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lunes, 25 de octubre de 2021

Violencia prefabricada y sostenida

No nos gusta que nos lo recuerden, y preferimos culpar a La Conquista o a los Mayas y sus costumbres

Somos una sociedad violenta, muy violenta, y lo manifestamos en múltiples dimensiones: social, política, económica, personal…, aunque pareciera que no nos damos cuenta o, al menos, no tomamos suficiente conciencia de ello, a pesar de que reproducimos continuamente el modelo. Aparcamos donde nos da la real gana sin respetar lugares reservados o prohibidos; “construimos” el carril que se nos apetece cuando hay una fila que guardar; agredimos al policía si nos llama la atención en lugar de reflexionar sobre  la infracción cometida; nos manifestamos vulnerando derechos de otros, bajo la excusa de reclamar los nuestros; golpeamos a la pareja, cuando no la matamos y dejamos tirada en algún lugar; compramos y vendemos voluntades con absoluto desprecio de valores y principios…, y permitimos -porque los elegimos democráticamente- que los políticos roben y abusen, mientras recibamos prebendas. Todo lo justificamos, consentimos, toleramos y permitimos, aunque nos quejamos frecuentemente como catarsis que limpia conciencias encallecidas o podridas. No nos gusta que nos lo recuerden, y preferimos culpar a La Conquista o a los Mayas y sus costumbres, aunque después de siglos deberíamos pensar en nuestra ineptitud, falta de tolerancia, además de ausencia de educación y capacidad de vivir en paz y en democracia.

Observamos manifestaciones “pacíficas de campesinos e indígenas” con comportamientos vandálicos, que no son muy diferentes a lo que hicieron la pasada semana un grupo de  “veteranos militares” o “pobladores de El Estor”,  amén de otras similares vividas con anterioridad y repetidas frecuentemente. Los cadáveres aparecen descuartizados, mutilados, esparcidos, como si la muerte por sí misma no fuese suficiente para satisfacer esas perversas y desviadas pasiones de quienes asesinan. No importa si son mujeres, ancianos, niños u hombres -87%, por cierto- porque en el fondo reproducimos un problema de absoluta falta de respeto, de desprecio al prójimo. 

En contraste con lo anterior, no debe de haber muchos países con las iglesias -católicas o protestantes- repletas en días de culto ni cantos y predicas que no se escuchen tan fuerte desde el exterior, además de contribuir con ese diezmo purificador que avala la satisfacción del deber cumplido. Tampoco verá muy a menudo, fuera de las fronteras, esos constantes rezos, cánticos y alabanzas para que Dios resuelva los problemas con los que, poco más tarde, se enlodan los orantes. Una cadena que comienza en la propia constitución al iniciar invocando el nombre de Dios, continúa con iglesias que promueven leyes para castigar la homosexualidad y finaliza con la contundente lectura de un párrafo bíblico por parte de la reciente electa presidenta del Congreso ¡Vaya futuro que nos espera! En español castizo: somos un jodido desastre, y sumamente hipócritas.

Del otro lado están los optimistas permanentes quienes dejaron de tener los pies en el suelo hace tiempo y levitan cuál ilusionista. Permanecen deslumbrados con frases magistrales, encantadores gurús o libros de cómo alcanzar los mil y un éxitos, y construyen un mundo de felicidad virtual que los aleja de la realidad que vivimos, y de la que nos resistimos a escapar. 

No vamos a cambiar. Para hacerlo se requiere de mucha más autocrítica, reflexión interna y voluntad individual de cambio, además de educación permanente y acción contundente contra quienes no desean agarrar la senda de los buenos hábitos sociales y del respeto a los demás, pero no estamos dispuesto a ello. Así que, entre lamento, quejas y culpas a otros -en lo que somos expertos- repetimos el modelo una y otra vez, sin advertir lo profundo que cavamos el hoyo.

lunes, 18 de octubre de 2021

Populismo: el efecto de la democracia enferma

Frente al constatado desastre, continúan surgiendo populistas que prometen “regalar” cualquier cosa

Desde la creación del Estado de bienestar, bajo el lema: “dedícate a trabajar que el Estado se encargará de tus necesidades”, la igualdad -de oportunidades, derechos y deberes- ha sido una constante inquietud de la democracia liberal. La preocupación siempre ha estado ahí, por eso la previsión social, las escuelas públicas y las universidades estatales -entre otras- tienen como fin universalizar el acceso a salud y a la educación para aquellas personas que carecen de medios económicos. 

Sin embargo, el Estado de bienestar no ha sabido ponerle límite ni fecha de caducidad a las subvenciones y progresivamente se ha tornado tan caro que no hay sistema impositivo que lo sostenga. Me explico: ¿a cuántas generaciones hay que becar en una universidad estatal para que los egresados sean capaces de sostenerse por si mismos y no sigan absorbiendo recursos del Estado? En muchas partes del mundo hay abuelos, padres, hijos y nietos que han utilizado el sistema público de educación, sin que ninguna generación haya sido capaz de superar aquel estado de pobreza inicial que los introdujo al mismo, y hacerse responsable de las siguientes absorbiendo el costo y no difiriéndolo al gasto público. De ahí el descontento generalizado reflejado en el informe Latinobarometro 2021, donde se aprecia un preocupante descenso en relación con el apoyo y preferencia por la democracia en la mayoría de los países latinoamericanos. Las ayudas, sobre todo para educación y salud, son una exigencia social permanente para subvencionr a ciertas clases medias y altas que podrían pagar el servicio -y que tuvieron varias generaciones para poder hacerlo- pero que prefieren “la gratuidad”. De esa cuenta se llega al absurdo de que no se trata de apoyar a un grupo vulnerable -esencia de la subsidiaridad- sino de que el Estado pague a todos sus ciudadanos estudios desde kínder a doctorado, además de cubrir permanentemente la salud, lo que económicamente es inviable.

La mayoría de los partidos políticos, sin explicar -o entender- qué es democracia y para qué sirve o puede ofrecer, promueven “gratuidad” sin limites, lo que termina por presionar impositiva e insosteniblemente a las clases medias o cargar la mano contra esos grupos que “más ganan” bajo la permanente sospecha de que “roban al pueblo”. Siendo la democracia más emocional que racional, se puede comprender como diferentes personas/grupos exigen irracionalmente subvenciones, ayudas al desempleo o salud y educación “gratis”. Nadie cuestiona como pagarlo, lo que incentiva a los depredadores de fondos estatales.

Políticos y progres abordan la necesidad de la “gratuidad “de los servicios públicos. El discurso, sin ser exclusivo, está en el genética de partidos de izquierda que mientras cuentan con recursos: petróleo en Venezuela o ayuda rusa en Cuba, dilapidan miles de millones que los sostienen temporalmente, hasta que se acaban los fondos. Frente al constatado desastre, continúan surgiendo populistas que prometen “regalar” cualquier cosa -Bukele-, mientras la muchedumbre entusiasmada corea aquello de “ese es mi líder”. Años después, los problemas resurgen agravados porque no se entiende que: "Cuanto más rica es una comunidad menos servicios benéficos necesita, pero más puede proporcionar; cuanto más pobre, más ayuda necesitan sus habitantes, pero menos puede darles" (Henry Hazlitt).

Falta, además de razón, entender que todo cuesta dinero. Así que cuando tenga la oportunidad de estudiar, porque el “Estado se la ofrece”, intente pagar la educación de sus hijos y dejar esos fondos para quienes realmente los necesitan. De esa forma no haría falta incrementar constantemente los impuestos y cada uno asumiría su responsabilidad, aunque me da que es mucho pedir en una sociedad habituada a recibir.


lunes, 11 de octubre de 2021

La semilla que quiso crecer en secreto

Entiendo que Semilla no ha podido pactar con una UNE voraz que cree poder seguir manejando los hilos de los que ha sido desconectada

Cuando en las pasadas elecciones se presentó el partido Semilla, se sintió un aire fresco de gente mayormente joven en la política. Esté o no de acuerdo con sus planteamientos, la juventud siempre puede aportar innovación, fuerza, credibilidad y nuevas ideas. En lo personal, desde la perspectiva ideológica y asumiendo el error, los situé en un centroizquierda -por “donde” la UNE- y en un espacio, no siempre idéntico al que pudo tener Encuentro por Guatemala: socioliberalismo o socialdemocracia “suave”.

Con el tiempo, como en todo partido, parece dibujarse otro rumbo, producto del natural choque entre las distintas personas y corrientes, o del oportunismo. Como consecuencia de lo anterior, pero también del momento político y de la pandemia, tres propuestas de Semilla me llamaron la atención y definido esa dirección que ahora percibo. Una, aquella alternativa de presupuesto -el único partido que la hizo, hay que decirlo- que no supieron explicar más allá de rasgos generales, y que nunca aclaró si generarían más deuda que era uno de los aspectos que criticaban del presupuesto no aprobado para este año. Otra, más preocupante, fue el intento de cargar costos a ciertas empresas -telefónicas y eléctricas principalmente- derivados del supuesto impago que iba a provocar la crisis por COVID. En ella, se apreciaba una perverso intervencionismo estatal en perjuicio de unos -y natural beneficio del “pueblo”- sustentado en un populismo financiero que no ofrecía soluciones racionales al problema, más allá de que las empresas asumieran los costos y redujeran sus beneficios, añejo y trasnochado discurso de una izquierda tradicional. El último -por discutirse esta semana- se refiere a un proyecto de legislación que crea una empresa estatal de venta de medicamentos. Al inicio de la lectura puede parecer un buen esfuerzo por modificar la ya existente red de más de 250 farmacias públicas. Sin embargo, de la lectura de ciertos artículos se abre una amplia puerta a la estatización de la venta de medicinas y a la inyección indefinida y discrecional de dinero público a esa nueva empresa que, por cierto, no entrega beneficios al Estado ¡Vamos, aquello de “socializar las perdidas y privatizar los beneficios” de lo que tantos se quejan!

Los precios de las medicinas son abusivos y el sistema de compras -uno de cuyo artículos modifica la norma- es un desastre y suele estar amañado. Eso, que es una realidad innegable, no puede servir de excusa para promover una estatización encubierta so pretexto de que hay que abaratar medicamentos y romper las mafias farmacéuticas. Lo eficaz sería cambiar el sistema de compras y contrataciones y atacar las causas, suficientemente definidas. Es decir: promover el libre mercado en vez de estatizarlo.

Entiendo que Semilla no ha podido pactar con una UNE voraz que cree poder seguir manejando los hilos de los que ha sido desconectada y, por convicción o necesidad, se ha acercado a esa izquierda más radical y a partidos tradicionales allí situados. En política se requieren votos y apoyos porque de lo contrario no se puede hacer mucho. Eso es comprensible, aunque no es necesario modificar el posicionamiento ideológico y presentar el partido con cierto grado de radicalismo, muy alejado del centroizquierda moderado en que pudo percibirse inicialmente. Pero, sobre todo, no es de recibo plantear proyectos estatistas e interventores salvo que deseen definirse como tales, lo que aconseja hacerlo de frente y sin medias tintas.

En política hay costos que asumir y el tema ideológico, visible a través de las propuestas, es importante dejarlo claro y no jugar al gato y el ratón, porque entonces la semilla puede crecer desviada o no germinar.

lunes, 4 de octubre de 2021

Where is Kamala Harris?

Recordemos que la vicepresidenta visitó el país y generó una serie de expectativas que, a la fecha, han quedado relegadas

Al inicio de la administración Biden se observó la existencia de dos corrientes políticas dentro del partido demócrata, la más a la izquierda era, sin duda, la de su vicepresidenta Harris. Es posible que siguiendo aquel supuesto de que “Biden es demócrata para los republicanos, pero demasiado republicano para los demócratas”, el presidente fuese asesorado sobre como aparcar a quien le hizo sombra por unos meses, especialmente antes e inmediatamente después de la toma de posesión. La mayoría de los medios presentaban a una exitosa mujer, exfiscal y lideresa de una nueva y extrema corriente de pensamiento liberal -izquierda- dentro de la política norteamericana, aupada por un socialista como Sanders. Sin embargo, el protagonismo no duró mucho. Encargada, primero, del tema de migración -algo difícil/imposible de solucionar- y, después, de la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán -un patente fracaso-, la vicepresidenta Harris parece haber desaparecido del mapa, o quizá está en proceso de reinvención, como todo político. Dos medios escritos españoles evidenciaron ese hecho con titulares como: “Kamala Harris tiene un problema de popularidad” (ElPais)  y “¿Dónde está y qué hace Kamala Harris mientras Biden casi no da abasto?” (La Vanguardia). Harris, además, aparece con la más baja popularidad de un vicepresidente en el último medio siglo, rondando una media ligeramente superior del 50% (YouGovAmerica), aunque mayor en menores de 30 y mayores de 45 años.

En el ámbito interno norteamericano esos datos se interpretarán, seguramente, como una preocupación en tres direcciones: la consolidación, dentro del partido demócrata, de una rama más conservadora del poder, liderada por Biden, el alejamiento de un progresismo feminista, representado en Harris y, posiblemente, un urgente llamado de atención -aunque todavía queda mucho- sobre la necesidad de recobrar popularidad para poder resistir un embate republicano en las próximas elecciones, especialmente si es nuevamente contra Trump. Lo que está más cercano, e intranquiliza y puede generar más impacto, es la perdida del control del Senado -posible- o de la Cámara de Representantes -menos probable- en las elecciones legislativas del próximo año.

En el ámbito exterior -el que incide en la vida doméstica guatemalteca- presumiblemente también repercutirá. Recordemos que la vicepresidenta visitó el país y generó una serie de expectativas que, a la fecha, han quedado relegadas, especialmente las referidas a cierta ayuda al desarrollo y otras que fueron aireadas por quienes le precedieron en la visita o la rodean, relacionadas con aquella CICIG regional o temas de justicia y seguridad. Y es que en política todo cambia en función de las prioridades electorales, lo que no siempre va acorde con las necesidades o preocupaciones externas que no aportan votos ni candidatos. Dicho de otra forma: podemos ser importantes o de interés mientras seamos útiles en su política interna. De momento, el terrorismo islámico radical -yihadista- ha vuelto a preocupar a los amigos de norte -tal y como ha declarado Biden- mucho más que otras cuestiones que son de exclusivo interés local o regional centroamericano.

Habrá que ir viendo si ese cambio de mirada en otra dirección genera un olvido progresivo, lo que no es nada nuevo si se analiza la historia de las relaciones con los USA y se intenta comprender -lo que cuesta a algunos- como la política exterior no es más que el reflejo de las inquietudes internas y del consecuente rédito electoral. Me da que hay un inusual ruido forzado por quienes ven poco espacio de maniobra en el medio plazo y temen perder su influencia en esa enmarañada tela de araña que es la política USA y sus agencias, lobbies y personajes.