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lunes, 28 de septiembre de 2020

Estado fallido o sociedad fracasada

Este país no deja de ser un avatar surrealista en el que nadie hace nada para todos quejarnos de todo

No somos un Estado fallido, a lo sumo un Estado frágil, y en ocasiones podríamos hablar incluso de un Estado fuerte y con potencialidad: poco endeudamiento, buena macroeconomía, población joven, variada biodiversidad, recursos naturales y pluralidad cultural ¡No hay problema!

Ahora bien, somos una sociedad fracasada que además nos quejamos más de la cuenta: la culpa es de la Conquista y de los españoles, discurso repetitivo y monólogo en la cabeza de muchos que obvian 200 años de autogestión.  Y quienes superan la traba, buscan culpables entre la clase política para condenar la corruptela a la que nos han llevado. Pareciera que nos dormimos -como la Blancanieves del cuento o el personaje de Monterroso- y despertamos, dos siglos después, para encontrar situaciones de las que estuvimos ausentes. Evocamos a Pilatos y nos lavamos las manos a la primera oportunidad. “Si no me acuerdo no pasó”, tarareamos inconscientemente en nuestra cabeza, y pretendemos escapar de esos demonios que nos aturden y confrontan con nosotros mismos al ver la organización social que hemos construido ¡Si, hemos, no han!

Los dictadores los pusieron otros y los presidentes de la era democrática fueron elegidos entre salvadoreños y mexicanos, porque no encuentro quien reconozca haber votado a cualquiera de los mandatarios de este país que están encausados, han sido procesados o condenados, que son la mayoría. También pareciera que los partidos políticos ganan elecciones con millón y medios de votos de saber quién, porque al día siguiente de tomar el poder inician las criticas promovidas por cualquier hijo de cristiano que use Twitter, Facebook, Instagram, Tinder o Tic Toc. Este país no deja de ser un avatar surrealista en el que nadie hace nada para todos quejarnos de todo. Eso si, callamos que pedimos trabajo por cuello, porque no queremos una ley de servicio civil; buscamos quien conozca al juez que lleva nuestro caso, pero antes intentamos un “acercamiento” -¡cómo me gusta esa palabra!- para explicarle nuestro problema; pagamos coimas para cobrar o que nos paguen, hacer obras o registrar medicamentos que luego vendemos a precios desorbitados o llamamos al amigo del amigo del vecino que tiene un compadre que todo lo arregla.

No cumplimos las leyes, porque no es necesario ya que nadie las cumple ¡Amén! Y en el mes patrio ponemos banderas nacionales en el carro, la casa, el trabajo o corremos portando la antorcha mientras nos desgañitamos en proclamar cuánto amamos a nuestra bella Guatemala, la tierra del quetzal, en la que muchos niños mueren de hambre o son sexualmente agredidos ¡Huy, eso no! ¿Y la deuda del Estado al IGSS?, eso que lo paguen otros. Pero al día siguiente, volvemos a las andadas del irrespeto sin consecuencias, el incumplimiento de la ley sin castigo o la crítica hacia otros porque no es mi culpa. La política la hacen los demás, no yo; las decisiones las toman otros, pero no cuentan conmigo; las leyes las hacen ellos, y a mi me marginan, así que señalamos por acción a los demás y silenciamos -para disimular- la cobarde omisión propia ¡Qué chispudos somos, y qué irresponsables!

Nuestros retoños -jóvenes e ilustrados- observan y aprenden, y salen los hijos de los aquellos con idénticas ínfulas y peroratas reivindicativas, autoritarias o del tipo que sea, ¡qué más da! Y así, con paso firme y decidido, marchamos hacia el precipicio -con tambor cuando nos dejan- mientras nos quejamos de que otros se han paseado en nuestra bella Guatemala ¡Porque yo no fui. Yo no!

¡Cómo me falta en la escritura poder mostrar bruscamente un dedo de la mano mientras dejo doblados los otros!


lunes, 21 de septiembre de 2020

Y tu, ¿cuántos años tienes?

El incierto valor del futuro -al menos teóricamente- será siempre superior a la constatada realidad del pasado

Todos hemos utilizado alguna vez la frase del título de esta reflexión. Se emplea para conocer la edad cronológica del cuestionado, es decir, cuando años lleva de vida. 

Hace unos días, alguien me hizo ver que lo correcto sería hablar de los años que te quedan por vivir y no de los que ya pasaron. Algo así como: “cuantos años tienes…, por delante”. Cuando me lo explicaron, no comprendí la dimensión real de la propuesta, hasta que reflexioné sobre la trascendencia de poner tu cerebro en modo pasado o futuro. Según se coloque “esa palanca” te puedes alegrar más por lo vivido -y lo celebras- que por el devenir. Se ponen en la piñata lo logros de la vida, pero se soslayan los venideros, además de todas las ilusiones y esperanzas que eso representa. Si pusiéramos en una balanza el pasado y el futuro, independientemente de los años que correspondan, veríamos como se inclina hacia el porvenir porque es únicamente ahí donde caben lo anhelos, los proyectos, los deseos…, que siempre serán mayores que lo pasado, por muy importante y trascendente que haya sido.

La sugerencia, válida en cualquier momento pero seguramente más comprensible cuando se han vivido algunos años, requiere establecer un horizonte de vida y, lo más importante, cómo quieres vivirla. No es suficiente contestarle a quien pregunta datos de los años pasados, quemados, vividos, irrecuperables y muchas veces olvidados. Es más constructivo y alegre pensar en los que te pueden quedar, con la ilusión de cómo los vivirás y qué piensas hacer. Representa, sin duda, un ejercicio de imaginación que incluye la experiencia de lo pasado para construir un futuro -aunque nebuloso- sobre qué quieres hacer o cómo deseas cambiar o vivir lo que tienes por delante. 

Hemos podido tener hijos y seguramente nos sentiremos muy orgullosos, pero el futuro que esperamos para ellos es mucho más retador y expectante. Los nietos son venideros no del pasado, y si ya se tienen podemos esperar más en los años próximos o verlos crecer. Quizá haya pasado una excelente vida, compartida con la pareja de la que sigue enamorado, pero esperar continuar viviéndola mucho mejor de lo que fue, también junto a ella. En definitiva, el incierto valor del futuro -al menos teóricamente- será siempre superior a la constatada realidad del pasado, por muy bueno que aquel haya sido. Tendrá toda la razón quien a partir de ahora pregunte: y tu, ¿cuántos años tienes por delante? Pero como no vamos a cambiar un hábito extendido, es posible que nos quedemos únicamente con el pensamiento que genera la frase cada vez que hagamos, o nos hagan, la pregunta habitual. 

La mayoría de los seres humanos nos anclamos en el presente o en el pasado y dejamos el futuro apenas lineado, someramente esbozado. Celebramos los muchos años que tenemos, en lugar de pensar cuántos nos pueden quedar, sin advertir que todo cambia rápidamente. Tardamos demasiado en hacer lo que realmente deseamos pensando que habrá tiempo para hacerlo. Sin embargo, la vida demuestra permanentemente que todo es cuestión de un instante: pandemia, accidente, enfermedad, catástrofe, separación…, y cuando ocurre -ineludible en la vida de todos- notamos que es saludable hacer un alto y pensar en cómo vivir de la mejor manera posible esos años que tenemos por delante y hacer aquello que realmente nos apetece, algo que en demasiadas ocasiones no suele coincidir con lo que diariamente hacemos. Una especie de catarsis cumpleañera que nos plantee qué hacer con el futuro y cómo celebrarlo, en lugar de festejar el pasado, porque a lo mejor hasta da resultado.


lunes, 14 de septiembre de 2020

Independencia, aunque el autoritarismo sigue

Una vergüenza nacional más operada por apenas una docena de delincuentes que han encontrado en la política cómo evitar la justicia

La separación e independencia de los poderes del Estado es un antiguo y clásico principio sin el cual no se sostiene la democracia liberal. Sin esa separación no se concibe una moderna democracia, y los países que no la observan: Cuba, Venezuela, Nicaragua o Corea del Norte, no son considerados democráticos. En la medida que se ha profundizado y perfeccionado el republicanismo, se ha potenciado esa división que busca el adecuado equilibrio para una buena gobernanza.

A lo largo de la historia se ha utilizado el ejército para tomar el poder y consolidar regímenes totalitarios. Aquello, sin embargo, terminó y no es presumible que algo así tenga éxito hoy día. De esa cuenta, los moderno espíritus autoritarios han tomado el camino de apoderarse o anular a los otros poderes. Chávez empleó la misma forma que Hitler: la ley habilitante, mientras otros lo han hecho adueñándose del poder legislativo (Maduro) o del judicial, dándole forma legal a las irregularidades que cometen.

En Guatemala es justamente lo que ocurre. Parte del Legislativo -ciertos diputados- impiden que se cumpla con el plazo constitucional -ya vencido- de cambiar el poder judicial, por la simple razón de que sirven fielmente sus fines e intereses. Casi un año después de haberse tenido que cambiar la Corte Suprema de Justicia, ahí siguen los mismos que lo están porque sus resoluciones protegen a diputados que deberían ser investigados -o juzgados- al igual que a siniestros personajes que han perpetuado un sistema de pago de favores con cheques y prebendas. Eso, aunque no guste escucharlo a ciertos políticos, es un golpe de Estado técnico o moderno, según la extensa literatura existente al respecto.

Es triste y vergonzoso -pero significativo- escuchar a un diputado como Álvaro Arzú manifestar que “juró defender la constitución, no las resoluciones de magistrados que él considera que son ilegales”, actitud propia de absolutismos monárquicos de los siglos XVI-XVIII. Una especie de espíritu de “rey sol” que dinamita la frágil democracia chapina en el 199º aniversario de la independencia. Y es que mientras el espíritu y la capacidad cerebral de ciertos políticos no sobrepase el nivel de “yo creo, yo digo”, seguiremos en manos de despóticos que pretenden arrodillar al país, sostenidos por una ciudadanía pasiva y apática que los paga.

Vivimos un intento de golpe de estado técnico que se prolonga desde la administración de Jimmy Morales y que pretende someter el poder judicial a los caprichos de legisladores señalados de graves delitos, asociados a un financista tradicional como Gustavo Alejos o pertenecientes al club del narcotráfico y del crimen organizado, al que se suman -por eso de la condescendencia- algunos analfabetas que no saben, no entienden ni muchos menos se ilustran sobre conceptos básicos de filosofía jurídico-política.

Lo que queda es un país cuestionado que no atraerá inversiones porque se está destrozando la certeza jurídica, o vendrán aquellos que saben que una parte sustancial de los réditos se deben utilizar para pagar sobornos a quienes controlan “el mecanismo”. Una vergüenza nacional más operada por apenas una docena de delincuentes que han encontrado en la política cómo evitar la justicia, y en una ciudadanía descuidada el calvo de cultivo en el que desarrollar sus maldades. Proyectamos negligencia por no tener los bemoles necesarios para evitar que una pandilla de criminales siga controlando el país y nos sometan a sus caprichos. En este aniversario de la independencia pareciera que aceptamos plácidamente aquello de “si ves que vienen a por ti, relájate, acéptalo y disfruta”. Bochorno colectivo debería de darnos, pero celebremos el 15 de Septiembre.


lunes, 7 de septiembre de 2020

Y los hijos se hacen hombres

Se siempre ético y correcto, te pondrán muchas veces a prueba y encontrarás piedras que dificultarán tu camino

Querido Pablo, amado hijo:

Hoy cumples 18 años. Como todo papá medité largamente qué era lo “adecuado” para regalarte en ese trance a la mayoría de edad. Pensé mucho, hasta advertir que la juventud de hoy tenéis de todo y es muy difícil encontrar algo que os sorprenda, así que llegué a la conclusión de que cualquier obsequio material estaría desfasado rápidamente por una nueva versión, y posiblemente desplazado al olvido. Decidí, por tanto, que debía buscar algo que permaneciera con los años y que en el futuro siguiera ahí, además de que fuese original y solamente yo te lo pudiera dar. Algo personal, duradero -ojalá eterno-, inmaterial, que no caduque y que te sirva para siempre. Así que opté por escribirte esta columna que supongo quedará eternamente en la hemeroteca.

Cruzas una línea imaginaria a la que inexorablemente el tiempo y la ley te empujan. Pasas a ser plenamente responsable de tus actos y nosotros, tus padres, quedamos legalmente al margen de tus decisiones y acciones ¡No es poco ese trascendental paso! Podrás -y deberás- decidir libremente qué hacer, pero tendrás que responsabilizarte totalmente de ello. Sin embargo, no tengas miedo de actuar, ten siempre fe en ti mismo y pon toda tu capacidad, esfuerzo, tesón y pasión en cuanto hagas. No hay sueños imposibles, que nadie te disuada de lo contrario ni mucho menos limite tu horizonte, por muy lejano que sea. Recuerdo un consejo que mi papá -tu abuelo- me dio más o menos con tu edad y que lo he tenido siempre presente: “Tu puedes con eso y con mucho más”, te lo paso para que nada te frene en la vida.

Cometerás errores, aprende de todos ellos, mira a los ojos -con la frente en alto- y pide disculpas las veces que sea necesario. Perdona siempre -sin límites- ahí encontrarás gran parte de la grandeza humana y acrecentarás tu humildad y tolerancia. En la vida hay tiempo para casi todo, especialmente para equivocarse varias veces y reconducirse. Se siempre ético y correcto, te pondrán muchas veces a prueba y encontrarás piedras que dificultarán tu camino. La vida es de largo plazo y se requiere un esfuerzo diario y continuado no un empujón puntual. La constancia genera más frutos que la inmediatez; la actitud rinde más que la aptitud; el dinero no lo es todo ni siempre lo más importante; el honor, una vez perdido, no se recupera jamás. Busca amigos y una pareja que sumen, apoyen, compartan y te quieran como eres sin fijarse en lo que tienes; lo material es variable, la esencia humana es para siempre.

Respeta al prójimo como quieres ser respetado y piensa que cualquier persona es como tú y tiene seguramente las mismas ilusiones y deseos que tú tengas. Sepárate de la violencia y de los violentos, y jamás olvides que el respeto a la vida es un valor absoluto muy superior a cualquier derecho. Viaja, conoce el mundo, estudia y aprende de otras culturas porque nadie tiene la verdad plena. Solamente una vez se cumplen 18 años pero también en una sola ocasión se puede tirar todo por la borda. 

Tu mamá, tus hermanos y yo te amamos y nos sentimos muy orgullosos de quién eres y especialmente de quien llegarás a ser, y aquí estaremos para ti, como siempre ha sido, independientemente de la edad que tengas, porque los hijos son eternamente hijos. 

En definitiva, hijo mío, sé un hombre adulto, responsable y correcto. Ríe siempre y disfruta la vida que te mereces, nosotros, tus papás, te amamos con todo nuestro ser ¡Feliz cumple Pableras!