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lunes, 14 de julio de 2025

El enjambre de sismos

La realidad es más grave, y nadie parece dispuesto a asumir su costo, que además no recae únicamente en la administración actual

Es evidente que nadie está verdaderamente preparado para enfrentar alrededor de mil temblores en el lapso de una semana. Sin embargo, parece que este país no ha aprendido de experiencias pasadas ni de situaciones que deberían haber promovido mejoras en los servicios de atención a catástrofes, tanto en términos materiales como en el diseño de la organización y su financiamiento. Un ejemplo claro de esta mala inercia es la situación de los bomberos, quienes continúan solicitando donaciones en alcancías deterioradas en las entradas y salidas de diversas localidades.

Además, la capacidad de comunicación estratégica y el deber de informar de las autoridades de manera veraz a la ciudadanía, sobre la realidad de las distintas situaciones, son áreas en las que aún ha que progresar. Al día siguiente del sismo principal, y pasadas las 9 de la mañana -porque antes incluso parecía que no pasaba nada- el presidente fue visto recorriendo las calles de Santa María de Jesús, escoltado por un grupo de autoridades, transmitiendo visual y verbalmente una imagen de relativa normalidad. En los días siguientes, algunos diputados -del partido SEMILLA o RAICES, porque ya no se sabe a cual se adscriben- presentaron un panorama muy diferente y más drástico, y se atribuyeron logros de ayudas que, en realidad, fueron proporcionadas por ciudadanos altruistas o financiadas con fondos públicos. Esta es una clásica inversión de políticos oportunistas que no dudan en sacar provecho de cualquier situación, siempre que les garantice algún dividendo político.  ¡Cómo odio y rechazo esa actitud depredadora!

La realidad es más grave, y nadie parece dispuesto a asumir su costo, que además no recae únicamente en la administración actual. Lo que conocemos es que hay verdaderas tragedias personales en familias con casas dañadas, quienes necesitan urgentemente un lugar seguro donde vivir y acceso a alimentos, pero la colapsada infraestructura vial complica los diferentes apoyos, según informó la gobernadora. Los recursos deben llegar por caminos y largos trechos a pie o por vía aérea, lo que limita y complica el auxilio. Probablemente, conoceremos el verdadero alcance de los daños y las respuestas oficiales -como pasó con las inundaciones de Valencia (España)- tiempo después, cuando los políticos decidan hablar de manera clara y oportuna, una vez se ponga de acuerdo.

Este desastre natural, que siempre se intenta encarar desde la política, se ha producido paralelamente a un poco ruidoso debate nacional de carácter técnico -y por tanto reducido en su dimensión- sobre el endeudamiento público que el gobierno planea hacer, apoyándose en informes del FMI, aunque en moneda diferente. El organismo internacional continuamente sostiene que hay margen para contratar mayor deuda, lo cual aquí se adopta como mandamiento bíblico para justificar un presupuesto superior al deseable, aunque el actual ni siquiera haya sido gestionado con efectividad. ¿La razón? La persistente corrupción, cuya narrativa inicial sirvió como excusa, pero que ahora está agotada y resulta inaceptable un año y medio después, porque ya deberían haber  logrado erradicarla.

Los sismos, insensibles a tiempos políticos y votos, han expuesto los sistemas ineficientes que algunos afirman haber construido, así como fallas en comunicación y las estrategias económico-financieras que generalmente aplican. En un país como este, plagado de eventos varios, solemos tapar un escándalo con otro, usando la lógica popular de que un clavo saca a otro clavo. Como resultado, este asunto del sismo se disipará en unas semanas, seguido por otra situación igualmente imprevisible que nos ocupará y nos llevará a cerrar un tema para enfocarnos en el siguiente, seguramente igual de indeseable.


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