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lunes, 26 de febrero de 2018

Emplasto en el Alto Mando


Ese jueguecito al “teléfono descompuesto” no es aceptable ni admisible la militancia deliberante

Un juez solicitó al Ministerio de la Defensa que le hiciera llegar una orden de comparecencia al general Melgar Padilla. Algunos consideran que la policía debería haberlo arrestado en la base militar -tenía orden de aprehensión- sin embargo, al ser la máxima autoridad y por tanto a quien había que solicitarle permiso para ingresar a las instalaciones, ya suponía un hándicap -además de otros riesgos- lo que, a mi entender, torna la decisión adoptada por el juzgador como la más sensata.
El ministro del ramo manifestó en diversas comparecencias que cursó la orden el viernes por la tarde, cuando el general ya se había retirado y que presumiblemente el martes a mediodía cuando regresara -¡en el Ejército la semana tiene 5 días y medio!- tomaría la decisión más oportuna, puesto que es al acusado a quien corresponde resolver. Intentó hablar con el general pero no le respondió, agregó. El militar no se incorporó y presentó un amparo porque dijo ser juez militar y contar con antejuicio. El miércoles apareció y casualmente su orden de captura fue suspendida por la jueza Domínguez. Días después difundía un video cuestionando instituciones del Estado.
El ministro no puede “obligar” al general a que se presente al juzgado porque la responsabilidad penal es individual, pero lo puede cesar de su cargo por razones suficientemente justificadas. Una, por desobedecer y menoscabar el honor de la institución con su conducta; otra, por “desaparecer” durante cuatro días (apareció al quinto), algo insólito en un jefe de unidad militar que debe estar localizado y presto 24/7 para emergencias, valor primordial de la institución; la tercera por emitir declaraciones públicas. Esas situaciones fueron ignoradas por el ministro y su omisión es censurable. Debería saber que la inacción es incompatible con el ejercicio del mando y el general conocer que las órdenes no se comentan ni se discuten sino que se cumplen. Ese jueguecito al “teléfono descompuesto” no es aceptable ni admisible la militancia deliberante en una institución jerarquizada como la militar, brazo armado del Estado.
Ese punto de ineptitud y/o complicidad hubiese requerido la actuación superior: la del Presidente, a la sazón comandante supremo del Ejército. Él nombró al ministro ineficiente y ascendió al general que abandonó su puesto, responsables de dejar en evidencia a la institución y a muchos veteranos que sufren pasivamente ese descrédito en el que se cuestiona el honor, la lealtad, la disciplina y la subordinación. El ministro no ha ejercido el liderazgo esperado y el Presidente tampoco, ya que debería haberlo cesarlo al tiempo que al otro. Vergonzoso que esto ocurra cuando se pretende otorgar mayores poderes al Ejército en material de inteligencia y se hace un llamado a las armas por energúmenos y sicópatas, además de la detención de un coronel en un operativo antidrogas, la captura de otro teniente coronel -guardaespaldas de un narcotraficante extraditado- y los Q50,000 mensuales que recibía el Presidente como bono extraordinario.
No se aborda el tema de los delitos que le endilgan al general relacionados con el asesinato de su padre y el robo de propiedades. Enfocar exclusivamente el tema desde el punto de vista militar es suficiente para poner en evidencia el cúmulo de marrullerías. Una oportunidad perdida para recuperar el demérito que padece la institución armada y que afecta el prestigio y honor de quienes sirvieron en sus filas sin servirse de ella y dejaron su vida, sus ilusiones, su nobleza. Y es que al unir política con milicia, ésta deja de ser esa religión de hombres honrados que preconizó Calderón de la Barca.

lunes, 19 de febrero de 2018

La fauna nacional


El problema no es judicial sino político y desde ahí debe visualizarse la solución

Las acusaciones de CICIG/MP de los últimos años, han puesto de manifiesto que pocos colectivos están exentos de haber actuado equivocada o delictivamente, tal como se suponía en una hipótesis inicial. Entre los señalados hay empresarios, políticos, jueces, ricos y pobres, hombres, mujeres y jóvenes, ladinos e indígenas, militantes de derecha e izquierda y personas de cualquier estrato social. Todos ellos metidos en embrollos que precisan de explicaciones a la justicia pero sobre todo a la ciudadanía honesta. Tienen en común haber utilizado las arcas públicas en beneficio propio. Una suerte de comportamiento delictivo cuasi cultural e integrador, ya que parece no excluir a nadie. Las ONG,s no se han quedado al margen y se vio a Madre Selva pagar a manifestantes por asistir a bochinches, se arrestó al presidente de la Coordinadora Nacional Indígena y Campesina (CONIC) que pretendía sacar ilegalmente dinero del país y se capturó al presidente internacional de OXFAM. Se evidencia una metástasis nacional en la que, por acción u omisión, la contaminación ha llegado a un punto álgido, ¡y eso que aún faltan casos de alto impacto!
Ese contexto no ha surgido por generación espontánea ni es de exclusiva responsabilidad de los señalados. Lo que aflora es una forma de ser y actuar que permea el comportamiento y que, aunque no guste escucharlo, es aceptada, aplaudida y practicada por demasiados. La recomendación se acepta como la forma de alcanzar privilegios otorgados por quienes se eligen fraudulentamente con dinero público que financia procesos electorales o compra de voluntades. La sumisión y la pleitesía son maneras de ocupar espacios especialmente diseñados para los colaboradores eficaces del establecido sistema corrompido ¡No nos pongamos ahora de tiros largos y queramos ser más decentes que nadie! La culpa es de todos y lo que pasa da mas vergüenza que pena, aunque quienes delinquieron tuvieron, al menos, la oportunidad de elegir libre y voluntariamente lo que hacían. Al resto, nos queda resignarnos y padecer las consecuencias de lo que impidieron sus acciones criminales.
Es tiempo de cambiar esa forma perversa de actuar, y también necesario. El problema no es judicial sino político y desde ahí debe visualizarse la solución, aunque no llegará inmediatamente. Los sindicatos deben hacer su propia catarsis, los empresarios también. Los políticos acostumbrarse a rendir cuentas y dejar de promover componendas y chanchullos. Los jueces hacer su trabajo con ética, en el tiempo estipulado y sin esperar beneficios extraordinarios ni concederlos. La mayoría de ciudadanos, practicar principios correctos y no colarse en las filas, querer ser más “chispudos” que lo demás o pretender obtener por la vía de la astucia lo que no corresponde por el camino de la capacidad.
No más salvadores de la patria ni saqueadores de recursos que pregonan “desvivirse por el pueblo”, mientras roban lo que está a su alcance. Excluyamos la mentira como forma de seducción política y el soborno o la maña como medio de búsqueda de la justicia. Hay que diseñar -comenzando por uno mismo- espacios de respeto a los derechos de los demás como si fueran propios. Aparquemos la ambición que usa los privilegios, la posición, el estatus o las ventajas como vehículo, y no los méritos. Nadie lo hará por nosotros. Ni “el pueblo salva al pueblo” ni llamar al uso de la fuerza desde la exaltación permanente de unos pocos psicópatas logran objetivos de paz y desarrollo. Dejémonos de cuentos chinos y pongamos las barbas en remojo.
¡A trabajar pues!, el futuro no dará muchas más oportunidades.

lunes, 12 de febrero de 2018

Al asalto del Estado


Lo siguiente que preveo es la destitución de la cúpula policial que tantos logros ha alcanzado

El golpe de Estado ha dejado de sustentarse en el tradicional uso de las armas y, como todo, se ha sofisticado. Modernamente se lleva a cabo de diferentes formas, especialmente tomando de forma subrepticia instituciones desde las que incidir en la vida o en la legislación. De tal cuenta, lo anormal o ilegal, se convierte en cotidiano y habitual.
Tras las actuaciones de CICIG/MP que pusieron al descubierto acciones delictivas de personas y grupos a través de instituciones, el embate contra la corrupción encontró rápidamente respuesta de quienes no desean ser acusados y se activaron operadores que desde irrelevantes fundaciones de pacotilla o con ruido coordinado en ciertos medios y redes, se encargan de desacreditar a no importa quien que se le atraviese en el camino. Para ellos, el fin justifica los medios. Pero, como nada les funciona porque la razón y la justicia no están ni remotamente de su parte -lo han intentado en Washington, ONU, en la comunidad judía y en el lobby religioso de oración- lo último de ese grupo de descerebrados ha sido insinuar un llamado a las armas que coloca al Ejército en un brete.
Los recientes cambios en el ministerio de Gobernación son parte de esos eslabones para tomar el poder mediante procedimientos de cuestionada legalidad, legitimidad y razón. En la primera actuación con las nuevas autoridades, la afinada colaboración interinstitucional entre el Ejército, el MP y la PNC se vio afectada y comprometida por filtraciones a un medio de comunicación, propiedad de huidos en busca y captura por la justicia, y se ha anunciado en redes sociales que se retransmitirán las acciones que MP-PNC puedan ejecutar en el futuro. Una advertencia que patentiza lo vulnerable e infiltrado del sistema y que pretende terminar -ese es el objetivo- con el hermetismo y la confidencialidad que propiciaron los logros alcanzados.
Complementa lo anterior la percepción de una tentativa de asalto a organismos de inteligencia y seguridad. Se hizo un intento en la propuesta de ley contra el terrorismo y se reiteró recientemente en la de creación de la Secretaría de Coordinación de Prevención de la Violencia. En ambos proyectos legales, se asigna un papel protagónico al Ejército en materia de inteligencia. Paralelamente, la nueva administración de Gobernación desea declarar a las maras grupos terroristas y se abrirá la puerta a algo similar. Por último, se hacen esfuerzos por revertir la norma que pone fin a la colaboración militar en seguridad ciudadana. Actuaciones concurrentes todas ellas tendientes a que las fuerzas armadas tengan mayor presencia y se empoderen en cuestiones que no le son propias pero que les daría un inusual poder en momentos delicados en los que la justicia actúa contra malandrines, algunos en sus filas.
Para mientras, la PNC hace su mejor esfuerzo y las fuerzas interinstitucionales de tarea han dado resultados que reflejan éxitos en la lucha contra la criminalidad común y organizada. Sin embargo no todo el mundo desea mantener ese nivel de logros y procuran minar el sistema que funciona para que, precisamente, deje de hacerlo.
Lo siguiente que preveo -el tiempo me dirá si tengo razón- es la destitución de la cúpula policial que tantos logros ha alcanzado. Profesionales altamente capacitados que emplean técnicas y procedimientos científicos para la lucha contra el crimen organizado, algo que los malosos que codician tomar el poder por la fuerza no están dispuestos a soportar, y pretenderán colocar a sus peones. Un golpe de estado técnico ad hoc para este preocupante gatopardismo nacional.