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lunes, 28 de diciembre de 2020

El año de los pocos abrazos

Lo que antes era normal: un beso, un abrazo, un gesto o una caricia, ha pasado a ser inexistente o inusual.

Casi a punto de finalizar este particular 2020, intentamos convencernos -quizá inútilmente- de que lo venidero será mucho mejor, sin advertir aquel viejo adagio: “toda situación por mala que sea es susceptible de empeorar”. De momento, y para que seamos cautos, nuevas cepas de virus se han propagado y amenazan con expandirse mucho más rápidamente que su predecesor.

Este ha sido el año de los pocos abrazos. El año que ha sacado a relucir muchas cosas que solíamos tener reservadas en el frasco de las emociones más escondidas. Parejas que han entendido que no estaban hechas para convivir mucho más tiempo que el escaso en que coincidían al regreso de sus trabajos. Amigos que pensábamos estaban ahí pero que no representaban más cercanía que esa insustancial “amistad de Facebook”. Jóvenes que salían a conocer a otros como ellos para establecer relaciones y que súbitamente vieron todo cerrado, vacío, al mejor estilo de walking dead.

El COVID -o la COVID, que la RAE ya ha aclarado el asunto de género- ha desnudado nuestra esencia humana. Esa que guardábamos y que no era preciso sacar a luz porque la dinámica natural del mundo -de antes- no lo necesitaba. Sin embargo, de pronto, algo tan pequeño como un virus ha sido capaz de revelar información que nunca hubiésemos conocido ni interpretado. Lo que antes era normal: un beso, un abrazo, un gesto o una caricia, ha pasado a ser inexistente o inusual. Deberemos aprender a expresar emociones de otra manera -más los latinos que los fríos anglosajones- pero a todos nos llevará candanga. La convivencia en bares y lugares bulliciosos donde el empujón, el humo, el tono elevado de voz al hablar o la masificación, eran atractivos, es probable que dejen de existir y habrá, necesariamente, que aprender a convivir de otra manera que obvie todas esas costumbres, aquellos hábitos que celebrábamos hace apenas unos meses. Súmele a lo anterior el cine, los parques de atracciones, las calles peatonales repletas de personas, los estadios, las aulas de clases, los niños en el recreo y sus bullas o los aeropuertos con colas infinitas.

El mundo cambió después del 11 de septiembre de 2001 y la seguridad ocupó una parte importante del tiempo que se devengaba en los viajes. Nos adaptamos progresivamente, muy diferente de este otro embate del COVID del que no hemos sido capaces, siquiera, de asimilar todavía. Algunos piensan que llegará un momento en que todo volverá a la normalidad, sin advertir que aquella normalidad es muy posible que nunca regrese y únicamente la vivamos en el recuerdo. Habrá otra normalidad, mucho más fría, sin duda, menos calurosa, más aburrida, y a la que deberemos adaptarnos porque ese ha sido el devenir de la humanidad.

Estamos todavía aturdidos, encerrados y leyendo cualquier cosa que nos ponen delante, pero no hemos querido advertir, ni mucho menos adivinar, cómo podría ser un futuro menos intenso que la vida que llevábamos antes de todo esto. Quizá haya un antes y un después de la historia del ser humano que nuestros bisnietos puedan evaluar mucho mejor que lo hacemos ahora, aunque no entenderán que significaba eso de hacer camping y meterse más de los que cabían en una tienda de campaña.

Terminamos 2020 y esperamos un 2021 que todo lo retrotraiga nueve meses atrás, sin advertir que eso no será posible y que quienes debemos de comenzar a cambiar el chips somos nosotros. En cualquier caso la evolución no es otra cosa que adaptación, aunque lo novedoso esta vez es la velocidad a la que hemos debido aprender a hacerlo.


lunes, 21 de diciembre de 2020

Hablemos de eutanasia

Si usted cree en la libertad, observará que no hay acto más sublime del ejercicio de esta que el propio sacrificio

El Congreso español aprobó una ley que regulará la eutanasia, un tema que tardaremos muchos años en debatir en la región. Deseo posicionarme: estoy absolutamente en contra de la pena de muerte y del aborto, pero no de la eutanasia, y sobre eso quiero reflexionar. En el aborto y en la condena a muerte, es alguien externo -con mayor o menor justificación médica o legal- quien toma la decisión sobre la muerte de un tercero, algo que no ocurre en la eutanasia. Quienes consideren que Dios es el dueño de su vida, argumentarán algo parecido a lo que acabo de hacer, pero si cree firmemente ser dueño de su destino, es en el único caso en que puede ejercer su libertad plenamente, al decidir sobre su propia vida.

La ley española -para evitar interpretaciones tempranas- precisa que la persona debe de “reiterar hasta en cuatro ocasiones su deseo de poner fin a su vida”, además de contar con los preceptivos informes médicos de que su dolencia es irreversible y su sufrimiento intolerante, lo que representa suficiente garantía para evitar que otros decidan por uno o que se tome a la ligera ¡Ah, y no es aplicable a menores de edad! La idea, y de la lectura se desprende, es que se establezcan todas las garantías posibles para que la eutanasia sea conscientemente meditada y se lleve a cabo con total garantía de quien la solicita.

Si usted cree en la libertad, independientemente de los condicionantes morales o religiosos que tenga, observará que no hay acto más sublime del ejercicio de esta que el propio sacrificio, sea en beneficio de un tercero -de esos hay muchos en la historia- o incluso de uno mismo, siempre con los resguardos indicados. Si nos emocionamos con aquel guion cinematográfico de “Yo antes de ti”, deberíamos entender que cada persona tiene derecho a decidir -cuando medicamente no hay reversibilidad de sus males- poner fin a su vida, de manera asistida y en manos de quien voluntariamente desea ayudar, colaborar, participar o como queramos denominarlo para evitar suspicacias de léxico.

Esto dará mucho que hablar desde el plano emocional, moral o religioso, especialmente cuando el suicidio se ha presentado -con razón dicho sea de paso- como una autoejecución, partiendo de la base de una previa enajenación mental que impide tomar la mejor decisión posible, aunque eso no es lo que regula la ley indicada, sino totalmente opuesto. Hay un ejemplo en el propio Juan Pablo II (hoy santo) cuando decidió libremente no prolongar más su vida de forma artificial. Muchos podrán indican que no es lo mismo una cosa que la otra -y están en lo correcto- pero en el fondo no deja de ser la expresión voluntaria de no continuar viviendo cuando ya no hay solución. La ley, en particular, sustituye a la naturaleza y su tiempo, por alguien que anticipadamente alivia el dolor, el sufrimiento, la presión y la angustia, cuestiones que no creo que aporten mucho al currículo de una persona cuando llegue a ese lugar mágico que, según la religión, acogerá a los buenos en presencia del dios de cada cual.

Lo trascendente también, es ver como ciertas sociedades -de cultura latina, por cierto- son capaces de debatir estos temas sin ruborizarse ni escandalizarse, y adoptar las decisiones que consideren, siempre que la libertad esté presente en ellas. Por aquí falta mucho, especialmente cuando temas mucho menos complejas nos dan pena, achican o impiden un diálogo serio y científico. Ahí queda el ejemplo, no para seguirlo necesariamente, pero si como referente de democracia, libertad y capacidad autocrítica.


lunes, 14 de diciembre de 2020

La sociedad de los valores muertos

Sociedades que no lucharon duramente por su independencia -incluso que les costó vidas- no han sabido digerir el grado de libertad que alcanzaron

Queremos que el país cambie, pero cada vez está más claro que nosotros no estamos dispuestos a cambiar, y eso es un imposible. Una sociedad que premia al chispudo, al pilas, al vivo, al pillo, se diferencia muchísimo de otras que alaban la competencia, el concurso de méritos, el respeto al prójimo y la transparencia. Nos han educado en buscar la ventaja, en lugar de perseguir los méritos; en llegar al objetivo sin importar el suelo que se pisa; en darle forma legal o correcta a lo que hacemos sin buscar la generalidad de la ley, mucho menos la igualdad ante ella.
Los puestos en la administración pública se otorgan en función del conocido que se tiene, de la amistad cercana con quien los concede o de la relación -sentimental incluso, y de preferencia- que se mantiene con aquel que los otorga. No es necesario -lamentablemente- educar a los hijos para que cuenten con un buen historial académico e intenten ser los mejores, sino para que dispongan de una buena red de conocidos que les abran las puertas cuando sea necesario. Tampoco se pide realmente justicia pronta y cumplida, aunque se utilice frecuente pero banalmente ese discurso, sino que se exige aquella que se adapte a las circunstancias o los deseo de la facción dominante en el momento. Las normas se acoplan sencillamente a la situación, y posteriormente se barnizan de forma conveniente.
Valores como ahorro, trabajo, sacrificio o diligencia -base sobre la que se ha construido prosperidad en el mundo -y soporte de sociedades capitalistas, dicho sea de paso- han perdido posicionamiento y actualidad. Nuevas generaciones, nacidas en mayor opulencia que sus progenitores, dan por sentada la prosperidad que disfrutan, y consideran que es algo que se reproducirá por generación espontánea. De esa cuenta, se lanzan a reclamar derechos que pueden gozar gracias a la riqueza generada por otros que los antecedieron,  pero no advierten que deben de promoverla y conservarla, porque no es algo que estará ahí continuamente. Una especie de sociedad sustentada en el hedonismo que cree que tiene derecho a todo, aunque construyen tal afirmación sobre la base de que otros paguen el costo.
Hasta las redes sociales son un reflejo de esa tendencia. Tuis superficiales reproducidos por miles de personajes que se excitan al calor del “like” sin siquiera entender lo que allí se intenta explicar en pocos caracteres, pero hay que sumarse a la tendencia de moda; fotografías en Instagram que proyectan imágenes captada en un instante y que seguramente no responde “al yo” permanente, pero reflejan la moda del momento.
Siempre dijeron que las sociedades que no lucharon duramente por su independencia -incluso que les costó vidas- no han sabido digerir el grado de libertad que alcanzaron y, consecuentemente, no valoran la situación que disfrutan, resultado de una lucha contra quienes les oprimían. De igual forma, es muy posible que, pasados unos años, advirtamos -tarde, eso si- que estas generaciones que han nacido con “el plato sobre la mesa” no han sabido comprender cómo llegó allí ni mucho menos el esfuerzo que tuvieron que hacer quienes lo pusieron, y desde ese fondo del barranco de la ignorancia supina, vean como otros los han manipulado y ahora son quienes interesadamente los dirigen y manosean. Comenzará, como pasó en otros lugares, la lucha por independizarse de los opresores, pero se perderán -como también ya ha ocurrido- varias generaciones que pagarán esa ausencia de valores y principios que deberían estar en el ADN de cada quien, pero que se escapan continuamente de la transmisión genética. Y algunos, ya no lo veremos.


lunes, 7 de diciembre de 2020

¡Suficiente tanto silencio cándido!

Detrás de ambos mandatarios hay grupos de poder e ideológicos que desean imponer su visión de país, de mundo o de lo que sea

Me siento muy incómodo si callo lo que creo es el merengue del pastel nacional. Este país esta lleno de “prudencia”, “educación”, “fíjese qué” y silencio bochornoso porque “da pena” hablar, y digerimos la frustración que luego se desata descontroladamente por acumulación de bilis. Así que, dispuesto a salirme de la norma -algo habitual en mi- y no queriendo ser de los que calla cuando más se necesita clarificar, me sirvo un güisqui con hielo y me pongo a escribir.

Esa disputa, pelea o diferencias entre el Vice y el Presi -o viceversa- no es más que la pantalla de una pregunta que evitamos respondernos, mucho menos en público: ¿quiénes están detrás de ellos? No soporto más la idea de que “tienen puntos de vista diferentes”, porque eso se resuelve hablando, negociando o incluso imponiendo, sin que la misión de la OEA tenga que venir a decirnos qué hacer ¡Dejemos los complejos y agarremos el toro por los cuernos, puñeta!

Detrás de ambos mandatarios hay grupos de poder e ideológicos que desean imponer su visión de país, de mundo o de lo que sea. Unos son admiradores de CICIG porque vieron en aquellos lo que ellos no son capaces de hacer, y no todos están contra la corrupción, no nos engañemos. Otros, están contra CICIG porque no quieren que vengan a chulearles más e imponerles agenda y condiciones, y tampoco todos están a favor de la corrupción. Pero ni siquiera la cosa queda ahí. En uno de los grupos hay exembajadores, colectivos de la sociedad civil, organizaciones de derechos humanos y militantes de izquierda que creen ver la palanca de un cambio que no consiguen con el voto. En el otro grupo hay militantes de derecha y quienes han decidido no soportar más costos de experimentos que -después de 25 años- no han llevado al país a ningún lugar diferente al que estaba en aquel entonces. En ambos bandos encontramos: extremistas, violentos, corruptos y muchísimos ciudadanos decentes. El narcotráfico parece estar por su cuenta o mimetizado, como de costumbre.

Debajo de ese nivel otra batalla sórdida se desarrolla: la toma de la justicia. Algunos apoyan una CC que ha dejado muchísimo a deber, especialmente en materia de atracción de inversiones y conflictividad social. Otros, respaldan una CSJ que también tiene números en rojo, y a la que ven como la espada capaz de decapitar a la bestia de las siete cabezas, sin alusión personal. Todos desean ostentar el poder y continuar con los réditos que les otorga la posición, tampoco nos engañemos con eso. Usted ponga a cada quién en el grupo que desee.

Así las cosas, abril 2021 es el mes fatídico al que unos quieren llegar rápidamente y otros cuentan los días para que no se acabe. Mientras, la guerra muestra múltiples batallas camufladas bajo discursos de desnutrición, presupuesto, corruptela, falta de transparencia y otras “menudencias”, ¡como si eso nos hubiese preocupado en alguna ocasión, ja! En ese escenario los extremistas -de uno y otro lado- hacen de las suyas y el Presi tuitea o wasapea sobre el Vice -o viceversa- mientras nos distraemos con el pan que tiran a la arena circense los emperadores desde Washington que promueven visitas sorpresa de algunos notables.

O nos dejamos de babosadas y actuamos como adultos responsables o seguiremos siendo los niños a los que tratan como zonzos porque aguantan todo ¿No están hartos de que los vean así? Pues yo si. Mientras tanto, me acabo el güisqui relajo mi conciencia artificialmente tranquilizada ¡Total, siempre se le puede echar al alcohol la culpa del desvarío!


lunes, 30 de noviembre de 2020

En guerra avisada no hay muertos

Esto es una lucha de poder por la sobrevivencia de un partido que se acostumbró a incidir en política en el último quindenio 

Los sucesos que vivimos desde hace un par de semana se achacan al presupuesto, al actuar de los diputados y a la poca eficacia del gobierno. Sin contradecir lo anterior, es bueno precisar. El presupuesto detona una crisis que comenzó en enero de este año, producto de una situación política que no debe pasar desapercibida: la perdida de poder de la UNE. Siempre ha habido un presupuesto desfinanciado y alto endeudamiento, y no ha generado este rechazo, ¿por qué ahora y tan ruidosamente?

Desde que la UNE dejara el poder en 2012, ha ejercido un papel predominante en la política nacional, justo hasta ahora. Su candidata quedó, en dos ocasiones, en 2º lugar en elecciones presidenciales y continuamente han tenido un importante número de diputados -en torno a los 50- con excepción del 2015 que fueron 36, pero LIDER -su hijo político putativo- obtuvo 44, y la suma superó la de otros años. Es igualmente significativo el número de alcaldes uneistas -en torno a los 100 en cada elección- excepto nuevamente en la de 2015 en la que LIDER obtuvo 130 y sumados casi llegaron a los 200. Es decir, por lo menos una tercera parte del Congreso y de las municipalidades “ha pertenecido”, directa o indirectamente, a la UNE desde 2008.

El año 2020 no se perfilaba diferente -52 diputados y 108 alcaldes- y seguramente se visualizaba una forma de cogobernar similar a las pasadas: pactos, alianzas, cuotas de poder, etc. Sin embargo, en dos ocasiones, han recibido un soberano bofetón y no pudieron -por primera vez desde 2008- tomar las riendas del Legislativo porque un pacto diferente hizo tambalear las ambiciones políticas del hasta entonces partido hegemónico. Se suma a la debacle la lucha interna, lo que desató los peores demonios.

La UNE ha visto como desapareció Encuentro por Guatemala y cedió ese espacio ideológico. El actual ninguneo puede llevar a la UNE a desaparecer en el mediano plazo por perdida de protagonismo político y ausencia de apoyo municipal -alcaldes que pueden cambiar de mano incentivados por algunos rubros incluidos en el presupuesto aprobado-, y quizá de ahí la preocupación. Esto es una lucha de poder por la sobrevivencia de un partido que se acostumbró a incidir en política en el último quindenio y que súbitamente le han arrebatado el protagonismo, a la vez que han surgido otros grupos políticos como alternativa.

Sin descartar que el gobierno no ha hecho las cosas bien, la forma no puede tapar el fondo. Si todo sigue como hasta ahora, el partido VAMOS no tiene futuro inmediato porque está muy personalizado en Giammattei, lo que no ocurre con la UNE que cuenta con una generación que aspira al poder, y cuando consiguen casi quitarse a Sandra Torres, les aparece un obstáculo que los confronta y anula, además de una alternativa política. Esa frustración se traduce en querer capitalizar la protesta sobre algo que siempre paso: un presupuesto desfinanciado, aunque hasta ahora no era problema porque lo manejaran en común acuerdo. A la “indignación” se han unido otros partidos minoritarios que también quieren sacar tajada y encuentran en la coyuntura una razón suficiente, aunque ninguno presenta una alternativa de presupuesto que nos diga claramente qué harían ellos, mientras seguimos escuchando críticas pero no propuestas. El ambiente está calentado por un combustible de guerra por el poder. Vemos las llamas, pero no donde se generan, y nos distraemos con el calor que producen, sin entender las razones de fondo. Desean replicar lo ocurrido en del 2015, pero estamos muy lejos de aquellos momentos y de lo sucedido entonces.


lunes, 23 de noviembre de 2020

3ª llamara. Repito: 3ª y última llamada

Muchos no gustan de ejemplos como los de Venezuela -que así comenzó- aunque también los hay en Chile e incluso en los Estados Unidos

Con premeditación, alevosía y nocturnidad se aprobó el presupuesto del Estado para 2021. Tres reflexiones en torno al mismo, porque casi todo está dicho: el endeudamiento, el fondo y la forma. No estoy en contra de la deuda si se invierte y produce réditos, pero si cuando se utiliza para gastos de funcionamiento y se hipotecan dos o tres generaciones para pagarla y, sobre todo, si no hay esfuerzos por ampliar la base tributaria ni mucho menos para que ciertos sindicatos -como los de educación- sigan extorsionando.  El fondo -en qué se gastará el dinero- quizá podría comprenderse y debatirse si se explica, algo que no ha ocurrido, y de ahí la crítica. Finalmente, la forma -la nocturnidad para aprobarlo- solo puede calificarse de deleznable. Ha faltado el necesario debate parlamentario y público que permita acceder a la discusión y formarse criterio ¡Más penoso, es imposible!

Lo anterior ha rebasado un vaso lleno de bilis, producto de la encerrona por la pandemia, la depresión económica, los favoritismos a amigos de políticos, los desastres de dos tormentas tropicales y el descubrimiento de dinero encaletado -en Antigua- y fondos “reconducidos” en el Ministerio de Comunicaciones. Un hartazgo nacional que brota por la piel del ciudadano y que conduce irremediablemente a un abismo en el que las manifestaciones y la violencia se pueden hacer presentes en la vida cotidiana, como ocurrió el pasado sábado.

Muchos no gustan de ejemplos como los de Venezuela -que así comenzó- aunque también los hay en Chile e incluso en los Estados Unidos. El ciudadano, cansado de tanto manoseo, tiende a aceptar el extremismo -e incluso la violencia- como solución y única manera de sacar del poder a personajes de los que no gusta. No se trata de si lo hace con razón o sin ella -discusión banal cuando la percepción predomina- sino de acciones materializadas en protestas masivas, algunas de las cuales pierden el norte y se tornan explosivas, inútiles y destructivas. 

Estas situaciones de caos, incertidumbre, descontento y desconfianza abren la puerta a populistas o radicales que son bien recibidos por el votante como salvadores de la situación. Sin embargo, la experiencia demuestra que terminan por hundir el país mucho más, utilizando el poder democrático otorgado por votantes cansados, viscerales y descontentos. Ortega llegó a Nicaragua por una situación parecida, igual que lo hizo Chávez, Trump o Biden ahora, y algunos más que seguramente usted identifica. No recuerdo un nivel de confrontación social, política, de élites y de autoridades como el actual.

Guatemala está al borde del abismo y a las puertas de que en 2023 tengamos un pillo -o pilla- de esa naturaleza y calaña que, camuflado bajo una piel irreconocible y aupado por ciudadanos cegados por el cansancio, termine por llevar al país a una situación peor, con la oferta de mejorar todo. Una especie de revolución silenciosa que es la que más daño hace, menos visible es y más tiempo se queda. 

O arreglamos los problemas atendiendo a razones lógicas y prioritarias de país o la tensión y la confrontación serán cada vez más acentuadas y nos llevarán a un pozo en el que todos perderemos, menos algunos mafiosos que son la excepción. No malgastemos más tiempo en confrontarnos y desechemos de una vez a quienes pretenden en río revuelto quedarse con todos los peces. 

“Esta es la tercera llamada. Repito: tercera y última  llamada” Que las luces no se apaguen sin que estemos sentados y con la mejor disposición de arreglar el país. Nuestros hijos se lo merecen, y nosotros también.


lunes, 16 de noviembre de 2020

Mitch, Stan, Agatha, Eta, Iota….

Olvidamos potenciar a los bomberos, a la policía, al ejército, a la CONRED y a otras entidades que intervienen en catástrofes 

Hace poco volví a leer una nota publicada en este medio sobre los daños ocasionados por estas fechas, pero en 1998, por el huracán Mitch. Si quitamos de la misma que se dio asueto uno de los días, podríamos usarla para describir lo sucedido con la tormenta Eta. En conclusión: mismas causas e idénticos efectos. Salvando la distancia y el tiempo, parece que no aprendimos nada.

Llevamos años padeciendo calamidades y no terminamos de componer el sistema de gestión de crisis para enfrentar desastres naturales u otro tipo de eventos catastróficos. Por muchos tiempo se le adjudicó idéntico y reducido presupuesto a CONRED y no se mantuvo una estructura mínimamente profesional que pudiera darle continuar en el tiempo, elaborar planes y, sobretodo, hacer ejercicios y aprender de la experiencia que es el valor más grande en este tipo de actuaciones. Más tarde, y a medida que se sucedieron los siniestros, el presupuesto aumentó un poco y la profesionalización se estabilizó un tanto, alegría que no duró mucho. En 2018, con motivo de la erupción del volcán de Fuego, se pudo constatar la ineficiencia del sistema, la escasa capacidad de respuesta y la pobre gestión de la crisis. Es necesario implementar un Servicio de Protección -o defensa- Civil y no continuar con una “coordinadora” sin dientes para imponerse.

Olvidamos potenciar a bomberos, policía, ejército, CONRED y a otras entidades que intervienen en catástrofes, y todos ellos quieren sus medios, su personal, su protagonismo y su poder propio, sin embargo, hay que comenzar a hablar de adquirir capacidades conjuntas. Es decir, establecer un sistema donde los medios estratégicos “no sean de nadie” y puedan ser empleados por todos. Se trata de consolidar capacidades y no duplicar instituciones. Un ejemplo muy claro sería el elemento aéreo. Se requieren aviones o helicópteros para muchas cosas: perseguir el narcotráfico, erradicar sembrados de drogas, vigilar el espacio aéreo, interceptar aeronaves no identificadas, pero también para transportar heridos, rescatar personas aisladas, llevar suministros, etc. Esto es, si se contara, por ejemplo, con un cierto número de helicópteros y de aviones de ala fija que “no fueran de nadie, sino de todos”, se utilizarían a demanda de la necesidad y del momento lo que supondría un ahorro, pero sin dejar de disponer de los medios necesarios. Como quien tiene un único vehículo en su casa y es utilizado por todos en función de la demanda y prioridades de la familia. Se trata de identificar medios estratégicos y trabajar por capacidades, las que son utilizadas en la medida que las instituciones las requieren en función de las prioridades nacionales. 

Algo similar se puede hacer con el transporte terrestre, en lugar de que cada institución tenga su propia flotilla de vehículos -sobre todo los especiales-, pero también con centros móviles de control y gestión de crisis, con medios de comunicación sofisticados, con hospitales de campaña y cuestiones similares. Todo lo anterior reduce el costo, optimiza el empleo de los recursos y genera un sustantivo avance en la modernización y en la forma de enfrentar repetitivas y periódicas crisis. Hay que superar el rechazo al debate sobre el ejército o la policía y, de una vez por todas, entrarla a la inversión en seguridad que el país necesita en lugar de enrocarse en comentarios ideologizados que únicamente detienen la adquisición de medios que evitarían muertes y destrucción. La transparencia en el gasto y adquisición adecuada de los mismos son necesarios para contar con mayor apoyo social y hacer del conjunto una herramienta eficaz y eficiente 

¿Cuántas catástrofes más deberemos padecer para usar la razón?


lunes, 9 de noviembre de 2020

¿Ganó Biden o perdió Trump?

Don Donald llegó a cantar victoria en las primeras horas del miércoles, antes de que el “ingrato” Estado de Wisconsin le diera la espalda

El señor Trump ha mantenido en vilo a muchos entusiastas de la política, demócratas acérrimos, seguidores fieles, republicanos despistados y medio mundo. Acongojados andaban unos y otros durante toda la mañana del pasado miércoles y días siguientes porque el estrecho margen momentáneo de la victoria de Biden-Harris no permitía que la camisa llegara al cuerpo. Aquellas encuestas que proclamaban al demócrata, por no recuerdo que cantidad de puntos, tornaron una y otra vez y don Donald llegó a cantar victoria en las primeras horas del conteo, antes de que el “ingrato” Estado de Wisconsin le diera la espalda.

A pesar de las críticas contra mister Trump -a las que me sumo porque es un perfecto mentecato, un político extravagante y un individuo absurdo- es preciso recordar que llegó al poder hace cuatro años de forma democrática y por razones muy bien expuestas por el historiador Niall Ferguson. Ganó las elecciones tras ocho años de gobierno demócrata que integró precisamente el señor Biden. ¿Qué llevó a los ciudadanos norteamericanos a votar a un empresario tan particular y excéntrico para que fuera el 45º presidente de los Estados Unidos? Para algunos sería el fracaso económico, para otros la perdida de liderazgo en política exterior, para muchos más el incumplimiento de promesas en temas de migración, de retiro de tropas en el extranjero o el cierre del centro de detención en Guantánamo ¡A saber que llevó a cada cual a elegir libremente a un personaje extraño y tosco respecto del político tradicional! En todo caso, muchas cosas que se pueden resumir en cansancio acumulado después de ocho años de administración Obama-Biden, y seguramente la sensación de que no lo hicieron bien y había que dar oportunidad a la oposición ¡Y vaya la que buscaron!

¿Qué está pasando en el mundo que se eligen/reeligen autoridades que luego traen malas experiencias? Creo que nada diferente a lo ocurrido en otras épocas. Hugo Chávez llegó democráticamente al poder, también Hitler y muchos otros. Vemos una dictadura en Nicaragua proveniente de un proceso democrático; en Argentina se establecieron por años los Kirchner; en España se eligió a un gobierno que ha terminado pactando con políticos separatistas y extremistas que pretenden destruir la nación; en Bolivia ocurrió algo similar y ahora puede que estén de vuelta, y muchos otros ejemplos.

Los personajes exóticos aparecen cuando los ciudadanos están sorprendidos o decepcionados de cómo está la política en su país o en su entorno, y terminan haciendo realidad la frase de Levitsky y Zibblat en su libro “Cómo mueren las democracias”: “Las democracias pueden morir a manos no de generales, sino de líderes elegidos, presidentes o primeros ministros, que subvierten el mismo proceso que los llevó a ellos al poder. O aquella otra de Ortega y Gasset: “La confusión va aneja a toda época de crisis […] No sabemos lo que nos pasa, y esto es precisamente lo que nos pasa, no saber lo que nos pasa…”.

¿Qué ocurre en el siglo XXI con la democracia que parece haber atolondrado al votante? Quizá, y habrá que debatirlo, el modelo que sirvió para erradicar dictaduras en el siglo XX se ha vuelto sustancialmente inoperativo. No creo que por falta de liderazgo sino porque los capaces y decentes pueden estar escondidos y no participar en política, pero también porque el sistema no responde a la forma cultural, tecnológica y de valores sociales modernos, además de a otras cuestiones de la vida cotidiana. Mientras, en USA, pierde curiosamente quien más odia a los perdedores, y gana el de antes ¡Vaya pues!


lunes, 2 de noviembre de 2020

El pescado, la caña y otras cosas

Delegamos nuestra responsabilidad y no es necesario asumir nuestro destino, declarar nuestros objetivos ni mucho menos dar la cara

Se usa frecuentemente el proverbio “Dale un pez a un hombre, y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”, con la idea de transmitir la mayor rentabilidad al animar a las personas para que puedan obtener, generar o producir por sí mismas lo que necesitan y no depender de lo que otros les den. Una especie de canto al emprendimiento, a la responsabilidad y a tomar el destino en manos propias, más que a esperar continuamente a que alguien les resuelva la vida con dádivas caprichosas o ayuda prolongada. 

El dicho, empleado repetidamente, parece que se obvia para ciertos temas y puntualmente para el de la justicia, en que pareciera no gustarnos eso de qué nos “enseñen a pescar”, y preferimos que nos regalen el peje de cada día. Por varios años, tuvimos una misión de Naciones Unidas en Guatemala, para arreglar supuestamente ciertas cuestiones relacionadas con los acuerdos de paz: policía, ejército, derechos indígenas, desarrollo rural y agrario, justicia, y otras cuestiones contenidas en los mismos. Como no fuimos capaces de avanzar mucho, pedimos que viniera una comisión internacional contra la impunidad, y tuvimos CICIG por más de un decenio. 

En un momento determinado -aunque de forma abrupta- dejamos de contar con esa comisión, algo que debería suceder en algún momento, porque no es admisible ni deseable un tutelaje indefinido. Ahora, incapaces de arreglar la justicia -o mejor, incompetentes y con falta de voluntad para hacerlo- se vuelven a levantar voces pidiendo que regrese el ente internacional o que los Estados Unidos señalen a políticos corruptos que nosotros no somos capaces de enfrentar. Creo que daría más resultado poner una vela a San Judas Tadeo -patrón de las causas imposibles- para solucionar lo que como ciudadanos no queremos, porque no nos da la gana tomar el país en serio y en nuestras manos. De tal cuenta, seguimos mendigando ese pescado, esa ayuda, e imaginando personajes todopoderosos capaces de hacer lo que nosotros no estamos dispuestos: enfrentar a los corruptos, denunciar a los malos jueces o presionar para que haya un sistema de justicia acorde con lo que nos merecemos. 

Invocamos cual espíritus a esos seres, porque son designados mediando un silencioso lobby internacional, y terminan haciendo lo que algunos desean hacer, pero sin llamar la atención. Delegamos nuestra responsabilidad en ellos y no es necesario asumir nuestro destino, declarar nuestros objetivos e ideología ni mucho menos dar la cara. En el fondo nos da pena decir lo que pretendemos hacer y mostrarnos tal como somos, escondiéndonos en el miedo, en “no digas eso que te van a matar” o nos volvemos especialistas en tirar la piedra y esconder la mano, aunque cada vez se nos ve más el plumero. Hipócrita, creo que es la palabra más precisa y contundente para definir nuestra actitud, además de carecer de los bemoles para asumir nuestro destino, a pesar de tantos años de ayuda externa. 

Somos una sociedad mentalmente pobre en el sentido de qué preferimos que otros manejen nuestro futuro porque la mayoría está acomoda comiéndose el pescado que nos regalan en lugar de asumir la responsabilidad de comprar la caña, buscar la carnada, levantarse temprano y correr el riesgo de ir a pescar. No estamos dispuestos a eso porque evidentemente gustamos de mendigar, y parece que continuaremos por mucho tiempo más. Desde 1944 -por lo menos- meten la mano en el país y sonreímos o nos lamentamos según el bando en que estemos, mientras esperamos que la siguiente vez el pescador sea de “los nuestros” ¡Claro que así nos vas!


lunes, 26 de octubre de 2020

¿Ciudadanos cansinos o cansados?

Necesitamos un buen codazo -un pescozón que diría el castizo- para sacarnos de nuestro egoísmo en el sentido más miserable de la palabra

Tradicionalmente había dos formas de pretender solucionar tanto las debacles como los aciertos políticos: golpe de estado o revolución. En América latina hay sobrados ejemplos de unos y de otras que, por cierto, no llevaron a casi nada bueno. Los primeros se perpetuaron como forma de tomar el poder y las segundas terminaron siendo peor que los males que querían enmendar. En general, no pasaron de cantados fracasos.

Actualmente no es factible acudir a ninguno de los dos para finalizar una situación que “no sirve o no gusta”. En ciertos lugares, ciudadanos descontentos han querido reconducir el rumbo de sus países y posiblemente sin querer, los han llevado a extremismos de los que terminan arrepintiéndose. Nicaragua, Venezuela, Bolivia, USA, México, El Salvador o España -para que no digan- son lugares en los que la ley del péndulo se ha instalado: los políticos electos no sirven, y la oposición tampoco; lo oficial no funciona, pero no existen alternativas; el gobernante es un desastre, mientras otras opciones no son mejores. En esos escenarios los mediocres, los populistas, los habladores o los extremistas encuentran espacios perfectos para llegar al poder con falsas promesas, culpa en parte de un ciudadano desilusionado, pero más cansino que cansado, que ha estado generalmente ausente de la política, y de ahí las cosas. No aprendemos, somos contumaces, necios y apostamos por una incierta suerte pensando que los problemas son estructurales, coyunturales o cualquier otro calificativo grandilocuente que muchos emplean para describir lo que no entienden, aunque tampoco se molestan lo más mínimo en comprender. 

Así estamos en Guatemala, a punto de caer en el abismo -más profundo todavía- en el que seguramente terminará “liderando” el país una suerte de populistas o de radicalistas de los muchos que postean a diario sus disparates en redes. Luego, vendrá la subida de impuestos para promover “la gratuidad” de los servicios, el recorte de libertades para escapar de críticas que no gustan y la apropiación de la justicia para hacer cualquier barbaridad. Según el bando, e independientemente del escenario, querrán estatizarlo o mercantilizarlo todo y así poder medrar, que en el fondo es lo que persiguen. En medio -o mejor encerrados- quedamos millones de ciudadanos indolentes que no leemos, no entendemos o no hacemos absolutamente nada por salir de este atolladero.

Hacemos lo mejor que sabemos hacer que coincide con lo primero que hizo el “hombre bíblico”: echarle la culpa otro, sea la Conquista, la historia o múltiples factores -el miedo entre ellos-, mientras desde la dialéctica inconformista nos quejamos y lamentamos de lo que no queremos arreglar por temerosos, desmañados o porque nos importa un bledo la vida en sociedad, la justicia y todo lo que suene a orden. Necesitamos un buen codazo -un pescozón que diría el castizo- para sacarnos de nuestro anarquismo y egoísmo en el sentido más miserable de la palabra, ni siquiera en el noble que Ayn Rand utiliza en su libro “La virtud del egoísmo” 

¡A la porra, no vamos a cambiar!, parecer ser el lema y la solución que queda, y que sea el más fuerte quien salga adelante, y el último que cierre la puerta ¿Así queremos construir patria?

Aunque la frase abra la puerta a ser tachado de machista o heteropatriarcal, no encuentro otra ahora que venga al pelo como aquella reprimenda de la sultana Aixa a su hijo, el rey Boabdil el Chico: “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. En poco más de tres años la recordaré cuando el desastre populista o el extremismo radical esté democráticamente implantado y nos lamentemos, como de costumbre.


lunes, 19 de octubre de 2020

La captura de las cortes supremas

La justicia ha perdido -o está perdiendo, si quiere ser más optimista- la búsqueda del equilibrio razonable, racional y justo

El control de las cortes supremas comienza a ser objetivo de muchos gobiernos. En España vemos como la coalición gobernante -partido socialista y los radicales de unidas podemos- pretende suprimir la mayoría cualificada -actualmente en ley- para nombrar a los magistrados del poder judicial. La idea es reducirla a mayoría simple y así no tener que consensuar la designación con otros partidos.

En los Estados Unidos, durante el debate Pence-Harris, se pudo advertir como la candidata demócrata no contestó al señalamiento insistente del actual vicepresidente sobre la pretensión de Biden de ampliar el número de jueces en la corte suprema para, si ganan las elecciones, poder nombrar jueces y “equilibrar” lo que sienten como una desventajas respecto de los designados por los republicanos. En otros países latinoamericanos ha ocurrido algo similar.  El kirchnerismo en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Bukele en El Salvador o Maduro en Venezuela, han hecho lo propio para “moldear” el poder judicial y de esa forma darle barniz legal a las tropelías que promueven. Una forma de prostituir valores democráticos y promover el autoritarismo ¿Deduce algo? Exacto: son gobiernos de izquierda o populistas.

Aquí, más modestamente, intentan hacer lo mismo “unos y otros”. Pareciera que observar la esencia de la justicia no es tan importante como quiénes nombran a los jueces y cuáles de ellos son designados. Unos hablan de jueces “contra la corrupción”, mientras otros señalan a sus oponentes porque quieren elegir “jueces ad hoc” para sus fines ideológicos. En medio de este insípido pero ideologizado debate, vemos a un magistrado de la CC cuya familia solicita que sea desligado de sus funciones por estar seriamente afectado en su salud, pero las peleas dentro de la corte llevan la discusión al plano político-judicial en perjuicio de la persona que parece no importarles a ninguno de ellos ¿Cuántas manifestaciones de grupos y personajes que se autodenominan defensores de derechos humanos ha visto o leído usted a favor del magistrado Aldana? ¡Pues eso!

La justicia ha perdido -o está perdiendo, si quiere ser más optimista- la búsqueda del equilibrio razonable, racional y justo. Lo que realmente persiguen algunos es materializar la visión personal de lo que entiende por justo, e imponerlo a la fuerza, con toda suerte de apaños, justamente lo que hicieron o intentan hacer los gobernantes antes indicados.  El anulado juicio por genocidio contra Ríos Montt se sigue utilizando como un hecho consolidado, cuando fue revocado porque las prisas en alcanzar un veredicto dejaron en el camino recursos sin resolver ¿Se buscaba justicia o rapidez; determinados resultados o decisiones sostenidas en hechos comprobados; un final correcto o un final interesado? 

Con las disputas en la CSJ y la CC pasa lo mismo. Al inicio se rechazó la tabla de gradación porque no se ajustó a ciertas “necesidades”. Más tarde se detuvo el proceso por intereses de otros. El resultado: todos fastidiados, y ni  para adelante ni para atrás. Lo más lamentable es que la mayoría de ciudadanos, ajenos a estas pugnas, ven paralizada la actuación de la justicia por culpa del interesado pleito de unos pocos.

En conclusión: no mejoramos porque somos ciudadanos chambones. Gustamos de que otros arreglen nuestros problemas o de hacer escándalos, pero difícilmente nos implicamos -directa o indirectamente- en los problemas nacionales ¿Qué tenemos?, un sistema que se parece a nosotros: caótico, inservible, manipulado -y manipulador- y al que hay que saber como entrarle. ¿Qué queremos?, pues un “ sistema de justicia” a nuestro servicio y capricho, de ahí que no salgamos del atolladero ni superemos pleitos barriobajeros.


lunes, 12 de octubre de 2020

Al rescate de Noelle Neumann

Lo importante, en un mundo interconectado, es lo mismo que en aquel otro de los setenta: ser aceptado por otros

George Orwell publicó en 1949 -no sin dificultades- su novela “1984” en la que describió, anticipadamente y con lujo de detalles, lo que sería el comunismo en la Unión Soviética. Una crítica mordaz que desnudaba la dictadura y su forma de operar. Veinticinco años después (1974), vio la luz “La espiral del silencio”, de Noelle Neumann, una obra menos conocida pero igualmente adelantada a su tiempo, y especialmente al de las redes sociales que hoy vivimos. En su obra, la alemana describe el comportamiento de las personas ante la opinión pública y la dominación de éstas por los medios de comunicación y los líderes de opinión.

En definitiva, Neumann explica lo que ahora padecemos que no es otra cosa que el anclaje mental de muchas personas -de la masa que describe Ortega y Gasset- a opiniones elaboradas o posicionadas por otras, independientemente de la veracidad del contenido. Se ha pasado de reflejar la opinión pública -lo que antes hacían los medios, a la construcción de aquella. En estos días, no es tan importante contar la verdad o proponer el debate para buscarla, sino aferrarse a un discurso imperante, estruendoso, construido frecuentemente de forma artificial, y sobre todo no desviarse del mismo.

La disposición de un individuo a exponer públicamente su punto de vista varía según su apreciación y las opiniones dominantes en su entorno social, así como las tendencias -al alza o baja- que caracterizan la suerte de esas opiniones. Las redes han venido a potenciar esa afirmación con los “likes” o los “retuits” y en la medida que se alcanza reconocimiento socio-virtual nos autocomplacemos. La autora, al igual que Orwell, describe un comportamiento de su época que hoy se repite más intensamente, sin conocer la realidad de un presente que para ella era incierto futuro. Neumann sostiene el argumento de que para las personas es más fácil repetir lo que escuchan, y con ello contar con la aprobación social del rebaño, que llevar la contraria y ser señaladas como chivos expiatorios o parias en un mundo uniformado. No se distancia mucho de la línea argumentativa de Orwell al crear en su novela el ministerio de la verdad, la policía del pensamiento o la neolengua.

Leemos diariamente afirmaciones que deciden -ni siquiera cuestionan- quienes son “buenos y malos”, “perseguidos o ignorados”, “atacantes o atacados”, pero somos incapaces de sentarnos a reflexionar si lo que se afirma está sustentado en hechos, realidades o comprobaciones. Tuiteamos o pulsamos “me gusta” con la facilidad de la irresponsabilidad no castigada, el permisivo anonimato encubridor o respondemos al sentimiento del momento; nada que ver con la razón ¡Y ni siquiera nos avergonzamos!

Lo importante, en un mundo interconectado, es lo mismo que en aquel otro de los setentas: ser aceptado por otros, con el agregado de que ahora ni siquiera los conocemos. Cualquier estupidez toma forma y se multiplica en el espacio virtual, mientras anónimos o desconocidos personajes repiten lo que alguien con muchos seguidores sugiere o está de moda, así evitan ser ignorados o peor: insultados y desprestigiados. Permitimos cercenar nuestra individualidad responsable y nos dejamos llevar por el qué dirán de los “influenciadores”, como si a aquellos les importara siquiera un pito lo que pensamos.

Lejos de avanzar, hemos retrocedido y siendo Neumann desconocida se lee muy poco, vaya a ser que nos cambie las costumbres y mañana, sin suficientes “like” a mi “post”, vuelva a ser un don nadie ¡Qué pena de años de evolución humana, de sumisión de criterio y de perdida de libertad!


lunes, 5 de octubre de 2020

¿Fortuito duelo de titanes?

Me parece que en todo esto lo único azaroso es la muerte de Quino y la orfandad de Mafalda y sus amigos.

La pasada semana se filtró un chat en el que el Vicepresidente hacía ciertos reclamos/observaciones al Presidente, algo que me parece sumamente grave. Las hipótesis al respecto señalan que pudo hacerlo cualquier de los dos, un tercero de los incluidos en la conversación o una escucha externa. En cualquier caso es preocupante que conversaciones privadas entre los más altos cargos de la nación, tenga trascendencia mediática. Si realmente hay diferencias sustanciales es preciso que se corrijan o solucionen de inmediato. Si son irreconciliables o hay de por medio vulneraciones legales, deberá buscarse una solución por la vía política o judicial. Pero lo que no es de recibo en el “país de las bolas” es generarlas al más alto nivel ni mucho menos que la desinformación sea un elemento sobre el que construir un debate nacional.  Si pone a trabajar las neuronas y desecha la bilis -no siempre fácil- puede establecer escenarios y tomar postura respecto de la controversia. 

La filtración del chat ha permitido construir y consolidar una conjetura, aceptada y replicada en un mundo altamente mediático, dirigido más por el hígado que por la cabeza, y con activistas en redes que la promueven y moldean a su interés: el Presidente quiere deshacerse del Vicepresidente. Sin embargo, esa suposición hay que contemplarla como aceptable y no se puede desechar la posibilidad de su existencia, pero también hay otra que parece no querer plantearse: el Vicepresidente quiere deshacerse del Presidente ¿Cuál de ellas puede ser más consistente en estos momentos, y quiénes apoyarían una y otra?

Si hacemos un análisis lo más desapasionado posible, vemos que en el primer caso al Presidente le bastaría con ignorar al Vice, y asunto terminado. Quedaría anulado y no es necesaria otra actuación para desplazarlo y dejarlo inoperativo. No obstante, en el segundo caso se requiere necesaria y obligatoriamente que el primero renuncie o sea apartado, lo que demanda, sin duda, muchas más actuaciones, presión y estrategia, además de concurrencia de variados grupos de interés. De ahí que, planteadas ambas, habría que ver quienes podrían estar detrás de cada una -ejercicio también de ficción- para comprender que fuerza las mueve, dando por buenos -lo que no necesariamente es cierto- ambos escenarios. En todo caso, sin apoyos internos y externos muy fuertes no es posible la segunda de ellas.

En el momento que todo esto ocurre concurren otras circunstancias que no debemos dejar fuera de la reflexión, vaya a pasar como en 1944/1954. En ese tiempo, lo sucedido fue con conocimiento, permiso o acción directa norteamericana, aunque analizamos normalmente lo interno sin visualizar lo externo, y me da la impresión de que en esta ocasión ocurre algo similar, porque nuestro localismo mira excesivamente el ombligo y piensa más en la casualidad que en la causalidad.

La inexplicable caravana “espontánea” de migrantes hondureños en tiempos de pandemia, las próximas elecciones norteamericanas, el cambio de embajador USA, la presión intensa en redes contra la Fiscal General, la crisis del sistema judicial, las vacantes no cubiertas en la CC, personajes políticos que azuzan desde las redes, diputados abiertamente confrontados con el Ejecutivo y otras que usted puede agregar son elementos que “fortuitamente” concurren en esta crisis y que se comentan en redes de forma similar pos mismos, ya conocidos. Me parece que en todo esto lo único azaroso es la muerte de Quino y la orfandad de Mafalda y sus amigos. Los años no pasan gratis, y llevo demasiado tiempo en el país como para desechar teorías de la conspiración o no ser capaz de identificar a algunos de los que suelen estar detrás de ellas.


lunes, 28 de septiembre de 2020

Estado fallido o sociedad fracasada

Este país no deja de ser un avatar surrealista en el que nadie hace nada para todos quejarnos de todo

No somos un Estado fallido, a lo sumo un Estado frágil, y en ocasiones podríamos hablar incluso de un Estado fuerte y con potencialidad: poco endeudamiento, buena macroeconomía, población joven, variada biodiversidad, recursos naturales y pluralidad cultural ¡No hay problema!

Ahora bien, somos una sociedad fracasada que además nos quejamos más de la cuenta: la culpa es de la Conquista y de los españoles, discurso repetitivo y monólogo en la cabeza de muchos que obvian 200 años de autogestión.  Y quienes superan la traba, buscan culpables entre la clase política para condenar la corruptela a la que nos han llevado. Pareciera que nos dormimos -como la Blancanieves del cuento o el personaje de Monterroso- y despertamos, dos siglos después, para encontrar situaciones de las que estuvimos ausentes. Evocamos a Pilatos y nos lavamos las manos a la primera oportunidad. “Si no me acuerdo no pasó”, tarareamos inconscientemente en nuestra cabeza, y pretendemos escapar de esos demonios que nos aturden y confrontan con nosotros mismos al ver la organización social que hemos construido ¡Si, hemos, no han!

Los dictadores los pusieron otros y los presidentes de la era democrática fueron elegidos entre salvadoreños y mexicanos, porque no encuentro quien reconozca haber votado a cualquiera de los mandatarios de este país que están encausados, han sido procesados o condenados, que son la mayoría. También pareciera que los partidos políticos ganan elecciones con millón y medios de votos de saber quién, porque al día siguiente de tomar el poder inician las criticas promovidas por cualquier hijo de cristiano que use Twitter, Facebook, Instagram, Tinder o Tic Toc. Este país no deja de ser un avatar surrealista en el que nadie hace nada para todos quejarnos de todo. Eso si, callamos que pedimos trabajo por cuello, porque no queremos una ley de servicio civil; buscamos quien conozca al juez que lleva nuestro caso, pero antes intentamos un “acercamiento” -¡cómo me gusta esa palabra!- para explicarle nuestro problema; pagamos coimas para cobrar o que nos paguen, hacer obras o registrar medicamentos que luego vendemos a precios desorbitados o llamamos al amigo del amigo del vecino que tiene un compadre que todo lo arregla.

No cumplimos las leyes, porque no es necesario ya que nadie las cumple ¡Amén! Y en el mes patrio ponemos banderas nacionales en el carro, la casa, el trabajo o corremos portando la antorcha mientras nos desgañitamos en proclamar cuánto amamos a nuestra bella Guatemala, la tierra del quetzal, en la que muchos niños mueren de hambre o son sexualmente agredidos ¡Huy, eso no! ¿Y la deuda del Estado al IGSS?, eso que lo paguen otros. Pero al día siguiente, volvemos a las andadas del irrespeto sin consecuencias, el incumplimiento de la ley sin castigo o la crítica hacia otros porque no es mi culpa. La política la hacen los demás, no yo; las decisiones las toman otros, pero no cuentan conmigo; las leyes las hacen ellos, y a mi me marginan, así que señalamos por acción a los demás y silenciamos -para disimular- la cobarde omisión propia ¡Qué chispudos somos, y qué irresponsables!

Nuestros retoños -jóvenes e ilustrados- observan y aprenden, y salen los hijos de los aquellos con idénticas ínfulas y peroratas reivindicativas, autoritarias o del tipo que sea, ¡qué más da! Y así, con paso firme y decidido, marchamos hacia el precipicio -con tambor cuando nos dejan- mientras nos quejamos de que otros se han paseado en nuestra bella Guatemala ¡Porque yo no fui. Yo no!

¡Cómo me falta en la escritura poder mostrar bruscamente un dedo de la mano mientras dejo doblados los otros!


lunes, 21 de septiembre de 2020

Y tu, ¿cuántos años tienes?

El incierto valor del futuro -al menos teóricamente- será siempre superior a la constatada realidad del pasado

Todos hemos utilizado alguna vez la frase del título de esta reflexión. Se emplea para conocer la edad cronológica del cuestionado, es decir, cuando años lleva de vida. 

Hace unos días, alguien me hizo ver que lo correcto sería hablar de los años que te quedan por vivir y no de los que ya pasaron. Algo así como: “cuantos años tienes…, por delante”. Cuando me lo explicaron, no comprendí la dimensión real de la propuesta, hasta que reflexioné sobre la trascendencia de poner tu cerebro en modo pasado o futuro. Según se coloque “esa palanca” te puedes alegrar más por lo vivido -y lo celebras- que por el devenir. Se ponen en la piñata lo logros de la vida, pero se soslayan los venideros, además de todas las ilusiones y esperanzas que eso representa. Si pusiéramos en una balanza el pasado y el futuro, independientemente de los años que correspondan, veríamos como se inclina hacia el porvenir porque es únicamente ahí donde caben lo anhelos, los proyectos, los deseos…, que siempre serán mayores que lo pasado, por muy importante y trascendente que haya sido.

La sugerencia, válida en cualquier momento pero seguramente más comprensible cuando se han vivido algunos años, requiere establecer un horizonte de vida y, lo más importante, cómo quieres vivirla. No es suficiente contestarle a quien pregunta datos de los años pasados, quemados, vividos, irrecuperables y muchas veces olvidados. Es más constructivo y alegre pensar en los que te pueden quedar, con la ilusión de cómo los vivirás y qué piensas hacer. Representa, sin duda, un ejercicio de imaginación que incluye la experiencia de lo pasado para construir un futuro -aunque nebuloso- sobre qué quieres hacer o cómo deseas cambiar o vivir lo que tienes por delante. 

Hemos podido tener hijos y seguramente nos sentiremos muy orgullosos, pero el futuro que esperamos para ellos es mucho más retador y expectante. Los nietos son venideros no del pasado, y si ya se tienen podemos esperar más en los años próximos o verlos crecer. Quizá haya pasado una excelente vida, compartida con la pareja de la que sigue enamorado, pero esperar continuar viviéndola mucho mejor de lo que fue, también junto a ella. En definitiva, el incierto valor del futuro -al menos teóricamente- será siempre superior a la constatada realidad del pasado, por muy bueno que aquel haya sido. Tendrá toda la razón quien a partir de ahora pregunte: y tu, ¿cuántos años tienes por delante? Pero como no vamos a cambiar un hábito extendido, es posible que nos quedemos únicamente con el pensamiento que genera la frase cada vez que hagamos, o nos hagan, la pregunta habitual. 

La mayoría de los seres humanos nos anclamos en el presente o en el pasado y dejamos el futuro apenas lineado, someramente esbozado. Celebramos los muchos años que tenemos, en lugar de pensar cuántos nos pueden quedar, sin advertir que todo cambia rápidamente. Tardamos demasiado en hacer lo que realmente deseamos pensando que habrá tiempo para hacerlo. Sin embargo, la vida demuestra permanentemente que todo es cuestión de un instante: pandemia, accidente, enfermedad, catástrofe, separación…, y cuando ocurre -ineludible en la vida de todos- notamos que es saludable hacer un alto y pensar en cómo vivir de la mejor manera posible esos años que tenemos por delante y hacer aquello que realmente nos apetece, algo que en demasiadas ocasiones no suele coincidir con lo que diariamente hacemos. Una especie de catarsis cumpleañera que nos plantee qué hacer con el futuro y cómo celebrarlo, en lugar de festejar el pasado, porque a lo mejor hasta da resultado.


lunes, 14 de septiembre de 2020

Independencia, aunque el autoritarismo sigue

Una vergüenza nacional más operada por apenas una docena de delincuentes que han encontrado en la política cómo evitar la justicia

La separación e independencia de los poderes del Estado es un antiguo y clásico principio sin el cual no se sostiene la democracia liberal. Sin esa separación no se concibe una moderna democracia, y los países que no la observan: Cuba, Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte, no son considerados democráticos. En la medida que se ha profundizado y perfeccionado el republicanismo, se ha potenciado esa división que busca el adecuado equilibrio para una buena gobernanza.

A lo largo de la historia se ha utilizado el ejército para tomar el poder y consolidar regímenes totalitarios. Aquello, sin embargo, terminó y no es presumible que algo así tenga éxito hoy día. De esa cuenta, los moderno espíritus autoritarios han tomado el camino de apoderarse o anular a los otros poderes. Chávez empleó la misma forma que Hitler: la ley habilitante, mientras otros lo han hecho adueñándose del poder legislativo (Maduro) o del judicial, dándole forma legal a las irregularidades que cometen.

En Guatemala es justamente lo que ocurre. Parte del Legislativo -ciertos diputados- impiden que se cumpla con el plazo constitucional -ya vencido- de cambiar el poder judicial, por la simple razón de que sirven fielmente sus fines e intereses. Casi un año después de haberse tenido que cambiar la Corte Suprema de Justicia, ahí siguen los mismos que lo están porque sus resoluciones protegen a diputados que deberían ser investigados -o juzgados- al igual que a siniestros personajes que han perpetuado un sistema de pago de favores con cheques y prebendas. Eso, aunque no guste escucharlo a ciertos políticos, es un golpe de Estado técnico o moderno, según la extensa literatura existente al respecto.

Es triste y vergonzoso -pero significativo- escuchar a un diputado como Álvaro Arzú manifestar que “juró defender la constitución, no las resoluciones de magistrados que él considera que son ilegales”, actitud propia de absolutismos monárquicos de los siglos XVI-XVIII. Una especie de espíritu de “rey sol” que dinamita la frágil democracia chapina en el 199º aniversario de la independencia. Y es que mientras el espíritu y la capacidad cerebral de ciertos políticos no sobrepase el nivel de “yo creo, yo digo”, seguiremos en manos de despóticos que pretenden arrodillar al país, sostenidos por una ciudadanía pasiva y apática que los paga.

Vivimos un intento de golpe de estado técnico que se prolonga desde la administración de Jimmy Morales y que pretende someter el poder judicial a los caprichos de legisladores señalados de graves delitos, asociados a un financista tradicional como Gustavo Alejos o pertenecientes al club del narcotráfico y del crimen organizado, al que se suman -por eso de la condescendencia- algunos analfabetas que no saben, no entienden ni muchos menos se ilustran sobre conceptos básicos de filosofía jurídico-política.

Lo que queda es un país cuestionado que no atraerá inversiones porque se está destrozando la certeza jurídica, o vendrán aquellos que saben que una parte sustancial de los réditos se deben utilizar para pagar sobornos a quienes controlan “el mecanismo”. Una vergüenza nacional más operada por apenas una docena de delincuentes que han encontrado en la política cómo evitar la justicia, y en una ciudadanía descuidada el calvo de cultivo en el que desarrollar sus maldades. Proyectamos negligencia por no tener los bemoles necesarios para evitar que una pandilla de criminales siga controlando el país y nos sometan a sus caprichos. En este aniversario de la independencia pareciera que aceptamos plácidamente aquello de “si ves que vienen a por ti, relájate, acéptalo y disfruta”. Bochorno colectivo debería de darnos, pero celebremos el 15 de Septiembre.


lunes, 7 de septiembre de 2020

Y los hijos se hacen hombres

Se siempre ético y correcto, te pondrán muchas veces a prueba y encontrarás piedras que dificultarán tu camino

Querido Pablo, amado hijo:

Hoy cumples 18 años. Como todo papá medité largamente qué era lo “adecuado” para regalarte en ese trance a la mayoría de edad. Pensé mucho, hasta advertir que la juventud de hoy tenéis de todo y es muy difícil encontrar algo que os sorprenda, así que llegué a la conclusión de que cualquier obsequio material estaría desfasado rápidamente por una nueva versión, y posiblemente desplazado al olvido. Decidí, por tanto, que debía buscar algo que permaneciera con los años y que en el futuro siguiera ahí, además de que fuese original y solamente yo te lo pudiera dar. Algo personal, duradero -ojalá eterno-, inmaterial, que no caduque y que te sirva para siempre. Así que opté por escribirte esta columna que supongo quedará eternamente en la hemeroteca.

Cruzas una línea imaginaria a la que inexorablemente el tiempo y la ley te empujan. Pasas a ser plenamente responsable de tus actos y nosotros, tus padres, quedamos legalmente al margen de tus decisiones y acciones ¡No es poco ese trascendental paso! Podrás -y deberás- decidir libremente qué hacer, pero tendrás que responsabilizarte totalmente de ello. Sin embargo, no tengas miedo de actuar, ten siempre fe en ti mismo y pon toda tu capacidad, esfuerzo, tesón y pasión en cuanto hagas. No hay sueños imposibles, que nadie te disuada de lo contrario ni mucho menos limite tu horizonte, por muy lejano que sea. Recuerdo un consejo que mi papá -tu abuelo- me dio más o menos con tu edad y que lo he tenido siempre presente: “Tu puedes con eso y con mucho más”, te lo paso para que nada te frene en la vida.

Cometerás errores, aprende de todos ellos, mira a los ojos -con la frente en alto- y pide disculpas las veces que sea necesario. Perdona siempre -sin límites- ahí encontrarás gran parte de la grandeza humana y acrecentarás tu humildad y tolerancia. En la vida hay tiempo para casi todo, especialmente para equivocarse varias veces y reconducirse. Se siempre ético y correcto, te pondrán muchas veces a prueba y encontrarás piedras que dificultarán tu camino. La vida es de largo plazo y se requiere un esfuerzo diario y continuado no un empujón puntual. La constancia genera más frutos que la inmediatez; la actitud rinde más que la aptitud; el dinero no lo es todo ni siempre lo más importante; el honor, una vez perdido, no se recupera jamás. Busca amigos y una pareja que sumen, apoyen, compartan y te quieran como eres sin fijarse en lo que tienes; lo material es variable, la esencia humana es para siempre.

Respeta al prójimo como quieres ser respetado y piensa que cualquier persona es como tú y tiene seguramente las mismas ilusiones y deseos que tú tengas. Sepárate de la violencia y de los violentos, y jamás olvides que el respeto a la vida es un valor absoluto muy superior a cualquier derecho. Viaja, conoce el mundo, estudia y aprende de otras culturas porque nadie tiene la verdad plena. Solamente una vez se cumplen 18 años pero también en una sola ocasión se puede tirar todo por la borda. 

Tu mamá, tus hermanos y yo te amamos y nos sentimos muy orgullosos de quién eres y especialmente de quien llegarás a ser, y aquí estaremos para ti, como siempre ha sido, independientemente de la edad que tengas, porque los hijos son eternamente hijos. 

En definitiva, hijo mío, sé un hombre adulto, responsable y correcto. Ríe siempre y disfruta la vida que te mereces, nosotros, tus papás, te amamos con todo nuestro ser ¡Feliz cumple Pableras!


lunes, 31 de agosto de 2020

No son los médicos cubanos, es la dictadura

La “diplomacia de batas blancas”, una moderna forma de esclavitud humana, de tráfico de personas, utilizada por el castrismo 

Todas las dictaduras son nefastas. En algunas se pueden resaltar hechos positivos porque sin duda existen. Sin embargo, en todas ellas se pierde la libertad de movimiento, expresión, reunión, disenso, etc., y también en todas el gobierno, que suele ser extremadamente violento, acosa, persigue, encarcela, asesina -directa o indirectamente- y destruye o pulveriza -como diría Orwell- a sus ciudadanos. La dictadura castrista es la decana de todas ellas, y después de más de 61 años sigue violando los derechos humanos, la libertad y los principios de la democracia, entre otras muchas cosas. No reconocer lo anterior supone cerrar la razón a lo evidente o ser demasiado cínico. 

En 2008 publiqué una de mis primeras columnas de opinión destacando el carácter alegre y sufrido de los cubanos -http://miradorprensa.blogspot.com/2008/04/qu-caracter.html-, y la sostengo íntegramente. El ciudadano cubano es extraordinario y con un espíritu envidiable, a pesar de las circunstancias. En Guatemala, desde hace una veintena de años, los médicos cubanos están en los lugares más recónditos atendiendo a personas que no tendrían acceso a la salud sin ellos. Vaya por adelantado mi reconocimiento y admiración. El debate sobre las “Brigadas médicas cubanas” no es ataque o rechazo a profesionales de la medicina que dejan su vida por el mundo haciendo cosas increíbles que deben reconocerse

No obstante lo anterior, es legítimo plantearse el modelo cubano de “diplomacia de batas blancas”, una moderna forma de esclavitud humana, de tráfico de personas, utilizada por el castrismo  desde hace tiempo. Hay muchos casos documentados además del reporte del Departamento de Estado USA: https://www.state.gov/at-the-2020-trafficking-in-persons-report-launch-ceremony/. Cada cooperante enviado desde Cuba a Guatemala recibe un aproximado de Q7000, lo que no hace gratis el servicio que brinda. De esa cantidad, el receptor entrega una parte sustantiva al gobierno cubano -cifrado en algunos informes en 75%- y, además, como se documenta en diferentes medios, es constantemente vigilado y controlado para reducir el contacto con lugareños y evitar la deserción, como han hecho atletas, bailarines o músicos. Un equipo, camuflado entre los cooperantes y/o con apoyo diplomático en el lugar, se encarga de la seguridad y de la inteligencia. La garantía del regreso la dan los familiares que quedan “confiscados” en Cuba para que el cooperante vuelva y siga siendo servil al régimen.

Se puede limpiar la conciencia de muchas formas, incluso ponerle perfume, pero es innegable que cuando se establece un convenio de “colaboración retribuida” con el gobierno dictatorial cubano se está financiando la cúpula en el poder, los desmanes que hace y el modelo que la sostiene. Puede incluso ignorarse o pensar que como hacen un bien todo se justifica, lo que suele ser sospecho y siempre peligroso, al considerar el mal menor y el bien mayor, algo propio de corrientes teleológicas que analizan la intención como criterio de máxima moralidad. Una especie de híbrido entre el utilitarísmo y el consecuencialísmo ético que termina por justificar que muchas cosas buenas superan a las malas. No es de recibo hacer el mal para conseguir el bien, el mal debe evitarse siempre y ver la solución para alcanzar un estado deseable de cosas sin llegar a justificarlo, como irracionalmente hacen demasiados.

El debate está servido, aunque la diplomacia de batas blancas y la “cooperación” cubana han establecido una red de adoctrinados, colaboradores y serviles que seguramente serán capaces de negar la más dilatada dictadura en el mundo, y los crímenes cometidos. Recuerden que en época de la UNE intentaron concederle la Orden del Quetzal a Fidel Castro, aunque aquel no les puso coco y los ignoró.


lunes, 24 de agosto de 2020

Impuestos que desafían la razón

Se castiga a quienes se esfuerzan, trabajan, ahorran, emprenden y han pensado en su futuro y en el de sus hijos

Posiblemente usted desconozca a cabalidad cuantas clases de impuestos paga, el monto de estos y la razón de ser de muchos de ellos. Algunos son relativamente fáciles de comprender e incluso hay un cierta lógica, detrás de ellos que es difícil de confrontar. Otros, por el contrario, representan un desafío o suponen, incluso, un insulto a la razón, y nos hemos acostumbrado a pagarlos sumisamente sin rechistar, con actitud propia de ciudadanos que no reclaman sus derechos.

Si algo persigue el ser humano es hacerse con una vivienda propia y un vehículo que lo transporte. Estas dos aspiraciones -cuando no necesidades- están en la mente de la mayoría de las personas. Por tanto, usted ahorra durante tiempo, quizá pida un crédito bancario y termina por adquirir su vivienda con mucho esfuerzo. Paga por todo: el terreno, la construcción, las escrituras, los honorarios del escribano y otras cuestiones que no es necesario explicar. Y cuando por fin tiene su propiedad, el Estado decide que anualmente le debe de pagar una suma en función del precio de su casa ¿Cuál el la lógica que subyace detrás de todo esto?, seguramente ninguna pero así funciona. Se castiga a quienes se esfuerzan, trabajan, ahorran, emprenden y han pensado en su futuro y en el de sus hijos. El exitoso y decidido es sencillamente penado por un Estado que saca dinero de lo que no es suyo ¿Qué servicio le presta la administración pública por ese pago?, ninguno. No hay contraprestación porque seguramente usted tiene pozo de agua o depósito hecho por el constructor, paga aparte la basura y también la electricidad que consume, además de la seguridad. No hay consecuentemente contraprestación, es simplemente una clavada oportunista, depredadora y sin sentido.

Si supera lo anterior y decide, además, adquirir un nuevo vehículo, modernizarse y dejar atrás el viejo carricoche, el Estado se lo premia con un impuesto a la circulación. Algunos lo justifican porque ese dinero es para construir o mantener las carreteras por las que usted circulará o porque contamina el aire, lo que convierte el debate en un difícil asunto, ya que en el otro plato de la balanza hay argumentos. Se soslaya, sin embargo, que los vehículos que más desgastan, contaminan, son propensos a más accidentes y a fallos mecánicos, son los más viejos que justamente son los que menos pagan Es decir, hay un contrasentido entre la justificación impositiva y el pago. Lo lógico sería que si el vehículo es nuevo, y produce “menos daño”, la tabla impositiva debería ser a la inversa de cómo es actualmente, y deberían pagar menos los nuevos que los viejos. Lo que hacen realmente los Estados es castigar sistemáticamente al exitoso, a quien arriesga, al emprendedor. Lo disuaden de cambiar de carro o de pedir un crédito porque el mensaje es: manténgase como esta, no cambie ni invierta porque si descubrimos que lo hace lo volveremos a clavar como ya hicimos cuando compró su casa.

Otra sin razón es el famoso boleto de ornato, y si su finalidad es mantener limpias calles y plazas, no tiene sentido que se lo pidan para tramitar, por ejemplo, el DPI ni mucho menos que tenga un precio diferente en función de lo que usted gana, como si el más exitoso en su trabajo ensuciase más las calles, otra estupidez de la irracionalidad impositiva. 

Nos habituamos a trabajar para pagar caprichos de estatistas que viven de nuestro esfuerzo y nos adaptamos a un sistema que no resiste el menos análisis lógico ¡Y dicen que el hombre es el único ser racional. Mi huevo!


lunes, 17 de agosto de 2020

Violencia pluriétnica, multicultural y plurilingüe

La políticas públicas responden a la presión de grupos y se traducen en acciones dirigidas a satisfacer a sus simpatizantes

No estamos acostumbrados a cumplir la ley ni a respetar al prójimo, y aún con el riesgo que representa la generalización, se puede afirmar que somos una sociedad muy colérica, preocupantemente violenta. Ningún grupo étnico, social, religioso o económico se zafa de esas adjetivaciones, aunque vemos esfuerzos de ciertos colectivos por escapar de tales etiquetas. 

Lamentablemente sobran ejemplos: 1) En Petén, Domingo Choc fue quemado vivo acusado de brujería, con la aquiescencia, apoyo y participación de parte de la comunidad en la que vivía. Sus vecinos no lo protegieron y, además, algunos fueron autores, cómplices o encubridores de tan aberrante crimen. 2) El futbolista Pappa, reiterado agresor de mujeres, suele salir airoso de sus continuos ataques a damas, y no se comprende qué mágico milagro sucede para que no esté encarcelado desde hace tiempo, salvo que la justicia espere que asesine a alguien y entonces actúe con “prontitud”. Actualmente está en busca y captura después de huir porque un juez no lo procesó, a pesar de haber sido capturado por la policía casi in fraganti -y en lamentable estado de ebriedad- tras su último conocido acto de maltrato. 3) El garrulo del Pirulo, criminal confeso condenado a tres años de prisión conmutable por instigación para delinquir -de cuyo resultado se cometió un homicidio- perfecciona diariamente su chabacanería frente a los micrófonos mientras fomenta la homofobia, la ordinariez y otras bajezas propias del esperpéntico personaje quien, escoltado por dos monigotes -al mejor estilo de los tres chiflados- es vitoreado por seguidores mononeuronales ¡Vaya nivel cerebral el de unos y otros! 4) El último capítulo de esta crónica negra multisectorial, lo vimos hace pocos días en un video que muestra cómo una pareja homosexual fue agredida brutal y reiteradamente por miembros de una misma familia que los persiguieron con sus vehículos -fueron tres- y los dejaron malparados. Además, en esta ocasión, la PNC, institución que debe servir para ayudar, silenció la denuncia porque, al parecer, el jefe de los patrulleros los llamó para que se retiraran ya que alguien llegaría a negociar y “arreglar” las cosas.

No me atrevo a decir que nos satisface, pero definitivamente consentimos, permitimos, difundimos y silenciamos la violencia. Niños y niñas son diariamente agredidos y estas últimas embarazadas, llegando la cifra a varias decenas de miles cada año. Lejos de enfrentarla como lo que es: un problema complejo que ataca a todos los sectores sociales y se silencia desde todos ellos, no hemos dedicado a condenarla desde particulares tarimas. Las feministas llevan años centradas en promover el castigo al femicidio; la comunidad LGTBI condena agresiones contra sus asociados; sectores indigenistas hablan de discriminación y racismo, y en lugar de enfocar el problema desde una visión integral, atomizamos cada esfuerzo y se excluye a otros que quedan invisibles y parecieran no existir, porque cada uno propone medidas particulares que suelen circunscribirse a su ámbito de interés. Lo que se consigue con ello es presentar problemas parciales, en función del ruido que se hace o la tribuna que se tiene. Las políticas públicas, por su parte, responden a la presión de grupos y se traducen en acciones dirigidas a satisfacer a sus simpatizantes. En resumen: las cosas no cambian porque no confrontamos la realidad. La violencia hay que atacarla sin sesgos, intereses ni desde sectores específicos. En todo caso, es innegable el magro resultado de las políticas emprendidas en los últimos años, lo que nos debería conducir a reflexionar sobre la necesidad de reformularlas, aunque me da que es una prédica al viento que nadie atenderá.


martes, 11 de agosto de 2020

La tétrica marrullería nacional

Y es que no deseamos que se imparta justicia sino “nuestra justicia” ¡Maldita ideología y cortedad mental!

El enconamiento entre la CSJ, la CC y el Congreso, además de otras instituciones y muchos ciudadanos, tiene paralizada la renovación de jueces y magistrados. A estas alturas, puede encontrar argumentos para aplaudir o desmeritar a cualquiera de los citados por razones suficientemente conocidas que sobra explicar. En un país en el que se habla a menudo de diálogo, no dialoga ni su madre. La imposición o el silencio parecen ser dos hojas de rutas fracasadas pero utilizadas históricamente. 

Al Congreso no le da la gana comenzar con la elección de jueces y magistrados y ningún partido político  fuerza esta situación con medidas legales, que las hay. La CC, sigue aquello de “este macho es mi mula”, y no cambia una directriz que requiere de meses para poder cumplirse de la forma que indicó. Si hay que analizar unos 296 seleccionados en las nominas de postulación y 160 diputados deben de emitir su voto a viva voz -además de razonarlo- se requerirían entre 790 y 1,600 horas si cada uno dedica 1 o 2 minutos a ello. Es decir, sesionando dos veces por semana, cinco horas cada día, se necesitaría entre año y medio y tres años, lo que convierte el proceso en absurdo. 

Soluciones hay, como por ejemplo razonar por escrito el voto y hacerlo público, votar por grupos parlamentarios con el mismo requisito anterior o cualquier otra que tenga cabida para agilizar el proceso sin perder la esencia del compromiso de explicarlo. Sin embargo, seguimos atorados por falta de propuestas, de acercamientos, de diálogo, de exigencia social y de ética político-jurídica. La institucionalidad sigue sin responder y la ciudadanía paga las consecuencias de mafias, egos, mañas, formas y basura que se lanzan, unos y otros, para no cumplir.

Tenemos un sistema mal diseñado, hete ahí el problema. El Tribunal Supremo Electoral y la Corte Suprema de Justicia no son supremos y la Corte de Constitucionalidad que debería de dedicarse a temas exclusivamente constitucionales, por ser un tribunal políticamente nombrado, se convierte en el tercer poder del Estado: el Judicial. Cada buey jala su carreta y descoyunta el pobre sistema nacional de justicia, y a los ciudadanos que deben utilizarlo -que somos todos- mientras las mafias, incrustadas por doquier, buscan cómo posicionarse ventajosamente. El Colegio de Abogados ve pasar la procesión desde la tribuna porque, en el fondo, está diseñado para ser manejado por grupos de poder y manipular determinadas instituciones, producto del espacio constitucional otorgado en la selección de candidatos. Otra mafia que termina por coincidir con las establecidas en el “club universitario” al que obligan a suscribirse a todas las universidades. Y cuando el MP actúa y pide antejuicios -porque no es un ente juzgador y no puede tomar partido- tampoco estamos conformes porque vemos que “los nuestros” pueden salir perjudicados y lo que deseamos es que “los otros” sean los castigados. Y es que no deseamos que se imparta justicia sino “nuestra justicia” ¡Maldita ideología y cortedad mental!

Los ciudadanos, esos que dice la teoría que tienen el poder que delegan en sus representantes, se sienten cómodos o distraídos porque han aprendido a vivir en este sistema en el que debes procurar tener un cuate que conozca a un colega o pariente en el lugar que necesitas para pedirle, en el momento adecuado, el favor que solucione el clavo que tengas. Un mundo de favores y favoritismo que termina clavándonos a todos contra la pared y arrastra al país a un inmundo lodazal al querer resolver una crisis política por medios judiciales.


martes, 4 de agosto de 2020

¿Desde cuándo nos engañamos?

Nos han educado en un relativismo moral permisivo. Todo se puede negociar, pactar o acordar en política

La pandemia mundial ha desatado un debate en torno al papel del Estado, fundamentalmente en el tema de salud, pero también en otros sectores. Súbitamente el ciudadano parece descubrir que los servicios públicos no son gratuitos, tal y como por años le estuvieron predicando los políticos. “La salud y la educación -entre otros- son derechos humanos y el Estado debe proporcionarlos gratuitamente”, nos decían en mítines políticos que querían obtener votos activando emociones. Nosotros, los votantes, cerrábamos los ojos a una realidad suficiente y claramente percibida, y aceptábamos que teníamos derechos “gratuitos” que otros pagaban y unos terceros proporcionaban, y así nos fuimos “disfrutándolos” desde la mitad del pasado siglo.
Paul Johnson, en su libro “Tiempos Modernos” -citando a Bass y de Vries- recoge algunas apreciaciones de la Alemania promotora de este estado de bienestar: “…, los trabajadores alemanes preferían los empleos seguros antes que los derechos civiles, que siempre habían significado poco para ellos”. La filosofía del Estado de Bienestar de Weimar se sustenta en “céntrate en trabajar que el Estado se encargará de ti y de tus necesidades básicas”, y en ese pacto tácito y ficticio, te aseguran unos “derechos” que tu terminas pagando, a precio de oro en la mayoría de las ocasiones. 
En momentos difíciles, como los que vivimos, se descubre que aquel “contrato social weimariano” no se estaba cumpliendo y lo advertimos ahora que muchas personas reclaman la protección estatal que el propio ente no puede ofrecer, mientras deja al desnudo realidades ignoradas por muchos desde hace casi un siglo. Nos han educado, y hemos repetido y consentido, en un relativismo moral permisivo. Todo se puede negociar, pactar o acordar en política -dicen algunos- y el ciudadano se hace el crédulo y lo acepta en tanto en cuanto no le afecte; y mejor si le favorece ¿Quién va a discutir derechos que le son otorgados, como salud y educación, y sobre los que puede construir cualquier discurso reivindicativo?
Sin embargo, vemos que no hay salud para todos ni mucho menos educación para quienes la reclaman, y lejos de ser un problema en países en vías de desarrollo se ha mostrado en todo el mundo. Ningún país ha podido satisfacer los reclamos requeridos en esta crisis ni atender a los miles de ciudadanos que simultáneamente exigen “sus derechos”. Igual reflexión se puede hacer con el trabajo, la protección social, la alimentación, al vivienda y otros.
Dejamos en manos de un estado ineficiente -aunque eficaz en algunos momentos- la gestión de muchos aspectos que no se evidenciaban mientras afectaban a un grupo reducido de personas, pero que se manifiestan cuando muchos tienen esa necesidad. La “ley” del manejo adecuado de la minorías se hace realidad y se constata que la política no deja de ser justamente eso: lograr el voto de la mayoría para hacer un eficiente, pero no siempre ético, manejo de las minorías que suelen ser desplazadas en beneficio de la “gran masa” que aporta votos, genera opinión publica y certifica resultados electorales.
Ha pasado casi un siglo y el punto de inflexión en el que estamos nos debería hacer cambiar y adoptar métodos que realmente sean eficaces en momento de crisis o podemos seguir, en ese nuevo normal, con sistemas que sirvieron para una época pero que requieren sobreponerse a una realidad opacada por analfabetismo -político y económico especialmente- a luchas de grandes potencias por el poder y a la rémora de dos guerras mundiales. Esto viene a sumar al esfuerzo de los milenias y generaciones siguientes por cambiar un mundo que no les sirve.

lunes, 27 de julio de 2020

Reacomodo ideológico durante la pandemia

Si consideramos la finalidad rentista se podrá comprender mejor la debacle del debate político nacional

El COVID-19 ha paralizado la discusión nacional más allá de la pandemia, y la pugna política se ha tintado con debate ideológico. La habitual izquierda radical: Winaq o URNG -ahora con el MPL incluido- no levanta cabeza. La UNE, tradicional líder de la izquierda moderada sufre una fuerte convulsión interna que, unido al rechazo ciudadano de Sandra Torres, la coloca al borde de la autodestrucción, y una facción pretende quedarse con el poder que la otra le niega. En ese espacio ideológico, el partido SEMILLA surge con más fuerza, liderazgo y oposición que mostrara en su momento Encuentro por Guatemala. Por primera vez hay una opción real a una UNE sacudida, y al estar mucho menos contaminado, hay temor -u oportunidad, según se mire- en que pueda ocupar los espacios que aquella vaya dejando vacíos. En la derecha -o centro derecha- dos partidos se sitúan muy a la par: CREO y VALOR. El primero renovado, con gente joven y una fuerza moderada pero más activa; el segundo, liderado por Zury Ríos, levanta pasiones entre ciertos conservadores, aunque su candidatura fue rechazada en las pasadas elecciones. El resto son partidos bisagras, narcos o repletos de corruptos. Si consideramos la finalidad rentista, es decir, la intención de obtener más recursos para pagar las deudas electorales, así como este otro ideológico, se podrá comprender mejor la debacle del debate político nacional. 
La lucha interna en la UNE, junto con la pugna por conservar el liderazgo de la izquierda, pasa por aprovechar cualquier ventaja donde son más fuertes: el Congreso. Es desde ahí que se promueven frecuentes confrontaciones con el Ejecutivo y el partido VAMOS para obtener ventaja y rentabilizar sus esfuerzos, especialmente ahora que una fracción de la UNE -que lidera Sandra Torres y que pelea el control del partido- vota junto al oficialismo. De otra forma: la pugna interna se traduce, políticamente hablando, en una confrontación contra los aliados que son socios de la facción contraria. 
SEMILLA, por su parte, se intenta alejar de ese escenario en una actitud de laissez faire, y deja que se destruyan -que seguro lo consiguen- sin presentar más alternativas que lo que el tiempo disponga, y sin promover confrontación, tal como lo hacía Encuentro por Guatemala, justamente la razón de su desaparición con el tiempo: la falta de acción contundente cuando debió de hacerlo.
A VAMOS no le queda de otra que pactar para tener el poder que la urnas no le concedieron, y es evidente que no encuentran fácilmente socios. La izquierda -SEMILLA, WINAQ, URNG y UNE- estará siempre en contra de ellos, y la derecha -CREO y VALOR- buscan su propio espacio y evitan coaliciones innecesarias. Lamentablemente, solo quedan partidos bisagras, narcos o corruptos, que son los que se han asociado, y deslegitiman al oficialismo. Como alguien me dijo “yo no quisiera estar en el lugar del Presidente”, quien lidera el país en unos de los momentos más difíciles de su historia moderna. Para mientras, la pugna sigue al margen de la realidad porque, en el fondo, lo que se pretende es mantener el poder y continuar con las misma barrabasada de siempre, lo que se traduce en el saqueo del Estado y la piñatización de los fondos públicos, a fin de cuentas lo que persiguen la mayoría de los políticos que llegan al poder. Eso del bien común o el interés por el ciudadano que se lo digan al espejo frente al que ensayan sus discursos, igual algún día el espejito, como el de Blancanieves, termina por decirles la verdad y entonces sabrán lo feos que son.

martes, 21 de julio de 2020

El costo de la decisiones públicas

No cobre un solo centavo el próximo mes, tal y como ocurre con quienes tienen empresas cerradas por obligación

El CACIF publicó recientemente un análisis sobre el impacto en la economía nacional de las medidas tomadas para enfrentar la pandemia. Algunos salieron inmediatamente a ponerlo en duda, sin ofrecer otro análisis que contrastara el presentado que, además, coincide con la caída de la recaudación fiscal hecha pública por la SAT, y por el padecimiento que todos los ciudadanos experimentamos a diario en relación con la falta de trabajo, de oportunidades, de negocios o de clientes. No hay que ser muy sesudo para advertir lo que está ocurriendo.
Pero no ha sido únicamente el sector privado nacional quien ha puesto sobre la mesa cifras de recesión económica. La OCDE, en un informe titulado “Better policies for better lives”, habla de una caída del PIB mundial del 6% en 2020, y si se considera una segunda ola de pandemia, el porcentaje subiría hasta el 7,6%. Si todavía es escéptico, puede consultar el “Global Economic Prospects” que sitúa el desarrollo económico para 2020 cerca de -8%, siendo los países latinoamericanos y caribeños los más afectados con cifras que oscilan entre el -7.2% de recesión del PIB y de -8.1% en la renta per cápita. En otro gráfico, muestra las mayores recesiones económicas del pasado siglo: las dos postguerras mundiales -superiores a la actual- y la Gran Depresión de los treintas, equiparable con la presente.
Está en su derecho de pensar que lo mejor es quedarse encerrado en casa y no abrir parcialmente los negocios. Así opinan muchas personas y numerosos expertos en salud, pero a quienes tienen ese comprensible criterio protector les propondría este reto: no cobre un solo centavo el próximo mes, tal y como ocurre con quienes tienen empresas cerradas por imposición. Si son capaces de aceptarlo, puedo entender su postura, pero me temo que quienes hablan de cerrar la economía y quedarse en casa son los que tienen un salario asegurado que no depende, en absoluto, de salir a producirlo diariamente, y con esas cartas es fácil jugar.
Entiendo que una apertura total tampoco es la solución, pero para eso está la cabeza, las experiencias de otros y, sobre todo, la teórica racionalidad del ser humano. Si queremos utilizar los códigos de colores, hagámoslo. Así, en un municipio o departamento con “código rojo”, los establecimientos abiertos -que serían todos los que sus dueños deseen- tendrían una limitada afluencia cifrada en un 15% del aforo. Por el contrario, en otros con “código amarillo”, la afluencia podría aumentar hasta el 60%, por poner ejemplos numéricos que pueden adaptarse. De esa forma, no se suspendería ninguna actividad económica y se respetaría el distanciamiento entre personas. Aplique una lógica similar para transporte público, cines, restaurantes, centros de conveniencias, mercados, etc., y habrá encontrado una solución equilibrada sin cerrar totalmente.
Las medidas restrictivas absolutas no sirven -quizá en festivos- por muchas razones: somos una sociedad indisciplinada, y nos valen las normas, el sistema nacional de salud es tan desastroso que no es capaz de soportar más tiempo la presión que tiene -reto para el futuro- y la prohibición no impide que la gente se movilice sino que se apuñusque en peores condiciones respecto de la normalidad. Buscar el equilibrio es lo razonable y se entiende perfectamente cuando el reto es producir para vivir. Quien no tenga esa disyuntiva -empleado o funcionario- está condicionado por la comodidad de vivir sin el riesgo de quien debe llegar a final de mes. Y si no, trabajen sin salario y verán cómo lo entienden, porque de la crisis no nos saca nadie, menos este Estado disfuncional que tenemos.