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lunes, 28 de marzo de 2016

Cuba y Guatemala

“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”

La visita del presidente Obama a Cuba ha generado todo tipo de especulaciones sobre los cambios que se puede esperar en la isla. Hay quienes han visualizado, en el corto/mediano plazo, una transformación en el sistema político, especialmente en contar con la libertad ahora inexistente, e imaginado un panorama alejado de la brutal dictadura que asola la isla por más de medio siglo y cautiva a soñadores de izquierda quienes la promueven y ponen de ejemplo, aunque evitan residir en ella. “Haz lo que digo, pero no lo que hago”, es el refrán que más se apega al actuar de esos amantes del autoritarismo castrista ¡Contradicción revolucionaria que no han podido superar!
La realidad, mostrada en el diario acontecer y resaltada por la mayoría de los analistas, es que en Cuba no va a pasar nada diferente, tal y como ha aclarado Fidel. El problema son los dictadores Castro y el represor aparato gubernamental, y mientras eso exista esperar cambios es arar en el desierto. Eso si, un teórico y simulado aperturismo aceita la crítica internacional y genera una percepción diferente en el ámbito de las relaciones internacionales. Se hace realidad aquello que suele repetir un amigo mío: “es necesario que todo cambie para que todo siga igual”.
Por aquí, en el istmo, nada es muy distinto. La Semana Santa inició con el pago del “bono del pescado” una suerte de propina obligada incluida en los pactos colectivos de salud pública que contribuye a reducir los fondos estatales en beneficio de un grupo de mafiosos que aprovecharon la política para conseguir beneficios exclusivos, a costa del honrado ciudadano que paga impuestos y que representa apenas el 35% del total de la fuerza laboral del país.
Aquel alegrón de burro que permitió conocer los cientos de plazas fantasmas en el Congreso, los salarios desorbitados de quienes hacen fotocopias o sirven café a los “honorables” diputados y la persecución que inicio la PGN contra los pactos colectivos -vergüenza para el país y de insostenible costo- quedó en el olvido y ha sido amortiguado por este paréntesis aclarador de memoria que representan estas fiestas. Como en Cuba: es preciso que todo cambie para que todo siga exactamente igual.
La corta memoria o la acumulación de acontecimientos, hace que los recuerdos apenas duren unos días y los lapsus de tiempo se utilicen en política para clavar al votante o, sencillamente, no cumplirle con las expectativas generadas. Ya pasó al olvido el tema de los pactos sindicales o los contratos fantasmas y ahora, con la euforia del triunfo de la selección de fútbol ante los USA (al igual que la actuación de los Rolling Stones en la isla), será mucho más sencillo hacer borrón y cuenta nueva del débito político ¡Mejor no mover la basura, piensan, vaya a ser que nos enteremos cuántas inexistentes plazas tiene a sus disposición el diputado Fajardo o cómo se construyó la casa su colega Taracena!

Ni en Cuba ni aquí cambiará nada. Allí, la inacción ciudadana, producto de haber nacido en una sociedad en que la violencia estatal impide cualquier descuello, limita el actuar. Aquí, la costumbre y “esperanza” porque otros hagan el trabajo de cada uno, dilata los tiempos y hace que no superemos las cada vez más frecuentes quejas diarias. Cubanos y guatemaltecos, tenemos exactamente lo que nos merecemos y la falta de progreso, desarrollo y libertad no es si no producto de un conformismo más o menos tolerado. Los isleños, al menos tienen en su descargo ser reprimidos, encarcelados o asesinados por el régimen. Acá, ni siquiera esa “excusa” podemos esgrimir ¡Qué pena! o ¡Qué vergüenza!

lunes, 21 de marzo de 2016

¿Y el capital político?

“Cuando alguien te ha decepcionado una vez, pierde toda credibilidad”

En la corta historia democrática del país no ha habido un Presidente que llegara al poder con mayor capital político que el señor Morales. Su lema: “Ni corrupto ni ladrón”, coincidió con una sociedad crispada que enviaba a prisión al anterior binomio presidencial y dejaba fuera a Manuel Antonio y a otros/as, contraviniendo el manual clásico: “Cómo ganar elecciones en Guatemala”. La inexperiencia política del elegido se compensó con la esperanza de cambiar paradigmas que por años habían asolado al país, descapitalizado las arcas públicas y esquivado el sistema judicial.
Sin embargo, dos meses después, el Ejecutivo está en números rojos. El crecimiento adulterado del partido oficial -con aquiescente silencio presidencial- “gracias” a cuestionados diputados tránsfugas, la designación de gobernadores con tachas de amiguismo y pago de favores y la opacidad en el nombramiento de la magistrada de la CC, son algunas actuaciones que socavaron la credibilidad. Y lo peor, no hay indicios de que exista la menor intención de hacer eficiente el gasto público y aclarar, de una vez por todas, cuántos funcionarios hay, qué hacen y los puestos que ocupan. Mientras tanto, las redes sociales muestran a un Presidente más preocupado por generar mensajes virales -un tanto pueriles y mal elaborados, por cierto- que de los importantes problemas nacionales como los asesinatos, las bombas en los buses o la paralización de las aduanas. Para contribuir, el Vicepresidente emite una norma sobre vestuario e higiene (derogada al día siguiente) que cambia el pititanga por la censura de presencia ¡Pareciera que tampoco no hay mucho que hacer en la vicepresidencia!
Coincide esa descapitalización con una sociedad hastiada, producto de pervertidos personajes de la política y de la continuación de los corruptos tradicionales que siguen, con chulescas actuaciones, manejando los hilos del poder. Debería el mandatario prestar más atención al tema, algo que le ha sido suficientemente advertido, de lo contrario, esa actitud será su perdición porque parece ignorar, en ese artificial olimpo de autoridad, que si se sacó a una cúpula el pasado año se podría expulsar a otra que para nada sirve los fines de aquella “revolución primaveral”. Procurar “gobernabilidad” no es casarse con la vieja política ni plegarse a mafias sindicales, sociales u otras. Su reunión (¿o fue pacto?) con Joviel ya dijo algo de su talante “conciliador”.
Su legitimidad está sustentada únicamente en las protestas de la plaza y haría bien en prestarle atención porque fue su vehículo de llegada al poder. No fue su carisma, su programa de gobierno ni su equipo de trabajo lo que le hizo conseguir votos y a la fecha, no hay más indicios que cierta esperanza de buena voluntad. En otros lugares -Argentina- a la semana de tomar posesión, su presidente adoptó decisiones que tuvieron un impacto directo en la opinión pública. Más cerca -en Mixco- lo comprendió perfectamente Neto Bran quien llegó al poder en la misma ola.
No es únicamente lo que se dice que se hace, sino lo que se percibe que se está haciendo. Los problemas están sobrediagnosticados pero la solución requiere de firmeza, decisión, desarrollo neuronal y un empuje testicular para sacar que de una vez por todas a los chantajistas. La merma del capital político debería de preocupar al mandatario. Nada tiene fuera de eso y perdida la confianza, no se recupera jamás ¡Despierte, o el dinosauro terminará comiéndoselo! No basta con ser, también hay que estar.

Otra importante preocupación es quién ocupa el espacio que usted está dejando, y con qué intenciones.

lunes, 14 de marzo de 2016

Divide y vencerás

“Si utilizas al enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar”

La peligrosa espiral en la que hemos incursionado con esa suerte de juicios -ora al Ejército, luego a la guerrilla- conduce a un abismo de profundidad incierta. Un artículo aparecido en prensa escrita pocos días después de la sentencia del caso Sepur Zarco, en el que se pedía actuar contra empresarios y sus propiedades alarma sobre la estrategia venidera. Tras condenar a militares, se procederá próximamente contra la guerrilla -una suerte de actuación políticamente correcta y equilibradora- luego con los dueños de tierras, después vendrán los reclamos y expropiaciones, y así continuará el proceso hasta la destrucción de todos.
Con la firma de la paz se acordó el fin de las hostilidades. No había prevista persecución posterior alguna, razón por la que se firmó y el tema no figuró en ningún informe de MINUGUA ni fue objeto de discusión social. A partir de entonces, se inició una dinámica de reconstrucción que progresaba lentamente y que opacó a la izquierda tradicional y a la élite indigenista. De aquella cuenta, la URNG apenas ha sobrevivido con uno o dos diputados en el Congreso y la señora Menchú no logró más del 3% de votos en las dos veces que se presentó como candidata.
Quienes fueron ensombrecidos decidieron cambiar de estrategia y optaron por una que se incrustara entre las posiciones ideológicas: “izquierda revolucionaria” y “derecha conservadora” (y los grupos asociados a ambas), impidiendo continuar con el acercamiento al promover la persecución penal de unos y otros.  La resistencia cultural, el racismo, la lucha de clases y la discriminación, son algunos ejes de esa batalla; cierta cooperación internacional, alentada por una incompresible y fuera de lugar ofensiva diplomática USA, soporte y sostenimiento; fracasos como los crímenes de Los Pajoques -en los que un diputado apareció en las investigaciones- o el caso de la Cumbre de Alaska, muestras de que era preciso actuar de otra forma o en el futuro no mantendrían siquiera las bajas cuotas de poder con que contaban. Todo ello, alentado por personajes y organizaciones de la rancia izquierda que nunca combatieron (aunque suman sus simpatías a la guerrilla) y que viven de capturar el poder, confundir/engañar a la opinión pública y manejarse con el dinero de cooperación internacional.
¡Nada nuevo! Adaptan el modelo de la Conquista, en el que un puñado de españoles contaron con la colaboración de ciertos grupos indígenas para exterminar a otros a quienes habían combatido por años o de los que deseaban sus tierras. Algo que se repitió durante el conflicto armado, especialmente en el área ixil y que documenta extensamente Gustavo Porras en su libro “Las Huellas de Guatemala”, cuando, según explica, Principales indígenas utilizaron al ejército para deshacerse de grupos locales que amenazaban su posición. Ahora, más sofísticamente, el apoyo es de la espuria ayuda internacional, pretendiendo ignorar la igualdad y seguridad jurídica a través de promover privilegios legales para ciertos grupos. Olvidan lo injusto de leyes a la carta sostenidas en derechos colectivos y no en principios básicos establecidos sobre derechos individuales. La propiedad es uno; la igualdad ante la ley, otro.

Aquello de “la memoria histórica” se ha prostituido por quienes, ciegos de poder, utilizan relatos prefabricados para engañar, sostener determinadas estrategias y mantener encendido un conflicto destructor. No han entendido, como ocurrió en otras latitudes, que o se pone punto final al tema, por muy drástico que parezca, o la dinámica perversa acabará con todos, sin excepción.

lunes, 7 de marzo de 2016

Cuotas, personas y otros

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”

La discusión de ciertas normas en el Congreso sirve los propósitos de grupos que desean introducir el concepto -colectivista y hembrista que no racional- de las cuotas, tanto de género como de etnia. No se aclara -lo que complica la interpretación- si únicamente hay dos géneros o qué hacer con los “otros” indígenas -no mayas- como son xincas, los garífunas o los afro-jamaiquinos, olvidados de esas prebendas porcentuales.
Quienes justifican las cuotas contra el “imperante machismo” o el “tradicional racismo”, utilizan, conscientemente o sin darse cuenta, idénticos argumentos que los que confrontan. Pretenden utilizar la fuerza legal para imponer un cupo que limite “la coacción dominante de la tradición cultura del otro”. Si no lo ha notado, el tema de cuotas indígenas excluye especialmente a colectivos tradicionalmente invisibles y ninguneados con absoluta prepotencia, como los antes citados. La propuesta en realidad, es un intento de dominio de grupos de presión bajo liderazgo feminazista o indigenista-maya. Nada nuevo en el debate sobre el poder.
La discusión ignora interesadamente al ser humano, a la persona, y se desplaza hacia lo grupal, lo colectivo. No se quiere abordar el tema desde la capacidad individual de afrontar los retos y se prefiere llevar el debate al terreno de la indefinición, bajo conceptos mas sutiles y difusos como género o etnia, donde todo cabe, pero también en los que todo queda diluido. De esa cuenta, a usted mujer, homosexual, maya, joven o viejo -o una eternidad de divisiones- le reservarán un trabajo en la administración pública que quizá le sería negado por baja cualificación. Una manera privilegiada para ocupar un puesto fuera de un sistema de méritos
Si se apuesta realmente por mejorar la calidad del funcionario público, hay que promover a quienes tengan mejores condiciones para realizar el trabajo. No importa que sea mujer, hombre, pertenezca a la diversidad sexual, a determinado grupo étnico o esté físicamente limitado, mientras reúna las condiciones exigidas. Hay que dejar de mirar si lleva falta, pantalones, traje típico, va en silla de ruedas o tiene la piel de un determinado color. Quienes promueven las cuotas, aunque digan lo contrario, son tan racistas, excluyentes y “machistas” (hembristas) como aquellos que enfrentan, por ignorar la existencia de seres humanos iguales en derechos, sin distinción de factores biológicos y casuales que los diferencien. Manipuladores que quieren poder vía cupos reservados, a sabiendas de que no lo alcanzarán por el camino de la competencia.
La estrategia es fraccionar a la sociedad en pequeños bandos para que compitan entre ellos, en lugar de buscar el elemento común que une a todos: el de ser personas iguales. Cuando le pregunten: ¿por qué está usted ahí? siéntase orgulloso de detallar su curriculum y no limitarse a decir: por ser mujer, indígena, negro… ¿Fue Valérie Julliand -promotora de esto- seleccionada en la ONU por ser mujer o por su capacidad? ¿Y los diputados Montenegro o Pop?
Las cuotas se contraponen a la igualdad y a la justicia. Obedecen el interés de abordar una discusión, con soberbia intelectual, desde una visión colectivista y excluyente. Además, en este proceso, se olvidaron de la constitución que tanto mencionan, especialmente del artículo 113: “..., no se atenderá más que a razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez”. El resto, artimañas basadas en el interés individual que también la constitución coloca detrás del colectivo.

¿Más claro? ¡Ahora a esperar pacientemente la acusación de machista!