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lunes, 27 de julio de 2020

Reacomodo ideológico durante la pandemia

Si consideramos la finalidad rentista se podrá comprender mejor la debacle del debate político nacional

El COVID-19 ha paralizado la discusión nacional más allá de la pandemia, y la pugna política se ha tintado con debate ideológico. La habitual izquierda radical: Winaq o URNG -ahora con el MPL incluido- no levanta cabeza. La UNE, tradicional líder de la izquierda moderada sufre una fuerte convulsión interna que, unido al rechazo ciudadano de Sandra Torres, la coloca al borde de la autodestrucción, y una facción pretende quedarse con el poder que la otra le niega. En ese espacio ideológico, el partido SEMILLA surge con más fuerza, liderazgo y oposición que mostrara en su momento Encuentro por Guatemala. Por primera vez hay una opción real a una UNE sacudida, y al estar mucho menos contaminado, hay temor -u oportunidad, según se mire- en que pueda ocupar los espacios que aquella vaya dejando vacíos. En la derecha -o centro derecha- dos partidos se sitúan muy a la par: CREO y VALOR. El primero renovado, con gente joven y una fuerza moderada pero más activa; el segundo, liderado por Zury Ríos, levanta pasiones entre ciertos conservadores, aunque su candidatura fue rechazada en las pasadas elecciones. El resto son partidos bisagras, narcos o repletos de corruptos. Si consideramos la finalidad rentista, es decir, la intención de obtener más recursos para pagar las deudas electorales, así como este otro ideológico, se podrá comprender mejor la debacle del debate político nacional. 
La lucha interna en la UNE, junto con la pugna por conservar el liderazgo de la izquierda, pasa por aprovechar cualquier ventaja donde son más fuertes: el Congreso. Es desde ahí que se promueven frecuentes confrontaciones con el Ejecutivo y el partido VAMOS para obtener ventaja y rentabilizar sus esfuerzos, especialmente ahora que una fracción de la UNE -que lidera Sandra Torres y que pelea el control del partido- vota junto al oficialismo. De otra forma: la pugna interna se traduce, políticamente hablando, en una confrontación contra los aliados que son socios de la facción contraria. 
SEMILLA, por su parte, se intenta alejar de ese escenario en una actitud de laissez faire, y deja que se destruyan -que seguro lo consiguen- sin presentar más alternativas que lo que el tiempo disponga, y sin promover confrontación, tal como lo hacía Encuentro por Guatemala, justamente la razón de su desaparición con el tiempo: la falta de acción contundente cuando debió de hacerlo.
A VAMOS no le queda de otra que pactar para tener el poder que la urnas no le concedieron, y es evidente que no encuentran fácilmente socios. La izquierda -SEMILLA, WINAQ, URNG y UNE- estará siempre en contra de ellos, y la derecha -CREO y VALOR- buscan su propio espacio y evitan coaliciones innecesarias. Lamentablemente, solo quedan partidos bisagras, narcos o corruptos, que son los que se han asociado, y deslegitiman al oficialismo. Como alguien me dijo “yo no quisiera estar en el lugar del Presidente”, quien lidera el país en unos de los momentos más difíciles de su historia moderna. Para mientras, la pugna sigue al margen de la realidad porque, en el fondo, lo que se pretende es mantener el poder y continuar con las misma barrabasada de siempre, lo que se traduce en el saqueo del Estado y la piñatización de los fondos públicos, a fin de cuentas lo que persiguen la mayoría de los políticos que llegan al poder. Eso del bien común o el interés por el ciudadano que se lo digan al espejo frente al que ensayan sus discursos, igual algún día el espejito, como el de Blancanieves, termina por decirles la verdad y entonces sabrán lo feos que son.

martes, 21 de julio de 2020

El costo de la decisiones públicas

No cobre un solo centavo el próximo mes, tal y como ocurre con quienes tienen empresas cerradas por obligación

El CACIF publicó recientemente un análisis sobre el impacto en la economía nacional de las medidas tomadas para enfrentar la pandemia. Algunos salieron inmediatamente a ponerlo en duda, sin ofrecer otro análisis que contrastara el presentado que, además, coincide con la caída de la recaudación fiscal hecha pública por la SAT, y por el padecimiento que todos los ciudadanos experimentamos a diario en relación con la falta de trabajo, de oportunidades, de negocios o de clientes. No hay que ser muy sesudo para advertir lo que está ocurriendo.
Pero no ha sido únicamente el sector privado nacional quien ha puesto sobre la mesa cifras de recesión económica. La OCDE, en un informe titulado “Better policies for better lives”, habla de una caída del PIB mundial del 6% en 2020, y si se considera una segunda ola de pandemia, el porcentaje subiría hasta el 7,6%. Si todavía es escéptico, puede consultar el “Global Economic Prospects” que sitúa el desarrollo económico para 2020 cerca de -8%, siendo los países latinoamericanos y caribeños los más afectados con cifras que oscilan entre el -7.2% de recesión del PIB y de -8.1% en la renta per cápita. En otro gráfico, muestra las mayores recesiones económicas del pasado siglo: las dos postguerras mundiales -superiores a la actual- y la Gran Depresión de los treintas, equiparable con la presente.
Está en su derecho de pensar que lo mejor es quedarse encerrado en casa y no abrir parcialmente los negocios. Así opinan muchas personas y numerosos expertos en salud, pero a quienes tienen ese comprensible criterio protector les propondría este reto: no cobre un solo centavo el próximo mes, tal y como ocurre con quienes tienen empresas cerradas por imposición. Si son capaces de aceptarlo, puedo entender su postura, pero me temo que quienes hablan de cerrar la economía y quedarse en casa son los que tienen un salario asegurado que no depende, en absoluto, de salir a producirlo diariamente, y con esas cartas es fácil jugar.
Entiendo que una apertura total tampoco es la solución, pero para eso está la cabeza, las experiencias de otros y, sobre todo, la teórica racionalidad del ser humano. Si queremos utilizar los códigos de colores, hagámoslo. Así, en un municipio o departamento con “código rojo”, los establecimientos abiertos -que serían todos los que sus dueños deseen- tendrían una limitada afluencia cifrada en un 15% del aforo. Por el contrario, en otros con “código amarillo”, la afluencia podría aumentar hasta el 60%, por poner ejemplos numéricos que pueden adaptarse. De esa forma, no se suspendería ninguna actividad económica y se respetaría el distanciamiento entre personas. Aplique una lógica similar para transporte público, cines, restaurantes, centros de conveniencias, mercados, etc., y habrá encontrado una solución equilibrada sin cerrar totalmente.
Las medidas restrictivas absolutas no sirven -quizá en festivos- por muchas razones: somos una sociedad indisciplinada, y nos valen las normas, el sistema nacional de salud es tan desastroso que no es capaz de soportar más tiempo la presión que tiene -reto para el futuro- y la prohibición no impide que la gente se movilice sino que se apuñusque en peores condiciones respecto de la normalidad. Buscar el equilibrio es lo razonable y se entiende perfectamente cuando el reto es producir para vivir. Quien no tenga esa disyuntiva -empleado o funcionario- está condicionado por la comodidad de vivir sin el riesgo de quien debe llegar a final de mes. Y si no, trabajen sin salario y verán cómo lo entienden, porque de la crisis no nos saca nadie, menos este Estado disfuncional que tenemos.

lunes, 13 de julio de 2020

La anormalidad en el nuevo normal

Hay demasiados meapilas urbanos que pretenden establecer una teocracia radical biblia en mano

Mientras medio mundo enfrenta la vida desde un “nuevo normal”, algunas instituciones públicas y ciertos personajes nacionales, continúan con la tradicional anormalidad. Además del artificioso conflicto entre CSJ-Congreso-CC, abrieron otro frente que involucra al PDH y a la comunidad LGTB, en un afán por desviar la atención de lo importante, de lo urgente y de cualquier tema serio que merezca debatirse. No escuchará hablar sobre qué ocurrirá con el paralizado curso escolar, qué piensa al respecto el sindicato magisterial o la inversión que se hará -con urgencia- para que miles de niños no padezcan el aislamiento al desconectarse de sus clases. Sin embargo, quien desde el Congreso debiera liderar esos temas y preocuparse por las generaciones futuras, se distrae acusando de aberrantes a los homosexuales y citando al PDH para que explique la razón de haber utilizado una bandera multicolor en Twitter.
Grupos religiosos radicales -exentos de impuestos- en convergencia con políticos -igualmente extremistas- procuran anclarnos en un obtuso debate de género que nadie ha promovido, mientras se alejan de la discusión sustantiva sobre qué haremos después de la pandemia, cuán endeudados quedaremos, qué planes hay para atraer inversiones, si se recuperarán los días perdidos de clases o corregir las múltiples fallas detectadas en el sistema de salud, por citar algunos ejemplos. La anormalidad quiere quedarse y no dar paso a la nueva normalidad, y algunos diputados ponen todo su esfuerzo y dedicación en ello.
Hay demasiados meapilas urbanos que pretenden establecer una teocracia radical biblia en mano. Son aquellos que adoran la Ley del Talión, la sumisión de la mujer al hombre de Corintios 14 o Romanos 7, la condena a la homosexualidad de Levítico 20, aplauden que ardan los brujos y hechiceros de lo que se habla en Éxodo 22 pero soslayan también, al mismo tiempo, Levítico 20 -me remito a oferta de moteles- o cierta vida licenciosa en la que priva el alcohol, y que Isaías (28) criticó. Parece que no llegaron a las lecturas sobre la comprensión, el perdón y otras virtudes piadosa del Nuevo Testamento ni al segundo mandamiento: amarás al prójimo como a ti mismo, y no digamos al quinto: no matarás ¡Cuánta razón tenía Mateo al recoger aquellas palabras sobre los sepulcros blanqueados!
Somos una sociedad repleta de chupacirios, y profundamente hipócrita y preocupada por las apariencias. Nos quedó grabado eso de “no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace la derecha” y, mientras guardemos las formas y no se note, vale hacer lo que se quiera. Lo importante no es ser, sino parecer, o promover una imagen que proyecte esa mojigatería. Celebramos festejos religiosos con grandes banquetes en un país plagado de desnutrición, santificamos los inocentes 15 años, pero somos indiferentes a miles de embarazos de menores, graduamos a los chicos y ese mismo día permitimos que se caigan borrachos al piso del hotel, en la entrada del baño, y mantenemos la “ley seca” pero buscamos como evadirla permanentemente, así quedamos bien “con Dios y con el diablo” ¿Habrá comportamiento mas falso?
En la política -reflejo de lo social- ocurre lo mismo. Todos quieren quedar bien con todos y evitan señalarse para no romper ese artificioso equilibrio. Unos diputados hacen el mamarracho mientras el resto calla, en la inteligencia de que a la semana siguiente ocurrirá lo mismo, pero a la inversa. Los ciudadanos, conformados y conformistas -melodramáticos casi todos-, seguimos con nuestra penumbrosa vida y mejor que nadie sepa de nosotros más de lo necesario. 
Eso si: reza a las 8 por Guatemala y honra a Jehová con tus bienes. Amén, amén, amén.

lunes, 6 de julio de 2020

Las Cortes, el Congreso y sus pleitos

Las clasificadoras de riesgos nos bajarán la credibilidad, los créditos serán más caros y las inversiones se contraerán

Este rifirrafe entre algunos diputados del Congreso, la CSJ y la CC pareciera tender a la polarización tradicional que permea normalmente la dinámica nacional. “Superada” aquella otra de “CICIG-Si o CICIG-No”, y no contentos con la experiencia desgastante que ocasionó, nos enfrascamos en esta nueva. O quizá, y justamente por lo antes comentado, se genera esta otra; más bien pareciera que no podemos vivir sin estar continuamente polarizados, peleados, enojados o agrediéndonos. En el fondo, lo habitual: la falta de respeto al otro, a las instituciones, a la autoridad y, sobre todo, a las normas.
El debate que veo en redes -cuando no la bronca- se circunscribe a señalar a unos de sinvergüenzas porque atacan a otros -se entiende que estos últimos no lo son- o viceversa. Los menos comprometidos abogan porque todo está hecho un desastre estructural -aunque lo dicen con palabras mucho más contundentes- y así se lavan las manos de la responsabilidad de tomar partido o acción. Una especie de “ponciopilataje” muy usual en el país y consistente en echarle siempre la culpa a otro de no hacer lo que debe o no arreglar el problema, mientras uno se distancia prudentemente y se excluye cómodamente del caos que denuncia.
En esas situaciones, en las que seguramente encontrará razones para llamar sinvergüenzas a ciertos diputados, desgraciados a determinados magistrados e ineptos a otros, lo mejor, en mi opinión, es huir de los personalismos que obligan, necesariamente, a apostar por unos y desechar a otros, haciéndole el juego, justamente, a quienes desean presentar todo como una polarización permanente.
Esta claro que en esas circunstancias -quien sea que tenga razón- las inversiones en el país se verán resentidas porque se proyecta una enorme falta de certeza jurídica, al no conocerse cuándo se nombrarán jueces, cómo se hará y especialmente, quiénes incidirán en el nombramiento. Nadie, con dos dedos de frente, querrá invertir su dinero en este país -necesitado de inversión- porque no existen las condiciones político-jurídicas para que el cálculo económico se sustente en suficiente previsibilidad. Además, tampoco interesa al inversor local que según apueste le puede ir bien o mal y eso no es opción en negocios de largo plazo, aunque si en capitales golondrinas que aprovechan tales situaciones para sacar tajada.
Los principios universales de respeto a las normas, eficacia de la justicia y observancia de contratos y derechos, están, en estos momentos, muy cuestionados en el país y eso tendrá el costo propio de la coyuntura. Las clasificadoras de riesgos bajarán la confianza, los créditos serán más caros y las inversiones se contraerán. Es una pena que quienes ocupan puestos de responsabilidad no se den cuenta del daño que hacen al país, pero es mucho más penoso e irresponsable que quienes hemos elegido a esos representantes nos quedemos callados, pasivos y expectantes de lo que ocurre, mientras destrozan el futuro inmediato y de corto plazo para salvar sus espurios intereses del momento.
Si las Cortes, el Congreso o ciertos diputados delincuentes quieren matarse que lo hagan, pero como ciudadanos responsables debemos apremiar a que se haga la elección de jueces y magistrados conforme dictó la CC y aprobó el Congreso, algo que tenemos pendiente desde hace meses. Lo contrario es apostar por ese río revuelto que termina por darle ganancias a algunos, pero que hunde el país, destruye riqueza y no genera ningún progreso. Dejemos la polarización y pasemos a la acción constructiva y responsable porque es hora de tomarse en serio a Guatemala y dejar de pregonar amor al país o servicio al ciudadano cuando las acciones no reflejan un ápice de coherencia.