Hay que ser conscientes de hacia dónde caminamos y las consecuencias de llegar al 2027 en las nefastas condiciones partidarias que hoy tenemos.
Le propongo un ejercicio fácil. Durante alguna reunión con amigos o familiares, anímelos a que identifiquen partidos políticos en el Congreso. Los más enterados presumiblemente nombren 5 o 6, a pesar de que hay 17. Antes de que se frustren, rételos a que señalen a lideres de esos partidos para las próximas elecciones del 2027. Le aseguro que, a los más, nombrarán a tres: Sandra Torres, Roberto Arzú y Carlos Pineda. Conclusión: nuevamente estamos muy mal, y además todos ellos -unos más que otras- son populistas de libro.
La propuesta preelectoral será que hay que emprender acciones contundentes contra la violencia, y promover el desarrollo económico, especialmente construyendo o mejoran infraestructura. La masa -Ortega y Gasset habló suficiente de ello- enloquecerá con los vibrantes discursos de esos candidatos -no creo que haya otros que sean conocidos suficientemente en el país- sin advertir que caeremos a los más profundo del pozo. Pero ya se sabe: ¡la miel atrae a las abejas! Con ellos, probablemente estaremos mejor en algunas cosas, pero habremos perdido libertad y democracia, y lo advertiremos cuando que sea tarde.
La situación actual, producto de una ingobernabilidad sin precedentes, provoca desasosiego, incertidumbre y una alta percepción de incapacidad política de quienes tienen las riendas del país. La sensación genera un espacio antagónico en el que se reclama autoridad -suelen referirse a autoritarismo- y decisiones políticas contundentes y radicales, que será lo que prime. Los populistas mencionados y conocidos, prometerán arreglar los problemas que agobian, y ofrecerán acciones para convencer al votante de ello. Callarán que una vez en el poder el camino al autoritarismo está trazado, y el bukelismo servirá como referencia.
Esa nefasta prohibición de hacer campaña electoral solo tiempo antes de la elecciones, blinda el panorama electoral a los conocidos e impide que otros que puedan surgir y ser conocidos con antelación. La norma cierra la puerta durante los años previos a la elección a potenciales candidatos que deberían irse presentando al público, para que el votante tomara una decisión más informada.
Todo ellos necesitarán enormes cantidades de dinero que extraerán de los fondos públicos, pero muchos antes -necesario para llegar al poder- del narcotráfico, del crimen organizado o de multinacionales sudamericanas relacionadas con medicamentos, que ya financiaron anteriores campañas. Asegurarán que es dinero “suyo”, de sus cuentas, pero el caso de la UNE de Álvaro Colom y Sandra Torres, expuesto en tribunales norteamericanos, deja claro cómo el narcotráfico donó 24 millones de dólares a la campaña de la UNE, y es una muestra de lo que se nos viene con cualquiera de los señalados y desde diferentes financistas.
Hay que ser conscientes de hacia dónde caminamos y las consecuencias de llegar al 2027 en las nefastas condiciones partidarias que hoy tenemos. Entre los incapaces y los mafiosos de la política, da la sensación de que nuevamente el voto en blanco puede crecer, aunque las condiciones antidemocráticas en las que está legislado sea un obstáculo para los ciudadanos que no quieren a ninguno de los candidatos, a pesar de ser mayoría como ocurrió en las pasada del 2023.
Seguramente, el TSE que salga electo en 2026, junto con otras instituciones, bloquee a alguno de los indicados, o a todos, lo que abrirá la puerta a que un outsider -como el que ahora tenemos o como fue Jimmy Morales- y resulte tan incapaz como el actual gobierno, o mucho más populista o ladrón que los tres citados.
No salimos del entuerto, porque la procrastinación impide modificar las normas que son ineficaces, y nos mantiene anestesiados en la idea de que con lo mismo conseguiremos otros resultados.