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lunes, 20 de junio de 2016

¿Realmente somos víctimas?

Los pueblos tienen un complejo freudiano de víctima cómplice con el victimario (Chalaux)

La convulsión social-identitaria que vivimos, consecuencia de las detenciones que CICIG/MP llevan periódicamente a cabo, nos debería de provocar una profunda reflexión repleta de interrogantes: ¿Qué ha ocurrido para llegar a este estado de cosas? ¿Qué hicimos para que esto ocurriera? ¿Por qué abandonamos valores que hubiesen hecho sonar alarmas con tiempo?.....
No hay que echar exclusivamente la culpa a políticos y jueces y obviar que detrás de ellos hemos estado los votantes y quienes se adaptaron al sistema rentista o se aprovecharon de él ¿Cuántos tenemos permiso de conducir obtenido correctamente? ¿Qué facturas -incluso de amigos- no deberían de estar incluidas en la declaración del IVA? ¿Por qué no respetamos los semáforos a partir de que oscurece? ¿Qué razón justificativa ofrecemos para lanzar basura a la calle? ¿Somos capaces de aguardar una fila en vehículo o a pie? ¿Cuántos accidentes hemos visto -o provocado- e ignorado y continuado la marcha? ¿Quién tiene escriturada su casa por el valor real de compra?, etc. El país ha funcionado así por décadas y nosotros -todos sin excepción- lo permitimos por acción u omisión, y perdonamos y “limpiamos la conciencia” con un: “yo no fui”.
El escándalo que vivimos casi a diario, un tanto fariseo por cierto, supera la ficción más imaginaria y obedece al asombro de lo que se revela pero, en mayor medida, a la vergüenza no reconocida que cada cual asume como cuota de responsabilidad ¡Claro que se sabía lo que pasaba!, quizá no con tanto detalle, pero no aleguemos ignorancia de un esquema de corrupción que aceptamos y del que nos “beneficiamos” por años, aunque ahora paguemos el costo.
El “héroe nacional” en toda esta movida ni siquiera ha sido CICIG/MP sino un colaborador eficaz. Una figura, mas anglosajona que latina, que ha venido a ser el motor de cambio, amén de la concurrencia de otras muchas circunstancias sobradamente tratadas. No hubiese sido posible conocer el detalle milimétrico de los chantajes promovidos  desde el gobierno, con aquiescencia de otros sectores, sin que un testigo descifrara públicamente el jeroglífico.
Nunca es tarde para los baños de pureza, tampoco para cambiar y superar este pasado del que deberíamos de avergonzarnos por generaciones para que el recuerdo impida repetirlo. Es significativo el silencio cómplice que guardan partidos políticos y autoridades, todos ellos a la espera de que cada día pasen las 6 am sin novedad ya que el famoso “jueves de CICIG” se ha extendido a martes, a sábado…, y cualquier día es bueno para detener a canallas. Se había olvidado el caso “estrella” de La Línea, frente al más impactante de TCQ, pero apenas estaba entendiéndose este cuando fue superado por el denominado La Cooperacha. A la fecha, son tantos los implicados que se confunden los procesados y se olvida rápidamente quienes tienen orden internacional de detención.
Faltan todavía muchos en la lista, especialmente del poder judicial, no depurado con la misma intensidad que el ejecutivo o el legislativo. Parece que “barrer hacia afuera” es más fácil que hacerlo “hacia adentro”, ¡algo natural! También es significativo el silencio sobre los sindicatos, quizá por los oportunos y sigilosos pactos con los de Salud y Educación el pasado mes de mayo.

Falta un recambio generacional, liderazgo natural y un profundo cambio de formas y valores en el ejercicio de la gestión publica. A pesar de todo, no es momento de una constituyente porque podríamos edificar sobre terreno enlodado ni de propuestas de esas “que salvan el momento” pero condenan al infierno más profundo.

lunes, 13 de junio de 2016

Dictadura de género

“Igualdad de derechos para todos, privilegios especiales para nadie”
  
Feminicidio, no “femicidio”, es la palabra que el diccionario de la lengua española (DEL) utiliza para nombrar el asesinato de una mujer por razón de su sexo.
Semanas atrás, la diputada Sandoval (FCN) levantó polvareda al proponer cambios en la “Ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer”. Sin embargo, la parlamentaria únicamente pretendía modificar -según explicó- algo no específico de dicha ley que incide en todo el ámbito de la justicia, como es el castigo a quien haga denuncias falsas ¡Ya que destapó la jaula de grillos, abramos la discusión!
La famosa ley obedece a la moda, la presión y el hembrismo (también fuera del DLE) existente en el mundo y que se refleja en esta zona del hemisferio. Una majadería legal que se focaliza en lo particular obviando lo general y brinca parámetros universales que deberían cumplir las normas. Sustancialmente es una ley contra hombres sobre la base apriorística de que las relaciones de poder entre hombre y mujer son desiguales (art. 6), lo que no es verdad y habría que demostrar en cada caso. Similar argumento de desequilibrio imaginario podría utilizarse para otras relaciones y eludir el postulado de la “generalidad”, es decir, la validez para todos los individuos, sin distinciones ni prebendas, que sustenta el principio de que “la ley es la misma para todos”. Sin embargo y lamentablemente, el femicidio (feminicido), según el original acotamiento que hace el artículo citado, únicamente puede ser cometido por hombres.
Podría el legislador -si hubiese querido- haber modificado las circunstancias contempladas en el código penal para el asesinato (art. 132), agregado alguna más o aumentado la pena o las agravantes, pero prefirió, por presión de ciertos grupos, crear un modelo específico que el tiempo ha mostrado inservible, salvo para hacer más “eficiente” -y discrecional- la persecución masculina. Triunfó en el debate la ley del péndulo que oscila entre el machismo a descartar y el ideologizado hembrismo a imponer.
En el continente americano ocurren muchos homicidios, lo que no significa que porcentualmente la relación entre los de mujeres y hombres sea la más alta. Por el contrario, es la menor de los cinco continentes (10%), siendo Europa, con un 27%, la que ocupa el primer lugar del mundo (Global study on homicide 2011, pág. 64). Dicho ratio se mantiene en el siguiente informe de 2013. Es decir, el femicidio “no debería ser una prioridad” de política pública y el norte del político en su actuar responsable tendrían que ser los homicidios en general. Tampoco se puede argumentar como razón justificativa de la ley la “elevada” mutilación femenina. El INACIF muestra en sus estadísticas que es mayor en hombres; incluso el doble en 2015.
La propuesta de la diputada Sandoval me parece anecdótica en el contexto de esta ley, pero muy importante respecto del funcionamiento de la justicia. Es preciso castigar contundentemente a quien promueva denuncia falsa, sin importar el motivo. No hay que complicar los procedimientos legales sino hacerlos mas eficientes y, sobre todo, que la razón prime sobre la emoción y se destinen eficientemente los recursos públicos para la persecución penal de todos lo crímenes. Las políticas de discriminación, positiva o negativa, son un despropósito que obedece al interés particular y a la presión de un grupitos de tarambanas. Lo siguiente será eso de la “inclusión” y las cuotas, así como tildar de machista, misógino y otros calificativos similares a quien les refute los prefabricados argumentos que suelen utilizar ¡Así están las cosas!

lunes, 6 de junio de 2016

Catarsis revolucionaria

En una revolución, como en una novela, la parte más difícil de inventar es el final (Tocqueville)
  
Una revolución es una revuelta social cuyo fin es cambiar el poder político establecido. Normalmente intervienen fuerzas militares del país o se conforma un grupo paralelo armado para enfrentar el poder estatal. Referentes son la Revolución Francesa y la Rusa de principios del XX.
Aquí, sin parecerlo, vivimos una con identidades pero con diferencias propias del siglo actual. El cambio del sistema político está teniendo su origen en un sistema judicial apoyado por una comisión internacional y no en una violenta imposición popular o de élites, como las referidas. No se ha decapitado a nadie como en la francesa -los guillotinados rondaron los 15,000- ni asesinado, como en la rusa, a unos 20 millones de personas. Sin embargo, no está exenta de la sed de odio y venganza que ambas padecieron. Esa parte de la revolución chapina se refleja en redes y ciertos medios de comunicación que primero “disparan”: información o chismes y luego preguntan.
El pasado jueves fue un ejemplo de lo dicho. Noticias falsas alimentaron titulares y redes a la vez que se emprendió una campaña desinformativa por             quienes más tarde serían señalados de formar parte de un esquema de corruptela estatal. Sobre eso, ciertos ciudadanos ávidos de revancha, utilizaron las redes sociales para congratularse, despotricar, insultar, amedrentar y amenazar. Al rato, se descubrió el pastel: algunas noticias eran mentira y otras orquestadas, pero ya se había guillotinado o enviado al Gulag a mucha gente.
El binomio dueños de medios-periodistas conforma una matriz con cuatro posibilidades. Una es que ambos sean conspiradores; otra que sean lo contrario, y dos más en la que cada uno adopta un papel opuesto al otro. No obstante, esa pléyade de jacobinos dieciochescos confunde todo y piensa que quien ejercita el periodismo está invariablemente asociado a los intereses del propietario del medio, y no es así. La mayoría de profesionales hace su trabajo de forma independiente en cualquiera de los medios de comunicación existentes. En lo particular, colaboro con dos y en ninguno me han coartado, impuesto o sugerido temas o información a difundir, y tampoco lo hubiese permitido.
El dueño de un medio es un empresario con intereses variados: económicos, expansionistas e incluso personales, entre los que caben políticos, sociales, altruistas y un sin fin más. Eso no obliga a quienes trabajan en ellos a seguir una pauta establecida por la dirección, caso de que así sea, y separan en la práctica la labor directiva de la colaborativa. Lamentablemente, algunos promueven malévolamente esa falsa “unidad” con el fin de “guillotinar” a varios de una vez.
La verdad pareciera no interesarles, sobre todo cuando el rencor toma su lugar y se ancla con discursos falaces o posiciones insostenibles, y siempre injustificables. Somos, aunque nos truenen los oídos al escucharlo, una sociedad bastante chismosa y poco racional. Nos encanta el morbo, nos recreamos con accidentes de tránsito y últimamente justificamos, sin rubor y con “energía”, la pena de muerte como solución a nuestro fracaso. Esa frase inquisidora: “el que nada debe nada teme”, con la que se justificaba el martirio, se hace favorita en ese “club robesperriano” que cambia lo justo por lo vengativo.
¡A la Bastilla!, sería un grito oportuno si no fuera porque el siglo XXI frena la irracionalidad. Pero cuidado, aquellas sociedades lo único que generaron tras la revolución fue un sistema peor, o tan malo como el que tenían, como recientemente ocurrió con la primavera árabe. Al menos, aprendamos algo.