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lunes, 27 de diciembre de 2021

Ley contra el Femicidio: un arma letal

El derecho de defensa o de ser oído antes de tomar una medida cautelar, se obvia mientras le dan la razón absoluta y única a la denunciante

Cuando se aprobó la ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer, se prendió una luz de alarma porque los jueces acogían las denuncias con presunción de culpabilidad, algo que se debatía en otros países como un error jurídico que tenía que corregirse. Aquí, “más papistas que el Papa” -y siempre tarde-, se aprobó el texto del que ahora se cuestiona lo que se discutió en otros lugares. Se había advertido, pero ciertas tendencias fueron más persuasivas que muchas razones y experiencias de otros lugares.

Tras la denuncia, y siguiendo el protocolo, el juez ordena “al presunto agresor” no acercarse a la “supuesta víctima”, no intimidarla y cuestiones similares. Sin embargo, no es de recibo que en el marco de un Estado de Derecho ese proceder tenga sustento filosófico-jurídico alguno, menos que la norma sirva como arma arrojadiza. Cuando los hechos son ciertos -la mayoría de veces- el resultado es evidentemente útil y positivo, pero una ley que debería servir para proteger a mujeres agredidas no debe utilizarse por ciertas mujeres maltratadoras. Lamentable y triste que sean féminas quienes hagan uso inadecuado de leyes hechas para protegerlas. Un artilugio legal y servil del feminismo radical moderno, utilizado, además, por muchas de quienes se quejan del abuso o inoperancia de la justicia. 

El proceso es simplista y acusatorio. Se interpone una denuncia aduciendo violencia -psicológica la mayoría de veces- y el juez aplica el protocolo y ordena que el “agresor” no intimide a la “víctima”, aunque esté a miles de kilómetros, sea periodista que revela actos de corrupción, fiscal que persigue a la encartada por ciertos delitos o funcionario que anuncia incumplimientos fiscales. El hombre queda emplazado y ellas, en sus redes o medios, se burlan del machoman en un acto de pírrica victoria. Además el juez -o la jueza, que de todo hay- ni siquiera llama al acusado para que, al menos, pueda decir que no conoce a la señora o no sabe donde vive, con lo que le será muy difícil mantenerse alejado de un domicilio desconocido. En otras palabras: el derecho de defensa o de ser oído antes de tomar una medida cautelar, se obvia mientras le dan la razón absoluta y única a la denunciante. Una vez decretadas las medidas cautelares, las encartadas -y sus respectivos séquitos- presumen de ello, alientan el poder que tienen y advierten de seguir utilizando el bisturí de la “violencia contra la mujer” para amputar la dignidad del hombre. A modo únicamente de información -por si acaso-: la ley fue utilizada por Sandra Torres, Karina de Rottman y Rosana Baldetti, entre otras ilustres damas que, como dijera Cervantes, adaptándolo a los tiempos: de cuyo nombre no “debo” acordarme.

No hacen faltan jueces formados -que también es necesario- sino leyes claras que no requieran de interpretaciones -siempre subjetivas- de funcionarios judiciales ni de presiones mediáticas o políticas. Si permitimos que se utilicen esas herramientas legales para agredir, estamos dinamitando los derechos que se pretenden proteger. Es necesario -¡a ver si las feministas que se indignan cuando les interesa lo hacen!- modificar el proceso y los protocolos. No hay que anular la protección legal que se otorga, pero tampoco obviar que el señalado tiene el derecho a ser escuchado antes de emitírsele orden de alejamiento. Y una más: las denuncias espurias o malintencionadas deben castigarse con el doble o triple de la pena que tenga el acto denunciado.  No más injusticias en nombre de la justicia; no más hembrismo para combatir el machismo ni mucho menos aplaudir acciones que destruyan el poco Estado de Derecho que tenemos. 


lunes, 20 de diciembre de 2021

Hay que repensar el modelo social

En esta sociedad, las formas han ocupado el espacio del fondo y mientras se guarden las apariencias casi todo está permitido

La Navidad -tiempo de buenas intenciones, al menos para algunos- es un excelente momento para reflexionar sobre por qué gran parte de la juventud guatemalteca no aspira a ser bombero, doctor, ingeniero o abogado, sino que desea ser gringo o europeo. Es decir: dejar el país.

Una parte sustancial de jóvenes -mayor cada día- visualizan su futuro en otras latitudes. No me refiero a quienes ya migran jugándose la vida porque aquí no encuentran oportunidades, producto de una sustancial falta de desarrollo y otras cuestiones relaciones con la seguridad y la falta de certeza, sino de universitarios que, teóricamente, cuentan con mayores posibilidades de encontrar un puesto de trabajo bien remunerado. La organización político-social no les sirve ni satisface sus expectativas, y solamente encuentran en la migración las oportunidades que aquí se les niegan. Apuestan por universidades extranjeras o por desarrollar su profesión fuera del país.

Muchas cuestiones -junto a la que se suele considerar más importante: la económica- conforman ese sentimiento. Pasear libremente, tomar un café en la calle, volver a casa de madrugada sin miedo, acceder a un parque con hijos o la pareja, contar con garantías jurídicas y respeto a los derechos individuales, y muchas más, integran ese cúmulo de insatisfacción que torna la mirada a otros lugares.

En parte, la política nacional, cada vez más mafiosa, desencanta a una juventud que, además, ha crecido con valores muy diferentes. Sumado a ello, el extremo conservadurismo nacional presiona a los jóvenes de manera sustancial y “les obliga” a graduarse, casarse, tener hijos, y llevar a cabo un comportamiento estandarizado, esperado, y, sobre todo, a ser hipócritas porque lo importante no es lo que se hace sino lo que parece hacerse. En esta sociedad, las formas han ocupado el espacio del fondo y mientras se guarden las apariencias casi todo está permitido. Un botón de muestra: la cantidad de moteles que hay en el país, porque es necesario esconder la vida real y negarla con otra “políticamente correcta” ¿Conoce usted un país occidental con tal cantidad de tugurios en los que hay que refugiarse para besarse o tener intimidad? Yo no.

A los jóvenes se les pide un comportamiento sujeto al conservadurismo religioso y social existente, aunque ellos practican una vida virtual y ven otros mundos en que las cosas son muy diferentes, y reaccionan. No desean estar permanentemente vigilados, tener que regresar a las 11:00 pm a casa ni mucho menos adoptar un comportamiento que requiera de la aprobación social para no ser criticados. Desean la libertad que su generación ejerce en Europa o en los Estados Unidos que, sin estar exenta de responsabilidad, no les oprime como un corsé. En el fondo, no desean ser tan hipócritas como hemos sido -y somos- las generaciones precedentes, donde todo vale siempre que no trascienda el círculo de confianza. Se roba, se engaña, se le ponen los cuernos a la pareja e incluso se mata, pero todo debe de hacerse de forma que parezca que aquí no ha pasado nada ¡Al carajo gritan las nuevas generaciones!, y piensan que ellos lo harían mucho mejor, pero tampoco se les deja, limitándolos con prohibiciones constitucionales de edad.

El mayor fracaso de un Estado, de una sociedad, no es figurar en esas listas de estados fallidos sino que sus propios habitantes huyan porque no le sirve para nada, mientras encuentran afuera la esperanza que aquí nunca tendrán. Somos una sociedad que no gusta vernos reflejados en el espejo, pero creo que hay una enorme deuda con quienes claman más libertad, oportunidades y respeto: los jóvenes.

lunes, 13 de diciembre de 2021

“Calumnia con audacia; siempre quedará algo”

Jamás un asunto se ha tratado -en radio o TV- por diferente razón a que estimamos que era merecedor de ser conocido

Las mentiras y los calumniadores son de vieja data; antigua práctica de oscuros personajes. Modernamente cuenta con la ventaja de las redes sociales que manipulan sin comedimiento alguno y, generalmente, de forma cobarde, escondidos detrás de perfiles que ocultan su identidad, aunque no sus viles intenciones.

Desde que iniciamos el programa ConCriterio los enemigos no han dejado de intentar silenciarnos, con el mejor maquiavelismo tropical y sin importar el medio utilizado. Insultos, descréditos, denuncias falsas, acusaciones infundadas, acoso en redes e intentos de amedrentamiento utilizando la justicia como arma e incluso a la familia como blanco, han sido, y son, acciones frecuentes. Lo intentó el delincuente de Baldizón -detenido, juzgado y encarcelado en USA-, el varias veces antejuiciado -y pendiente de ser investigado- de Felipao, el “capo di tutti capi” Gustavo Alejos, el farfolla de Méndez Ruiz -todos ellos señalados por Estados Unidos- o el extorsionador de Sinibaldi, además de otros impresentables y sus correspondientes séquitos de concubinos bufones ¡No nos hemos doblegado ante nadie y seguiremos sin hacerlo! 

Claudia, Juan Luis y yo, discutimos diariamente los temas a abordar, los analizamos, meditamos y damos prioridad a aquellos que consideramos de actualidad. Jamás un asunto se ha tratado -en radio o TV- por diferente razón a que estimamos que era merecedor de ser conocido, debatido e informado, y no siempre hemos estado todos de acuerdo. No ha influido la ideología, la presión ni muchos menos la compra de aquello que se expone. Seguramente nos hemos equivocamos a veces en cómo abordarlo o no contamos con los mejores interlocutores -no todo el mundo está dispuesto a hablar- porque es condición humana el error, pero es todo lo racional y éticamente achacable a nuestra labor.

Vivimos uno de esos momentos de embate frontal de cierto cártel de difamadores -iniciado contra Juan Luis, recientemente conmigo y con visos de hacerlo contra Claudia- que es lo que se puede esperar de esos esperpentos manipuladores. Luchan por impedir que se evidencien las mafias que persisten en las instituciones públicas, que no se señalen actos de corrupción pasados y presentes o que sean absueltos profesionales del delito que guardan prisión. Para ello, promueven señalamientos con el ánimo de afectarnos, cohibirnos y lesionar tangencialmente la reputación, porque algunas personas -pocas afortunadamente- creen lo que destila la bilis de esos mamarrachos.

En un reciente estudio, titulado “Periodistas bajo ataque”, el analista Luis Assardo hizo un análisis detallado relacionado con ciertos grupos que difunden este tipo de mensajes. Identifica a Ricardo Méndez Ruiz en el rebaño y a sus incondicionales prosélitos, personajes pertenecientes a una clica de mercenarios que se dedican a difamar a tiempo completo. Del grupo, uno huyó a Chile durante el conflicto armado interno, porque nunca supo hacer otra cosa mejor que esconderse; otro, un inmaduro y fracasado abogado, intentó ser decano para incidir en las pasadas Comisiones de Postulación, pero sensatamente le fue impedido; ambos se rodean de una anónima casta de alborotadores profesionales que lucran con la mentira, y ninguno trabaja en actividad lícita conocida.

Ahí va el mensaje: NO LOGRARÁN NADA, y no porque seamos manipuladores -como ustedes-, sino porque la razón y los hechos están de nuestro lado, y nos asisten. Se estrellaron contra un muro de decencia y de fortaleza, y da igual lo que intenten. Seguramente continuarán insultando -porque les reditúa y es lo mejor, y quizá lo único, que saben hacen- o denunciando falsamente -ruido de un par de días en redes- pero es cuestión de tiempo evidenciar más detalladamente sus actividades y, sobre todo, la identidad de sus abyectos financistas. 


Listas abiertas o cerradas: el debate inacabado

Los partidos políticos son organizaciones que median entre los ciudadanos y el poder político o que implementa su programa de gobierno

Votamos a partidos políticos y son ellos quienes previamente confeccionan las listas de los diputados y los colocan en el orden que consideran oportuno. De esa cuenta -y teóricamente- la curul es del partido porque establece el listado en que figuran los elegibles y recibe el voto del ciudadano, aunque en la práctica no sea así. Para corregir ese control partidario absoluto, hay propuestas de abrir las listas y que cada votante elija al candidato que desee, aunque desconozco si serán nuevamente los partidos políticos quienes los propondrán en esta alternativa o se permitirá un listado infinito con todo aquel que desee participar. En ambos casos, creo que se dialoga en los extremos y no se llegará a solución equilibrada.

Los partidos políticos son organizaciones que median entre los ciudadanos y el poder político o que implementa su programa de gobierno si son elegidos para ello. En democracias modernas han sido de utilidad y generado una institucionalidad que redunda en beneficio del ciudadano al implementar el programa ideólogo que proponen. Otra cosa es que en ciertos lugares se hayan prostituido, lo que no anula el principio general indicado. Por ello, es necesario encontrar un equilibrio y tanto el voto directo como el voto al partido podría ser una mejor solución que optar por uno u otro en exclusividad. Se puede buscar una formula -dentro del marco constitucional- en la que los diputados nacionales sean elegidos por lista de partido y los distritales uninominalmente. O bien, que algunos de los distritales -para compensar- sean también elegidos por partido y el resto nominalmente, buscando un equilibrio numérico entre unos y otros, de forma que el partido político no acapare la totalidad -como ahora- ni el voto abierto anule la esencia de aquellos.

Establecido lo anterior, habrá representación partidaria nacional y distrital y representación distrital y territorial personalizada, lo que generará un mayor equilibrio de poder al diluir aplanadoras que han mostrado absolutamente perversidad. Además, se debería exigir que los diputados distritales -electos en listas abiertas o por partido- hayan estado censados en dicho distrito al menos los últimos cinco años previos a la elección, o periodo de tiempo similar que impida o dificulte el oportunismo en función del interés político o personal del candidato.

Hay que sumar a lo anterior la necesidad de incluir como opción de voto el concepto “No voto por nadie”, para que el ciudadano, inconforme con todas las candidaturas, pueda manifestarse y se pueda hablar de “elección” y no de “selección”. El “voto por nadie” dejaría vacantes las curules que correspondan a su conteo, lo que podría impedir mayorías cualificadas o que requieran un número de diputados que quizá, al haber curules vacías, no se alcance, que sería justamente el reflejo de la representación democrática.

En definitiva, la elección -no la selección- supone la capacidad del ciudadano de votar por quien desee, y cuando aquello es imposible, al menos es conveniente establecer una formula que permita disentir con los listados propuestos, evitando así la promoción de vehículos electorales y no partidos políticos con programas de largo plazo.

El reto está en ver si eso se puede conformar alejado de los extremos y evitar que se siga utilizando el partido y su financiamiento como un elemento para llegar al poder a través de una inversión que luego se rentabiliza a través de la corrupción o el nepotismo.

El marco teórico está suficientemente definido, los detalles se pueden complementar en pocas semanas y falta, como siempre, la voluntad de hacer la cosas y el carácter necesario para exigirlas por parte de la ciudadanía.


lunes, 29 de noviembre de 2021

¡Manos al bolsillo, esto es un atraco sindical!

La cantidad que se incrementa en el presupuesto es rápidamente acaparada por élites depredadoras sindicales

Los dos últimos meses de cada año son propicios para el aumento de la delincuencia sindical, factor no incluido en los indicadores de criminalidad y que propongo se haga. Los sindicatos aprovechan el adormecimiento de las celebraciones prenavideñas y se recetan discrecionalmente diferentes bonos. Este año el OJ ha sido uno de los primeros -al menos conocido-, y de una solicitud de Q6,000 por persona la CSJ ha otorgado la mitad ¡Qué buenos son los magistrados perpetuos de esa corte!

La justificación para tal dispendio es que los empleados de dicho organismo “han padecido mucho por la pandemia”. Se obvia, en esa manipuladora argumentación, que los más afectados son aquellos que tienen una empresa y deben de pagar la nomina correspondiente, además de los impuestos pertinentes. En estos duros tiempos, muchos negocios han cerrado, demasiadas personas han perdido sus trabajos y algunas empresas no han podido hacer frente a la planilla, cuando no han tenido que solicitar préstamos o pactar convenios de pago. Sin embargo, no ha habido una sola suspensión o rebaja en el salario de los funcionarios. Por consiguiente, deberían ser ellos -a quienes pagamos los contribuyentes- los que dieran un bono a los que de verdad han soportado la crisis del COVID-19, aunque la cosa es al revés en este microcosmos estatal.

Los pillos depredadores de educación no han sido menos hábiles y protestaron encabezados por su perpetuo Ali Babá -el tal Joviel- para redefinir el pacto colectivo y que, nuevamente, una ingente cantidad de dinero público -del presupuesto recién aprobado- vaya a parar a los bolsillos de sus huestes. Es curioso que durante los dos últimos años, perdidos en educación estatal, no hayan emitido un sonido audible sobre cómo ha fallado el sistema a cientos de miles de alumnos, y que transcurrieran todo ese tiempo sin ser capaces de adoptar una medida medianamente sensata que impida que parte de la juventud sea absolutamente inoperante dentro de unos años.

En definitiva: ni la salud, ni la justicia ni la educación se han mejorado, más bien algunas de ellas -o todas- están igual o peor que antes, y en todos esos rubros hay pillaje para que el funcionario cuente con su pavo encima de la mesa, aunque pagado por paupérrimos trabajadores que han dejado de cobrar por meses o se han contentado con lo que la encerrona de la epidemia les deparaba. 

En todo caso, y tristemente, este es un argumento recurrente cada año. Al igual que aquellos saben que es tiempo de hacer piñata de lo público, el resto -quienes pagamos los impuestos-, también sabemos que es hora de quejarse, aunque no nos hagan mucho caso ni nosotros pongamos demasiado de nuestra parte para que las cosas cambien. Una especie de aquellos dos minutos del odio orweliano en 1984, que no servían para nada pero que desahogaba mucho.

Con esa forma de repartir -que no es si no un chantaje entre políticos y sindicatos- no hay dinero que alcance. La cantidad que se incrementa en el presupuesto es rápidamente acaparada por élites depredadoras sindicales y con quejas injustificadas o presión política, terminan por hacer negociaciones oscuras y secretas que tienen un elevado costo social que pagamos el resto.

Detrás de esos buitres vendrán otros y, aunque se justifique que lo hacen con fondos propios que no gastaron -entonces que los devuelvan o no los presupuesten- afectará la calidad del servicio que deberían de prestarnos a los ciudadanos. En el fondo, somos una sociedad conformista que nos quejamos pero no avanzamos un milímetro, y esos fulleros lo saben, y se aprovechan. 


lunes, 22 de noviembre de 2021

La errada geopolitica USA en Centroamérica

El error de POTUS es que pareciera no diferenciar entre lo que aconseja la geoestrategia y lo que promueven ciertos personajes de su partido

El post 9/11 desvió la atención de la política exterior norteamericana hacia zonas muy lejanas del hemisferio. Los esfuerzos políticos y militares de los USA se centraron en Irak y Afganistán y “abandonaron” la histórica y tradicional tutela que ejercían sobre el continente, consecuencia de la doctrina Monroe. Era preciso una respuesta contundente y ejemplar a las actuaciones de Al Qaeda para dejar claro que el mundo continuaba siendo monopolar después de la desaparición de la URSS, pero, en su fijación, no advirtieron que Rusia y China despertaban del letargo y comenzaban a tomar posiciones geoestratégicas y geoeconómicas.

Los chinos se hacían con el continente africano y una cantidad importante de recursos minerales, y penetraba lenta pero segura -tradicional en ellos- en América latina, al igual que lo hacía Rusia. De hecho, durante una breve conversación con un embajador ruso me dijo: “yo estoy aquí para recuperar el tiempo perdido”, lo que dejaba claras las intenciones del Kremlin y la estrategia hacia el continente americano.

Iniciaron por donde se lo pusieron más fácil: Venezuela, y continuaron ascendiendo a través de Panamá, Costa Rica, Nicaragua y El Salvador: compra de deuda externa, ruptura de relaciones con Taiwán, millonarios proyectos de infraestructura, centros de control espacial, donaciones, apoyo político, arma, y un largo etcétera del que Washington parecía no enterarse o faltarle agresividad. En poco tiempo, el control indirecto estaba listo y Centroamérica, en particular, casi dominada. La geopolítica rusa y china convergen con malos e ineficientes gobiernos locales, además del narcotráfico y del crimen organizado, y el conjunto se mezcla, realza y confunde. El resultado: un todo que difícilmente se desgrana en sus partes para analízalo, entenderlo y confrontarlo.

La administración Biden parece no diferenciar todos esos elementos que convergen -y algunos más- y determinados asesores ven la situación empaquetada, sin advertir que Guatemala es el único eslabón, aunque de una cadena oxidada, y la meten en el mismo paquete que sus pares. El error de POTUS -o de sus asesores- es que pareciera no diferenciar entre lo que aconseja la geoestrategia y lo que promueven ciertos personajes de su partido que toman decisiones desde el activismo político, y mezclan todo. Eso se traduce en un trato por igual a todos los centroamericanos, lo que de nuevo puede representar otro error no muy distinto de los cometidos en épocas pasadas, y cuya evidencia muestra la historia reciente. 

Si Guatemala diera un giro hacia China o generara un acercamiento a Rusia -lo han hecho otros- seguramente se encenderían las alarmas, pero no habría marcha atrás, y todo se tornaría de un color diferente. La política USA se ha equivocado al plantear el tema de la migración, en la retirada de Afganistán, en el control del Pacífico -desbancando a Francia- y seguramente en el trato con Centroamérica. No es cuestión de admitir planteamientos ilegales, pero si de abordar la política como un elemento de arreglo de conflictos entre partes y dejar la soberbia impositiva como herramienta eficaz para doblegar gobiernos, que ya se ha visto que no funciona.

Hay que reducir la testosterona de ciertos consejeros presidenciales norteamericanos y llenar la mesa de más estrategas relajados, porque de lo contrario habrá mucho ruido, pero pocas nueces, y si algo ha quedado suficientemente claro es que los países terminan haciendo aquello que su liderazgo político determina, a pesar de la presión de “los grandes”. Una sesión de brainstorming en el Departamento de Estado es el mejor consejo que se me ocurre y, además que regalen un pachón de tila a la entrada y otro de té de pericón a la salida.


lunes, 15 de noviembre de 2021

El papel que todo lo aguanta

La tal Ley RENACER fue votada afirmativamente por más republicanos que demócratas y se opusieron a ella 6 republicanos y 29 demócratas

Hace poco -durante una entrevista en un medio radial- escuche a un abogado decir que había cierta candidata con intención de perpetuarse en el poder ocho o incluso doce años. Se refería a Zury Ríos y la conversación se desarrollaba en el contexto de ese mantra amañado, artificialmente construido y persistente de que “somos como Nicaragua”, especialmente ahora que muchos de los que condenan aquel régimen han adoptado una postura más contundente de la de hace unos años, más permisiva con el “comandante”. 

Ser abogado -en este país de abogados- siempre ha sido peculiar. Lo que ignoraba hasta ahora es que además del titulo -títulos- de “Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario”, otorgan -quizá como extra- la especialidad de “pitonisa con bola”, y no precisamente de cristal. En el contexto del debate era necesario generar esa imagen de la candidata que se perpetuará -según el conspicuo leguleyo- para posteriormente concluir que por eso nos parecemos a Nicaragua. Una de las muchas falacias argumentativas que amplia y pérfidamente utilizan en aquel gremio.

No se si Zury Ríos podrá -o querrá- ser candidata, y sobre todo desconozco la postura que adoptará la CC en relación con el tema, aunque hay antecedentes. De lo que estoy seguro es de lo ocurrido en dos ocasiones pasadas en las que se postuló. En una participó, porque cuando la CC debió conocer al amparo ya se habían producido las elecciones; en la otra, el Registro de Ciudadanos le negó la participación en función de lo establecido en la constitución, e impidió su candidatura. 

El debate y los señalamientos se reactivan después de las elecciones en Nicaragua y tras la aprobación por la administración norteamericana de la Ley RENACER que recoge una serie de medidas contra el régimen de los Ortega-Murillo. Quienes dicen que nos parecemos, o somos, como Nicaragua -en un claro afán de presentar al país como una dictadura- obvian que los dictadores del momento son socialistas: Cuba, Nicaragua y Venezuela, y que el populista por excelencia -Bukele- militó en el FMLN. Es decir, por si no ha quedado suficientemente claro: el autoritarismo del siglo XXI en el continente llega de la mano de la izquierda radical y revolucionaria, esa que promueve la “resistencia” a no se qué muy bien, y admiró o practicó la lucha armada por años. Sin embargo, ponen empeño en confundir al ocultar que esos partidos de ideología de izquierda radical -de la que muchos profesan- tienen a aquellos países bajo la bota dictatorial y criminal, y no estos otros “de derecha”, como gustan tildarlo, que siendo ineficientes y poco exitosos no alientan -al menos todavía- la debacle que padecen los ciudadanos de aquellas latitudes. También callan interesadamente -los que advierten que “somos como Nicaragua”- que la tal Ley RENACER fue votada afirmativamente por más republicanos que demócratas y se opusieron a ella 6 republicanos y 29 demócratas. Curioso -o coincidente- que aquellos que no aprueban la ley contra el régimen de Nicaragua, pertenecen en su mayoría al ala más radical del partido demócrata, como la destacada Alexandria Ocasio-Cortez.

Hay grupos ideológicos que son excelente manipuladores con discursos monolitos y falaces que repiten al mejor estilo Goebbels -otro nacionalsocialista- hasta que algunos terminan creyéndolos. Definitivamente no somos Nicaragua -por eso puedo seguir escribiendo y disintiendo- y quienes desean que nos parezcamos son justamente aquellos que pregonan ese discurso mientras aplauden revoluciones, guerrillas, subversiones, resistencia y ahora, además, son capaces de leer el futuro de la debacle que se nos viene. Por ¡Por favor licenciado, más seriedad y menos militancia!


lunes, 1 de noviembre de 2021

Nicaragua, El Salvador y Guatemala

 Muchos de los que hablan de ese fenómeno de “nicaraguación”, y establecen tal paralelismo, suelen admirar a Bukele o lo aplauden

Cada vez es más frecuente escuchar eso de: “estamos como Nicaragua” o “vamos en camino de convertirnos en otra Nicaragua”, con el ánimo de presentar en Guatemala un sistema opresor que impone la dictadura orteguista en el país vecino. Sobre aquel dicho de: “todas las comparaciones son odiosas”, podemos elaborar el discurso que queramos, y reflexionar para que incluso lo heterogéneo parezca igual, total el papel, las redes y los irracionales todo lo aguantan. Muchos de los que hablan de ese fenómeno de “nicaraguación”, y establecen tal paralelismo, suelen admirar a Bukele o aplauden -o lo hicieron, porque ahora es mucho pedir- a los camaradas sandinistas ¡Qué anacronismo y cuánta inconsistencia argumentativa la que mantienen algunos, todavía anclados en fracasadas añoranzas de los setenta!

En Nicaragua un revolucionario -además de violador- como es Ortega y sus atláteres, convencieron en su momento de que la revolución armada iba a solucionar los grandes problemas sociales y económicos del país. Con aquel discurso -aplaudido y sostenido por muchos allí, y por no menos por aquí- se perpetuaron en el gobierno del que ahora no quieren apearse, y tomaron control de todos los poderes del Estado, mientras persiguen a quienes los confrontan desde diferentes tribunas ¡Se acabó la libertad y la democracia!

En El Salvador, el FMLN -antiguo partido de Bukele- y los partidos tradicionales -ARENA especialmente- no pudieron conducir el país por un rumbo de satisfacción social mínima, lo que aupó al poder a un populista que ha mostrado de lo que es capaz para permanecer en el poder, que es lo que todos persiguen. Se ha hecho igualmente con todos los poderes y maniobra como le viene en gana, hasta que consiga sus objetivos y, entonces, quizá inicien tardíamente protestas sociales, lo que no servirá para mucho, como en Nicaragua.

En Guatemala surgen bukelistas que pretende conformar un partido como el que llevó a aquel al poder, pero también radicales de izquierda que aplauden -ahora más calladamente- la “resistencia” el “alzamiento” y la “lucha de clases”, movimientos con alto grado de incivilidad, cuando no de delincuencia organizada, y que nos conducirán, inevitablemente a ser “otra Nicaragua”.

Eso de que la URNG -y sus acólitos que los hay- no hayan conseguido en 25 años de política más que dos o tres diputados por legislatura, no contenta a quienes siguen creyendo que aquella confrontación armada dividió al país en partes iguales, sin entender que fueron un puñado de personajes, cuyo nulo poder político y aceptación social se muestra en el tiempo que llevan haciendo política. Algo similar, y eso no lo soportan, a lo que hacen otros partidos del mismo espectro, que los conducen a arrimarse a postulados orteguistas o bukelistas para llamar la atención.

No vamos a terminar siendo Nicaragua por lo que dicen que harán otros, sino porque ahí nos pretenden conducir ciertos grupos extremistas. Es una caduca aspiración esa de tomar el poder revolucionario para mejoría del pueblo, aunque ya vemos como tratan a ese pueblo cuando fanáticos o populistas llegan al poder, y no es únicamente en esos dos países.

No, definitivamente no estamos como Nicaragua, ni nos parecemos siquiera, aunque algunos repitan el mantra. Aún puedo escribir esta columna, hablar frente a los micrófonos o decir abiertamente lo que pienso. La deuda pública es una tercera parte de la del Salvador y no hay voluntad de reelección presidencia, entre otras cosas. Eso si, estamos muy jodidos, pero no perdamos por eso la capacidad de pensar, razonar y ver la realidad como es, ni nos de miedo decirlo.

lunes, 25 de octubre de 2021

Violencia prefabricada y sostenida

No nos gusta que nos lo recuerden, y preferimos culpar a La Conquista o a los Mayas y sus costumbres

Somos una sociedad violenta, muy violenta, y lo manifestamos en múltiples dimensiones: social, política, económica, personal…, aunque pareciera que no nos damos cuenta o, al menos, no tomamos suficiente conciencia de ello, a pesar de que reproducimos continuamente el modelo. Aparcamos donde nos da la real gana sin respetar lugares reservados o prohibidos; “construimos” el carril que se nos apetece cuando hay una fila que guardar; agredimos al policía si nos llama la atención en lugar de reflexionar sobre  la infracción cometida; nos manifestamos vulnerando derechos de otros, bajo la excusa de reclamar los nuestros; golpeamos a la pareja, cuando no la matamos y dejamos tirada en algún lugar; compramos y vendemos voluntades con absoluto desprecio de valores y principios…, y permitimos -porque los elegimos democráticamente- que los políticos roben y abusen, mientras recibamos prebendas. Todo lo justificamos, consentimos, toleramos y permitimos, aunque nos quejamos frecuentemente como catarsis que limpia conciencias encallecidas o podridas. No nos gusta que nos lo recuerden, y preferimos culpar a La Conquista o a los Mayas y sus costumbres, aunque después de siglos deberíamos pensar en nuestra ineptitud, falta de tolerancia, además de ausencia de educación y capacidad de vivir en paz y en democracia.

Observamos manifestaciones “pacíficas de campesinos e indígenas” con comportamientos vandálicos, que no son muy diferentes a lo que hicieron la pasada semana un grupo de  “veteranos militares” o “pobladores de El Estor”,  amén de otras similares vividas con anterioridad y repetidas frecuentemente. Los cadáveres aparecen descuartizados, mutilados, esparcidos, como si la muerte por sí misma no fuese suficiente para satisfacer esas perversas y desviadas pasiones de quienes asesinan. No importa si son mujeres, ancianos, niños u hombres -87%, por cierto- porque en el fondo reproducimos un problema de absoluta falta de respeto, de desprecio al prójimo. 

En contraste con lo anterior, no debe de haber muchos países con las iglesias -católicas o protestantes- repletas en días de culto ni cantos y predicas que no se escuchen tan fuerte desde el exterior, además de contribuir con ese diezmo purificador que avala la satisfacción del deber cumplido. Tampoco verá muy a menudo, fuera de las fronteras, esos constantes rezos, cánticos y alabanzas para que Dios resuelva los problemas con los que, poco más tarde, se enlodan los orantes. Una cadena que comienza en la propia constitución al iniciar invocando el nombre de Dios, continúa con iglesias que promueven leyes para castigar la homosexualidad y finaliza con la contundente lectura de un párrafo bíblico por parte de la reciente electa presidenta del Congreso ¡Vaya futuro que nos espera! En español castizo: somos un jodido desastre, y sumamente hipócritas.

Del otro lado están los optimistas permanentes quienes dejaron de tener los pies en el suelo hace tiempo y levitan cuál ilusionista. Permanecen deslumbrados con frases magistrales, encantadores gurús o libros de cómo alcanzar los mil y un éxitos, y construyen un mundo de felicidad virtual que los aleja de la realidad que vivimos, y de la que nos resistimos a escapar. 

No vamos a cambiar. Para hacerlo se requiere de mucha más autocrítica, reflexión interna y voluntad individual de cambio, además de educación permanente y acción contundente contra quienes no desean agarrar la senda de los buenos hábitos sociales y del respeto a los demás, pero no estamos dispuesto a ello. Así que, entre lamento, quejas y culpas a otros -en lo que somos expertos- repetimos el modelo una y otra vez, sin advertir lo profundo que cavamos el hoyo.

lunes, 18 de octubre de 2021

Populismo: el efecto de la democracia enferma

Frente al constatado desastre, continúan surgiendo populistas que prometen “regalar” cualquier cosa

Desde la creación del Estado de bienestar, bajo el lema: “dedícate a trabajar que el Estado se encargará de tus necesidades”, la igualdad -de oportunidades, derechos y deberes- ha sido una constante inquietud de la democracia liberal. La preocupación siempre ha estado ahí, por eso la previsión social, las escuelas públicas y las universidades estatales -entre otras- tienen como fin universalizar el acceso a salud y a la educación para aquellas personas que carecen de medios económicos. 

Sin embargo, el Estado de bienestar no ha sabido ponerle límite ni fecha de caducidad a las subvenciones y progresivamente se ha tornado tan caro que no hay sistema impositivo que lo sostenga. Me explico: ¿a cuántas generaciones hay que becar en una universidad estatal para que los egresados sean capaces de sostenerse por si mismos y no sigan absorbiendo recursos del Estado? En muchas partes del mundo hay abuelos, padres, hijos y nietos que han utilizado el sistema público de educación, sin que ninguna generación haya sido capaz de superar aquel estado de pobreza inicial que los introdujo al mismo, y hacerse responsable de las siguientes absorbiendo el costo y no difiriéndolo al gasto público. De ahí el descontento generalizado reflejado en el informe Latinobarometro 2021, donde se aprecia un preocupante descenso en relación con el apoyo y preferencia por la democracia en la mayoría de los países latinoamericanos. Las ayudas, sobre todo para educación y salud, son una exigencia social permanente para subvencionr a ciertas clases medias y altas que podrían pagar el servicio -y que tuvieron varias generaciones para poder hacerlo- pero que prefieren “la gratuidad”. De esa cuenta se llega al absurdo de que no se trata de apoyar a un grupo vulnerable -esencia de la subsidiaridad- sino de que el Estado pague a todos sus ciudadanos estudios desde kínder a doctorado, además de cubrir permanentemente la salud, lo que económicamente es inviable.

La mayoría de los partidos políticos, sin explicar -o entender- qué es democracia y para qué sirve o puede ofrecer, promueven “gratuidad” sin limites, lo que termina por presionar impositiva e insosteniblemente a las clases medias o cargar la mano contra esos grupos que “más ganan” bajo la permanente sospecha de que “roban al pueblo”. Siendo la democracia más emocional que racional, se puede comprender como diferentes personas/grupos exigen irracionalmente subvenciones, ayudas al desempleo o salud y educación “gratis”. Nadie cuestiona como pagarlo, lo que incentiva a los depredadores de fondos estatales.

Políticos y progres abordan la necesidad de la “gratuidad “de los servicios públicos. El discurso, sin ser exclusivo, está en el genética de partidos de izquierda que mientras cuentan con recursos: petróleo en Venezuela o ayuda rusa en Cuba, dilapidan miles de millones que los sostienen temporalmente, hasta que se acaban los fondos. Frente al constatado desastre, continúan surgiendo populistas que prometen “regalar” cualquier cosa -Bukele-, mientras la muchedumbre entusiasmada corea aquello de “ese es mi líder”. Años después, los problemas resurgen agravados porque no se entiende que: "Cuanto más rica es una comunidad menos servicios benéficos necesita, pero más puede proporcionar; cuanto más pobre, más ayuda necesitan sus habitantes, pero menos puede darles" (Henry Hazlitt).

Falta, además de razón, entender que todo cuesta dinero. Así que cuando tenga la oportunidad de estudiar, porque el “Estado se la ofrece”, intente pagar la educación de sus hijos y dejar esos fondos para quienes realmente los necesitan. De esa forma no haría falta incrementar constantemente los impuestos y cada uno asumiría su responsabilidad, aunque me da que es mucho pedir en una sociedad habituada a recibir.


lunes, 11 de octubre de 2021

La semilla que quiso crecer en secreto

Entiendo que Semilla no ha podido pactar con una UNE voraz que cree poder seguir manejando los hilos de los que ha sido desconectada

Cuando en las pasadas elecciones se presentó el partido Semilla, se sintió un aire fresco de gente mayormente joven en la política. Esté o no de acuerdo con sus planteamientos, la juventud siempre puede aportar innovación, fuerza, credibilidad y nuevas ideas. En lo personal, desde la perspectiva ideológica y asumiendo el error, los situé en un centroizquierda -por “donde” la UNE- y en un espacio, no siempre idéntico al que pudo tener Encuentro por Guatemala: socioliberalismo o socialdemocracia “suave”.

Con el tiempo, como en todo partido, parece dibujarse otro rumbo, producto del natural choque entre las distintas personas y corrientes, o del oportunismo. Como consecuencia de lo anterior, pero también del momento político y de la pandemia, tres propuestas de Semilla me llamaron la atención y definido esa dirección que ahora percibo. Una, aquella alternativa de presupuesto -el único partido que la hizo, hay que decirlo- que no supieron explicar más allá de rasgos generales, y que nunca aclaró si generarían más deuda que era uno de los aspectos que criticaban del presupuesto no aprobado para este año. Otra, más preocupante, fue el intento de cargar costos a ciertas empresas -telefónicas y eléctricas principalmente- derivados del supuesto impago que iba a provocar la crisis por COVID. En ella, se apreciaba una perverso intervencionismo estatal en perjuicio de unos -y natural beneficio del “pueblo”- sustentado en un populismo financiero que no ofrecía soluciones racionales al problema, más allá de que las empresas asumieran los costos y redujeran sus beneficios, añejo y trasnochado discurso de una izquierda tradicional. El último -por discutirse esta semana- se refiere a un proyecto de legislación que crea una empresa estatal de venta de medicamentos. Al inicio de la lectura puede parecer un buen esfuerzo por modificar la ya existente red de más de 250 farmacias públicas. Sin embargo, de la lectura de ciertos artículos se abre una amplia puerta a la estatización de la venta de medicinas y a la inyección indefinida y discrecional de dinero público a esa nueva empresa que, por cierto, no entrega beneficios al Estado ¡Vamos, aquello de “socializar las perdidas y privatizar los beneficios” de lo que tantos se quejan!

Los precios de las medicinas son abusivos y el sistema de compras -uno de cuyo artículos modifica la norma- es un desastre y suele estar amañado. Eso, que es una realidad innegable, no puede servir de excusa para promover una estatización encubierta so pretexto de que hay que abaratar medicamentos y romper las mafias farmacéuticas. Lo eficaz sería cambiar el sistema de compras y contrataciones y atacar las causas, suficientemente definidas. Es decir: promover el libre mercado en vez de estatizarlo.

Entiendo que Semilla no ha podido pactar con una UNE voraz que cree poder seguir manejando los hilos de los que ha sido desconectada y, por convicción o necesidad, se ha acercado a esa izquierda más radical y a partidos tradicionales allí situados. En política se requieren votos y apoyos porque de lo contrario no se puede hacer mucho. Eso es comprensible, aunque no es necesario modificar el posicionamiento ideológico y presentar el partido con cierto grado de radicalismo, muy alejado del centroizquierda moderado en que pudo percibirse inicialmente. Pero, sobre todo, no es de recibo plantear proyectos estatistas e interventores salvo que deseen definirse como tales, lo que aconseja hacerlo de frente y sin medias tintas.

En política hay costos que asumir y el tema ideológico, visible a través de las propuestas, es importante dejarlo claro y no jugar al gato y el ratón, porque entonces la semilla puede crecer desviada o no germinar.

lunes, 4 de octubre de 2021

Where is Kamala Harris?

Recordemos que la vicepresidenta visitó el país y generó una serie de expectativas que, a la fecha, han quedado relegadas

Al inicio de la administración Biden se observó la existencia de dos corrientes políticas dentro del partido demócrata, la más a la izquierda era, sin duda, la de su vicepresidenta Harris. Es posible que siguiendo aquel supuesto de que “Biden es demócrata para los republicanos, pero demasiado republicano para los demócratas”, el presidente fuese asesorado sobre como aparcar a quien le hizo sombra por unos meses, especialmente antes e inmediatamente después de la toma de posesión. La mayoría de los medios presentaban a una exitosa mujer, exfiscal y lideresa de una nueva y extrema corriente de pensamiento liberal -izquierda- dentro de la política norteamericana, aupada por un socialista como Sanders. Sin embargo, el protagonismo no duró mucho. Encargada, primero, del tema de migración -algo difícil/imposible de solucionar- y, después, de la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán -un patente fracaso-, la vicepresidenta Harris parece haber desaparecido del mapa, o quizá está en proceso de reinvención, como todo político. Dos medios escritos españoles evidenciaron ese hecho con titulares como: “Kamala Harris tiene un problema de popularidad” (ElPais)  y “¿Dónde está y qué hace Kamala Harris mientras Biden casi no da abasto?” (La Vanguardia). Harris, además, aparece con la más baja popularidad de un vicepresidente en el último medio siglo, rondando una media ligeramente superior del 50% (YouGovAmerica), aunque mayor en menores de 30 y mayores de 45 años.

En el ámbito interno norteamericano esos datos se interpretarán, seguramente, como una preocupación en tres direcciones: la consolidación, dentro del partido demócrata, de una rama más conservadora del poder, liderada por Biden, el alejamiento de un progresismo feminista, representado en Harris y, posiblemente, un urgente llamado de atención -aunque todavía queda mucho- sobre la necesidad de recobrar popularidad para poder resistir un embate republicano en las próximas elecciones, especialmente si es nuevamente contra Trump. Lo que está más cercano, e intranquiliza y puede generar más impacto, es la perdida del control del Senado -posible- o de la Cámara de Representantes -menos probable- en las elecciones legislativas del próximo año.

En el ámbito exterior -el que incide en la vida doméstica guatemalteca- presumiblemente también repercutirá. Recordemos que la vicepresidenta visitó el país y generó una serie de expectativas que, a la fecha, han quedado relegadas, especialmente las referidas a cierta ayuda al desarrollo y otras que fueron aireadas por quienes le precedieron en la visita o la rodean, relacionadas con aquella CICIG regional o temas de justicia y seguridad. Y es que en política todo cambia en función de las prioridades electorales, lo que no siempre va acorde con las necesidades o preocupaciones externas que no aportan votos ni candidatos. Dicho de otra forma: podemos ser importantes o de interés mientras seamos útiles en su política interna. De momento, el terrorismo islámico radical -yihadista- ha vuelto a preocupar a los amigos de norte -tal y como ha declarado Biden- mucho más que otras cuestiones que son de exclusivo interés local o regional centroamericano.

Habrá que ir viendo si ese cambio de mirada en otra dirección genera un olvido progresivo, lo que no es nada nuevo si se analiza la historia de las relaciones con los USA y se intenta comprender -lo que cuesta a algunos- como la política exterior no es más que el reflejo de las inquietudes internas y del consecuente rédito electoral. Me da que hay un inusual ruido forzado por quienes ven poco espacio de maniobra en el medio plazo y temen perder su influencia en esa enmarañada tela de araña que es la política USA y sus agencias, lobbies y personajes.

lunes, 27 de septiembre de 2021

Migración, política y libertad

Quizá, y solo quizá, el fenómeno de la migración, en su más amplia dimensión, no tiene una solución suficientemente aceptable

En la frontera mexicano-norteamericana hay varados unos 20 mil haitianos. Más al sur, en la frontera mexicano-guatemalteca, alrededor de 40 mil migrantes esperan qué hacer y parece que el futuro será parecido al de miles que fueron enviados a sus países de origen a través de Guatemala. Analistas y escritores han abordado el tema de la migración bajo diferentes puntos de vista: Walzer, Miller, Huntington, Cole, Nozick, Schwatz, Pogge, etc., y casi todos ellos han coincido en algo, aunque también tienen discrepancias considerables.

Suelen estar de acuerdo en que no existen razones morales para impedir la migración y que cualquier refugiado -aquel que es perseguido en su país- debe de ser acogido. Sin embargo, no todos concuerdan cuando, desde diversos ángulos, abordan el derecho del migrante voluntario y no perseguido: aquel que en la búsqueda de un mejor futuro cambia libremente de país por diversas razones. En ese caso, se generan distintas reflexiones y se posicionan diferentes soluciones, todas ellas razonables y justificadas. Hay quienes aceptan la migración temporal sin ciudadanía plena, para evitar que puedan transformar el país que los recibe a través de la política; otros, estiman que hay peligro de aculturización desde varios enfoques: religioso, idiomático o étnico, y que el cambio de valores pone en peligro a la comunidad; un tercer grupo plantea la seguridad como tema central, por el riesgo a recibir criminales o incluso terroristas y, finalmente, también hay debates sobre los costos económicos que deben de asumir las sociedades receptoras de migrantes -especialmente en salud, educación y ayuda social- y cómo repercuten negativamente en el Estado de bienestar construido y pagado -por años- por los ciudadanos del lugar.

Muchos de los autores son norteamericanos y es evidente que su pensamiento y concepción filosófico-moral del asunto ha permeado el actuar de esa sociedad y de sus gobernantes, así como el accionar político en sus fronteras, a través de la fuerza de ideas que muchos no advierten. Quizá, y solo quizá, el fenómeno de la migración, en su más amplia dimensión, no tiene una solución suficientemente aceptable, porque abarca un extenso y complejo abanico de aspectos, muchos de ellos mutuamente excluyentes: derechos individuales y grupales, protección/seguridad y libertad, costos a absorber por contribuyentes y solidaridad, y otras cuestiones que llevan a la conclusión de que sencillamente no hay una única solución convincente. De esa cuenta, mientras se debate y “se busca la misma”, se tiende a mantener la protección en nombre de la seguridad nacional, y reducir el riesgo percibido para evitar incidir negativamente en la calidad de vida que se disfruta en el país al que desean llegar los migrantes, especialmente en “tiempos de terror”. A lo sumo, se establece un sistema de cuotas de ingreso bajo estricto control del gobierno.

“Las sociedades liberales, en general, ofrecen a sus miembros suficiente libertad de movimiento”  que es lo que David Miller considera puede ser una especie de solución o resumen del análisis del tema. Es decir: sólo parece haber soluciones puntuales, momentáneas o coyunturales, y eso es lo que refleja la actual situación descrita al inicio.

Educados desde pequeños en modelos nacionalistas y patrióticos, promovidos desde el estatismo del que algunos tanto gustan, es complicado ser empáticos con extranjeros migrantes. Y mientras Kukathas apuesta por “repensar el Estado de bienestar” y Rawls, con su teoría del “velo de la ignorancia”, hace una buena aproximación al tema, aunque sin ofrecer la solución definitiva, el resto aceptamos condescendientemente que vengan, mientras sean otros quienes los atiendan y se hagan cargo de ellos ¡Esa corrección política, tan liberadora, de la doble moral!

lunes, 20 de septiembre de 2021

Un poco de su propia medicina

Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla

El dictador Díaz-Canel, cachorro y heredero de los también dictadores Castro, y perpetuador del régimen criminal cubano, recibió varios tirones de orejas en lo que, pensaba, era feudo propio consolidado: la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC.

El presidente de Uruguay, primero, y posteriormente los de Ecuador y Paraguay, le dijeron verdades silenciadas por esa corrección política que envuelve las reuniones de alto nivel. En resumidas cuentas recordaron al opresor cubano que en la isla no hay democracia y que lo que se debería de hacer en esas cumbres -lejos de comunicados superficiales vacías de contenido- es promover el espíritu democrático y no permitir la censura, consentir el encarcelamiento de la oposición o callar el silenciamiento de quienes cuestionan a los mandatarios. Lecciones de democracia ausentes en esas reuniones desde…, siempre.

El presidente Lacalle, extendió su contundente comentario a Nicaragua y Venezuela, otras dos dictaduras sostenidas y defendidas por algunos -y algunas- que se dicen defensores de derechos humanos, actitud hipócrita suficientemente conocida en la región y que tiene nombres y apellidos. Pero no sólo se confrontó a la dictadura más antigua de la región -Cuba- y a su “comandante en jefe”, sino que también dejó en ridículo al régimen del veleidoso y anfitrión del cubano, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que enmudeció y desinfló las esperanzas puestas en una convocatoria purificadora de su nefasto actuar político en México, algo que medio salvo su canciller.

Lo triste es ver como ciertos ciudadanos siguen defendiendo regímenes como el cubano bajo argumentos de que aquí están peor que en la isla, dejando siempre de lado -no puede ser de otra forma- lo que le recordó el presidente Lacalle al lacayo Díaz-Canel: “…, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las protestas, cuando se encarcelan opositores, cuando no se respetan los derechos humanos…”. Es cierto que en las democracias imperfectas -que tenemos o que construimos- hay gravísimos problemas, pero las dictaduras -Cuba, Venezuela o Nicaragua- anulan la libertad y asesinan y torturan directamente, y eso no tiene justificación alguna, salvo para desalmados o hipócritas ¡Ojo con Bukele!

El problema de esa tolerancia -política y ciudadana- es que por falta de permanente condena se intenta reproducir en otras partes, como ocurrió en Bolivia, Ecuador, Argentina y ahora Perú ¡Qué bueno que esos presidentes tuvieran el coraje de poner a los dictadores en su sitio que es lo que nos falta a la mayoría de los ciudadanos! Becas de estudios en Cuba o médicos esclavizados en muchos países del mundo, silencian voces de quienes se autodenominan “defensores de derechos humanos” y de muchas de sus organizaciones, a quienes les importa un soberano carajo los doctores que son enviados a la fuerza por el mundo bajo amenazas de castigos o presión a sus familias, mientras los gobiernos pagan a Cuba una cantidad que nunca verán reflejada en sus cuentas.

El hecho de que lo anterior haya ocurrido en este mes de la independencia de América Latina, dice mucho más de lo que se pueda apreciar. Algunos han optado por el discurso de que “no hay nada que celebrar” mientras silencian esas dictaduras criminales que por años presionan a sus ciudadanos y promueven idéntica ideología en la región. Aquí, ciertos grupos y personas son afines a esos regímenes y desearían se implementara en Guatemala, pero con ellos en el poder, razón por la que no migran a esos “paraísos socialistas”. De hacerlo, formarían parte de los dominados y ellos -deseosos del autoritarismo- también añoran el poder, porque sin él entienden perfectamente eso de la dictadura y sus consecuencias.


lunes, 13 de septiembre de 2021

El laberinto del Ministerio Público

En dicha institución se manejaban dos registros independientes y desconectados: el de cierta fiscalía y el general, además de otro “en la nube”

Sucesos recién pasados en el MP invitan a reflexionar sobre la justicia, particularmente sobre el proceso de investigación y los derechos ciudadanos. Se supo que en dicha institución se manejaban dos registros independientes y desconectados: el de cierta fiscalía y el general, además de otro “en la nube”: declaraciones recibidas y no registradas en ninguno de ellos ni conocidas por auxiliares o agentes fiscales. Por tanto, cualquier persona que estuviese siendo investigada y quisiera conocer ese extremo, no podría saberlo posiblemente porque dentro del MP la información disponible no estaba interconectada. Eso vulnera derechos al impedir acceder a información pública sobre el interesado y lo que la administración de justicia pudiera estar haciendo, aunque el detalle sea reservado. Agregar que esas investigaciones pueden estar activas por años -o indefinidamente- estableciéndose un amarre permanente a las veleidades fiscales.

Además, hasta que el caso no es judicializado -primera declaración- el sujeto investigado no conoce su causa, las actuaciones que sobre él se hacen ni mucho menos si se le vulneró algún derecho, porque la información simplemente no estaba totalmente disponible, no aparecía en el sistema, producto de esos particulares registros, y no me refiero al detalle de la investigación -eso es confidencial- sino al hecho de tener abierta una. Sumemos a lo anterior que si el sujeto no está disponible a la acción de la justicia -porque está huido- no puede acceder al expediente, procedimiento implementado con la finalidad de que se allane, y que supone una interpretación extensiva de la norma, puesta en práctica en la época de CICIG con la aquiescencia y el visto bueno de la CC anterior, aunque ahora parece resultar incómodo.

Algo más sobre lo que reflexionar es cómo se enviaban y constituían casos en algunos juzgados de mayor riesgo. La ley determina que la fiscal general es la única que puede solicitarlo, y la CSJ concederlo. Pero como eso resultaba engorroso y restaba poder, se encontró una forma de vulnerar los filtros, y consecuentemente los derechos. De esa cuenta, autorizado un caso como de mayor riesgo -siguiendo el procedimiento legal descrito- se enlazaban otras investigaciones con el mismo y se “adjuntaban” a aquel, generando un expediente encadenado artificial o interesadamente, y con múltiples casos enlazados al inicial aunque algunos supuestos delitos no tuviesen nada que ver con mayor riesgo, pero aseguraban direccionarlo al juzgado “amigo”. Otro fraude de ley para eludir la necesidad de solicitar el oportuno permiso a otras instancias en beneficio de la observancia de derechos individuales.

En nombre de la justicia, no se pueden cometer injusticias; en nombre de la verdad no se debe andar mintiendo, y en nombre de la seguridad no hay que permitir el secretismo. Si por conveniencia lo hacemos, promoveremos un gobierno de personas y no de principios, leyes e instituciones. El riesgo, como no escapa al entendimiento, es que según sea la persona, la justicia, la verdad o la seguridad tendrán una dimensión diferente y un efecto muy distinto, y esa es la razón por la que -por siglos- filósofos políticos y jurídicos han apostado por construir instituciones de justicia sobre sólidos principios universales, generales e iguales para todos, y no para los amigos o los enemigos, según el momento o la situación. En contraposición, algunos crearon -y otros sostuvieron- aquello de: “ a los amigos todo, a los enemigos palo y a los indiferentes la ley”. Seguro que cualquier atrevido estudiante de Derecho decide apelar esos desmadres y termina por ganar en la corte.

¡Al tanto si no!

lunes, 6 de septiembre de 2021

Dos más dos siempre son cuatro

No hay ayudas “gratuitas”, transporte “gratuito”, escuelas “gratuitas” o salud “gratuita” porque sencillamente todo tiene un alto costo

La situación que vive Venezuela, Nicaragua, Honduras, Perú o El Salvador, por citar algunos ejemplos de muchos, no es producto del azar sino de las condiciones políticas, sociales, jurídicas y económicas creadas por gobiernos y políticos que generan un ambiente de rechazo, confusión e ineficacia. Descontentos que hartan al votante y lo hacen tomar decisiones promovidas por pasión más que en razón; electores que prefieren optar por quienes les prometen solucionar problemas que otros crearon, sin advertir que pueden caer en un agujero mucho más profundo, algo que se oculta en discursos emocionales y se acepta por el hastío y el cansancio de años de frustración.

Desde 2010, aproximadamente, el poder adquisitivo de los ciudadanos latinoamericanos ha ido en disminución. La pandemia ha venido a reducir el número de personas de clase media y ha hecho crecer -en todos los países- la brecha entre ricos y pobres, generando además, un incremento de la desigualdad y deteniendo la reducción de la pobreza, o incluso incrementándola, en ciertos países. El cierre de pequeñas y medianas empresas (PYMES), consecuencia del COVID, refuerza el escenario y lo sustenta.

Motivado por lo anterior, la población exige a los gobiernos soluciones a sus innumerables problemas: desempleo, poder adquisitivo, precios, educación, salud, y un sinfín de cuestiones, sin advertir que eso no es posible y que únicamente complica la labor de la administración, incrementa los impuestos y facilita el nivel de corruptela, que es lo que se ha visto en muchos lugares. No hay ayudas “gratuitas”, transporte “gratuito”, escuelas “gratuitas” o salud “gratuita” porque sencillamente todo tiene un alto costo. Sólo con impuestos pueden los gobiernos cubrir los desorbitados costos de esas exigencias, así que el reclamo, por quienes consideran tener derechos sin responder a obligaciones es, además de irreflexivo, inútil.

Entre gobiernos que no sirven y ciudadanos que exigen lo imposible, surge un espacio de crecimiento para el discurso radical, en sus versiones extremista o populista. Es la razón de la aparición y sostenibilidad de radicalismos -de derecha o de izquierda- en prácticamente todo el mundo, pero también de populistas de diferente corte. Los extremos, históricamente hablando, han tenido éxito justamente en momento difíciles: crisis económicas, fin de guerras, revoluciones, etc., y los resultados que la historia nos refleja, han sido catastróficos: revolución rusa, fascismo, nacionalsocialismo, franquismo, castrismo, chavismo, orteguismo, etc. El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, por tanto es sencillo comprender la razón de caer una vez tras otra en esos crueles paréntesis históricos, pero cuando no se lee ni se toma tiempo para razonar, es muy simple la explicación.

Estamos en ese límite en el que un paso más nos puede llevar, en pocos años, a que algún personajes de esas características termine gobernando el país, y luego vean a Bukele y su reelección. Puede ser un extremista o un populista, no es tan importante a fin de cuentas, porque el desastre para los años venideros será similar. Siempre existe la posibilidad, en la mente de algunos, de que no será así y tal persona o cual revolución harán cambiar las cosas para bien, aunque no es lo que dice la experiencia histórica. Quienes votarán dentro de dos años, y especialmente los jóvenes, deben de recordar que pueden destruir a su generación, porque esas cosas vienen a quedarse por años, así que mejor meditar sobre el futuro. A los que ya no veremos muchos de esos desastres, solicitarles idéntica responsabilidad, porque dos más dos siempre son cuatro y luego de nada vale quejarse.

lunes, 30 de agosto de 2021

Cuento chino, mamushka rusa y Disney World

El puerto de Santo Tomás simplemente no puede ceder terreno a rusos. La explicación está en su localización estratégica

El repetido e insistente mensaje de que vienen los rusos a quedarse con un puerto y mineral nacional no es producto de la casualidad. Me sorprende que durante dos semanas -y todavía queda- un medio estuviera constantemente machacando -y otros replicando- la idea de que los “rusos” vienen a babosearnos. Dos cosas se quieren posicionar en el imaginario social, porque en ellas se ancla la estratégica idea-fuerza: “rusos y corrupción”.

El puerto de Santo Tomás simplemente no puede ceder terreno a rusos. La explicación está en su localización estratégica -cerca de Honduras-Nicaragua- porque facilitaría el control de El Caribe y seguro incordiaría, también, a los aliados del 10 de Downing Street. El gobierno ruso ha sido un eficiente proveedor de armas a Nicaragua, particularmente un batallón de tanques T-72B1, que representa un serio desequilibrio de fuerza en la región, además de misiles antiaéreos, entre otras. Pero lo más preocupante desde la perspectiva estratégico-operacional es la estación “Chaika”, un sistema alternativo al GPS que concede cierto grado de libertad de acción al tradicional enemigo USA, y dentro de su espacio de influencia. 

China introduce en su esfera a El Salvador y Rusia a Nicaragua; Honduras está perdida con el narcotráfico y veremos que rumbo toma, así que en Langley seguro se preguntan: What is this? ¡El único país con el que todavía hablamos se nos llena de rusos!, y activan el 7º de caballería. Fotografían los aviones de los empresarios, los vigilan, acopian información y, sobre dos hechos -verdad, media verdad o mentirijilla- se organiza el plan operativo mediático; Watergate y las armas químicas en Irak, fueron dos hechos con cierto grado de similitud. No son periodistas investigadores quienes hacen las averiguaciones -perdón por la tristeza que diría Joaquín Sabina- sino profesionales en inteligencia que la filtran dosificada para defender intereses del norte, y concurrentemente los de algunos empresarios que exportan mercancías por el muelle flotante, también parte de la ecuación. A lo anterior se suma la historia -verdad, media verdad o mentirijilla- de la famosa alfombra de dinero, algo bien burdo -aunque conociendo a “mi gente” no es de descartar- y el exfiscal Sandoval la pone sobre la mesa, con evidente impulso norteamericano, tal y como sucedió con el tema del excarcelamiento de Gustavo Alejos.  

Pasamos de la Guerra Fría a la Bronca Tibia, pero con dos frentes: ruso y chino. La lección no aprendida por los norteamericanos es que cuando se distraen en Oriente Medio, aquellos dos aprovechan para colarse en el patio trasero, que fue lo que hicieron en Venezuela y Nicaragua -Cuba ya la tenían- y terminan por darles matarile con lenta reacción de Washington. Los rusos son más directos, los chinos más sutiles, pero ambos persiguen lo mismo, que no es diferente a lo de los estadounidenses. Vean el anclaje de los rusos en Venezuela y el reciente de los chinos en Montenegro, y cómo pretenden -por impago de una deuda- controlar un puerto en aquel país europeo.

Por aquí, a lo tortrix y tropicalizados, nos distraemos discutiendo si la alfombra estaba llena de billetes o no era alfombra, o que la empresa quería paga 1 dólar en lugar de 4 por metro cuadrado, como si eso importara a quienes manejan miles de millones de dólares. Nos quedamos en lo superficial mientras con cuentos, mamushkas o Disney adormecen nuestra infantil actitud y escaso razonamiento crítico. Enojados los unos con los otros, se despelotan de risa de nuestro infantilismo y capacidad de manipulación, y desde sus cuarteles generales planifican la próxima, de la que tampoco nos enteraremos ¡Viva el Bicentenario!

lunes, 23 de agosto de 2021

Ética, democracia y legalidad

Las normas son para cumplirse y existe una necesidad de que sean justas para todos aquellos que están sometidos a ellas

Cada vez es más triste y desafiante ver cómo el Congreso -y otros poderes- se salta la ley con absoluta impunidad y verdulera desfachatez. El “honorable” presidente de tal organismo dejó claro de qué clase de cuero está hecho cuando -de forma privilegiada- se internó en el Centro Médico Militar por padecer COVID, mientras el resto de los ciudadanos buscaban donde ser acogidos o morían en sus casas porque no encontraban plaza en hospitales públicos. Un auténtico caradura, pero también un déspota inmoral. Alguien a quien le viene grande el cargo y la posición que ocupa, y que ejemplifica eso de que “donde acaba la ley comienza la tiranía” (William Pitt).

Debiendo saber que la constitución exige conocer dentro del plazo de tres días el estado de calamidad decretado por el Ejecutivo, busca excusas, deja de cumplir la ley y escarbar en el estercolero de la dialéctica y la impunidad jurídica. Una -otra- sinvergonzonería de esas que viene haciendo en los últimos años, desde que accediera a presidir el organismo legislativo y avergonzara a propios y extraños con su conducta. Nos acercamos a pasos agigantados a aquello de “el principio esencial del totalitarismo consiste en promulgar leyes que sean imposibles de obedecer” (Hitchens).

Estamos acostumbrándonos a vivir en un estado de ilegalidad permanente y eso es muy grave, y autodestructivo. La gobernanza del país está por los suelos porque un grupos de diputados pasivos, mediocres o delincuentes -normalmente dos de tres- coluden para dejar de observar principios legales que están suficientemente claros en las normas vigentes. No designan magistrados a la Corte Suprema, a pesar de llevar dos años en el “proceso”, o desde la mesa presidencial se imponen formas y silencio a voces disonantes que es justamente la razón de ser de la democracia. Pequeños autoritarios que creen poder hacer constantemente lo que quieren mientras se ríen de una ciudadanía crispada que terminará por justificar actos violentos porque hay demasiada sordera en esta política putrefacta.

Las normas son para cumplirse y existe una necesidad de que sean justas para todos aquellos que están sometidos a ellas. Es la idea que ha desarrollado Occidente y permeado la literatura jurídica de los países que han adoptado el modelo de democracia liberal. No puede ser que en el índice de capacidad para combatir la corrupción (2021), de 14 variables que contempla, la calificada más baja sea la referida a “procesos legislativos y de gobierno y la democracia”, y que el grupo peor puntuado sea el referido a “las instituciones políticas”, tampoco que hayamos estado cayendo desde 4.55 en 2019 a 3.84 en la actualidad.

De seguir así, es cuestión de tiempo que la agresión sea justificada ante un Estado/Gobierno incapaz de comprender la dimensión del diálogo y de no observar las normas que nos hemos dado. Algunos de los que están en la política no han leído más allá de algún folleto de esos que reparten a la salida del super, pero, al menos, deberían atender un principio presentado por Bastiat hace tiempo: “Cuando la ley y la moral se contradicen una a otra, el ciudadano confronta la cruel alternativa de perder su sentido moral o perder su respeto a la ley”. Ante ese dilema, es posible que no se actúe como muchos congresistas -y en especial como suele hacer el Presidente de dicho organismo- y se apueste por mantener la moral. Así que a poquito que deduzca, si la borrachera de poder se lo permite, comprenderá la dimensión de adónde nos está llevando, y lo que puede venir 

¿Les suena Nicaragua, Honduras y El Salvador?, pues eso.


lunes, 16 de agosto de 2021

Élites y pueblo en la neolengua

Hay arduo interés en presentar una realidad artificial como opinión publicada -que no pública- porque los hechos muestran las cosas de otro modo

Es frecuente referirse a élites y pueblo como sustantivos colectivos que engloban grupos indefinidos de personas. “Élites” proyecta una sensación negativa en la que se engloba a personas poderosas, además,  quienes endilgan ese término suelen mezclarlo -como refuerzo- con “oligarcas”. “Pueblo”, por su parte, refleja un concepto positivo de un colectivo oprimido y explotado, representado por una ciudadanía pobre y sumisa. Las palabras tienen significados y percepciones que no siempre coincide, aunque la neolengua trata de aproximarlos con emociones, que siempre son manipulables.

En el país hay élites ladinas e indígenas, élites económicas y élites políticas, y hasta un elitismo social que se adjudica la representatividad de esa masa imprecisa y maleable de “pueblo”. Hay oligarcas en todos lados, porque en el fondo “oligarquías” no son más que grupos pequeños que mandan, y que encontramos en la capital y a más de 300 kilómetros de ella. No toda la élite es mala ni todo el pueblo es bueno, y muchos del “pueblo” resultan ser élites sin saberlo.

Dicho lo anterior -para precisar- es momento de reflexionar sobre las manifestaciones de los pasados días. Si tomamos en cuenta el estudio de opinión de Cid Gallup de julio pasado, el 12% consideraba que los problemas del país se resolvían cuando el Presidente renunciara. Sin embargo, una mayoría del 40% pensaba que todo estaría bien -o mejor- cuando se produjera un diálogo entre el gobierno y la sociedad civil, y juntos buscaran salidas a los problemas. Es justamente la relación presencial que se ha visto en esos bloqueos que algunos han presentado como “un éxito del pueblo”, cuando realmente ha sido un pequeño porcentaje de individuos que pretendía hacer más ruido del que realmente representan, aunque fuera en nombre del ese etéreo colectivo. El estudio de opinión citado incluye otras preguntas como: “qué opina de la situación política del país”, y a la que un alto porcentaje de entrevistados -coincidente con el 40% anterior- manifiestan que “no hay división en el país, pero sí muchas diferencias entre políticos”, seguido de un 28% que opina que “el país está dividido, pero los/las guatemaltecos/as podemos resolver nuestras diferencias pacíficamente.” De nuevo, únicamente el 18% asume el “enfrentamiento”.

Cada vez más, me da la impresión de que hay arduo interés en presentar una realidad artificial como opinión publicada -que no pública- porque los hechos muestran las cosas de otro modo. Parece que “el pueblo” no está con esa oligarquía que pretende tomar el poder a toda costa -sin importar el costo- y con discursos sacados de la manga, salvo que desechemos los estudios de opinión y tomemos como “neociencia” ciertas artificiosas tendencias en redes.

Necesitamos profundos cambios, pero no es con violencia como se lograrán. El consejo permanente de la conferencia episcopal ha sabido responder a tiempo y modular otros comunicados, aunque cierto sacerdote construyó su propio misil nuclear y se despachó desde el púlpito y en redes al mejor estilo de vocero oficial de la teología de la liberación. El canónigo acusó a algunos de no tener arrestos, lo que quizá habría que haberle exigido a él por no tirarse al monte, donde muchos murieron por ese estado de excitación inducida, producto de una doctrina extremista y fracasada, y de ese principio maquiavélico de: es mejor ser temido que amado.

Algunos no han asumido lecciones concretas del conflicto armado, pero siguen vivos. Muchos de ellos alentaron a otros a morir, mientras permanecían escondidos en la sombra de la imprenta o de la sacristía, eso sí ”defendiendo al pueblo” ¡Ojo porque los extremismos matan, independientemente de donde vengan, y aunque no den la cara!

lunes, 9 de agosto de 2021

“Mientras hay muerte, hay esperanza”

Podemos buscar a personas que nos gusten y desechar a aquellas que nos repelen o bien apostar por consolidar las instituciones

Las manifestaciones, bloqueos, cortes o bochinches de estos días transmiten mensajes -más allá de la movilización- que no hay que dejar pasar. Uno de ellos pone de manifiesto que el elitismo y los grupos de presión no son únicamente ladinos, sino que también existen en la organización indígena. En resumen: lo mismo que se cuestiona desde un sector aparece en el otro y las quejas de “criminalización de la protesta social” se reflejan en la “criminalización de discursos que no gustan”  ¡Mismas mañas!

Otra cuestión es la insistencia en mensajes sobre personas. Con nombres y apellidos se pide la renuncia de unos y se elogia a otros, pero nadie habla de instituciones. El modelo de “despedir a unos y contratar a otros” ya se ha hecho, y no ha resultado, aunque podemos insistir en repetir errores, lo que Einstein denominó estupidez humana. No hay propuestas y discusión sobre cambiar el sistema electoral o de comisiones de postulación, así que en un año, una, y en dos, el otro, repetiremos procesos con idénticas normas, lo que nos conducirá al tradicional y experimentado fracasado. Se podría debatir sobre cómo darle validez al voto nulo, elegir en una vuelta o hacerlo por un método diferente -ejemplo: elección por preferencias- pero no nos molestamos en ello. Las comisiones de postulación no funcionan, aunque seguimos insistiendo, y evidentemente los resultados serán los conocidos. La razón de tal obstinación no es otra que ver como contar con suficientes probabilidades para elegir “a los míos”, lo que incita a mantener el sistema y no buscar otro neutral que reste posibilidades al grupo.

La tercera lección de las protestas es que hay que cambiar muchas cosas, y hacerlo pronto. El sistema educativo, el de salud, el de prisiones, el judicial…, no funcionan.; casi nada funciona, porque el sistema topó. En el mediano plazo se percibe un horizonte caótico, violento y de desasosiego, así que enfrentamos el reto de escucharnos y ponernos de acuerdo o llegaremos al punto en que nos destruiremos. Las lecciones por el mundo apuntan a que el cambio suele ser a peor cuando se dan esas circunstancias, por tanto estamos a tiempo de buscar fórmulas y diseñar el plan adecuado para hacerlo al ritmo posible, deseable y que lo permita la situación social y económica, o se impondrán unas condiciones que subirán el ánimo unos años para caer en la más profunda depresión en los siguientes, tal y como muestra Cuba, Venezuela o Nicaragua.

Podemos buscar a personas que nos gusten y desechar a aquellas que nos repelen -forma tosca de hacer las cosas- o bien apostar por consolidar las instituciones buscando ese cacareado bien común que la mayoría traduce equívocamente como interés particular o grupal. El reto está claro, las señales más que evidentes y el hartazgo a punto de llegar a su cenit.

Hay que cambiar lo que está mal: el sistema, y no focalizarse en las personas. El problema de no pensar así es que cuando el personaje no es de nuestra cuerda nos enoja, y despotricamos de todo aquel que lo defiende o no cuestiona. Clamamos ayuda a los USA para que sigan confeccionando listas de antidemocráticos, corruptos o similares, pero eso ocurrió en la era Trump y, los mismos que ahora piden ayuda, se quejaban entonces estruendosamente. Cuando nos gusta, alabamos a los del Norte; si nos disgusta, los acusamos de intervencionistas. Una especie de paranoia sin sentido que únicamente obedece a preferencias ideológicas o viscerales de cada quien y apunta a una única solución viable: desarrollar instituciones en vez de apostar por personas.


lunes, 2 de agosto de 2021

La crisis en el tablero de ajedrez

La destitución del FECI se ha convertido en bandera de grupos que han ido perdiendo piezas en este tablero de ajedrez político-judicial

El pasado jueves aconteció lo que algunos denominaron “paro nacional”. La conferencia episcopal hizo su trabajo con una declaración negativo-predictiva, algo que Nostradamus no hubiese refrendado. Por su parte, los 48 cantones, con cierto estilo autoritario que niega la libertad individual, expresaron en su comunicado que “…, se ha determinado una manifestación pacífica en la que participará toda la población totonicapanense…”, fijando varios puntos de bloqueo de carreteras. En otros lugares, grupos coordinados de unos 10/20 jóvenes se erogaron el derecho de atravesar buses, cerrar cruces viales o poner tablas con clavos en el suelo para forzar a la población a participar en un paro con el que, como se vio, no todos estaban de acuerdo. Por su parte, las redes sociales -mundo cerrado generador de ruido no siempre acorde con la situación- hicieron su trabajo antes y durante del evento; después, difuminaron la realidad para evitar reconocer que la opinión publicada no se correspondía con la opinión pública.

Que todos estamos hartos de la corrupción es algo únicamente negado por mafiosos, que los hay; que la gestión del gobierno en salud no ha sido buena es otro punto de poca discusión, y que la investigación que realiza el MP debería ser más rápida y oportuna, tampoco genera discrepancias. Y aunque todo eso es reprochable, no se puede pretender cambiar un mal gobierno con opciones violentas que vulneran derechos. Quedó claro, salvo para quienes se tapan los oídos, que la oposición política no tiene capacidad de convocatoria ni aceptación suficiente, incluso cuando promueve rechazo contra el actual gobierno. El sistema genera malos partidos -muy malos- y quienes son rechazados en votaciones no siempre son opciones reales de cambio. De hecho, en toda crisis se espera un liderazgo al frente, pero en el movimiento del pasado jueves nadie estaba presente porque hubiese hecho un estruendoso ridículo, lo que evidencia que no hay alternativas, por muy mal que percibamos lo que tenemos.

La disputa de fondo, sin embargo, no es otra que hacerse con el poder sin importar la forma y a cualquier precio. Una especie de maquiavelismo versión 2.0, de ahí que no viéramos a CODECA que seguramente organizará su propia marcha, para mostrar su fuerza después de separarse del resto que medio se puso de acuerdo. No hablamos de cómo construir una sociedad sustentada en valores, principios, democracia y estado de derecho -una República- sino en cómo tomar el poder para continuar con agendas interesadas, polarizadas, ideologizadas, financiadas y sumamente reducidas a la corta y particular visión de quienes brincan cuando tienen hilos que mover o se deprimen y enojan, cuando los pierden. En medio, quedamos atrapados millones de ciudadanos que desearíamos construir esa sociedad que otros secuestran. 

La destitución del FECI se ha convertido en bandera de quienes han ido perdiendo piezas en este tablero de ajedrez político-judicial, arrebatado, dicho sea de paso, por otros que se vieron privados de lo mismo tiempo atrás. Al final: Gloria Porras, Aldana, Sandoval…, parecen ser peones de grupos que los utilizan, en tanto en cuando son útiles, para después acogerlos y oxigenarlos desde lejos, y quizá volverlos a usar.

Da muchísima pena observar esa lucha visceral por el poder en la que el odio está a flor de piel y los diversos actores responden a intereses personales y no sociales. En nombre de la libertad, la destruimos, y reclamando el estado de derecho, lo vulneramos. No se busca democracia y la divergencia y pluralidad de opiniones es rechazada hepáticamente. Cocemos el caldo perfecto para el más rancio autoritarismo sanguinolento, y seguramente lo tendremos en breve.

lunes, 26 de julio de 2021

Manual para detectar desastres

El país sigue confrontado porque la lucha de intereses es profunda, y en medio, la corrupción y el narcotráfico hacen fiesta calladamente 

Dos hechos encadenados y sorpresivos sucedieron el fin de semana: la destitución del fiscal Sandoval -y sus declaraciones- y las explicaciones de la fiscal general. Tras la primera, desde vehículos generadores de opinión -como son las redes sociales- se esparcieron mensajes y hashtags; después de la segunda se unieron a los genuinos perfiles críticos otros recién creados, inactivos o anónimos. Los comunicados iban en dos direcciones: el apoyo al ahora exfiscal y la solicitud de dimisión de la fiscal general. Perfumó el ambiente declaraciones de algunos funcionarios USA que suelen hacerse notar en momentos especiales, al igual que hace unos años otros hicieron lo mismo en sentido contrario. Una suerte de activismo demócrata-republicano que suelen aprovechar para sus fines quienes se han tropicalizado en demasía.

El exfiscal Sandoval hizo graves declaraciones contra el actuar del MP y de su titular, y señaló interferencias en ciertas investigaciones, así como persecución y acoso a algunos fiscales. La fiscal general adujo que la FECI no registraba los casos en el sistema del MP y actuaba por su cuenta -según le parecía- sin informar ni seguir las instrucciones correspondientes. Los comentarios se decantaban por aquel que mejor caía porque en las redes no se vio el mínimo atisbo de debate o discusión sobre el fondo de los temas, característica propia de sociedades poco democráticas.

Mientras, yo me ocupaba de terminar un trabajo de “sociales” con mi hija porque la maestra tuvo el “atrevimiento” de pedirle que explicara si Guatemala es un país en construcción. Después de la “bibliografía visual” -producto del intercambio de acusaciones- creo que obtendremos buena nota en la redacción de ese trabajo escolar. Guatemala -esto no lo puso en su redacción- es un país genéticamente caudillista, profundamente visceral y sustancialmente anárquico. La identidad nacional que se proclama de muchas formas está ausente, y la ciudadanía, sin saberlo, reclama -y necesita- permanentemente un autoritario al frente que la ponga en orden, porque es incapaz de tomar las riendas de su propio destino. Las personas siguen siendo más importantes que construir la institucionalidad, y cada vez se ejemplifica más y mejor la basta literatura sobre el rol de las masas.

Con la facilidad del exterminador de cucarachas -y con idéntico sentir- se juzga, condena, destruye o justifica no importa que cosa. Lo trascendente es poder gritar -y fuerte- de vez en cuando, a modo de aquellos desahogos orwellianos del odio. No hay voluntad de contrastar opiniones, de analizar ni mucho menos de escuchar, valorar o identificar razones. Si lo dice “Juan”, y me satisface, enseguida lo tomo como letanía; si es “Pedro” quien lo afirma, sencillamente lo destruyo porque va en contra del mantra ¿Para qué perder el tiempo en buscar la verdad si lo importante es que me acoja el rebaño, o se incrementen los likes?

El país sigue confrontado porque la lucha de intereses es profunda, y en medio, la corrupción y el narcotráfico hacen fiesta calladamente. No queremos razones, porque gustamos de emociones, mucho más irresponsables y menos comprometidas, además de adaptables al momento. Tenemos malos, malísimos gobiernos, pero aquellos que pretenden sustituirlos están absolutamente desubicados, algo que también vemos en esos países con autoritarios emergentes. En el fondo, una sociedad en construcción en la que faltan albañiles, materiales e insumos varios. Nos gobiernan quienes se parecen a nosotros, pero estamos distraídos y muy lejos de hacer una catarsis medianamente sensata y profunda para cambiar porque es más divertido -y revolucionario- tocar tambores, componer letras espantosas, tuitear insultando o distraernos para superar -embolados, como decía el Nobel- la triste cotidianidad. ¡En dos días, hablaremos de otra cosa!

lunes, 19 de julio de 2021

Los ideales de la Revolución Francesa

Poco o nada se habla de la fraternidad y frecuentemente se ignora la necesidad de fomentar y promover la ciudadanía

Celebramos este mes aquel lejano 14 Juillet. Los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad, además de Ciudadanía -quizá tan importante como los otros y necesario para construir el soporte de una democracia- parecieran que no calaron en esta parte del continente. Mientras que en Europa -más tarde que temprano- se asentaron, es momento de preguntarse y reflexionar qué tanto están presente en la realidad latinoamericana, especialmente con la celebración de estos 200 años de independencia.

No hay discurso, debate ni texto político o social que no incluya la libertad y la igualdad. De hecho, este último -la igualdad-, se ha manoseado por activa y pasiva, y quizá hasta desvirtuado de aquel que se promovió en 1789 y que se refirió a una igualdad ante la ley -en derechos y obligaciones- de todo ciudadano. Sin embargo, poco o nada se habla de la fraternidad y frecuentemente se ignora la necesidad de fomentar y promover la ciudadanía, otros de los valores heredados de aquellos sucesos.

Pareciera ser que queremos ser iguales y libres en un mundo en el que no se practique la fraternidad -o no se entiendan y se desarrollen los valores que conlleva- y tampoco sea necesario ejercer la ciudadanía. Ser ciudadano no es si no participar responsable y activamente en el diseño del destino del grupo social al que se pertenece. La contraposición con ser súbdito -justamente lo que intentó destruir la Revolución Francesa- consiste en no dejarse llevar por las decisiones de un poder absolutista, y analizar, debatir, informarse y tomar acción en la dinámica social diaria que desarrolla toda sociedad.

Aquí, por el contrario, pareciera ser que la visión absolutista -o el pensamiento y aceptación del poder de otro- está tan asentada que constantemente se espera a alguien todopoderoso que arregle los problemas que padecemos, y lo aceptamos con sumisión histórica. Cuando se genera el debate, las preguntas más frecuentes son: ¿qué podemos hacer? o ¿quién va a arreglar esto?, que proyectan la sensación de que sea otro quien tome las riendas pero que uno mismo no sea molestado ni implicado. Dejamos nuestro futuro en manos de aquellos a quienes decidimos elegir con inconsciencia e inconsistencia, pero el modelo permite culparlos y lavarnos las manos de nuestra irresponsabilidad, que nos sacudimos. El deporte nacional favorito no es el futbol, como en otros lugares -y quizá por eso el continuo fracaso de la selección- sino la crítica permanente y poco edificante de la realidad nacional -económica, política y social- que dejamos construir a otros por falta de ciudadanía, pero que permite la queja continuada. 

El valor de aquellos revolucionarios de finales del XVIII es que tomaron las riendas en sus manos e impidieron -no sin altibajos- que el absolutismo monárquico los consumiera por más tiempo. Luego, aquella filosofía se extendió por el mundo y el responsable ejercicio ciudadano es la forma de actuar de la mayoría de las personas en países desarrollados. Aquí pareciera que llegó parcialmente el concepto pero no la inercia, y determinadas circunstancias -que ya deberíamos haber superado- nos mantienen todavía como súbditos de un poder que ni siquiera identificamos.

Sobre la fraternidad es más difícil hablar porque para ello es necesario una conciencia nacional de la que carecemos. La historia, desde 1821, ha trazado una autopista de un solo carril por la que únicamente se puede manejar en una dirección, y no todos, así que sencillamente el concepto no se trata. La mala noticia es que como leemos poco, es posible que nos enteremos de todo esto dentro de 100 años, o quizá ni eso.