Cabe cuestionarse nuevamente las razones por las que esos diputados, sobradamente conocidos por sus prácticas corruptas, han vuelto a ser reelectos
Hay que recordar que el presidente Morales (FCN) llegó al poder con apenas una docena de diputados en el Congreso. Años después, Giammattei (VAMOS) tomó el relevo con unas 17 curules ganadas por el partido al que pertenecía ¿Cómo pudieron gobernar con ese pírrico número de diputados en Legislativo? La pregunta tiene una doble respuesta. Una numérica, y se refiere a que los congresistas de la UNE o de UNE/LIDER, sumaban más de 50 en el presente gobierno y más de 70 en el primero, de ahí se derivan muchas transas sin las cuales no fue posible aprobar normas y tomar decisiones. La UNE/LIDER son protagonistas de la debacle de este país. La segunda, se refiere a un grupo de operadores políticos que estuvieron en las dos legislaturas y que continuarán en la que se inicie en 2024.
Ese grupúsculo de diputados mafiosos, han sido mandaderos y principales generadores de la dinámica nacional que ahora vivimos. Algunos fueron salvados de sus antejuicios por la Corte Suprema de Justicia (CSJ), y ellos la han mantenido irregular -e ilegalmente- activa por un periodo extraordinario. Entre los dos -diputados y CSJ- han conformado una especie de pan de sándwich que envuelve el país, con apoyo de narcotraficantes y grupos del crimen organizado.
Las confrontaciones que vivimos, aunque tienen caras visibles como la del actual Presidente y el Ministerio Público, responden a ese contubernio, además de otras instituciones. En enero próximo el actual Presidente dejará el poder, y en un par de años más ocurrirá lo propio con la Fiscal General. Sin embargo, esos diputados tramposos seguirán en sus curules desde las que pueden manejar a otros colegas haciendo lo mismo que los chantajistas dirigente sindicales, y corresponderán al voto de apoyo con concesiones de obras, proyectos distritales y otras formas de otorga un sobresueldo a los diputados mercenarios. De hecho, hace poco me dijo un diputado que el principal problema para 2024 es cómo los “honorables” piensan rentabilizar su puesto, teniendo en cuenta que pueden desaparecer las plazas fantasmas, las obras a empresas amigas o propias y la entrega de instituciones desde las que recuperar la inversión que les ha supuesto alcanzar el cargo que ocuparán.
La corruptela, como muchas otras cosas, apenas muestra una parte mínima de su dimensión y deja oculta la mano invisible que la promueve, sostiene, anima e impulsa. Han hecho que pongamos la mirada en ciertos personajes, pero apenas son guindas del pastel de un esquema mucho más amplio. Veremos cómo el Congreso intenta resistirse al cambio de los magistrados de la CSJ, ordenado por la CC -lo que ya han comenzado a hacer- porque no les interesa diluir el anclaje judicial necesario para que puedan seguir actuando arbitrariamente jueces como Orellana, o se promuevan/impidan antejuicios según el interés político del momento y de las personas señaladas.
Cabe cuestionarse nuevamente las razones por las que esos diputados, sobradamente conocidos por sus prácticas corruptas, han vuelto a ser reelectos. Si aceptamos que compraron votos, es injusto señalarlos sin incluir a quienes irresponsablemente vendieron su dignidad como ciudadanos, y la del resto que no los votaron. Si se alega desconocimiento, solamente se puede pensar que a muchos ciudadanos les importa poco la política nacional, y se han convertido en cómplices -no en víctimas- de un sistema manoseado.
Mientras los votantes no asuman el protagonismo nacional, pero también la responsabilidad que conlleva, esa cueva de corruptos que es parte del Congreso seguirá manoseando el país, el presupuesto, la gobernanza y, sobre todo, el futuro. Hay que dejar de lamentarse y de ser cómplices.
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