “los toros desde la barrera”, pierden el pulso de la renovación, del cambio y de la decencia.
La FCCC y el III Encuentro ciudadano han asentado solidas base sobre las que edificar. A partir de ahora queda continuar la obra a la velocidad posible y aparcar o desplazar a quienes prefieren seguir con la habitual y deshonesta contumacia.

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