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lunes, 25 de diciembre de 2023

Cuando el norte se parece al sur

A la vez que se sancionaba a más de un centenar de diputados retirándoles la visa, los congresistas norteamericanos hacían lo propio en la Cámara Baja 


Las últimas actuaciones del gobierno de los USA ha aparcado la crisis que veníamos padeciendo desde que concluyó el reciente proceso electoral nacional. Unas fiestas navideñas en paz es el resultado de aquellas actuaciones, mayoritariamente vitoreadas por la ciudadanía.
Pero, a la vez que se sancionaba a más de un centenar de diputados -y sus familias- retirándoles la visa por haber votado a favor de levantar la inmunidad y permitir la investigación judicial a magistrados del Tribunal Supremo Electoral (TSE), los congresistas norteamericanos hacían lo propio en la Cámara Baja y aprobaban lo mismo para investigar al Presidente Biden, aunque sin consecuencias. También, las quejas, señalamientos y denuncias por no haber dejado participar a ciertos candidatos en el proceso electoral guatemalteco, endosadas a los magistrados del TSE, en connivencia con el gobierno y el oficialismo, parecía equilibrarse con la resolución de la Corte Suprema de Colorado -mayoría de jueces nombrados por demócratas- de prohibir a Trump presentarse en las próximas elecciones por considerarlo “insurrecto”, aunque no haya sido condenando por ello. Finalmente, la forma arbitraria de proceder, señalada a la justicia guatemalteca -con toda propiedad-, parecía tener su reflejo en la liberación de Alex Saab, el operador político-económico de Maduro, acusado de graves delitos en USA, a cambio de otros detenidos en Venezuela, aceptando el chantaje del dictador, al igual que ocurriera, en su momento, con el general mexicano Cienfuegos. Dos historias paralelas de las que nos hemos quedado con la que mejor, y más ruidosamente, han promovido, además de aceptar que la ley no tiene que ser igual para todos, sino que puede adaptarse a la voluntad de cada uno. Seguramente la grandilocuencia del “Estado de Derecho” estará presente en cualquier análisis que se haga.
John Adams anda desaparecido de los referentes norteamericanos hace mucho tiempo, y los principios que promulgaba se han sustituido por la politiquería más miserable y la ética más manoseada de la historia. Se actúa -Maquiavelo lo predijo antes que los Simpson- por el interés partidario -ni siquiera por el nacional- y las decisiones se adoptan para conservar el poder, que no siempre está alineado con el bien común sobre el que se justifica. Patean miserablemente a la ética en beneficio del oportunismo, y son capaces de ver la paja en el ojo ajeno a pesar de tener la viga en el propio.
El mundo del relativismo nos ha pasado por encima sin que percibamos el daño que hace. Ya no se juzga sobre principios generales, universales y aplicables a todos por igual, sino por el interés de cada grupo en un determinado instante que, además, suele ser diferente del momento siguiente. Somos incapaces de advertir que con la aplicación caprichosa de normas -aunque afecte positivamente en una situación puntual- se corre el riesgo de que tiempo después generen el efecto contrario, además de destruir la previsibilidad que supone la aplicación correcta de la ley. Se fabrica la causa y se genera el castigo, aunque a la vez, como se ilustra arriba, quienes lo aplican hagan exactamente lo mismo y busquen su propia justificación. 
Cuando el norte se parece al sur, dejamos de tener la referencia de antaño que aspiraba a ciertos principios, a una forma de hacer las cosas distintas y a consolidar un determinado modelo de vida. Parece que todo ha cambiado. Se liberan criminales en función del momento político, no de lo que manda la ley; se actúa sobre principios ideológicos, obviando los principios éticos; y se vulnera el Derecho en nombre de la justicia. 
El norte como el sur parecen tener los días contados.

lunes, 18 de diciembre de 2023

La pieza faltante del puzzle

El argumento del “respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a los Derechos Humanos y al resultado del proceso electoral”, es buena razón, pero no el objetivo

El embate norteamericano/internacional contra Guatemala, después del proceso electoral, no tiene parangón en las últimas décadas. No recuerdo la firma de una declaración de más de una docena de exdiplomáticos norteamericanos ni que en pocos días varios altos cargos visitaran el país con una única y definida finalidad: presionar. Tampoco que colectivos de abogados y oenegés hicieran declaraciones intimidatorias concurrentes, alentando sanciones de la UE, especialmente cuando Nicaragua se convirtió antes sus ojos en una dictadura, Honduras va por un camino tenebroso, y el autoritarismo en El Salvador avanza hacia un régimen autocrático; ambos con fiscales generales que no gustan a los USA, pero que silenciosamente aceptan. Mucho menos que se haya azuzado a la OEA hacia esos lugares, centrando toda la atención y la presión sobre Guatemala. Como me dijera un amigo: “Falta una pieza del puzzle para entender todo esto”.

El argumento del “respeto a la democracia, al Estado de Derecho, a los Derechos Humanos y al resultado del proceso electoral”, es buena razón, pero no el objetivo, especialmente después del trato preferencial otorgado a dictaduras como Cuba o Venezuela, por parte de la administración Biden, por no insistir en lo que ocurre en El Salvador; por ahí no van los tiros, hay que buscar en otra parte. Por tanto, es necesario pensar fuera de la lógica del discurso que muchos repiten -engañados, convencidos o contratados- sobre las intenciones del momento, y recordar que tanto en Irak -se actuó tras la acusación de que poseían armas químicas-, como en Cuba -hundimiento del USS Maine durante la guerra hispano-norteamericana de 1899- se fabricaron excusas para el fin último, e incluso se utilizaron medios escritos de prestigio para difundir información manipulada y agencias de inteligencia para construir falsos escenarios, por si desea considerarlo en este análisis.

Excluido como hipótesis el discurso dominante, y agregado que la política exterior norteamericana responde a los objetivos de su política interna -como debe de ser-, se pueden elaborar diferentes líneas de acción, tomando como desafíos reales los publicados en el Annual threat assessment of the U.S. intelligence community, en febrero 2023. En dicho documento, se contemplan amenazas como Rusia, China, Irán, el terrorismo global, el crimen transnacional organizado y la migración, casi todas ellas presentes en la región. A lo anterior hay que agregarle que Guatemala es la última trinchera frente al embate chino -seguimos fíeles a Taiwán-, y también el último estado tapón que le queda a la geopolítica USA frente al avance imparable de la geoeconomía China, que ha superado la distracción norteamericana de los últimos años.

¿Puede ser el riesgo de envío masivo de fentanilo a territorito nacional lo que preocupa a los USA? ¿O el cuello de botella que representamos para la migración ilegal? ¿Somos la preocupante retaguardia del narcotráfico y del crimen organizado mexicano? ¿Es la tecnología y la 5G -negociada silenciosamente con Bukele- un objetivo clave? ¿Cómo explicar que mientras USA demanda la dimisión de la Fiscal General, el MP y la PNC arrestan complacientemente a dos narcotraficantes extraditables? ¿Es casualidad/causalidad que USA no haya enviado a su nuevo embajador en Guatemala? ¿Hay discrepancias -político-ideologías- entre el Departamento de Estado y las agencias antidroga, nada nuevo por otra parte? 

Me parece que la democracia es solamente la excusa, porque no están muy preocupados por lo que pasa en la región, salvo en territorito nacional. El fin es -siempre ha sido- el poder y el control, aunque esa hipótesis se verificará décadas después de vivir la tensión, la manipulación y los efectos, si es que llega a conocerse con certeza.

lunes, 11 de diciembre de 2023

Poderoso caballero es don dinero

Vengo sosteniendo la tesis de que en el Congreso hay un grupo de mafiosos que opera políticamente desde la época del PP

La conferencia de prensa del MP, el pasado viernes, no hay por donde abordarla. No se puede negar una serie de firmas falsificadas, irregulares o de difuntos que seguramente ameritan una investigación más detallada, pero poco más. Sin embargo, el señalamiento de lavado de dinero cuando está determinado quien lo prestó, y el contrato visible, o la negación de la coincidencia de las actas electorales con lo publicado, cuando las aquellas se verificaron por fiscales de partidos y otros ciudadanos, no es de recibo.

Vengo sosteniendo la tesis de que en el Congreso hay un grupo de mafiosos que opera políticamente desde la época del PP, el mismo que sostuvo al gobierno de Jimmy Morales y ahora al de Giammattei, con el objetivo de rentabilizar su posición política. La llegada en 2024 de un Ejecutivo diferente pone en peligro la monetización de la curul, porque las coimas, las plazas fantasma, las patentes y compras de medicamentos, el chantaje sindical, la construcción viciada de carreteras, y las rutas del narcotráfico protegidas por el gobierno -entre otras muchas- ya no serían fuentes de ingresos. Esa y no otra es la razón de toda esta crisis electoral, porque si suma la cantidad de dinero proveniente de esos sectores, además de otros como puertos, aeropuertos, ONGS, licencias de construcción,  COCODES, etc., son miles de millones, gestionados por ciertos diputados y alcaldes. El presupuesto 2024 es un ejemplo de cómo se despachan esos bandidos.

La lucha no es banal, y no se pierde solamente el poder, sino la posibilidad de generar dinero fácil desde el cargo, lo que algunos han venido haciendo por años, y particularmente de forma exponencial desde que la UNE llegará en 2008, cómplices -cuando no autores- de todo este escenario. La Fiscalía General, el Ejecutivo y la anterior Corte Suprema de Justicia -esperemos de esta otra actuación- simplemente coadyuvaron al esfuerzo, teniendo en cuenta que ninguna de esas instituciones es permanente, como sí lo son, por ahora, los diputados del grupo Ali Babá.

El Ejecutivo si quería hacer algo -con minoría parlamentaria- debía plegarse, y así lo hicieron. La Fiscalía General, tres cuartos de lo mismo, y a la CSJ no le quedaba de otra que cantar en el mismo coro, porque de lo contrario eran sustituidos en un día de votación. La Corte de Constitucionalidad, a diferencia de los anteriores -si desea con reservas parciales- ha actuado en varias ocasiones y garantizado el proceso electoral, además de obligar a cambiar una CSJ apestada pero sostenida por el Congreso. Perdida esa palanca judicial, y en vista del poco tiempo que queda hasta enero próximo, esos operadores y sus secuaces, lanzan un órdago con para evitar lo inevitable, ya que todos los sectores han declarado que el proceso electoral está confirmado, las autoridades electas y el tiempo de caducidad de estos impresentables definido.

Las condenas internas e internacionales colocan el país al borde del precipicio. La aplicación de la carta democrática, u otro tipo de sanciones, afectarían muy seriamente el comercio, la industria y las finanzas y generarían efectos negativos en la certeza jurídica, la atracción de inversiones y la calificación riesgo-país, entre muchas cosas. El silencio de la mayoría de partidos políticos y liderazgos -excepción de Mulet- confirma la implicación nacional de muchos de ellos porque las mafias permean el poder local, donde alcaldes y consistorios hacen también su agosto.

Estamos como estamos, por somos como somos, y se volvió a votar una mayoría de mafiosos y narcotraficantes en el Congreso y en las alcaldías. Y ¿sabe los eligió? Si, usted que reclama decencia.


lunes, 4 de diciembre de 2023

El lenguaje “exclusivo”

La derecha es algo muy serio como para ser confundido con radicalismos descalificadores utilizados convenientemente

En medios y redes, es relativamente común referirse a Miley -el presidente argentino recién electo- como alguien de “ultraderecha”, calificativo que también atribuyen, entre otros, a Donald Trump, Bolsonaro o al partido político español VOX. En una búsqueda rápida en Google, el término ultraderecha aparece unos 8 millones de veces, en contraste con el de ultraizquierda que apenas lo hace trescientos mil. Y es que el uso de este último vocablo es muchísimo menos profuso, y por supuesto no lo aplican a Lula, López Obrador o al partido PODEMOS -España-, lo alimenta esa diferencia de cifras antes indicadas. Un interesante contraste mediático teniendo en cuenta que la mayoría de los regímenes en América Latina son de “izquierdas” y no de “derechas”, algo que tambien ocurre en el resto del mundo, y seguramente en igual proporción con comunicadores y medios.

¿Qué entenderán algunos por ultraderecha? Algo difícil de averiguar, pero clara la intencionalidad descalificadora del término y, en contraste, la ausencia del uso de su antónimo. De hecho, ciertos medios de comunicación eluden calificar a personajes como Ortega o Maduro, destacados autoritarios que se han declarado de izquierda y se fueron al extremo dictatorial. En contraste, atrevidos opinadores endilgan el término de ultraderechista a Bukele, alguien que se forjó y salió electo, en sus dos primeros cargos, por un partido marcadamente de izquierda -ultra-, como es el FMLN, aunque ahora responda a otro grupo político marcadamente populista y tragalotodo.

Puede ser torpeza de quienes escriben -aunque no les concedo tal excusa-, pero sobre todo falta de seriedad de sus editores y, especialmente, mucha mala leche en el uso de la terminología de la neolengua orwelliana. Utilizan conservadurismo como sinónimo derecha -olvidando que conservadores son Cuba o Corea del Norte- o confunden las dictaduras con la derecha, ejemplificándolas con Hitler -nacionalsocialista- o Franco, quienes pudieron ser nacionalistas, tradicionalistas, fascistas o incluso anticomunistas, Además, lideraron movimientos de corte social-popular, y legislaron como hoy lo haría un partido socialdemócrata. Únicamente hay que leer un poco de Historia desapasionada; ¡si se busca se encuentra!

Los dictadores son dictadores, igual que los populistas, populistas, y cuentan con identidad propia. Ni los unos ni los otros son de izquierda o de derecha, porque los primeros atienden a su propia voluntad -errática la mayoría de las veces y siempre impositiva- y los otros complacen las demandas ciudadanas con el fin de obtener votos y lealtad. Sin embargo, hay toda una campaña mediática de torpes, aprovechados o ideologizados escribidores que militan a la vez que redactan, y pretenden confundir a ciudadanos más necios que ellos, quienes dan crédito a términos mal empleados e interesadamente utilizados.

La derecha es algo muy serio como para ser confundido con radicalismos descalificadores utilizados convenientemente, por unos, y asumidos torpemente por otros, en su ignorancia supina. Aboga por principios claros en materia económica y política, en libre mercado y democracia, da prioridad al ser humano, defiende la libertad, la convivencia en paz, y respeta los derechos individuales.

Orwell lo predijo -incluso antes que los Simpsons- y lo que se lee en determinados medios -algunos muy prestigiosos- es producto de una opinión publicada con fines perfectamente claros que responden a la dirección y clientela del medio y a la voz dominante de quienes más gritan, aunque no sean los que más razón tienen. El problema, nuevamente, no es el periodista -que, como otras personas, milita aunque sin decidirlo-, sino del ciudadano que termina por creerse todo lo que lee sin establecer el más elemental filtro de la razón, del estudio y del análisis.