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lunes, 25 de junio de 2012

De pollitos y gallinas



 Toda acción tiene consecuencias. Los derechos conllevan responsabilidades

Hay que analizar si la actuación de los normalistas -y quienes les apoyan- es realmente normal. No recuerdo ningún caso de impúberes que en Europa o USA tomaran escuelas y tuvieran al país en jaque mientras autoridades y adultos discutían pueriles planteamientos. Aquí, sin embargo, el gobierno, ¡bien gracias!; los sindicatos magisteriales interesadamente callados mientras reelegían -una vez más- a  Joviel Acevedo -¡tanto discutir sobre la reelección presidencial!- y la sociedad en general perdida en otros planteamientos porque la verdad es que nos pela lo que pase, de ahí el futuro que nos espera. En resumen: un montón de niños y niñas menores de edad, financiados por inescrupulosos anónimos y becados los estudios con dinero publico, toman escuelas, impiden que sus compañeros asistan y para colmo ni siquiera serán afectados por las reformas que "combaten". Con ello se consiente, como es habitual, que grupos de presión terminen decidiendo -por encima del derecho individual y del interés colectivo- qué hacer en el país. Lo sustancial -el respeto a los derechos-  no se garantiza porque nos acostumbramos a que todo es dialogable y negociable, sin importar si es justo o legal. En este mimado conflicto medió, entre otros, la oficina de derechos humanos del arzobispado, suerte de ONG que desconozco lo que pinta en todo esto, cuando más bien aunque debería dar algunas explicaciones por conductas ahora denunciadas ante el MP, como otras ONG similares. Vividores y farsantes -defensores de "derechos humanos" de unos pocos- se dejan ver en situaciones que les generan publicidad y quizá recursos financieros, aunque huyen de los problemas reales que deberían afrontar. Promueven y potencian a gallitos peleones que luego veremos, seguramente, "estudiando" en la USAC y cometiendo similares desmanes tal y como la realidad de cada día demuestra; estarán al frente de ocupadores de fincas, de opositores a la minería, a las hidroeléctricas o serán vividores en ONG,s justificadoras de bochinches.
Tenemos lo que nos merecemos por cobardes y por permitir que esas cosas ocurran. No se trata de enviar a la PNC a que los saquen a cachiporrazos, pero si de responsabilizar a los progenitores de las conductas inapropiadas de sus hijos, que es lo que la ley hace con quienes son menores y, consecuentemente, irresponsables de sus actuaciones. Se ha ignorado la responsabilidad de los padres,  permitido violentar los derechos de otros estudiantes, despreciado lo que la mayoría del país quiere: una reforma educativa y pisoteado toda la lógica de actuación en un estado democrático donde los derechos individuales deben de ser inviolables. Contentos con la “negociación” tenida, como si de una victoria se tratase -cuando es un fracaso más- asistimos a otro triste capítulo de la historia de este país. Tardaremos en evolucionar porque nuestra forma de ser y de pensar no está por la labor y contra esa concepción mental se requiere de un desafío personal al que pareciera no estamos dispuestos. ¡Pues nada!, a seguir cohibidos, coartados y acobardados, como gallinas, y que los pollitos nos pongan en fuga, mientras nos quejamos en privado de lo que no tenemos pantalones de decir o exigir en público. Estoicamente consentimos a todos esos vividores del conflicto que nacen precisamente ahí, porque no se les educa y se les hacer aprender que jamás se debe de violar, bajo ningún concepto, el derecho de nadie y que quienes quieran ejercer los suyos, deben de respetar los de los demás ¡Luego tenemos mareros de 9 años y no sabemos el porqué! 

viernes, 15 de junio de 2012

Otra visión de la crisis



Lo que se ve y lo que no se siente

Me preocupa el reduccionismo que se ha hecho de la crisis europea, focalizado en el ámbito económico-financiero. Es cierto que existe una enorme deuda –sin cuantificar– en muchos países de la Unión Europea y no lo es menos que las soluciones para su refinanciación no son ni populares ni aceptadas. Sin embargo, si el problema fuera exclusivamente económico bastaría, simplificando, establecer y cumplir un calendario de amortización. Dicho de otra forma simplista, el tema económico es a fin de cuentas algo numérico que se puede afrontar con un plan rígido que optimice y contenga el gasto público. Si es así de “fácil” ¿por qué la resistencia a su implementación? La pregunta invita a reflexionar sobre la clave de la “verdadera” crisis.
Hay dos generaciones de ciudadanos europeos educados, desde que nacieron, en una filosofía de asistencialismo estatal de la que no pueden zafarse por su enraizamiento. Desde la mas tierna infancia, experimentaron la salud “gratis”, la educación “gratis”, el transporte público subvencionado, la ayuda para adquisición de vivienda, los préstamos a bajo interés; jugaron en parque públicos con múltiples diversiones porque de lo contrario se cambiaba al alcalde hasta que alguno las instalara; tuvieron acceso a centros recreativos municipales donde -también “gratis”- disfrutaban de piscinas, canchas de tenis o campo de futbol y sabían a la perfección que si eran tres o mas hermanos, el Estado les reducía sustancialmente el pago impositivo, además de otros beneficios como familia numerosa. La experiencia de vida les mostró que habían nacido en un espacio geopolítico en el que los consolidados derechos eran el preámbulo de cualquier solicitud, fuese racional o no. De las obligaciones jamás se habló en las escuelas, en las charlas familiares o en inexistentes foros que únicamente se organizaban esporádicamente para reclamar más derechos. Todo debía ser gratis y que pagaran otros que eran desconocidos para muchos e identificados, por los más ideologizados, como “los ricos”. Se gastó todo lo que se pudo; consecuentemente se robo todo lo que se permitió y consiguientemente se construyó infraestructura que, en el caso español, se identifica inútil y valorada en más de 10 mil millones de euros.
El tiempo -que todo lo pone en su sitio- revela una deuda que comenzó, como aquella de la burbuja inmobiliaria, con unas decenas de millones para ir creciendo como bola de nieve y remontar la centena de miles de millones, sin ser la cifra definitiva. Llegó la hora de hacer cuentas y cada ciudadano tiene una deuda que ni siquiera imagina y mucho menos podrá pagar. Hablar de responsabilidad aparece inesperadamente y esas generaciones en su madurez deben de abordar una discusión para la que no están preparados ni dispuestos. Entienden el endeudamiento, porque es algo evidente, pero achacan sus males a los gobiernos y a los políticos, sin darse cuenta que ellos y sus padres fueron quienes los votaron y permitieron todo aquello, en la medida que ellos mismos disfrutaban de servicios “gratuitos” como los antes relatados. Son dos generaciones perdidas que deberán pasar para que otras nuevas entiendan que hay que hablar de derechos y de responsabilidades de forma simultánea y que nada es gratis sino que en el largo plazo alguien debe de hacer frente a los desmanes de otros. Matemáticamente se soluciona el problema en poco tiempo, socialmente requerirá de dos nuevas generaciones, es decir, 20 o 30 años mas. Esto es la verdadera lección a  aprender de la crisis, allí y aquí.

lunes, 11 de junio de 2012

De Próceres a Reforma


 O como andar del tingo al tango

Comenzó la fiebre de las reformas. Han llegado masivamente, como los zompopos de mayo y pareciera que es preciso transformar todo: la constitución, la enseñanza, la ley electoral, el sistema…. No hay nada que se resista a la avalancha del cambio. Reformar es modificar algo, pero con el agregado -que incluye el diccionario- de que exista la intención de mejorarlo, de lo contrario quedaría excluido de ese concepto. En relación con una de ellas: la reforma educativa, algunos chicos -todavía en kínder- pretenden boicotear un cambio imprescindible en el país para mejorar la calidad de la enseñanza. Para tal logro, son apoyados por enmascarados terroristas que dicen estudiar en la USAC y lanzan cobardemente cocteles incendiarios contra quien se le ponga delante (¿a qué hora estudiarán?) ¡Normal que se opongan! Conforman un grupo de vividores analfabetas que no desean mejorar sino dedicarse a la delincuencia estudiantil organizada y, consecuentemente, luchan por el estatus quo. Sin embargo, es necesario que haya un cambio sustancial en el país y el magisterio evolucione hacia una carrera media con visos de ser superior en el corto plazo. Argumentos a favor sobran y, en contra, parece que no se sustentan más que en el seno de eso colectivos de facinerosos que pretenden, al igual que “sus hermanos mayores” -activistas bochincheros profesionales-, arrodillar al país.
La reforma constitucional, por su parte, puede requerir una lectura más pausada. A favor: los grupos minoritarios que carecen de suficiente representatividad y que no tienen nada que perder. La Asamblea Constituyente -que apoyan- les daría el poder del que escasean por falta de votos y consiguientemente favorecería su posicionamiento político. Además, podrían incluir todas las carajadas propias de los discursos vacíos que proclaman o de “modernismos” extremos. Baste pensar que haría un Orlando Blanco constituyente, quien se despachó con aquello de que “la moral en la política hay que apartarla”; los vividores de ayuda internacional que van creando opinión a medida que reciben el cheque del mes o los antiminas, anti hidroeléctricas, anti sembrados y anti todo, aunque abiertamente practican la anti ética, la anti honestidad y nunca dan la cara. Hay que acometer precisos cambios en la constitución ¡por supuesto que si!, pero únicamente aquellos que ya fueron evidenciados -le duela a quien le duela- en el proyecto ProReforma y que posteriormente han sido copiados, adaptados o interpretados por grupos que ahora pretende “liderar” el cambio. No importa, lo sustancial es que se produzcan las modificaciones que se requieren y que deben focalizarse en aspectos sustanciales: número de diputados, elecciones de magistrados, reducción del poder de ciertos colectivos: colegio de abogados y USAC, revocación del mandato presidencial, entre otros, de lo contrario las instituciones desvían su misión y terminan por no funcionar para lo que fueron constituidas, sino para ganar privilegios a costa de crearse parcelas de poder.
Tardamos en alejarnos de los próceres, de aquellos caudillos que todopoderosamente hacían y deshacían -aunque todavía quedan resabios de malos aprendices en ciertas municipalidades- y es momento de promover un marco de normas generales, sin excepción ni privilegios. Distanciados de los próceres es momento de reformar las cuestiones que impiden el progreso. No hay excusa para seguir malviviendo por más años ni razón para que unos pocos -encapuchados, pagados desde afuera, inútiles o prepotentes- sigan jodiendo la vida de honestos ciudadanos. Hay que apoyar el cambio razonado dentro de parámetros que impidan que por debajo de la mesa -como suele ser habitual- se manosee la ley.

lunes, 4 de junio de 2012

Piratas del Caribe



¡La vida pirata es la vida mejor!... Ahhhh, la botella de ron….


Ni cambio de legislatura ni renovación del Congreso ni Constituyente ni leches ¡Esto tiene difícil solución! La razón principal es que muchos cerebros tienen enquistado un costumbrismo donde la falta de ética es protagonista. A demasiados habitantes del país no les preocupa -ni les interesa- ordenar el mismo, buscar justicia o  actuar con decencia, sino formar parte de algún grupo de privilegiados para hacerse con cualquiera de los botines creados desde antaño. Se trata de asaltar el botín de los medicamentos, el de los fertilizantes, fundar una ONG para que adjudiquen obras o dedicarse al negocio del transporte público para recibir sustanciosas subvenciones, entre otros. Los capitalinos pagan el fertilizante de los campesinos y aquellos subvencionan el transporte de los primeros mientras entre los dos asumen el elevado costo de los privilegios de los funcionarios ¡Incomprensible absurdo! Millones que estimulan la depredación y fomentan la creación de monopolios y oligopolios que hacen que los concursos se diseñen a medida de los oferentes. Los sindicados, por su parte, negocian con quienes llegan al poder y obtienen una sustancial tajada a través de prerrogativas impensables en otros países. Al final del día la piratería -no la ética- es la protagonista del quehacer de todos esos zopilotes que engullen el festín que el resto pagamos.
Lo mismo hacen aquellos “indignados” desde el otro lado del Atlántico, pidiendo no un ajuste para salir de la crisis sino que haya más dispendio de recursos económicos para ahondarla. No entienden de economía ni de responsabilidad individual, ¡qué bonito es vivir a costa de los demás! Se escudan en el discurso de que sean los “ricos” o aquellos que “más ganan”, quienes asuman esos despilfarros -o robos- y promueven una irracional discusión para que otros paguen lo que ellos quieren disfrutar, sin devolver nada de lo que reciben. La salud "gratis", la educación también y por supuesto las carreteras, la conservación del medio ambiente, el transporte, etc. Aducen que la democracia -que entienden como el gobierno de la mayoría- debe de predominar en todo eso, aceptando que muchos decidan lo que pocos deben de hacer, salvo cuando los pocos pueden esgrimir derechos ancestrales, indigenismo, género, situaciones históricas o no importa que otra excusa para contradecir e invertir el primer discurso. Quieren vivir como aquellos que condenan, pero no se atreven a ser tan directos. No dicen la verdad de lo que persiguen pero codician lo del vecino y cuando lo obtienen lo esconden o lo niegan, como el oro robado a barcos que los piratas enterraban para que nadie supiera ni se lo quitaran.
No somos un paisito de mierda, como alguien dijo, pero si de una manifiesta y extendida falta de ética, donde la práctica de las buenas costumbres y el respeto por la norma se reserva para la casa o cuando se sale al extranjero, fuera de ahí, la ley del más fuerte se hace visible en cualquier colectivo. Promovemos el chispudo, el motorista "pilas" que peligrosamente se atraviesa entre los carros sin respetar y el "buena onda" que sin escrúpulos nos cuela en la fila, admirando y reconociendo al pícaro que vulnera las reglas, en lugar de censurarlo por cara dura. Vivimos permanentemente un festival de locos donde la estupidez y la hipocresía ocupan lugares destacados. Hemos aprendido a coexistir con ello, lo aceptamos como "patrimonio nacional" y hasta es simpático, aunque comienza a ser un problema.
¡La vida pirata es la vida mejor!, sin trabajar....