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lunes, 28 de julio de 2025

La ONU y sus cuervos

Es realmente preocupante que un organismo internacional, al cual todos contribuimos, otorgue poder a individuos que, en pleno siglo XXI, cuestionan la propiedad privada

No tengo claro cómo Balakrishnan Rajagopal, el relator especial de la ONU sobre “el derecho a una vivienda adecuada”, llegó al país. Tal vez fue invitado por el gobierno como parte de su estrategia de construcción de una red internacional de apoyo, o posiblemente vino sin previo aviso en una de esas visitas "in loco" que realizan los funcionarios internacionales cuando turistean por el mundo. En cualquier caso, lo relevante no es cómo llegó, sino lo que manifestó antes de partir cuando hizo "un llamado al gobierno para detener los desalojos y reconsiderar el enfoque legal sobre la propiedad privada".

El mencionado personaje, abogado de ascendencia india, se describe a sí mismo como un "experto en varias materias", y ocupa el citado cargo desde 2020. Sin embargo, resulta difícil encontrar información básica sobre él, como su fecha de nacimiento o su nacionalidad, lo que genera un grado desconcertante de secretismo. Se trata de alguien que percibe puntualmente sus ingresos gracias a los impuestos que pagamos, además de vivienda y jubilación, aunque parece cuestionarse que los demás conservemos lo que legítimamente adquirimos libremente.

Es realmente preocupante que un organismo internacional, al cual todos contribuimos, otorgue poder a individuos que, en pleno siglo XXI, cuestionan la propiedad privada, por cierto protegida por la constitución. Eso me parece, cuanto menos, irracional. No obstante, viniendo de una entidad como las Naciones Unidas, parte de cuyas agencias han sido cuestionadas, por ejemplo, en Gaza por contratar a personas cercanas a grupos terroristas como Hamas, incluyen y privilegian a la  dictadura cubana en su consejo de derechos humanos, o no señalan ni condenan contundentemente los regímenes de Venezuela, Nicaragua o Cuba, resulta comprensible. Por tanto, no sorprende la postura de ciertos líderes, incluyendo al actual presidente de los EE. UU., cuando manifiestan su voluntad de retirarse de determinados organismos debido a su manipulación e ineficiencia. En resumen, Naciones Unidas parece haberse convertido en un club de izquierdistas que no practican lo que predican: pagar más impuestos y evitar los privilegios. La mayoría de sus miembros -como ocurre en otros organismos internacionales- están exentos de ciertos impuestos tanto en el país donde trabajan como en su país de origen, disfrutan de privilegios de inmunidad, generosas jubilaciones, y -sin ningun escrúpulo- aprovechan los salarios "de miseria" que ellos mismos critican en los países donde operan, pero que son los que pagan a los nacionales que contratan para su servicio.

Que un comisionado internacional sobre “el derecho a una vivienda adecuada” haya podido afirmar, sin recibir respuesta o reprimenda por parte del gobierno, que es necesario detener los desalojos -lo cual equivale a promover y garantizar la invasión de propiedad privada por parte de grupos de delincuentes-, y que además se le haya permitido concluir su idea al proponer esa barbaridad sobre "repensar la propiedad privada", refleja el grado de cobardía y servilismo de quienes nos gobiernan. ¡Y no justifiquen esas acciones bajo el calificativo de prudencia!

Es importante que esos personajes vivan la experiencia de ver cómo sus propiedades, que resguardan en países donde no intervienen, son invadidas y expropiadas por gobiernos dictatoriales a los que tampoco confrontan ni condenan. Así podríamos ver si continúan incorporando esas ideas en discursos políticamente correctos para cierto público extremista. No debemos olvidar que el actual presidente, cuando era candidato, reconoció, en una entrevista, que el derecho a la propiedad no está en cuestionamiento, por lo que esas declaraciones de voceros de organismos internacionales deben de ser contestadas con suficiente contundencia, para evitar palancas discursivas que generen o pretendan justificar la conflictividad.

¡Las cosas parecen no suceder por casualidad!

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