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lunes, 28 de febrero de 2022

Colombia: aborto y “triunfo feminista”

El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia

Quienes tenemos hijas nacidas con 24 semanas de embarazo sabemos, por experiencia, que tienen vida plena y muchas de ellas culminan una carrera universitaria en ciencias exactas, de esas que les cuesta cursar a algunos que agotaron el tiempo de gestación. Un parto fortuito y prematuro las puso en esta vida y la lucha fue dura por momentos, pero la alegría de verlas desarrollarse es algo muy gratificante que nunca entenderán, seguramente, quienes festejan terminar con vidas a esa temprana edad, como recientemente se aprobó en Colombia. Es vergonzoso que en una sociedad -supuestamente con valores- ciertas personas se alegren de que se pueda asesinar a seres humanos con 24 semanas -con cualquier tiempo- especialmente cuando la mayoría de los abortos proceden de relaciones consentidas. Puede que equivocadas o fallidas, pero permitidas por ambos padres, y es aquí donde surge otro tema: la paternidad responsable.

El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia. Sin embargo, reivindicaciones feministas -quizá hembristas- se han apoderado de un discurso del que el hombre -cobardemente hay que señalar- ha preferido ausentarse. Si “nosotras parimos, nosotras decidimos” es un lema femenino, habría que promover otro paralelo masculino: “el hijo también es mío”. Es imposible concebir a un ser humano -violación excluida- sin que dos se pongan de acuerdo. Por tanto, desde que hay libre consenso para tener relaciones sexuales surge una responsabilidad que ambos deben de asumir, y no eludir, y si no utilizan algún método anticonceptivo o éste falla, puede haber un embarazo no deseado y ser progenitores de una criatura ¡Eso se sabe!, y asumen el riesgo. 

Sin embargo, el hombre huye cobardemente de sus responsabilidades -y derechos- y por conveniencia deja en manos de la mujer el “problema”, que se resuelve destruyendo una vida con el aplauso de muchos y la aquiescencia estatal. Y todos contentos, porque el inconveniente queda resuelto y los nonatos no reclaman, opinan, demandan judicialmente ni votan. En ciertos lugares pretenden, incluso, que eso se haga con dinero público y sean ciudadanos responsables quienes paguen las fechorías de otros. Lo de siempre: políticas asistencialistas aplaudidas por insensatos y escasas políticas de sensatez de las que pocos gustan.

Se elude en el debate social y se diluye en las protestas, la responsabilidad de ambos padres, además del derecho a la vida del ser humano concebido, y “se embarazó” es la expresión impersonal más adecuada del neolenguaje utilizado para evitar otra que conlleve exigencia ¡Qué contrasentido más grande que movimientos ciudadanos contra la pena de muerte y la crueldad con los animales deleiten a sus integrantes con estos “logros” contra humanos!

Miren ustedes damas con “derecho a su cuerpo” y hombres pusilánimes y ausentes: muchos miramos con dignidad, respeto y amor a nuestros hijos nacidos con ese tiempo y nos sentimos enormemente orgullosos de verlos con vida y no haberlos asesinado. No voy a decir que ustedes dan pena, sino repulsión, porque matar a un ser indefenso sobre la base de que no están dispuestos a asumir la responsabilidad de un embarazo que ustedes mismos provocaron, no puede ser mas que deleznable, condenable y punible. Sin embargo, la vida va por otros derroteros y quizá quienes así pensamos no hemos sabido ser tan modernos y progresistas.

Cada vez que se crucen con alguien o incluso se miren al espejo, piensen que en cada grito que emiten de apoyo al aborto, o con el silencio que guardan por no reclamar el derecho a la paternidad, hay un ser humano que pudo ser, seguramente muy superior moralmente a ustedes.

lunes, 21 de febrero de 2022

La justicia: ¿medio o fin para quién?

La preocupación norteamericana por el control regional pasa, incluso, por congraciarse con un gobierno del entorno del Foro de Sao Paulo

En menos de 24 horas ocurren “casualmente” tres hechos: la publicación de graves señalamientos contra el presidente Giammattei en El Faro; la solicitud de extradición por parte de USA del expresidente hondureño; y la aparición de un testigo que desmiente parte de lo publicado en aquel medio y denuncia al exfical Sandoval y a la jueza Aifán de presionarlo y manipularlo. Lo anterior “coincide” en un trascendente momento político-social como es la elección de fiscal general, y en el año de otros dos procesos importantes: elección del PDH y del Contralor General ¡La tormenta perfecta! En política hay más causalidades que cosas fortuitas, y esas jugadas parecen impulsarse activamente desde una administración norteamericana que da palos de ciego frente a notorios fracasos por el control geopolítico regional y la migración. 

Tras movimientos geoestratégicos de China y Rusia, Estados Unidos reacciona para intentar recuperar el poder perdido y, de paso, dignificar sistemas judiciales que no responden a sus ciudadanos. Sin embargo, la celeridad con la que piden extraditar al expresidente hondureño silencia y contrasta con la cantidad de “nuestros” delincuentes, acogidos por los USA, que circulan libremente por su territorio e impiden que sean juzgados aquí. La reciprocidad pareciera no ser parte de las relaciones diplomáticas y las reglas del juego ser diferentes ¡Bienvenidos al realismo político!

La preocupación norteamericana por el control regional pasa, incluso, por congraciarse con un gobierno del entorno del Foro de Sao Paulo, como el de Xiomara Castro, y apretar las tuercas al guatemalteco, los dos únicos países centroamericanos que no tienen relaciones con China, lo que no deja de ser arriesgado. En Honduras -y en Centroamérica en general- entenderán el mensaje de que finalizada la presidencia te pueden llevar gratis a Disney, y personajes que en su momento se acercaron peligrosa al chavismo pondrán ojo avizor. Sin embargo, arreglar las cosas en Guatemala requiere construir algo más duradero, y quizá encontraron otra solución. 

Por ahora no hay un candidato para las elecciones 2023 que cuente con simpatía en USA ni mucho menos con cantidad de votos suficientes para ser legitimado -más bien todo lo contrario- lo que parece condenarnos, como siempre, a votar por el menos malo. Si se logra designar a un fiscal general allegado que anule las barreras judiciales y permita el regreso de Thelma Aldana, sería de aprovechar el caudal de votos que tiene y potenciar su imagen a través de grupos, organizaciones locales y medios afines -usados como ruido social para otras cosas y ocasiones- y, automáticamente, tendremos -en un país que adora los caudillismos- la candidata perfecta. En cuatro años, será ella quien designe al nuevo fiscal general y, cuando acordemos, la estrategia de control indirecto -ahora debilitada- estará consolidada. El poder es el fin; la justicia el medio…, y felices los cuatro.

Puede gustar o no de la idea conspirativa, pero sería muy apropiada para una administración norteamericana -con activa efervescencia ideológica doméstica- que pretende recuperar el control en la región para evitar, como en la Guerra Fría, la presencia de potencias hostiles y de paso conformar una justicia que, sin negar que sería mejor para cada país, sirva primordialmente a los intereses de quienes mandan. 

Relájese, licue todo lo anterior y hágase su juguito mañanero. Reflexione, intente encajar las piezas y decida que pinta usted como ciudadano con derechos en todo esto. Yo lo hice hace días y llegué a la conclusión del emoticón del gato: “la ignoración”. Y es que, aunque nos creamos algo, no somos más que peones desechables, y como dijo Rousseau: “…, todo hombre nacido para esclavo nace para la esclavitud…”

lunes, 14 de febrero de 2022

¿Instituciones o personas?

En ese simplismo, los “buenos” nunca hacen cosas malas y los “malos”, evidentemente, no llevan a cabo actuaciones correctas

Seguramente usted no sabe -y tampoco lo haya escuchado- que el presidente de la Confederación suiza se llama Ignazio Cassis, el jefe de estado austriaco es Alexander Van der Bellen o que Claire Hédon es la Defenseure de droits en Francia. Pero tranquilo, no se desanime, es muy probable que tampoco lo sepan los suizos, los austriacos o los franceses. Y es que las democracias exitosas, las sociedades organizadas sobre principios y valores, exigen que las instituciones funcionen y no se preocupan tanto por quien está al frente de ellas. Se trata, en definitiva, de apostar por la institucionalidad y no por el personalismo, como forma contrapuesta a la anterior. 

Por estos lares hablamos de jueces, fiscales o políticos con nombre y apellidos y se ataca o defiende a la persona, la mayoría de las veces sin entrar a analizar otros asuntos. Si se llama de tal manera es bueno y defendible, pero si responde a otro nombre, entonces se le condena, independientemente de las razones. En ese simplismo, los “buenos” nunca hacen cosas malas y los “malos”, evidentemente, no llevan a cabo actuaciones correctas. El fondo de la cuestión no importa porque la forma es lo esencial, nada diferente a la hipocresía nacional en otros ámbitos. El país, la región, el hemisferio parecen estar diseñados para guardar las apariencias y que sean los menos posibles quienes se enteren de la realidad, aunque eso sea lo verdaderamente importante.

En lo cotidiano ocurre lo mismo, independientemente de que el ambiente sea urbano o rural. Se habla de tal familia o apellido y eso importa muchísimo a la hora de establecer relaciones. La persona no es tan importante como su abolengo, en esta sociedad conservadora, rígida, arcaica hasta cierto punto, y la “promo” sustituye a la meritocracia. Desconozco -aunque puedo intuirlo- que esa forma de actuar se ancla en la particular independencia que tuvo el continente y los caudillos del momento. Hasta ahí es comprensible y justificable, pero 200 años después es para que hubiésemos evolucionado. 

Este trauma invisible confunde a muchos que terminan por votar a personajes, no a programas políticos; a planillas encabezada por un determinado atractivo en la primera posición, en vez de analizar la propuesta, y discuten sobre jueces, fiscales, magistrados o autoridades, según el nombre que tengan, importando poco el análisis de los que juzgan o como hacen las cosas. La institución es neutra, el caudillismo personal. La primera desarrolla un determinado comportamiento aceptado por mayoría, por lo que no importa quien esté al frente; el segundo está a capricho del cabecilla que determina qué o cómo hacer, y sus veleidades se imponen a la norma. Quizá sea una de las razones de que el presidencialismo sea, en la mayoría de los países que tienen tal sistema político, un fracaso frente a los parlamentarismos de sociedades desarrolladas. En América, que está llena de tales formas de gobierno, generan sonadas desilusiones sin importar la ideología, porque en el fondo el problema principal que aflora es justamente el de la persona al frente: Kirchner, Ortega, Castro, Zelaya, Uribe, Bachelet, Evo, Correa, y un largo etcétera de personajes que gustan a unos u otros, pero que no siempre consolidan instituciones.

Guatemala no es una excepción sino un ejemplo más a incluir en esa relación. Nos debatimos entre Porras, Aifanes, Thelmas, Menchús, Arzús o Torres, dejando el tema de la institucionalidad al margen porque la persona es lo morboso de la discusión. No aprender nos lleva al fracaso continuado, así que mejor buscar quien será el próximo líder, al mejor estilo norcoreano ¡Ellos si saben de eso!


lunes, 7 de febrero de 2022

Contumacia y comisiones de postulación

El sentido común, la razón y el buen proceder deberían ser suficientes para arreglar las cosas ¿Por qué no se hace?

Repetimos periódicamente un insustancial debate sobre cómo mejorar las comisiones de postulación, pero nada se concreta. Un vez tras otra se cometen los mismos “errores” que ya son familiares, y se insiste en idéntica actuación: amparos, críticas, señalamientos, reproches…, ineficacia finalmente. Ya sabemos qué significa aquello de “querer cambiar las cosas haciendo lo mismo” y cómo nos convierte, cuento menos, en inútiles. Los hechos parecen indicar que no queremos renovarnos, porque mientras haya un margen de subjetividad en los procesos se podrán acomodar a criterios particulares, y así elegir a conveniencia a jueces, magistrados, fiscales o contralor.

Hay cuestiones tan racionales que parece imposible que no sean incorporadas a la legislación, lo que abona la teoría anterior del interés particular y del manoseo. Una se refiere a la tabla de gradación, que debería estar publicada con años de antelación, de forma que los aspirantes sepan cuáles son las condiciones y no elaborarse al inicio del proceso, con el riesgo de adaptar las condiciones a los postulantes, al saberse quienes podrían ser. Otra es el voto, porque teniendo en cuenta que hay suficiente literatura en relación con el voto secreto -el que más libertad ofrece al votante- parece contraproducente que se exija público y comentado, lo que implica que quien lo haga tenga que enfrentar el rechazo, la crítica o el ruidoso y mediático castigo de aquellos que consideran que no eligió como ellos querían; una suerte de moderna inquisición. Una tercera se refiere a los decanos que participan. Algunos son nombrados días antes de que de inicio el proceso, con lo que se corre el riesgo de que puedan designarse para un fin específico y no para ocupar la dirección de la facultad, que debería ser el objetivo principal. Es sencillo arreglar este problema para evitar la picaresca: impedir la participación de decanos que no lleven, al menos, uno o dos años en el correspondiente cargo. Otra cuestión son las universidades que tienen únicamente una o dos facultades: derecho o economía, porque se organizaron precisamente para participar en estas comisiones. Sencillo: una universidad que no cuente con cierto tiempo de antigüedad y haya egresado al menos una promoción o carezca de cinco o seis facultades activas, no debería de participar en estas comisiones. 

Por último, es un sinsentido, una perdida de tiempo y de esfuerzos, además de una somera estupidez -salvo que el interés sea el de darle forma a un proceso para después hacer lo que se quiera- que tras arduo trabajo de clasificación de los aspirantes para colocarlos por orden de puntuación, se vote para seleccionar a otros diferentes. No creo que haya, en todo el proceso, hago más mentecato. Si establecer un orden por puntuación se puede considerar objetivo, ¿qué sentido tiene elegir después? Se puede, incluso y como parámetro neutral, agregar el sorteo como método de selección en caso de empate o para la designación definitiva.

En conclusión, la racionalidad es lo que menos impera en estos procesos y debería ser justamente lo que primara. John Rawls dio pistas hace muchos años con aquello del “velo de la ignorancia”, pero para quien no lo haya leído, el sentido común, la razón y el buen proceder deberían ser suficientes para arreglar las cosas ¿Por qué no se hace? La respuesta es muy simple: cada cual jala para su lado y no hay intención alguna de diseñar procesos impersonales y neutros ¡Miente quien diga lo contrario!, aunque se de golpes de pecho queriendo presentar modelos que dicen dejar a un lado la subjetividad pero permiten señalar con el dedo a su preferido.