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lunes, 29 de abril de 2019

El análisis que “inteligencia” obvió

No hay nada como la amenaza del crimen organizado para que los USA alineen sus intereses

La detención en Miami de Mario Estrada y Juan P. González Mayorga suscitó un tuit de la candidata presidencial de la UNE informando de una reunión -en una finca del jalapaneco- a la que asistieron el Presidente, diputados y ministros. El mandatario reconoció el encuentro  -y el menú: gallina en crema con loroco- en una comparecencia inusualmente rápida en la que su expresión facial reveló más que sus palabras.
Varias escenarios, hipótesis y teorías se pueden construir. Una, la prontitud y habilidad de Sandra Torres para desviar la atención en una dirección determinada y desatenderse de su pasada relación con González Mayorga quien la apoyó en 2015 y es un eslabón habitual del cabildeo entre fuerzas oscuras -narcotráfico entre otras- y políticos que aspiran al poder. Actualmente servía a la UCN pero antes lo hizo con la UNE y CREO. Dos, el mal servicio que la inteligencia estatal le hizo a su jefe. Es inconcebible que la SIE, la DIGICI o la G-2 no le advirtieran del enorme riesgo que corría al asistir a una reunión en casa de alguien que, años atrás, fue catalogado en un informe de la embajada norteamericana como líder de un partido con “ideología narco”, además de que en ese lugar pudo ser grabado y comprometido con bebidas, edecanes, compañías, conversaciones y entornos fabricados para la ocasión. Ese “descuido” solo se puede interpretar desde dos ópticas: el Presidente lo supo y a pesar de ello asistió, lo que indicaría que está implicado en todo lo que se revelará con el tiempo o que fue entregado por quién controla la inteligencia en el país junto con la cúpula narco-uniformada que hay detrás, en un intento por mejorar la situación de algunos mediante la entrega del propio Presidente. Cualquiera que sea la opción -la incompetencia no la contemplo, aunque tampoco la descarto- es gravísima.
Puede, además, elaborarse -aún con la incertidumbre existente- un escenario político. Se trata de utilizar la detención de personajes cercanos al crimen organizado -recordemos que están saliendo más- para cambiar la política norteamericana en relación con el gobierno guatemalteco y especialmente respecto de CICIG. No hay nada como la amenaza del crimen organizado para que los USA alineen sus intereses. El próximo mes de septiembre finaliza el convenio con CICIG y será muy difícil justificar que no es necesaria una institución similar -¿liderada por USA?- después de lo mostrado, igual que al Presidente continuar con el discurso de la persecución familiar cuando se le relacione con narcotraficantes.
Creo que en esa reunión Jimmy Morales fue grabado, además de la gallina en loroco y las otras personas que asistieron, lo que terminará por implicarlos -excepción de la gallinácea que fue manducada- en cualquiera de los escenarios citados si no es que ya abrieron expedientes judiciales en inglés. O el Presidente fue muy soberbio o Inteligencia le falló, lo vendió o lo utilizó -o todo a la vez- lo que refleja una traición que beneficia a algunos cercanos. En todo caso estamos en apuros, porque negociar -con supuestos representantes de carteles mexicanos de la droga- millones de dólares y asesinatos de contendientes en una campaña electoral y como contraparte permitir el aterrizaje mensual de seis aviones con droga, afecta enormemente la credibilidad del país y de sus instituciones.
Desde 2015 temen que nos convirtamos en un narco-estado con implicación de las fuerzas y cuerpos de seguridad: ejército y policía, y eso atemoriza en el Norte y aquí. Por tanto, debemos salir rápido de esos mafiosos, porque en el mediano plazo nos hunden y destruyen a todos.

lunes, 22 de abril de 2019

“No te preocupes mi vida”. Bueno si, un poquito


Desde la captura -y colaboración- de la Reina del Sur, las fichas del dominó han ido cayendo poco a poco

Entre amigos, familiares y conocidos, sé de muchas personas que gustan de novelas colombiano-mexicanas que Netflix ha puesto de moda -como Narcos- y en las que resueltas y exuberantes mozas comparten escenas con malvados y fornidos rufianes. Quienes siguen esas interminables series, gozan de momentos de tensión, pasión, criminalidad y dinero mal habido, amén de peculiares historias producto de la creatividad del guionista. Pero la realidad supera a la ficción y con la atención puesta en Netflix ignoramos, con peculiar malinchismo chapín, una realidad nacional más sabrosa y diversa, aunque igual de criminal.
La detención en USA del candidato presidencial de la UCN, Mario Estrada, -y de González Mayorga- añade al enredado guión nacional, un capítulo que muestra que los narcotraficantes trabajan mejor con un gobierno cómplice y los políticos necesitan de ellos para financiar sus campañas. Y como un clavo saca a otro, olvidamos que el también candidato presidencial Baldizón está bajo control del FBI y el otrora presidencial Sinibaldi en busca y captura internacional. Un país con tres candidatos presidenciales detenidos o buscados por lavado de dinero o narcotráfico es otro record mundial que desconocemos, pero del que no se desentienden inversores ni agencias de análisis de riesgo financiero. A los “protagonistas” citados se agregan otros -juzgados y condenados por similares delitos- como el diputado Ubico o el aspirante a alcalde Arnoldo Vargas, así como aquellos pendientes de extradición por narcotráfico como la exvicepresidenta Baldetti o el exministro de Gobernación López Bonilla. Definitivamente, Netflix nos tiene abandonados, tantas series foráneas de historias ficticias y olvidamos “La Cosa Nostra”, que tiene suficiente enjundia para estar en pantalla los próximos años. Pendientes de telenovelas baratas, nos hemos acostumbrado o dejado de percibir esta realidad nacional que nos sitúa a la cabeza de los países con historias excitantes, más reales que noveladas.
Desde la captura -y colaboración- de la Reina del Sur, las fichas del dominó han ido cayendo poco a poco y sucesivamente elevándose el nivel de importancia criminal de los detenidos, razón por la que verá en redes sociales como inmorales y autoritarios condenan continuamente al “sapo” o al “soplón”. No desean que hablen quienes tienen información porque terminan revelando nombres de dirigentes del crimen organizado. Baldizón, tan “valiente” en 2015 y decoroso con sus campos pagados en prensa en los que pedía “perdón” al pueblo de Guatemala, actuó como hacen los acorralados: salvar su pellejo a cualquier precio y denunciar entorno y personas con las que transó.
En ese marco debe entenderse la importancia de la detención de Mario Estrada y González Mayorga. En unos meses veremos caer otros sujetos implicados en crimen organizado que por años, y con el consentimiento y apoyo de algunos, han tenido las riendas del poder, evitando que este país salga de la pobreza e ignorancia que necesitan para continuar con sus crímenes. Surge la pregunta de ¿cuántos -o cuántas- “Marios Estrada” más tenemos como candidatos en estas elecciones? porque varias figuras políticas de su entorno muestran una red que las relaciona con otros partidos y personajes políticos.
¿Qué más falta en este país para que los ciudadanos honestos -la mayoría- reaccionen de una vez por todas y tomen cartas en el asunto? Pareciera que Netflix nos adormiló y seguimos en espera de la temporada 75 y del capítulo 382 para aceptar quién es el asesino y cuánto robo, en un desenlace eterno de esos que nunca llega, aunque desde el inicio se conoce sobradamente quien es el  malvado o a la pérfida.

lunes, 15 de abril de 2019

Pasos de cangrejo gigante


El clima de negocios se visualiza igual o peor que hace meses y no se espera que la economía mejore en lo que queda de año

Sobre la popular frase “pasos de cangrejo” se han hecho bromas, canciones y hasta libros. Umberto Eco la eligió para publicar una recopilación de notas periodísticas que planteaban un retroceso en los primeros años del presente siglo.
Quizá sea hora de adoptar al artrópodo como símbolo nacional y sustituir al cada vez más amenazado y devaluado quetzal. Dejamos de volar alto -si alguna vez ocurrió tal cosa- para caminar hacia atrás, y mientras los países tratan de progresar, aquí pareciera que retroceder gusta más y excita el morbo como ninguna otra cosa. El crecimiento pronosticado por el Banco de Guatemala para 2019 -entre el 3% y el 3,8%- es reducido en el último informe del Banco Mundial que lo baja al 2,9%, lo que no generará desarrollo porque será absorbido por la inflación y la natalidad. La cada vez mayor cantidad de remesas sirve para apuntalar un PIB en el que los productos tradicionales aportan menos porcentaje mientras aquellas crecen, una especie de sustitución de exportación de bienes por migrantes. Además, el índice de confianza del sector privado en la actividad económica -por debajo de 50% todo el 2018-  descendió, aún más, en este primer trimestre de 2019. El clima de negocios se visualiza igual o peor que hace meses y no se espera que la economía mejore en lo que queda de año o que vengan inversiones, por la mala situación política ¡Vamos, lo habitual!
El momento electoral que debería oxigenar ese cargado ambiente, lejos de contribuir a una adecuada “fotosíntesis política”, está sumamente enrarecido por la judicialización de casi todo y por la falta de debate y propuestas constructivas y posibles. La sensación que prima -incorrecta, realista o pesimista- es que todo es un desastre y no merece la pena votar por nadie porque, en el fondo, “todos son o aparentan ser lo mismo”. Ese fatalista ambiente lo potencian cuadrillas de candidatos a diputados vinculados, más que por ideología o fines partidarios, por lazos familiares, clientelares, de vecindad o de oportunidad. Los políticos mafiosos -más de los que podemos imaginar- aprovechan el río revuelto para incluir en los listados a sus esposas, hijos, yernos y otras raleas que les aseguren votos para rentabilizar las güichazadas del momento. Para colmo de penas -y pepenas- el actuar del gobierno ha pasado de vergonzoso a deplorable, habiendo superado con creces, en el corto plazo, calificativos como: deleznable, penoso, funesto, lastimoso y patético, entre otros. Lo más notable en lo que va de año, ha sido concluir el libramiento de Chimaltenango a un precio que lo sitúa como la “milla de oro” mundial o enojar al güero norteño quien decidió cortar la ayuda que venía ofreciendo, lo que deja una puerta abierta al coqueteo con China o quizá hasta con Rusia, en esa gestión malograda y baladí que caracteriza la política internacional de este país de cangrejos.
Y es que no se puede esperar mucho de dirigentes ineptos que pasan el tiempo entre Baco y Morfeo, ahora que Eros tuvo que esconderse tras serias acusaciones. La mala noticia es que no se avecina mejor rumbo porque, tras el manoseo judicial, las opciones que quedarán serán igualmente infaustas. Pasaremos de “Guatemala a Guatepeor” con ese caminar hacia atrás que nos caracteriza y pareciera que también nos “enorgullece”, aunque para no perder las formas, nos indignaremos en algún coctel o reunión de amigos para concluir, como es costumbre, con eso de: “vos, que vergüenza de políticos”, como si la culpa fuera de ellos y nosotros estuviéramos ajenos a todo, sin advertir que somos “crustáceos de la misma loma”.

lunes, 8 de abril de 2019

Atrapados en la tierra del quetzal


Se debería contemplar al funcionario como un eslabón de continuidad en las políticas públicas

Entre el presidencialismo y el parlamentarismo hay diferencias importantes que requieren ser analizadas y comprendidas. Una de ellas -sustancial y que nos afecta sin percibirlo- es que en el sistema presidencialista los ciudadanos votan por el Ejecutivo pero también por el Legislativo. Tanto el Presidente como los Diputados se consideran igualmente legitimados para ostentar la representación popular, lo que genera una pugna entre ambos que afecta negativamente la gobernanza ¡A las pruebas me remito!
Además, en la mayoría de países en proceso de desarrollo -como lo es Guatemala- y en esa relación entre políticos y ciudadanos, falta construir el espacio sobre el que Max Weber reflexiona en parte de su obra: la burocracia. Sin el funcionario de carrera la relación político-ciudadano se transforma en una caprichosa y circular devolución de favores. Una especie de “teoría de las dos espadas” en la que el votante elige al político y aquel lo premia con “digital designación” en puestos administrativos o con prebendas. Weber contempló al burócrata como un escalón intermedio entre el político y el ciudadano y aunque nada es perfecto, el hecho de contar con un elemento equidistante permite distribuir el poder y romper con esas relaciones directas que suelen mutar en corrupción y mercantilismo. Cualquier sistema político que se precie debería contemplar al funcionario como un eslabón de continuidad en las políticas públicas, además de evitar que tanto el político como el ciudadano pacten intereses fuera de ese espacio institucional al limitar -o suprimir- la arbitrariedad y la devolución de favores. Justamente lo que aquí no tenemos.
Por tanto, mientras el policía sea más leal al comisario que lo nombró que al ciudadano a quien debe proteger, el militar sirva al general más que a la Patria o el embajador a la ministra y no a los intereses nacionales, estaremos consolidando un perverso sistema autoritario alejado de la mediadora burocracia weberiana que, sin ser perfecta, limita esa nefasta relación directa de poder que enturbia las relaciones sociales, ralentiza el desarrollo y corrompe profundamente. Es por ello que no importa quien sea electo, nombrado o designado mientras el sistema no cambie. Si es corrupto y voraz multiplicará los errores o delitos evidenciados en las últimas administraciones; si por el contrario es honesto o nuevo, terminará por frustrarse -y frustrarnos- porque el sistema no le permitirá hacer lo que desea al no existir la infraestructura organizacional, la costumbre o la norma que lo permita. Conclusión: hay que centrarse en cómo cambiar el sistema y después fijarse en las personas.
Varios ejemplos evidencian lo expuesto. En España hubo un prolongado tiempo en el que no existió gobierno porque no se pudo nombrar Presidente; en Estados Unidos la particular forma de ser de Trump ha desafiado en varias ocasiones el establishment, en ambos países la burocracia continuó con la dinámica y el funcionamiento del aparato estatal -a ralentí si desea- y evitó que, como aquí ocurrió el día que se enfermó o desapareció el director de tránsito, nadie -absolutamente nadie- fue capaz de firmar permisos de circulación. “Fíjese que el licenciado no está”, es la frase más oída y la antesala de que no resolverán la situación porque al no existir una escala funcionarial con delegación de responsabilidades, el sistema se atora y colapsa.
Cada cuatro años y sin que aprendamos nada, nos enfrascamos en la misma discusión: por quién votar, en lugar de hacernos la pregunta: ¿qué debemos cambiar?, única forma de incidir en el futuro. Leamos a Weber y hagamos algo correctamente en vez de lamentarnos cada cierto tiempo y continuar rumbeando sin rumbo.

lunes, 1 de abril de 2019

La gran parodia cuatrienal


Los partidos que apuestan por la “dignificación” de la política han llenado las casillas de gente joven o de profesionales liberales

Suele ser frecuente quejarse de la exigua decencia y escasa calidad técnica de postulantes para cargos públicos. Al referirnos a ellos, ponemos énfasis -e hígado- en denigrarlos, señalarlos y hasta insultarlos, porque nos cuesta asumir dos cosas. Una, que forman parte de nuestro entorno social, es decir: “son como nosotros”. Otra, que muchos llegan al cargo porque los votamos. No vale lamentarse solamente de la mala oferta sino también de la nula demanda y especialmente de la irresponsabilidad al votar. La pelota está en el tejado del elector y no en el del candidato.
Si existiera eso que se denomina “vergüenza social” -que no es escarnio público- muchos se ruborizarían tanto de subirse a una tribuna a hacer el ridículo como de llegar a un mitin a recoger, cual pordioseros, la camiseta, la gorra o la cajita de fósforos, lo que consolida ese término de “prostitución del voto” ¿Cuándo vale usted, sus hijos y el futuro del país? Para muchos un pachón de plástico o una tortilla con frijol, menos que aquella primogenitura bíblica que costó un plato de lentejas.
En este iniciado proceso electoral, lo señalado se da más que en anteriores. La mayoría de opciones son personas desconocidas o que muchos desearíamos que no estuvieran porque son la antítesis de lo que debe ser un funcionario. Los partidos que apuestan por la “dignificación” de la política han llenado las casillas de gente joven o de profesionales liberales. Desde el punto de vista de la rectitud se puede admirar el esfuerzo al apostar por personas libres de sospecha y comprometidas con la trasparencia. No obstante, desde el punto de vista práctico es inoperante. Son aprendices, principiantes, neófitos que intentarán hacer con decencia “lo que no saben hacer” porque desconocen. Por tanto, y evaluando la eficacia que demanda el elector, “tan malo” es quien hace las cosas deshonestamente como aquel que no las hace o las hace mal por desconocimiento y falta de pericia. La conclusión, desde el sentir ciudadano, es idéntica: uno le roba y no le construye el puente y el otro no le roba, pero no sabe cómo construirlo. Una disyuntiva que tampoco me aclaró un gringo cuando le pregunté cuál era la diferencia entre “erase” y “delete”. No se, me dijo, pero cualquiera de los dos te lo borra todo.
Fernando Alcántara, profesor en la Universidad de Salamanca y gran latinoamericanista, publicó un libro titulado “El Oficio de Político” en el que recoge algunas cualidades necesarias para acometer el reto de la administración pública con un mínimo de eficacia y éxito. En política la percepción es importante pero la acción imprescindible y con estos nuevos perfiles -perdón por la tristeza que diría Sabina- no se arreglan los problemas que tenemos.
En este mar de lágrimas aparece un audio en el que la candidata Torres dialoga con Gustavo Alejos sobre donaciones en dinero -hablan de recibir Q40 millones- con esa tranquilidad que da la ausencia de justicia, la impunidad y la habitualidad. Hasta dicen de “quitárselo al otro”, es decir, a Baldizón quien salió de la UNE al ver cómo el rédito de ir solo era mayor que pagar peaje por quedarse entre los verdes. Por su parte, el alcalde de Mixco se sube a una tarima callejera a cantar, grotesca y desenfrenadamente, sustentado por el hijo de Zeus y Sémele y el éxtasis hormonal del momento, para más tarde caerse de un caballo. Interesante observar cómo echamos la culpa a los demás y soslayamos nuestra responsabilidad de ciudadanos de tiempo completo. Y es que aquello de animal político, no pasó de lo primero.