Entradas populares

lunes, 26 de abril de 2021

Nuestros villanos favoritos

Loros vestidos de ciudadanos; altoparlantes estruendosos con camisa, suéter o corbata; manipulados que no advertimos quienes mueven los hilos

A Franklin Delano Roosevelt se le atribuye la frase: "Sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, en referencia al dictador nicaragüense Somoza. Esa fea costumbre de copiar y pegar, o de aplicar directamente las cosas sin filtro tropical, quizá ha generado un comportamiento muy similar.

Allá por 2014 -apenas hace unos desayunos- se publicaba en diferentes medios escritos, televisivos y digitales -nacionales e internacionales- frases como: “Thelma Aldana fue designada en medio de inconformidad de organizaciones de derechos humanos y críticas de la comunidad internacional al trabajo de la Comisión de Postulación, y a la exclusión de la actual fiscal general, Claudia Paz y Paz…”; “…, se suman los señalamientos en su contra por sus supuestos vínculos tanto con el Frente Republicano Guatemalteco y por su presunta cercanía con la vicepresidenta, Roxana Baldetti”; “Según políticos que participaron en esas elecciones, Herrera tenía a por los menos dos candidatos a quienes pidió incluir en la nómina final y quienes serían electos, Luis Alberto Pineda Roca y Thelma Aldana” o “Thelma Aldana, fue una de las magistradas que Castresana había declarado “no idóneas” para la Corte Suprema”. Poco tiempo después, la “villana” mutó a “heroína” e incluso pretendió ser presidenta del país.

Recientemente, la historia vuelve a repetirse con la magistrada Gloria Porras, no se sabe si porque somos contumaces, desmemoriados o cínicos. Años atrás, las mismas personas y medios que ahora la alaban -como en el caso anterior- decían: “Gloria Porra parece tener un punto flaco: su afinidad por Sandra Torres y el diputado Orlando Blanco”; “Orlando Blanco fue clave en la elección de Gloria Porras como magistrada ante la Corte de Constitucionalidad, tanto en 2011 como en 2016” o “Una negociación oscura, que busca la reelección de Gloria Porras como magistrada a la Corte de Constitucionalidad por el Congreso, trascendió ayer e involucra a la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) y a un grupo gremial dirigido por Roberto López Villatoro”. Sin embargo, parece ser que muchos no pueden vivir sin la magistrada Porras, aclamada, igualmente, como heroína nacional a pesar de que la propia Thelma Aldana afirmara en un canal internacional de TV: “Sandra Torres y Gloria Porras equivale casi a lo mismo… pero equivocación válida porque hay un nexo muy grande … claro, una sola, que equivale a impunidad también”.

El espíritu del Presidente Roosevelt parecer reencarnarse en ciertos grupos, personajes y medios que en un periquete -sin pudor ni enrojecimiento- pasan de condenar al villano a ensalzar al héroe, y lo rescatan y elevan a la gloria -nunca mejor dicho- con frenesí. De malvada a ídolo apenas hay una cuadra, y la recorren con mensajes repetitivos que utilizan para convencer a un montón de iletrados que ya no saben quién es quién, pero que aplauden irreflexivamente. Se dejan llevar por la corriente de pensamiento publicado y se enredan en discusiones ajenas, sin indagar en un pasado recientísimo que sigue caliente, pero que soslayan.

Esos dos ejemplos -hay otros muchos- deberían hacernos reflexionar sobre cómo nos manipulan y nos dejamos lavar el coco, sin prestar atención a que apenas hace unos años, gritábamos justamente lo contrario, aunque tampoco nos dábamos cuenta. Loros vestidos de ciudadanos; altoparlantes estruendosos con camisa, suéter o corbata; manipulados que no advertimos quienes mueven los hilos y que, como marionetas, nos movemos al jalón de la cuerda.

Don Franklin tenía razón y, aunque sean unos villanos, son nuestros villanos, y los protegemos aún sin entender  lo que pasa ni recordar lo que ocurrió hace apenas unos años ¡Vaya nivel el nuestro, compadres!

lunes, 19 de abril de 2021

Privados de las vacunas públicas

Los de mentalidad empresarial generan recursos; los funcionarios/políticos consumen los generados por otros o los distribuyen a conveniencia

Es frecuente escuchar insistentemente el discurso sobre la desigualdad económica. Como dice un amigo economista, más parece envidia que preocupación por arreglar el problema de fondo al que no se suelen referir: la pobreza. El debate sobre las vacunas parece haberse revestido de igual costra.

En la vida, y de forma general, se puede tener mentalidad de empresario o de funcionario/político. Los primeros, independientemente de su actividad: arquitectos, panaderos, taxistas, doctores, etc., buscan permanentemente ser más competitivos y prestar el mejor servicio, porque de lo contrario fracasan, son expulsados del mercado y quedan desempleados. En la esfera del sector privado funciona la mayoría de la relaciones humanas. Los segundos, por su parte, lo que necesitan para permanecer en el poder es el voto popular o ganar una oposición -cuello en algunos lugares-. Su trabajo consiste en detectar y ofrecer lo que el votante desea escuchar, y luchar por permanecer en el poder, con las consiguientes prebendas que se suelen recetar. La mentalidad empresarial busca ofrecer bienes y servicios de calidad y generar innovaciones y soluciones a problemas sociales; la de los políticos suele ser la de crearlos para decir que tienen las solucionan o utilizar la verborrea para justificar ciertas actuaciones. Los de mentalidad empresarial generan recursos; los funcionarios/políticos consumen los generados por otros o los distribuyen a su conveniencia.

En el tema de las vacunas contra el COVID-19, subyace todo lo anterior. Los gobiernos no quieren que sean entidades privadas quienes las suministren, y la razón es que seguramente evidenciarían la incapacidad, burocracia o chapucería de los gobernantes. Así, si todo se estatiza, igualamos el desastre, tal y como ocurre en casi todos los países del mundo que no han podido inmunizar a la mayoría de sus ciudadanos. 

Imaginemos cualquier país pequeño que tenga varias empresas grandes: supermercados, bancos, bebidas, comidas rápidas, etc. Seguramente sus empleados sumarán 30 o 40 mil y como 150 mil con sus familias. Si a esas empresas privadas se les permite negociar e importar la vacuna, y ponerla gratis o cobrarla fraccionadamente a sus colaboradores, el Estado se quitaría una parte importante de personas a vacunar, y el sector productivo se vería menos dañado. Si alguien piensa que se hará negocio o promoverá lucro mal habido, siempre caben variantes de la solución indicada, como que el Estado las compre y se las done -o venda- a las empresas, o incluso que fije un precio máximo para evitar sobrecostos o especulación. Es decir, parece haber interés manifiesto para no encontrar una solución de colaboración público-privada eficiente que agregue ventajas a la necesidad de ser vacunado cuanto antes.

Además, si los hospitales privados quisieran hacer lo mismo, debería permitirse que las importaran o que se las vendiera o donara el Estado, cobrando una pequeña cantidad por el gasto de administrarla o estableciendo un porcentaje máximo de beneficio para evitar la especulación en los precios. Aquel que desee, pueda pagarla o le de la real gana -que también el ejercicio de la libertad debe estar presente- que lo haga, el que no tenga recursos o prefiera que sea el Estado quien lo vacune, está en su derecho y así debe exigirlo, pero eso no implica que pueda o deba frenar la posibilidad de que hacerlo de otras formas.

Una sociedad más preocupada de la envidia o de que otros no lucren -cuando ellos mismos lucran en sus actividades- está totalmente desenfocada. La mayoría de los Estados han mostrado ineficiencia, y la vacuna cuesta dinero, aunque algunos lo ignoren, sin embargo podemos seguir engañándonos porque es eso si es realmente gratis.

lunes, 12 de abril de 2021

Vacunas contra la migración

Lo paradójico: una guatemalteca, un colombiano y un hondureño migrados, parecen ser los designados para “arreglar” el “exceso de migrantes”

Analistas y publicaciones especializadas coinciden en señalar que las dos corrientes demócratas -progresista y moderada- unieron esfuerzos para ganar las pasadas elecciones norteamericanas. Incluso algunos han afirmado que Biden es un republicano en el partido demócrata y que en aquel hay tendencias más a la izquierda -cercanas a un socialismo moderado- como la de su vicepresidenta. Desde esa perspectiva de confrontación interna se proyecta la política exterior, clave para comprender el reflejo en la región.

El asistente especial de Biden -Juan González- inició una peculiar refriega dialéctica con los países del triángulo norte, de hecho era su visita la esperada e incluso figuraba en invitaciones cursadas por la embajada USA. Sin embargo, algunos sucesos cambiaron el “hard power” del colombiano-norteamericano por el “solft power” de Ricardo Zúñiga, el enviado especial. El primero fue el señalamiento directo al presidente hondureño de estar relacionado con el narcotráfico. El segundo, el duro intercambio de palabras en redes sociales entre el presidente Bukele y la representante Norma Torres. El tercero -el más importante para el país- la conversación telefónica entre la vicepresidenta Harris y el presidente Giammattei. El fuego estaba demasiado avivado como para que viniera González a echar gasolina, y la diplomacia norteamericana prefirió, seguramente, un conciliador como el hondureño-norteamericano quien, a pesar de su buena disposición, fue ninguneado en El Salvador.

Lo que pasa en el norte llega al centro y sus confrontaciones políticas internas no son la excepción. Biden prometió acciones respecto de la migración, pero una cosa es alardear en debates electorales y otra muy distinta la realidad política. Cuando la seguridad nacional USA se percibe comprometida hay un consenso en el establishment norteamericano que no están dispuestos a romper. Así que, lejos de poder encontrar soluciones inmediatas a la crisis humanitaria fronteriza, se mezcla todo y, como la mejor defensa es un buen ataque, surgen otros temas sobre los que surfear en todo este embrollo. Poco o nada se resalta y profundiza sobre el enemigo real: el narcotráfico y el crimen organizado que son los que más corrompen nuestras sociedades.

Los países del triángulo norte generan migrantes por distintas razones, especialmente por falta de oportunidades de sus ciudadanos para incorporarse a una vida mínimamente decente, pero también por extorsiones y otras cuestiones. La culpa de esas migraciones obedece mayormente a nefasta políticas internas, producto de sistemas que han permitido encaramarse en el poder a políticos corruptos ¡De eso no hay duda!  Pero, todo eso estuvo sostenido durante el siglo XX por administraciones norteamericanas que ponían y quitaban presidentes en función de sus intereses, además de que la mano de obra barata de los migrantes sostiene parte de la economía de USA. No vale gritar, protestar y exigir decencia cuando por años se ha impuesto, avasallado o intervenido. El problema es compartido, y hay elementos suficientes para abordar la discusión desde una visión conjunta y no unilateral, como ha sido tradicional. No más “palo”, ya hubo muchos, pero la “zanahoria” tampoco es la solución. El debate franco y racional debería ser la forma de relacionarse porque el exceso de presión -que suele ser lo habitual- no muestra la solidaridad esperada ni muchos menos genera la estabilidad necesaria, algo que debe valorar la actual administración Biden-Harris en beneficio de alcanzar el fin que pretende. Las luchas internas en el partido demócrata seguirán, pero dejarlas en Florida o Texas -que tienen buen clima- en vez de traerlas aquí, puede ser una buena opción. Lo paradójico: una guatemalteca, un colombiano y un hondureño migrados, parecen ser los designados para “arreglar” el “exceso de migrantes”. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!


lunes, 5 de abril de 2021

¿Es la ayuda USA el fondo del debate?

Muchas organizaciones no gubernamentales viven de fondos gubernamentales -¡vaya paradoja!- y actúan siguiendo principios y postulados políticos

La mayoría de los sistemas democráticos permiten acceder a datos gubernamentales con cierta garantía de veracidad. Sobre esa premisa, puede ingresar a la página web https://explorer.usaid.gov/cd/GTM y verificar la ayuda histórica del pueblo norteamericano a Guatemala, así como a otros países.

En el caso nacional, la cooperación de diferentes agencias de los USA se fue incrementado desde 2001, aunque con puntuales descensos en algunos años en casi idéntica proporción. Sin embargo, en 2016, último año de la administración Obama-Biden, la ayuda subió un 115% lo que supuso, además del mayor incremento en los últimos 20 años, una inyección vital para determinados grupos -gubernamentales o no- que captan ese dinero, junto a otras cantidades que aportan distintos países y entidades.

La llegada de Trump vino a cortar -con cierto radicalismo- ese caudal de cooperación y en 2020 el dinero bajó a cifras de 2008 generando un importante “desabastecimiento oenegero”, y el consecuente efecto de incomodidad con el republicano y su política. Podemos engañarnos lo que queramos o justificar lo que deseemos, pero muchas organizaciones no gubernamentales viven de fondos gubernamentales -¡vaya paradoja!- y actúan según principios y postulados político-sociales de aquellos que aportan el dinero, hacen lobby permanente o lo intermedian. Roma no paga traidores, pero ¿y Washington?

El entorno de Biden es mucho más propenso a continuar con ese apoyo que, por cierto, nadie compara con datos sobre el incremento de la renta per cápita, del PIB o la reducción de la pobreza, así que las opiniones sobre inversión de ayuda sin análisis de impacto no resultan más que peroratas. Carlos Ponce -Tiempo Latino del pasado sábado- señala: “La Oficina para la Transparencia de Estados Unidos (United States Government Accountability Office) en su informe al Congreso en septiembre de 2019, GAO-19-590, encontró la falta de medición comprehensible y efectiva del impacto de los proyectos implementados en el Triángulo Norte desde el 2013 al 2018, unos 370 proyectos por más de $2.4 billones de dólares sin medir el impacto real”.

Frente a la promesa de incremento de apoyo económico de la actual administración USA, un montón de personajes, sobradamente conocidos, acechan para recibir la tajada más grande. La economía se alía con la política -nada nuevo por otra parte- y la geoeconomía se posiciona frente a la geopolítica. De pronto, diferentes grupos -desde distintos medios- cacarean idénticos mensajes, y parecen estar “casualmente” alineados con cierta facción progresista en pugna por el poder en la actual administración demócrata. Estamos frente a un embate político-económico dentro de una geoeconomía doméstica, donde el intervencionismo es tolerado y bendecido -ahora si- porque es condescendiente con algunos opinantes nacionales. Muchos, no obstante, parecen ignorar que en el fondo lo que persiguen es parte de esos $4,000 millones prometidos que compensarían la drástica reducción de los últimos cuatro años .

No me opongo a las ONGs, pero cada vez más es necesaria la accountability. Cuando se quiere jugar a la política fuera de la cancha, disfrazados de “grupos de la sociedad civil” -pero financiados por gobiernos con quienes hacen lobby y alianzas más secretas que aquello del tercer país seguro-, se incumple la regla principal de la transparencia. La mayoría de esos grupos sólo se representan a si mismos y a quienes viven de ese sistema, así que o ponemos las cartas sobre la mesa o el juego turbio seguirá funcionando a espalda del ciudadano que, como siempre, permanece apático, melodramático, visceral y despistado ¿Tendrá eso el carácter de corrupción disfrazada, aprobada y consentida?