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lunes, 30 de diciembre de 2019

Cuerpos que venden, redes que compran

La frivolidad para vender publicidad se ha convertido en algo permitido, poco criticado y foco de atención y trabajo

Llevo tiempo siguiendo en redes el particular e interesado uso de ciertos perfiles por parte de personas que se ofrecen como influyentes. La interacción más intensa se produce entre mujeres atractivas y anónimos perfiles masculinos que utilizan la compasión, la adulación o el cortejo directo. Ellas, las influencers, sabedoras de que fotografías en ropa ligera y con foco de atención en los senos atrae a innumerables desesperados, las utilizan sin pudor para el fin perseguido: conseguir muchos likes. Son las estadísticas que presentarán posteriormente a quien pague por el espacio para promocionar productos de ropa interior, deportiva, cremas y otros que pueden mostrarse en esas particulares condiciones de visualización corporal porque si se muestran más recatadas y con menos descoco, apenas reciben algún comentario o se marca significativamente la diferencia respecto de aquellas otras en los que el bikini, la transparencia o la ropa corta son el centro de la imagen. Además, para mantener la atención constante de sus seguidores, los despiertan o mandan a dormir, con lemas como: “buenos días -o buenas noches- mis amores” o “un beso amigo”, más la correspondiente sonrisa y expresivo emoticono.
La frivolidad para vender publicidad se ha convertido en algo permitido, poco criticado y foco de atención y trabajo para un elevado número de mujeres, y muy escasos hombres. Cuando son ellos quienes ponen su fornido torso o el six-pack muscular -en ocasiones más doble litro- suelen recibir críticas relacionadas con sus preferencias sexuales y no cuentan normalmente con los adeptos suficientes para ser contratados como difusores de bienes y servicios que se acoplen a ese tipo de propaganda.
Entiendo que cada quién tiene la libertad de hacer las cosas como considere, y ciertas empresas anunciarse así, justamente en el ejercicio libre de sus derechos. Sin embargo, me parece que hay un juego permitido que se lleva a cabo en un fino espacio entre lo deontológico, lo ético y lo erótico y merece ser presentado, analizado y debatido por cuanto no deja de promover actitudes que son criticadas en otras ocasiones y espacios, pero permitidas, sin embargo, en redes sociales.
De entrada creo que provoca y fomenta ese machismo condenado en otros comportamientos y actitudes. Quien ligera de ropa se presenta con un “disfruta la vida” está queriendo generar deliberadamente respuestas, actitudes, comentarios e interacciones justamente en ese indefinido espacio que, cuando se sobrepasa, molesta y se rechaza. No es de recibo provocar dinámicas perversas pero exigir que no pasen el límite que, por cierto, no está fijado; como tampoco es de recibo que la excitación justifique la agresión o el abuso. Nos desplazamos a ambos lados de una la línea fina sin saber muy bien en qué lugar estamos en cada instante.
En el fondo, lo que persiguen quienes así actúan es contar con muchos seguidores y vender su perfil para promover e “influenciar” a determinados sectores. Los seguidores, por su parte, se suscriben y cuentan con imágenes gratuitas y gratificantes de su particular erotismo y con un espacio para explayarse con comentarios de todo tipo. Lo que nunca me quedó claro es que ganan quienes ahí se anuncian y cómo pueden convencerse de que un grupo de coquetas, seguidas por otro más numeroso de desesperados, promueven eficazmente lo que anuncian, cuando la interacción realmente se produce por otras cuestiones. Supongo que deberé seguir con la observación para ver si consigo entenderlo en algún momento.
Por cierto feliz 2020, a solamente catorce días -¡apenas dos semanas!- para que finalice el peor gobierno de la era democrática de este país.

lunes, 23 de diciembre de 2019

Nostalgia: "ser y estar" en Navidad

“Estamos”, pero no “somos” y se pasa por alto una triste realidad que desconocemos sin implicarnos en ella

Siempre me gustó esa agudeza del idioma español que cuenta con dos verbos: ser y estar, para lo que otros idiomas emplean uno solo: être o to be. De ahí que sea difícil para muchos que no dominan la lengua de Cervantes distinguir cuando se “es” y cuando se “está”. Ser, implica fusión con el entorno, formar parte de algo de forma sustantiva, integrada, plena. Estar, por su parte, no pasa de posicionar a alguien sin que necesariamente se funda con cuanto lo rodea y lo tome como propio, incluso puede que el entorno le pase desapercibido. Sutilezas semánticas que lejos de ser intrascendentes tienen enorme implicación cuando se usan apropiadamente para expresarse con precisión ¿Qué harán francófonos y anglófonos para superar tal vacío?
Hoy que es Nochebuena recuerdo -con cierta melancolía- cómo se vivía más intensamente la Navidad cuando era pequeño. Se “era” Navidad porque se formaba parte del ambiente, del entorno. Hacíamos belenes o se montaba el arbolito como cada quien entendía y podía porque no siempre se disponía de materiales apropiados. Visitábamos a amigos y familiares e íbamos engordando en la medida que se engullían mazapanes y mantecados, algo propio de esas fechas porque no estaban disponibles el resto del año. Esperábamos con ilusión el pavo navideño que en muchos hogares era la única vez que se asomaba a la cocina de gente humilde -como era mi casa- y cantábamos villancicos con panderetas y carracas porque, además de la radio, no había otra distracción. Más tarde, llegó la televisión, y con un único canal que terminaba a medianoche, aumentó el jolgorio festivo de esos días especiales.
Nunca tiempos pasados fueron mejores, pero son los que uno recuerda. Ahora que estamos en Navidad, muchos se quedan en ese verbo y situación. Viajes, diversiones, convivios, licor…, y vivimos el entorno sin darnos cuenta de lo que nos rodea. “Estamos”, pero no “somos” y se pasa por alto una triste realidad que desconocemos sin implicarnos en ella. Decenas de niños mueren de hambre a nuestro alrededor y cientos de niñas violadas en estos días quedan embarazadas, por no contar el centenar largo de asesinados. Llenamos las iglesias de cánticos, posadas, loas, plegarias y besa pies de la imagen de Jesús niño, pero al terminar la ceremonia evidenciamos ese divorcio entre fe y vida que Juan Pablo II censuró. Y es que cuando “estamos” únicamente formamos parte del decorado. Si “fuésemos”, seguramente viviríamos la realidad, tomaríamos conciencia y nos dolería todo lo que ocurre que además es perfectamente evitable. Los niños se mueren porque el sistema -del que formamos parte- no los atiende; la niñas son violadas porque el sistema -que construimos- no educa, disuade ni actúa; se comenten homicidios porque el sistema -que no cambiamos- genera enorme impunidad.
Yo quisiera retornar unos minutos al pasado, aquel en el que felices y dichoso, con alma cándida de niño o de joven, caminábamos varias cuadras a buscar almendras o castañas calentitas, para sonreír sin importar lo que pasara. Pero cada época tiene sus notas particulares y no hay que dejar de vivirla y disfrutarla aunque no es tarde para ese necesario llamado de atención sobre la falta de visibilidad de un entorno que ha dejado de doler, si es que alguna vez lo hizo, y la necesidad de fijarse metas de cambio en cosas que no son ideológicas ni de sectores específicos. Superar la pobreza, cuidar a la niñez y el respeto a la vida, son cuestiones generales en las que deberíamos estar todos de acuerdo. 
Dicho eso, muy Feliz Navidad para todos.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Parasitosis del movimiento feminista

Las antiheteropatriarcales se han impuesto a los grupos feministas a través de la violencia y el odio feroz al macho heterosexual

Siempre entendí el movimiento feminista como un necesario reclamo de derechos de la mujer olvidados por siglos e ignorados por una significativa mayoría de hombres, y también de otras mujeres. Una exigencia que había que evidenciar porque desde la ley Sálica -que impedía al acceso al trono de mujeres- hasta la sujeción marital, estaban absolutamente desenfocadas y fuera de contexto y de razón. Y fue así como el reclamo de igualdad de derechos y oportunidades fue liderando las reivindicaciones sociales en el transcurso del siglo XX y en el actual. Una de las muchas “deudas históricas” de la civilización. Pero los tiempos están raros, complicados, perdimos la razón y la estupidez se ha empoderado de tal manera que cada vez es más difícil establecer una línea clara que separe cordura de locura.
Todo movimiento -el feminista no es excepción- corre el riesgo de ser parasitado en beneficio de otras causas. En este caso, la corriente de las antiheteropatriarcales (AHP) ha terminado por ser más visible que aquel. Una suerte de gritonas violentas que se han ido manifestando por diferentes lugares y generado una imagen frívola pero también amenazante. La inexistente palabra “heteropatriarcal” aclara de qué se trata. Se puede luchar contra los patriarcas, entendidos como aquellos que dirigen e imponen normas sociales o de comportamiento, aunque en ese caso se ignoren las sociedades matriarcales -escasas, eso sí- que suelen desempeñar el mismo papel, pero rechazar lo “hetero” es una categórica soplapollez. 
Existe una corriente político-ideológica que es el motor de quienes integran o apoyan a los grupos AHP. Posiblemente gusten de un mundo unisexual, homosexual o asexuado, con comportamientos similares a los que Orwell esbozó en 1984, y que se persiga y castigue las relaciones afectivas que crean vínculos “peligrosos” y dan continuidad a un mundo en el que se sienten excluidas o incómodas. Lo peor de todo, a mi parecer, es que las AHP se han impuesto a los grupos feministas a través de la violencia y el odio feroz al macho heterosexual -cualquiera que sea este o el lugar en que habite- y son más visibles, insidiosas e influyentes. Han conformado una clan de “femimachis” y modulado un lenguaje y comportamiento similares a los que critican y desdeñan. Además, han generado una sensación social de que hay que perseguir a cualquier hombre que contacte a una mujer y más allá del natural rechazo y condena a la violación o al abuso -algo que queda fuera de todo comentario- persiguen cualquier conducta afectiva que se pueda dar entre dos personas, siempre que sean mujer y hombre heterosexuales, porque de otras conductas desconozco críticas y condenas a pesar de que existe el acoso y el abuso en esas relaciones.
El problema para las AHP son las amistades heterosexuales y afectivas que promueven un modelo heterosexual, es decir aquel que aglutina a la inmensa mayoría de seres humanos y, bajo finas capas de camuflaje, parasitan otros movimientos que les permiten promover vectores de interés que se incorporan a diversos marcos legales. Entiendo, en un modelo democrático y de libertad, la conformación de dichos grupos pero rechazo que no se presenten como lo que son realmente y tengan que esconder o enmascarar sus acciones.
Puede o no estar de acuerdo con lo dicho o dedicarse a insultar a quien así lo presenta, otra de las técnicas de las AHP: la descalificación sistemática y el señalamiento de machistas a quienes hacen -hacemos- críticas a sus reclamos, pero en bien del debate, de la claridad y de la razón perdida: ¡esto se tenía que decir y se dijo! 

lunes, 9 de diciembre de 2019

Bukele, China y las redes sociales


Juvenal nunca intuyó que su famoso “panem et circenses” llegaría al siglo XXI de esta pintoresca forma.


Que el Presidente Bukele es una “mago de las redes” está fuera de duda. Un tuitero milenia que sabe como encandilar al ciudadano moderno, más pendiente de lo inmediato que active sus emociones que de reflexionar algunos minutos, lo que seguramente le cobrará el futuro.
Vivimos una época de políticos tuitero-populistas que, aunque con modos diferentes, pretenden -y consiguen- el mismo fin: llamar poderosamente la atención. El pionero fue Trump, pero luego se subieron al carro mediático-festivo Bolsonaro, López Obrador, Bukele y más recientemente Evo Morales, o nuestra estrella nacional: Neto Bran. Saben que el ciudadano promedio dedica a pensar un tiempo similar al que utiliza para cepillarse los dientes, y el resto son emociones que se pueden manejar. De esa cuenta, se despide a funcionarios por Twitter, se explica la salida del país de foros internacionales en el Facebook o el impeachment se conoce a través del Instagram. Juvenal nunca intuyó que su famoso “panem et circenses” llegaría al siglo XXI de esta pintoresca forma.
Es así como el Presidente de El Salvador anunció su colaboración con China y mostró algunos ofrecimientos del país asiático que contribuirán “al desarrollo y al progreso social”, famosa frase que gusta a no importa qué político. Sus seguidores -y tiene 1,2 millones- entran en éxtasis y aplauden los logros políticos de su líder a la vez que refutan cualquier argumento de sus oponentes. En definitiva, gustan reconocer y considerar cómo un país comunista -¡si, de esos que se imponen autoritariamente a sus ciudadanos!- termina por doblarle el codo a uno de los “pulgarcitos del mundo” con ofertas tales como edificarles un estadio o una biblioteca con grandes ventanales ¡Oh maravilla!, tanto repetir lo del plato de lentejas entre Esaú y Jacob y dos milenios después lo único que cambio fue la legumbre por llamativas y modernas construcciones.
China es una dictadura comunista, a ver si terminamos de entender las cosas. Justamente uno de esos regímenes que la mayoría de gobernantes rechazan por antidemocráticos, aunque solamente, y al parecer, durante la campaña electoral. Los mismos que imponen a sus ciudadanos normas medievales o salarios de miseria, además de un fiel adoctrinamiento. Gobiernos que matan a disidentes previos juicios sumarísimos sin ninguna garantía de ley o les dicen cuantos hijos tener o qué hacer con los “sobrantes”. Estados que cierran sus fronteras y crean una prisión llena de habitantes a quienes presionan, imponen y conducen. En definitiva, una especie de genocidio político consentido del que no gusta hablar desde el de la revolución rusa que exterminó a 20 o 30 millones de personas, cifra aún sin definir, lamentablemente. De la China, se sabrá en su momento, quizá allá por 2100 al ritmo que vamos.
Es curioso como progres que se autoproclamados socialdemócratas y antineoliberales, resulta que argumentan justamente el poder económico chino como referente para negociar. No entienden que a un mercado de 1,500 millones de habitantes no le interesa para nada un país pequeño de apenas 6 millones  de los que un tercio son migrantes en  USA, además de no tener capacidad de producción masiva. Lo que China busca es un espacio geopolítico que le sirva para confrontar a los EE.UU., como antes lo hizo la URSS -analicemos aquella Europa del Este- y así lograr un posicionamiento geoestratégico ventajoso, con base militar incluida. Cuando los tuiteros salvadoreños se enteren -o quizá sus hijos o nietos- no habrá mucho qué hacer como ocurre en otros países latinoamericanos y especialmente africanos.
Pero bueno, igual suben esto al Twitter para que los apasionados le den “like” o se encabronen ¡Vivan las redes y las emociones!

lunes, 2 de diciembre de 2019

La tragedia del atropello de las niñas

¿Justicia para quién?, es la pregunta ha hacerse ¿Para ese concepto abstracto de sociedad que todo lo justifica? 

La condena a 26 años de Jabes Meda, un joven que atropelló a unas estudiantes -mató a una e hirió a otras cuatro- ha suscitado opiniones diversas sobre la justicia, la venganza, el sistema legal y cuestiones relacionadas.
El MP solicitó 90 años y todavía 5 más -95 en total- la acusación particular promovida por una ONG; el tribunal impuso 26 años al no encontrar dolo en la actuación del encartado. En redes, demasiados manifestaron que Jabes se debería haber quedado de por vida en prisión; los menos, que la condena estuviese acorde con parámetros menos apegados a venganza o emotividad que a razón. Las familias de las víctimas habían negociado -y recibido- cierta cantidad de dinero con la que teóricamente quedaban “satisfechas” sus expectativas de reparación; la persecución pública, sin embargo, atendía más a razones legales y normadas que a procesos de diálogo, arbitraje y negociación. Y así se fue el caso Jabes, sin que realmente haya tenido, en mi opinión, el impacto deseado ni el pertinente debate jurídico.
Considero que la esencia de la discusión -ausente- se sustenta en varios pilares. Uno de ellos es si hubo dolo o culpa -marcada intención o simplemente negligencia- y el tribunal dejó claro que fue lo segundo: una imprudencia que podía haberse evitado, lo que representa el soporte de la condena posterior. Pero hay otros factores, algunos como el señalamiento del fervor religioso del joven o el porqué estaban allí las alumnas cuando deberían estar en el colegio, que solamente  agregan pasión a la discusión; y otros que si deben ser tenidos en cuenta. Una sociedad que pide a gritos justicia debe plantearse un debate serio sobre qué entiende por eso que solicita insistentemente. Para algunos sistemas y propuestas, la reparación adecuada del daño es justamente la justicia que se solicita y, en este caso, guste o no, la familia se “conformó” con una indemnización ofrecida por el ofensor ¡Es delito de acción pública!, gritan algunos, y justifican que el Estado, independientemente de la compensación recibida y de la conformidad de los ofendidos, continúe persiguiendo al agresor ¿Justicia para quién?, es la pregunta pertinente ¿Para ese concepto abstracto de sociedad que todo lo justifica? ¿Persecución pública para satisfacer qué interés en concreto? Pero así está en la ley y el positivismo jurídico de los litigantes no pasa de esa estricta interpretación normativa ¡Es natural!, la facultades de Derecho de este país gradúan a licenciados en ciencias jurídicas y sociales, abogados y notarios, en vez de filósofos jurídicos capaces de analizar, comprender y reflexionar sobre cómo debe ser la justicia en una sociedad moderna. 
Demasiado tecnócratas para aplicar normas con puntos y comas que cambian o desaparecen con el tiempo, y muy pocos filósofos del Derecho que realmente tengan la capacidad de hacer converger el pensamiento propio y el de otros destacados juristas. De esa cuanta, se discute la norma como pilar inamovible y no la filosofía como elemento dinamizador ¡Claro que así nos va! El caso Jabes debería ser un punto de inflexión -como lo han sido otros- para reflexionar si, atendiendo a los hechos, 90 años de cárcel a un joven es “justicia”. 
Algunos me dicen: ¿y que dirías si fuese tu hija?, y les contesto: ¿qué harías tu si fueses el papá de Jabes? En todo caso hay una respuesta más sería fuera de esa nadería: cuando no existe “el velo de la ignorancia” que promueve John Rawls, es muy difícil hacer normas ¿Qué quién es ese y qué es eso?  Justamente ahí está la clave: la mayoría de abogados del país no lo ha leído.