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lunes, 17 de noviembre de 2014

Estólidos


La inacción es incompatible con el ejercicio del mando

Cinco policías resultaron heridos de bala (y un civil muerto), durante el desalojo de camorristas que cerraban el paso en Sanarate, entre otros bloqueos -donde cobran por pasar o asaltan- que asolan al país. Las/los habituales, doctos en contraconocimiento (léanse Los Nuevos Charlatanes), callarán o argüirán algo similar a lo que predicaron cuando asesinaron, con idéntica infamia, a un soldado desarmado custodio de un helicóptero en Barillas. Dirán que los policías baleados -¡malvados ellos!- se dispararon unos a otros en su inoperancia profesional o puede que, tal y como difundieron en Los Pajoques, la culpa la tenga una empresa o la despreciable oligarquía. No le faltaran en sus peroratas falaces argumentos, informes de “expertos” o cualquier otra gilipollez.
Quizá guarden silencio, porque son cómplices de chusma que para nada responde a colectivos de campesinos indígenas. Es infame atribuir a indígenas -campesinos o no- esas barbaridades. La generalidad de los ciudadanos, especialmente del interior, son más nobles que el uso marginal e interesado que endilgan al etnicismo. Los indígenas -si es posible generalizar- son pacíficos, trabajadores, responsables.., y son manipulados en esas acciones que les endosan quienes se escudan en el colectivismo para presentar inexistentes problemas étnico-sociales. La táctica responde, exactamente, a la del conflicto interno. Entonces, un grupo de ladinos, altos, blancos, incluso canches y con perfecto español -así era la mayoría de la dirigencia guerrillera- pretendieron salvar a los pueblos originarios, mientras se cagaron en ellos anteponiendo sus cochinos y putrefactos intereses ideológicos. La hoja de ruta Barillas-Pajoques-Sanarate resulta de una estrategia de acciones contrapuestas. Una, la actuación criminal de organizaciones y personas que siguen su norte de intereses mezquinos: ideológicos o crematísticos. Otra, la inacción de los responsables gubernamentales encargados de hacer cumplir la ley.
El gobierno se ha ahuevado, acojonado. La autoridad hace tiempo que cedió su responsabilidad a la transa con chantajistas-terroristas y tiene miedo de que ocurra otro “Totonicapán”. Bueno, ahí lo tienen pero con policías, algo que seguramente no tocará la conciencia de muchas/os, -como no lo hizo la matanza de Los Pajoques- acostumbradas/os a condenar crímenes que pueden rentabilizar y otras formas de violencia que frecuentemente alientan con sus falsos cantos de sirenas trastornadas.

El país está al borde del caos, situación propicia para el populismo acechante que aprovechará algún “docto” perspicaz de colorado quien pretenderá erigirse en salvador patrio proponiendo medidas fuleras, aunque hará lo que todos lo populistas: negociar bajo la mesa pagando al liderazgo de esas organizaciones “campesinas” extorsionadoras, se aliará con la mafia sindical o cooperará con el crimen organizado. Desaparecida la ley, cada quien campa a sus anchas y la violencia, lejos de reducirse, se incrementa porque es la única forma de hacer las cosas cuando la dejadez política sobresale con honores. Nunca imaginé que un gobierno integrado por tantos ex militares fuese tan sumamente “prudente” -o cobarde- y evadiera aplicar leyes que están precisamente para respetarse y no para negociarse con farsantes y asesinos ¡Hala pues!, a seguir con la “política de seguridad” y las “mesas de negociación”. Me atrevería a ponerle nombres a la insinuación de Manuel Baldizón en un reciente entrevista en prensa: “Por qué no pensar en dejar a un par de ministros que han generado unas buenas condiciones de trabajo en el Gobierno” ¿Estaría pensando en Gobernación?, porque se lo está poniendo de a huevo. Como quiera que sea, estos del PP -como otros pasados o venideros- me decepcionaron hace tiempo, y por muy diversas razones.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Inmorales

¡No haga una cosa inmoral por razones morales! (Hardy)


Leo durante la semana -sin asombro pero turbado- como las/los habituales reclamaron de diferentes maneras la supresión del estado de prevención en San Juan Sacatepequez. Estaría bien, y sobre todo ligado a una lógica de honestidad y coherencia, si las/los solicitantes hubiesen condenado con similar intensidad y frenesí la masacre en la aldea Los Pajoques. Sin embargo, no fue así. Complice y/o cobardemente, callaron aquellos crímenes -igual que otros en Barillas- y "olvidaron" condenarlos, alentando, en el mejor de los casos y con la sutileza tradicional, un apoyo implícito a tales barbaridades.
En el fondo, esas/os inmorales, lo que dejan muy claro cada vez que callan crímenes como los indicados, es la génesis del problema y cómo debe enfrentarse. De un lado, tienen declarada una "guerra" contra todo lo que pueda representar desarrollo o progreso, siempre que no sean ellas/os o sus amigas/os quienes estén detrás de la gestión rentista de los proyectos, generalmente a través de organizaciones u ONG,s suficientemente conocidas, al igual que los actores y financistas ¡No hay duda de ello! De otro, sustentan la violencia extrema que aparentemente repudian, rechazan y censuran solamente contra ciertos sectores o cuando afecta a sus intereses, contradicción discursiva ejemplificada en casos como los de Los Pajoques y Barillas en contraposición al de Totonicapan, por ejemplo. Hábil y profusamente condenan en el segundo, pero ocultan y terminan culpando a las víctimas o a entidades externas privadas en los otros. Un espectacular montaje de desinformación e ingeniería mediática goebbeliana -acordada y pactada entre los actores- que proyectan en artículos de opinión, informes de situación, comunicados o por medio de redes sociales, en las que todas/os ellas/os convergen en el mensaje, el lenguaje y la forma.
La reacción visceral y hepática de ese gallinero altoparlante no se hace esperar cuando son descubiertos y expuestos, cacareando al unísono acusaciones de racismo, machismo, fobias diversas o extranjerismo, telón de fondo, en definitiva, del espectáculo deplorable de su actuar que necesitan maquillar u ocultar. Todo ello son acciones que constituyen salidas necesarias y extremas para escapar cuando son desenmascarados públicamente, sobre todo por el costo económico que les representa en futuras donaciones y en el mantenimiento del modelo  que perpetúan.

La democracia es el sistema que más autoridad requiere, decía un secretario general del partido comunista de España, y cuando las urnas no otorgan el triunfo -ni siquiera significativo- hay quienes lo aceptan, aunque sea resignadamente, -demócratas- y otros que, inconformes, promueven la ilegalidad y la violencia mas o menos extrema -autoritarios-. Ellas y ellos, pertenecen a este último grupo de enmascarados con careta superpuesta al verdadero rostro, luchan por cualquier medio y repiten mensajes de paz, concordia, integración y reconciliación mientras en túneles, reales o imaginarios, almacenan y activan el odio mas vil y justifican o ignoran -según el caso- la violencia mas cruel e indiscriminada. Son maquiavélicos practicantes que se dejan ver cada vez con mayor claridad y cuya evidenciación incide negativamente en sus bolsillos. Su principal activo en el curriculum vitae es la inmoralidad mas consolidada, aunque la pretendan esconder tras una falsa y roída sombrilla de "años de lucha por los derechos humanos" o como militantes de grupos de la "sociedad civil" por mejorar la democracia. Si al menos fueran consecuentes con su actuar, podrían contar con un mínimo respeto del que carecen por su puritana inmoralidad, tal cual sepulcros blanqueados.

Virtudes y vicios

Al comienzo fueron vicios, hoy son costumbre (Seneca)

El fuero es un privilegio otorgado a determinadas personas o colectivos. En casi todos los países los congresistas, jueces, militares, policías, etc., tienen ciertas prerrogativas al momento de ser detenidos, juzgados o encarcelados y, por el contrario, exigencias mayores que se suelen reflejar en el recorte de determinados derechos civiles: no ejercer el voto, no afiliarse a partidos políticos, no sindicarse o no manifestarse públicamente, entre otros. En Guatemala, el gremio periodístico también está aforado. La constitución concede ciertas prebendas a quienes publiquen sus opiniones, criticas o imputaciones y traslada a los tribunales de honor o de imprenta las imputaciones que pudieran hacerse contra los autores de aquellas.
La ley de emisión del pensamiento recoge algunas de las obligaciones inherentes a quienes, contrapuestamente, cuentan con la ventaja del aforamiento. Obliga a que los impresos lleven el nombre del responsable, los escritos firma de su autor, se transmitan las aclaraciones pertinentes, no se hiera la moral, no se falte al respeto a la vida privada y no se calumnie o injurie gravemente, entre otros. Lo mismo que un policía no puede utilizar su arma o un militar un tanque para salir a la calle a manifestarse por lo que reclama como persona o colectivo, el periodista no debe de utilizar su pluma para conformar bandera de un tema personal o de grupo. No es éticamente aceptable, bajo ningún punto de vista, utilizar continuadamente medios tradicionales de comunicación o redes sociales para posicionar ideas personales o reivindicativas ¡Mucho menos si son anónimas y ofensivas! Tampoco es de recibo la difusión de información no veraz o sesgada y asociada a un determinado personaje o partido político, por cuanto de falaz, tendencioso y manipulador tiene el contenido que se vierte en algo que se supone correcto e informativo y, por el contrario, carece de todo o parte de la forma indicada en las normas vigentes: editor, redactor, autor.., o todos los anteriores.
La prensa, los periodistas, quienes hacen o hacemos periodismo, no estamos exentos de tener en el gremio corruptos, vendidos, manipuladores y algunos que se han acostumbrado, bajo el paraguas de la libertad de expresión -hecho a su medida-, a hacer o decir lo que les viene en gana, de forma chabacana, insultante, sin pruebas, con investigaciones deficientes o mentiras fabricas conscientemente para sostener sus teorías, cuando no previo pago de su importe. De la avenida de la flores se ha pasado al callejón de la prostitución más baja, sin haber pestañeado muchos propietarios, redactores y “periodistas” de este país ¡No es oro todo lo que reluce!, y sin pedir que se promueva una feroz persecución, es de honestidad solicitar el ejercicio ético a quienes se han subido a la moto de la moda y de los adeptos en redes y ponen cualquier imbecilidad o irreflexión con tal de que otros no menos majaderos, le den un “like” a la publicación o lo sigan, y así unirse el grupo de buseros de la desfachatez que cuentan con unos tantos miles de “followers”.

Hay que recuperar el trabajo bien hecho y la confianza del público y condenar desde el propio oficio a quienes han optado por el camino de la irresponsabilidad sin reparar el daño que hacen a esa libertad de expresión de la que gustan hablar, pero que frecuentemente convierten en libertinaje y opresión para con otros. No se trata siquiera de pedir imparcialidad, pero si objetividad. Perdida la vergüenza y el horizonte ¿qué se puede esperar del contrapoder distinto al propio poder?