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lunes, 28 de mayo de 2018

El arte de no matar


Nada justifica violar a un ser humano, mucho menos secuestrar, torturar y desaparecer a un menor

He sido militar en activo por más de 25 años. Durante ese tiempo participé en operaciones nacionales e internacionales, conjuntas y combinadas, convencionales y especiales; planifiqué acciones tácticas, logísticas y de inteligencia; aprendí técnicas de infiltración, combate, emboscadas e interrogatorio; me instruyeron en defensa personal, manejo de armas, trampas y explosivos, y transmití ese conocimiento a cientos de subordinados.  En esos años me convencí que el militar y el policía que mejor resuelven una situación son aquellos que lo hace sin disparar, sin herir a nadie, sin hacer uso de violencia.
Si sumo las horas de entrenamiento -en ocasiones interminables- llegó a la conclusión que he dedicado tanto tiempo a asimilar las técnicas antes descritas, como a aprender y practicar otras referidas a liderazgo, resolución de problemas, estudios de derecho internacional humanitario y de los conflictos armados y a mejorar la capacidad de control en situaciones complejas y adversas.
Lo que al combatiente le otorga ascendencia, legitimidad e iniciativa -además del necesario apoyo y reconocimiento social- no es que sea más rudo o sanguinario que el contrario sino que observe los principios rectores del derecho de la guerra, de las normas que aplican a los conflictos, de la ética en el combate y, en general, todos los principios universales que se refieren o regulan los enfrentamientos armados. Por el contrario, lo denigra y envilece: el juego sucio, emplear métodos prohibidos, usar innecesaria violencia -mucho menos extrema o gratuita-, torturar, violar o actuar como un criminal o sin valores ni principios. Si se quiere conservar la superioridad moral y justificar el quehacer propio, no es de recibo emplear métodos que están fuera de esos principios generales del Derecho. Cuando eso ocurre, se deja de defender a la patria y se la traiciona; se cruza la línea de lo incorrecto y se incursiona en una jungla en la que la ley del más fuerte prevalece, y no siempre es la de uno.
El militar, el policía, el empresario, el profesional, se diferencian del subversivo, del delincuente, del terrorista, del que hace piratería o del que actúa sin cualificación, en que los primeros cimientan su actuación en principios técnicos y morales y, los segundos, en falsedades, violaciones a las normas, violencia, miedo o juegan sucio. Es por ello que la observancia del Estado de Derecho, de las reglas que guían la convivencia entre personas y el respeto a los derechos de los demás, son pilares necesarios del actuar humano, cualquiera que sea la situación. Las sociedades exitosas que han resuelto conflictos, muchos de ellos enquistados por años, son aquellas que actuaron dentro de ese marco de legalidad que concede la razón moral para confrontar cualquier situación, a pesar de los costos del momento, porque de no hacerlo, el precio que finalmente se paga es muy superior.
Nada justifica violar a un ser humano, mucho menos secuestrar, torturar y desaparecer a un menor ¡NADA! Y cuando un sociedad admite -no importa cómo lo haga- ese tipo de crueldades, debe tomarse un respiro para meditar sobre el nivel de hastío o podredumbre mental en que se encuentra. La paz como objetivo de convivencia requiere asumir la responsabilidad de actuar legal y correctamente y establece un muro infranqueable construido con el respeto absoluto a los derechos de los demás.
No es aceptable justificar jamás un crimen con excusas ¡Con ninguna!, y es necesario encontrar la forma -que existe- para que la juventud de este país se desarrolle sin el peso de la losa del pasado que no hemos superado y que sacamos fantasmagóricamente a pasear de vez en cuando.

lunes, 21 de mayo de 2018

Charamiladas gubernamentales


Una sociedad que justifica demasiadas cosas, permite muchas más y es indolente con la mayoría     

De regreso a Guatemala el Presidente tiene asuntos con los qué “distraerse”. Independientemente del análisis político del cambio de la embajada a Jerusalén, el viaje arroja un salgo negativo en transparencia. Siguen sin entender -a pesar de que hay suficiente literatura- que el actuar de cualquier funcionario debe fiscalizarse, se pague con dinero público o privado. Un ejemplo ilustrativo, para comprenderlo rápida y fácilmente, es el de un empleado que va de comisión con fondos de la empresa o que viaja unos días, también de comisión, pagado por la empresa vecina. En ambos casos, es de incumbencia de su jefe porque va a tratar temas del negocio; en el primer supuesto lo hace con su dinero y, en el segundo, deja de trabajar y puede estar sirviendo a quien le cubre los gastos. Cualquiera que sea el enfoque, las explicaciones son necesarias y hay que dejar de excusarse en que es “cortesía”, “regalo” o cualquier otro calificativo. No hay almuerzo gratis, menos un avión y hotel de $500/día.
El propio gobierno se ha contradicho al intentar aclarar quiénes viajaron, cuantos acompañaron y cómo se pagó el viaje y la estancia en Israel. Lo malo no es ocultarlo sino creer que no hay que explicarlo, lo que refleja una importante y preocupante deficiencia de ética que debe hacernos reflexionar sobre los valores a exigir a quienes ocupen puestos de responsabilidad. El funcionario está al servicio de los ciudadanos y su actuar, sufragado con dinero público o privado, requiere de rendición de cuentas.
Otro de los pendientes -aprovechado por agitadores para sus fines- es el caso de los Bitkovs. La jueza cumplió el mandato de la Corte de Constitucionalidad pero volvió a enjuiciar al señor Bitkov por lo que resulta evidente: uso de identidad falsa y continuado actuar doloso, al ignorar el procedimiento normado para formalizar a cualquier migrante que entra legalmente al país. Poco a poco -el tiempo es el mejor juez- se disipan los argumentos iniciales y visualiza el uso interesado de ciertos grupos y personas y la orquestada presión a senadores norteamericanos -incluso pidiendo a gritos que les envíen cartas- para volver esto un tema ideológico, aunque el fondo no sea otro que atacar la justicia ¿Les otorgarán asilo presidencial?
La tercera preocupación se deduce tras las primeras declaraciones de la nueva Fiscal Genera y debió de generar pánico entre quienes pensaban que las cosas iban a cambiar drásticamente de rumbo, algo similar a lo que ocurrió con el último relevo de embajador norteamericano. En aquel entonces la salida de Robinson generó en algunos “muchas esperanzas, sin embargo el tiempo ha dejado claro que estamos igual, aunque con otras formas, y eso es precisamente lo que creo que hará la próxima fiscal: cambiar de estilo pero no de esencia, rompiendo el corazón de muchos extremistas.
El problema estriba en que la clase política y demasiados ciudadanos, siguen pensando que lo pueden hacer todo a su particular capricho, al margen de la ley, del respeto y de la transparencia. Somos una sociedad que justifica demasiadas cosas, permite muchas más y es indolente con la mayoría. Aquello de tolerancia cero no debe ser una frase ni una aspiración, sino una realidad y un objetivo permanente.
La ética sigue siendo asignatura pendiente en este país y exigírsela a otros -paracundismo ético- cantaleta para justificar nuestra propia conducta alejada de principios de bien. Este país no será diferente hasta que no cambiemos, comenzando por nosotros mismos, algo que no terminamos de entender o peor, no estamos dispuestos a asumir.

lunes, 14 de mayo de 2018

Me cansé de rogarle…


No se debería seguir postergando el debate sobre qué hacer en Guatemala en el corto plazo
  
Creo que usted, como yo, percibe hartazgo de este ambiente tan espesamente cargado. Todo es negatividad, malas noticias, descrédito, falta de gobernanza, acusaciones -reales o falsas-, dimes y diretes y un sin fin de cosas que terminan debilitando, cuando no envenenando, el espíritu y las buenas intenciones. Es imposible continuar así y aunque no hay mal que cien años dure, tampoco cuerpo -y alma- que lo resista ¡Ya basta!, hay que poner un alto.
Tantas descalificaciones y descalificados que cuando se piensa en alguien que pueda generar consensos, extender puentes o convocar a un diálogo nacional, no se encuentra a nadie. Al parecer no quedan interlocutores con capacidad de convocatoria que permitan alcanzar consensos básicos. El Presidente que debería ser quien lo hiciera y condujera, está secuestrado y con evidente síndrome de Estocolmo, y acepta complacientemente cualquier propuesta del entorno oscuro que le rodea. Habría que preguntarse dónde está la alternativa vicepresidencial, pero su silencio, “discreción” y ausencia, tampoco lo convierte en alguien que lidere tal empresa. Mientras la economía se hunde, emergen grupos espurios y la conflictividad y la agitación se manifiestan de forma interesada, en un país con partidos políticos sin planes, inteligencia sin inteligentes, justicia con caprichos, presos sin condena, honorables congresistas sin decoro, sindicatos depredadores y súbditos autoarraigados en su propio país.
No se debería seguir postergando el debate sobre qué hacer en Guatemala en el corto plazo. El Congreso se ha enrocado y únicamente se oyen voces retadoras que piden la destitución del PDH -sobre la base de sentimientos y emociones pero sin razón legal alguna- o animan a aprobar grotesca e incompresible legislación. En el medio están voluntariamente atrapados demasiados congresistas grises, mediocres y apocadamente callados que apenas hacen algún sucinto comentario porque “no quiere señalarse” ni asumir el protagonismo que el momento les reclama. Un inútil conglomerado que pagamos caro y que no sirve a una ciudadanía hastía y demandante -cada vez más- de acciones simples como sería la modificación de la ley electoral y de partidos políticos, la normativa sobre el servicio civil y cambios a la ley de contrataciones del estado, entre otras.
Muchos no entienden -o no quieren entender-, aunque la historia lo muestra, que en estas situaciones se suelen tomar dos rumbos. Uno, desviado hacia el autoritarismo y el golpe técnico, en la medida que se emiten normas que terminan destruyendo la división de poderes y legalizando situaciones inaceptables, Venezuela es un buen ejemplo. Otro, la superación de los obstáculos y la marcha hacia el republicanismo real, en el que la corrupción es fuertemente castigada, las leyes generales son pilares del Estado de Derecho, la seguridad es el factor trascendente para el desarrollo y las garantías jurídicas motor de atracción de inversión.
No se si  CICIG se irá -como se ha pedido a los embajadores de Suecia y Venezuela- y tampoco cual será la incidencia en el futuro de la política exterior norteamericana, pero si tengo claro que la polarización nos puede terminar destruyendo a los ciudadanos honrados que son mayoría.  En breve comenzaremos un nuevo ciclo con fiscal general y PGN recién nombrados, así como el inicio del proceso de cambio del Contralor, y si no nos reorientamos de inmediato creo que no habrá otra oportunidad, y no visualizo nada mínimamente esperanzador.
En las próximas elecciones, hay que desembocar en un gobierno de transición, algo que no hemos logrado todavía ¡Dejemos de ser tan indolentes!, salgamos de la polarización y sobrepongámonos a la corrupción; lo primero es ideológico, lo segundo de principios fundamentales.