Entradas populares

domingo, 23 de noviembre de 2008

El circo

Los honorables diputados del Congreso nos tenían acostumbrados a espectáculos de segunda categoría. Nunca antes se habían esmerado tanto para ofrecernos una gala de primera, un espectáculo de regio abolengo. La discusión, de urgencia nacional, sobre la aprobación del presupuesto 2009, fue un buen motivo para ello.
Lo más destacable es que, diariamente, permanecieron en el hemiciclo por un tiempo superior al que suelen estar durante toda una semana, eso sí, no es seguro que fuese trabajando, pero al menos ahí estuvieron, presentes, visibles. La estadía se prolongó en alguna jornada hasta cerca de la medianoche y algunos, temiendo que se acercara la hora en que entra en vigor la famosa y deleznable “ley seca”, consumieron algo más que agua, fuese por cansancio, euforia del momento o práctica cotidiana.
Otros, como el Sr. Taracena, se le ha visto en fotografías y videos haciendo gestos propios de un poseído y poniendo cara de hechizado, mientras maltrataba (mala práctica que ejercita con frecuencia) llamando “shuca y vieja loca” a una diputada que dirigía su arenga a otros compañeros, también honorables, que no tenían ninguna intención de escuchar, ni a ella, ni a nadie. Lejos están los tiempos en que se nos iba a una lujosa suite de hotel para ponerse en forma con relajantes masajes y húmedas saunas y realzar su condición femenina, melena y uñas incluidas. Mientras, algunos más se enfrascaban en disputas y hasta uno de ellos intentó brincar atléticamente por encima de su mesa para supuestamente agredir a quien tenía la palabra en ese momento, si bien fue atajado por otros camaradas para que desistiera de tan pugilístico propósito. Lo majestuoso es que lo hizo sin pértiga ni ayuda, él solito. Así las cosas, el primer día casi de madrugada, excitados y descompuestos, pero conscientes de su enorme responsabilidad, se declararon en sesión permanente. ¡Toma ya!.
Los hechos encajan perfectamente con el lanzamiento de una nueva temporada de espectáculo circense. Hubo de todo, enanos (mentales), animalitos (bastantes), el forzudo agresor, la mujer maravilla, su compañera la barbuda, la leona esteparia, el encantador de serpientes, alguna culebra y, sobre todo, payasos, muchos payasos, todo un entramado de color y sonido bajo la carpa. ¡Un espectáculo como debe ser: genuino y realmente autóctono!.
Sugiero -como es circo nacional y la ley lo permite- que emprenda una extensa gira por los principales departamentos del país o mejor por todos, para que los ciudadanos puedan observar en vivo y en directo este sobresaliente show, propio de órdenes primarios, de colectivos salvajes, de sociedades en evolución.
Esa forma de hacer las cosas, nos pone en nuestro sitio. Nos recuerda con precisión a dónde vamos y qué podemos esperar en el futuro. Con semejantes artistas y saltimbanquis, es posible que los años que quedan de esta calamitosa administración, pasen por representaciones variadas y hasta puro circo romano. Sería bueno que en algún momento se animaran y emprendieran una larga tournée por el extranjero, sin cobrar gratificaciones por supuesto, y entre actuación y actuación olvidaran volver y nos dejaran sosegados por un tiempo. Otra opción sería vender los derechos de autor y difundir por el mundo el debate completo, en esos programas de mundo insólito, de animal planet o en el show de Laura, seguro que nos los compran y con ello incrementamos el presupuesto. Unas buenas fotografías en el National Geographic, sección especies en extinción, también daría sus frutos. No quieren dinero, pues ahí tienen de donde sacar.
Vaya “clase política” o políticos sin clase. ¡La leche!.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Guau, guau

Tanto el presidente como su esposa han utilizado la misma frase: “cuando los perros ladran es porque avanzamos”. La segunda, incluso se la ha adjudicado a D. Quijote, indicio suficiente para saber que nunca debió de leerlo, al menos con atención, porque Cervantes no la incluye en su obra. Riesgo de copiar.
Se encolerizan y arremeten contra quienes discrepan y critican actitudes despóticas y falta de transparencia en el manejo, control y ejecución del gasto que hace doña Sandra, tal cual María Antonieta a quienes llamaron Madame Deficit. Ambos suelen perder la paciencia y las formas cuando se les plantea, frontal y directamente, que lo están haciendo mal e incurriendo en determinadas irregularidades o situándose al borde de las mismas. No están dispuestos a aceptar críticas ni a ofrecer explicaciones del porqué se sacan fondos de ciertos ministerios y se trasladan, discrecionalmente, a fondos que ella maneja con una desenvoltura propia de reinados ya superados. Algo emocionalmente compresible pero racionalmente intolerable.
Con el conmovedor argumento de ayudar a los pobres, reparten el dinero de nuestros impuestos como le viene en gana y les satisface su ego e intereses. Una versión chapinizada del kirchnerismo argentino que tan nefasto resultados está dando por el sur; ¡como si no hubiera de donde copiar!.
Creen que pueden tirar el dinero que no es suyo como les parezca más oportuno. No están dispuestos a sujetarse a controles, algo que ya le han hecho ver columnistas, reporteros, diputados, funcionarios y otros. Lo que hacen no satisface a muchísimos y menos genera el estado de derecho y desarrollo que propugnan, amén de la gestión económica transparente requerida. Estiman que haciendo un vil uso de la propaganda y dilapidando millones que podrían utilizarse en otras cosas, convencerán a miles de habitantes de lo buenos que son y de cómo se preocupan por los más desfavorecidos. Pura falacia, aunque una mentira repetida muchas veces, ya se sabe que ocurre con ella.
Pareciera que no importa lo que hagan y que hay obligación de rendirles pleitesía y darles la razón porque son los que mandan. No atienden a razones, a explicaciones ni a argumentos, ni están dispuestos a moderar la voracidad con la que recaudan y gastan. Ponen énfasis en echarle la culpa al empresariado que no quiere pagar más y a los que nos oponemos a un estado más grande, sin ver que el punto de la cuestión es que no hay transparencia en como gastan y gestionan, ni planes que lo sustente.
Van camino a convertirse en pareja real al mejor estilo absolutista y han acostumbrado a su entorno a callar y cumplir, peor para los que se han dejado pisar, pero se equivocan si piensan que así actuarán todos. Pueden hacerse con el silencio cómplice, pero solo de algunos súbditos, el resto de ciudadanos no estamos dispuestos a que continúen con sus despilfarros. A un año de gobierno no hay un solo resultado positivo de la gestión y si muchas cosas negativas, cuestionadas y veremos si en un futuro no delictivas. Las carreteras están hechas un desastre, la seguridad una frustración de la que no salimos y la justicia mejor cambiarle el nombre.
Aunque hayan esperado durante ocho años la llegada del momento, no es necesario premiar a financistas y ventajistas. La transparencia y la eficiencia son condiciones básicas para gobernar. Ustedes dos no se han dado cuenta de esto y lo más curioso de todo es que de los dos, únicamente elegimos a uno.

martes, 11 de noviembre de 2008

¿Es posible?

Varios analistas han manifestado su opinión con relación al descrédito que sufre la PNC y la necesidad de cambiar el modelo. Algunos han apostado por una Guardia Nacional, o similar. Otros, por seguir con lo mismo y mejorar tal o cual cosa y, finalmente, un tercer grupo apoya que sea el Ejército quien se haga cargo de la situación y preste la seguridad.
Hay, sin embargo, dos pilares que no pueden ni dejarse de vista ni separarse. Me refiero al modelo que se desea adoptar y al marco legal que lo sustente. Dicho de otra forma, no se puede crear un modelo si el marco legal le es adverso, puesto que faltaría la consistencia necesaria para poder implementarlo y, creo, que esa es la esencia del problema que se plantea.
La Constitución de la República contempla a la Policía una única vez, en el artículo 259, para decir que las municipalidades pueden conformar su cuerpo de policía. Ello evidencia que la PNC es, por lo menos, aconstitucional —si no inconstitucional—. Es decir, no se contempla en la Carta Magna y, por tanto, carece del soporte legal suficiente para poder conformarla. Y, es así, porque la propia Constitución asigna la seguridad interior y exterior al Ejército, dejando claro el espíritu legislador que sea ese órgano, y no otro, quien la ofrezca. Por tanto, cualquier modelo que se quiera organizar fuera de ese esquema legal-organizativo, estará al margen de la suprema norma y, por ello, no habrá consonancia ni convergencia entre lo que se desea hacer y la legalidad que lo sostiene. Con el actual marco jurídico, únicamente cabría organizar una fuerza —llámese como se quiera— que dependa del Ejército, institución a fin de cuentas encargada constitucionalmente de la seguridad.
Imaginemos que mañana alguien decide poner un amparo de inconstitucional en relación con el ejercicio de funciones que hace la PNC y argumenta que la Policía no está contemplada y que, por tanto, no puede ni debe arrogarse cometidos que no le son propios. ¿Qué ocurría?, ¿cuál sería el veredicto de la CC?. Lo ignoro, pero seguro provocaría grietas, discusiones y generaría cientos de opiniones, cuando no de declaración de actos ilegales, como detenciones, arrestos, custodias, etcétera. Así están las cosas y, además, somos el único país de toda América Latina, si no del mundo, que presenta tal peculiaridad.
Se requiere, si se desea construir otro modelo distinto al posible, una reforma constitucional que cambie las misiones del Ejército y, de alguna forma, introduzca la PNC en el interior del supremo marco legal. De lo contrario, podemos seguir elucubrando hasta el infinito sobre el tema, sin encontrar una solución adecuada, porque asintónico es el cuadro que estamos describiendo y que parece que nadie quiere abordar a fondo, prefiriendo quedarse en la superficie.
Somos un país sin Policía Nacional Civil, teórica y jurídicamente hablando y, encima, nos esforzamos en querer hablar y discutir del mejor modelo, cuando somos incapaces de entrarle a las necesarias reformas que se requieren, sin las cuales nada de todo esto verá nunca la luz, algo que se olvida dentro y fuera del país, y nos sitúa en un punto de partida distinto y con un modelo diferente al del resto del mundo. Seguir queriendo construir castillos en el aire es prorrogar un estado de cosas que no soporta más repellos ni remiendos. O le entramos con ganas al fondo, o seguimos debatiendo por muchos años más imposibles. Locura, a fin de cuentas, es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes (Einstein).