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lunes, 28 de marzo de 2022

Esa nuestra “cultura judicial”

Las pruebas no eran importantes porque desde que se publicaba el nombre había una condena implícitamente aceptada por parte de la ciudadanía

Que la justicia no funciona en Guatemala como quisiéramos y corresponde a un Estado de Derecho no es, lamentablemente, nada nuevo. De hecho, más de la mitad de los presos lo son de forma preventiva sin que hayan tenido un juicio condenatorio, y algunos cumplen más tiempo detenidos del que finalmente pueden ser condenados. Eso que pone los pelos de punta, al ser profusamente difundido en medios y redes sociales: persecuciones, acusaciones falsas, exilio, denuncias espurias que se agilizan, etc., ha sido una constante por años, aunque pareciera no haber preocupado antes con la misma intensidad que ahora. 

Es lamentable, muy lamentable, que el sistema judicial esté en predicamento en mayor medida, incluso, que el putrefacto sistema político, al que ha terminado por anclarse y del que se nutre, al igual que el narcotráfico y el crimen organizado ¿Cuánta culpa tenemos los ciudadanos por aceptarlo y permitirlo, cuando no alentarlo? El sistema ha terminado por diseñarse -o ha evolucionado- para obtener los resultados que se observan, y la irresponsable actuación de ciertos jueces, fiscales y magistrados es algo sobre lo que debemos de reflexionar seriamente, porque es la única forma de cambiar lo podrido, suficientemente detectado. 

Con la llegada de Cicig, la ciudadanía generó ciertas expectativas y esperanza de cambio, pero también nos acostumbramos a vitorear capturas, allanamientos, acusaciones y shows mediáticos con aquellas exposiciones y comparecencias de autoridades que determinaban quién era culpable, mucho antes de ser juzgado. El odio, la sed de venganza, el rechazo y ciertos añadidos ideológicos, permearon demasiadas actuaciones, las permitieron, las elevaron a rango de definitivas y era difícil llevar la contraria salvo que se asumiese el riesgo de ser señalado de corrupto, algo que sigue ocurriendo. Oficialmente se desató la “persecución correcta” de todo aquel que se consideraba, por determinados sectores, un peligro histórico.

La institución internacional hizo publicaciones en las que señalaba, denigraba y presionaba a jueces, abogados, fiscales, magistrados y otras personas, y no siempre con motivos. Las pruebas no eran importantes porque desde que se publicaba el nombre había una condena implícitamente aceptada por parte de la ciudadanía, sin mayor discusión ni análisis. El vespertino La Hora decía (2009) bajo el titular “CICIG da pruebas contundentes contra los magistrados electos”: “Los señalados por Castresana, con todo y pruebas, hoy fueron: [varios nombres]…., Thelma Esperanza Aldana”, y añadía sobre ella: “…, en méritos de proyección humana que comprende participación en organizaciones y asociaciones en defensa del Estado de Derecho; Pro Derechos humanos; y defensa y promoción de multiculturalidad obtuvo cero puntos. Luego fue fiscal general alabada y condecorada ¿Cuántos otros de aquellos vilipendiados nunca fueron acusados ni condenados judicialmente? La Cicig desapareció, pero cierta sed de venganza y resquemor siguen presentes, incluso en mayor medida, y se continúan allanando, deteniendo y encerrando a personas que, con señalamientos ficticios, son alegre y públicamente acusados. Y es que seguimos en las mismas, sin haber arreglado el problema ni hecho reformas que impidan que esas cosas ocurran. 

¿Estamos por el cambio o gustamos más de shows, ruidos, señalamientos de quienes nos disgustan y actuaciones más viscerales que racionales? Ese sería el debate a promover en pro de alcanzar paz social, pero sobre todo justicia, y sacar de la ecuación a quienes disfrutan con denuncias espurias o uso del poder como herramienta de ataque y presión al contrario. Me da, sin embargo, que hemos elevado la irracionalidad y la visceralidad a virtudes nacionales y lo que realmente queremos es que prevalezca nuestro criterio, pero no la justicia ni mucho menos adecuados marcos legales.


lunes, 21 de marzo de 2022

De comisiones, hermetismos y procesos

Si algo caracteriza al actual proceso -guste o no el fondo, los aspirantes o lo que se quiera- es justamente la transparencia

Un medio escrito publicaba recientemente sobre el hermetismo de la comisión postuladora que selecciona a los aspirantes a fiscal general. Aunque soy crítico de las Comisiones de Postulación, y de los errores cometidos, no puedo estar más en desacuerdo con dicha apreciación. 

Si algo caracteriza al actual proceso -guste o no el fondo, los aspirantes o lo que se quiera- es justamente la transparencia. Todas las actuaciones han sido públicas y desde el inicio uno de los decanos funge como portavoz y atiende a los medios, además de responder las preguntas que se le formulan. La concentración de la vocería es positiva al llevar la línea de comentarios de una manera institucional y no particular, dispersa y confusa.

Consecuencia de lo anterior, los postuladores no han aceptado entrevistas personales ni han consentido reunirse con grupos, personas u organismos, evitando el riesgo de ser presionados, convencidos o criticados por el hecho de atender a ciertos interesados en el proceso. La forma está siendo guardada en todos sus aspectos -al menos de momento-, se puede acceder a las actuaciones internas y las respuestas si se buscan se obtienen en el vocero.

Lo que no ha habido en esta ocasión -quizá de ahí el “disgusto” de algunos- son declaraciones diferentes de cada postulador para luego contrastarlas, confrontarlas o desdecirlas, lo que ha permitido en otros momentos presentar discrepancias internas, intereses de grupitos formados en el seno de la comisión o señalar a tal o cual decano como cercano a cierto aspirante o corriente, cuando no crear interesadas narrativas. Algo aprendieron con la experiencia y ese orden reglado es evidente que no gusta a quienes desean comprometer porque no deja muchas brechas por donde emprender la acometida.

Respecto de las tachas es oportuno hacer un poco de memoria histórica. En esta convocatoria se recibieron un total de 33, aunque Claudia Paz y Paz recibió -ella sola- en el proceso en qué se presentó para la reelección, treinta. Así que el ruido del alto número parece no hacer honor a la estadística de otros momentos. A pesar de las lecciones aprendidas en situaciones pasadas, se siguen presentando impedimentos basados en meros recortes de prensa o comentarios en redes sociales que son desechados, a pesar de que algunos consideran que cualquier manifestación aunque no esté demostrada es suficiente para deslegitimizar al aspirante. Los hechos que quedarán para la discusión, y que levantarán pasiones y titulares, serán los del “plagio de la tesis” y “la inclusión en la lista Engels”, además del perfil de un candidato relacionado con una constructora.

En relación con todas estas sensaciones, animo a ver la película “Confirmation”. En ella, un joven Joseph Biden preside una comisión del senado norteamericano que analiza la denuncia de una mujer contra un aspirante a magistrado de la corte suprema de justicia de aquel país. Entre dimes y diretes, la conclusión de casi todos -perdón por el adelanto- es que el debate no termina por esclarecer si lo denunciado ocurrió o no y únicamente deja la opción de apostar por creer a una o al otro. Los hechos no pudieron demostrarse, lo que, en valoración de analistas y políticos, no aportó al proceso más que polarización y confrontación, ¿le suena? “O conmigo o contra mi”, pareciera ser la dicotómica selección que nos proponen. Lo importante parece ser por quién apuesta usted o a quien maldice, sin entrar a analizar situaciones concretas ni mucho menos a debatir con fundamento. Y es que cada día estamos más cerca de atrofiar el poco nivel de razonamiento que nos va quedando, y parece que lo aceptamos con gusto o resignación.


lunes, 14 de marzo de 2022

¿Radicales, ignorantes o distractores?

Es un atentado a la libertad y un grave insulto a la razón, prohibir que se hable o enseñe sobre la normalidad de conductas distintas a la heterosexualidad

Cuando se legisla “en paquete” y se mezclan temas, se corre el riesgo de que el resultado sea una amalgama compleja y contaminada. Es el caso de la ley para la protección de la vida y la familia, que incorpora asuntos como la protección a la vida, la familia y la diversidad sexual. Un galimatías que da mucho de que hablar y será vetado o judicialmente anulado. A favor de ella votaron 101 diputados, 8 en contra y perdidos en lo políticamente correcto 51 ausentes ¡Qué vergüenza desaparecer en momentos críticos!

En los considerandos se habla de “prácticas incongruentes con la moral cristiana”, lo que provoca el primer llamado de atención, ya que la laicidad estatal debería ser un hecho, a pesar del desafortunado inicio constitucional de “Invocando el nombre de Dios”. La iglesia católica se ha decantado por la protección civil de las parejas del mismo sexo, así que hay que aclarar el significado de “moral cristiana” dañada. Desde luego no la mía.

Todos conocemos a personas de la diversidad sexual, seguramente tenemos familiares, y hemos podido comprobar que la conducta sexual no se adopta graciosamente sino que, desde temprana edad, es consustancial con la esencia humana.  Es un atentado a la libertad y un grave insulto a la razón, prohibir que se hable o enseñe sobre la normalidad de conductas distintas a la heterosexualidad. Inculco a mis hijos, y ellos advierten,  que la preferencia sexual no es un capricho al que se acoge cada uno en el momento que le apetece, sino que surge naturalmente en la medida que despierta la sexualidad. Como profesor, enseño que cada persona puede compartir su vida con quien desee, porque la libertad está por encima de legislaciones vacías, erradas, hueras, opresoras, intolerantes. 

En otro apartado, la ley tacha de anormal la conducta no heterosexual, aunque el diccionario de la lengua española contempla tres acepciones para “anormal”: 1) Que accidentalmente se halla fuera de su natural estado o de las condiciones que le son inherentes; 2) Infrecuente y 3) Persona cuyo desarrollo físico o intelectual es inferior al que corresponde a su edad. La primera no es aplicable, porque no es “accidentalmente” que alguien se encuentra fuera de su estado, sino natural e incontrolablemente. La segunda, pudiera serlo en la medida que fijemos un porcentaje de frecuencia y quizá desde esta perspectiva se pudiera incluir el término, pero al tener acepciones peyorativas no parece adecuado. La tercera está totalmente fuera de contexto. 

Finalmente, las madres solteras -amplio colectivo en el país- no pueden ser familia nuclear, y quedan desprotegidas y estigmatizadas ¡Vaya legisladores!, y que pena quienes huyeron del voto en contra Inadmisible que el radicalismo se sobreponga a la razón o las creencias religiosas a la realidad y a la ciencia.

No soy homosexual pero pude haberlo sido, o alguno de mis hijos. Tengo amigos homosexuales a quienes respeto profundamente y admiro por la lucha constante frente a demasiados intransigentes. Comparto con alumnos que lo son y a quienes voy a seguir enseñando sus derechos y, al resto, a debatir racional y sensatamente este tema para evitar que el autoritarismo irracional, el radicalismo religioso o la intransigencia política los condenen, y peor aún los expongan a ser agredidos. 

Esta norma viola derechos y coarta la libertad, pero sobre todo desnuda el nivel de cortedad discursiva de quienes la proponen, apoyan o vitorean. Estamos gobernados por dinosaurios, extremistas disfrazados de conservadores, cobardes que huyen, analfabetas funcionales e hipócritas irredentos que se disparan en el pie porque muchos son homosexuales o conforman la antítesis de la familia modélica que pregonan.

lunes, 7 de marzo de 2022

El pintoresco orden internacional

A la fecha, las sociedades occidentales no están por la pelea, y dos no discuten cuando uno no quiere

Una vez finalizado cualquier conflicto se suelen extraen lecciones aprendidas. En el de Ucrania, se pueden deducir muchas cosas cuando apenas ha comenzado. El realismo político se impone nuevamente al idealismo. Aquello de “quien golpea primero, golpea dos veces” se convierte en la forma de accionar que genera resultados más rápidos, y muchos de ellos duraderos. Las peticiones de paz en el mundo, las sutiles amenazas de occidente o las protestas ciudadanas, no disuaden a Putin de alcanzar sus objetivos político-estratégicos. El silencio de China se traduce en apoyo velado enmarcado en aquel viejo trabalenguas: “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, y ya veremos Irán por donde sale.

Europa se ha acostumbrado a estar bajo la sombra de USA y no desarrolla un sistema de seguridad propio y efectivo con el que enfrentar amenazas. Se habituó a que sea Estados Unidos quien lidere y financie, y eso no es sostenible ni conveniente por mucho más tiempo, algo evidenciado por Trump pero a lo que pocos prestaron atención. Cada uno debe de asumir la responsabilidad de su seguridad y Europa evita ese debate social en el que hubiese fracasado antes de la invasión a Ucrania, y seguramente ahora también.

Las economías interconectadas es otra de las variables de la crisis, porque las sanciones afectan tanto a quienes las imponen como a aquellos que las “sufren”. Se puede cortar/limitar la cadena de suministros al oponente, pero cuando aquel proporciona petróleo y gas en abundancia es difícil hacer algo contundente sin perjudicarse, más allá de decisiones maquilladas o políticamente correctas. Este tema generará en el futuro propuestas estratégicas de desglobalización.

El concepto “guerra” es otra cuestión. No hay guerras, conceptualmente hablando, desde la segunda mundial. Me parece acertada -y curiosa- la denominación utilizada por el ministro ruso de relaciones exteriores: “conflicto militar especial”. Los rusos pagarán el precio de la reconstrucción ucraniana y no están por la destrucción total, algo que tampoco sería admitido por una sociedad que vive en directo las operaciones militares. Alcanzar al menor costo posible objetivos estratégicos que permitan la rendición o la negociación con el contrario, pareciera ser lo deseable. La destrucción o la persecución del enemigo son términos desaparecidos de los manuales militares.

Es oportuno también reflexionar sobre aquel principio bélico de “voluntad de vencer”, como firme propósito sin el cual es imposible acometer un enfrentamiento. A la fecha, las sociedades occidentales -las europeas más que las americanas- no están por la pelea, y dos no discuten cuando uno no quiere. La sociedad occidental es pacifista, dialogante y acostumbrada a una forma de vida que descarta cualquier violencia, y parece “no comprender” las razones de otras formas de idiosincrasia en las que por convencimiento o manipulación se usan las armas. Muchos dan por consolidada la democracia y la libertad sin advertir que hay que tener empeño y decisión, pero también ejércitos y armamento, para disuadir o confrontar a los desquiciados que aparecen por el mundo.

Finalmente, el liderazgo decidido y el carácter -o la ausencia de estos- son determinantes en situaciones clave, y en esa ocasión se percibe falta de liderazgo europeo, debilidad en USA y un Putin desafiante. Las potencias luchan por su preeminencia y quizá vivimos un cambio de orden mundial en el que ocurrirá lo mismo de siempre, pero dirigido por otros. Controlar las zonas de influencia es clave para el ejercicio del poder, y lo mismo que ocurrió con la crisis de los misiles de Cuba en los sesenta y ahora vemos la de Ucrania, posiblemente la próxima sea frente al mar de la China ¡Al tanto!